BAQUIANA – Año XXV / Nº 129 – 130 / Enero – Junio 2024 (TEATRO II)

EL COLEGIO 

 

por

 

Camilo A. Rincón


Personajes:

 

 Alcides

Delgado. Tiene treinta años. Viste jeans y tenis.

Ana

 Delgada. Tiene diecisiete años. Viste uniforme blanco con rayas verdes.

Albeiro

Alto y de contextura gruesa. Tiene diecinueve años. Viste uniforme blanco con rayas verdes. El traje se ve sucio.

Camilo A. Rincón nació en Bogotá, Colombia (1972).  Narrador y dramaturgo. Graduado con un magister en Comunicación-Educación. Autor del libro Más allá del infortunio, publicado por la editorial Calixta (2019). En la actualidad se desempeña como docente de Artes Escénicas y gestor del proyecto Arte silueta.

 

 

Acto I

La escena se desarrolla en el salón de un colegio. El aula tiene un escritorio con libros y revistas. Hay un baño. Algunas luces alumbran aquel espacio. Ana y Alcides están sentados en el escritorio. Hablan en voz baja.

ANA: Así que trabajas.

ALCIDES: ¡Exacto!

ANA: Veo que tienes tiempo.

ALCIDES:  Estamos juntos.

ANA: ¿Preparas alguna actividad?

ALCIDES: Preparo algunas cosas.

ANA: Conoces la institución al derecho y al revés.

ALCIDES: No creo.

ANA: (Mira su reloj de pulsera) ¿A qué hora sales?

ALCIDES: No lo sé.  Después de las dos de la tarde.

ANA: Creo que haces lo mejor que puedes. Tu oficina esta ordenada. Eso significa que tu cabeza esta llena de pensamientos positivos.

ALCIDES: ¿Qué dices?

ANA: Que todo es lindo, que tú eres maravilloso.

ALCIDES: ¡Exageras!

ANA: (Gesticula el rostro) Eres lindo, te quiero abrazar.

ALCIDES: (Toma un libro del escritorio. Finge leer) ¿Te has dado cuenta de que los libros están ordenados? ¿Te fijas en aquellos detalles?

ANA: (Sorprendida) Tal vez. Sin embargo, creo que este lugar es pequeño. Huele a cúrcuma.

ALCIDES: ¿Segura?

ANA: No siempre.

ALCIDES: Todo es igual. El tiempo no cambia.

ANA: ¿Qué es lo que no ha cambiado?

ALCIDES:  Todo.

ANA: ¿Lo nuestro?

ALCIDES:  Todo, los maestros, las amistades, los amigos, todo el mundo.

ANA: Pareces enojado.

ALCIDES:  No te entiendo.

ANA: Dices que no me entiendes, pero dices que me comprendes.

ALCIDES: Más o menos.

ANA: ¿Te aburro?  Te veo concentrado.

ALCIDES: Lo estoy. La verdad, no sé qué pasa. Tantas cosas en cabeza

ANA: ¿Crees que no te puedo escuchar? Se lo que se siente, se lo que haces en estos momentos

ALCIDES: ¿Que no entiendes?

ANA: Entiendo tu trabajo, tus clases. De hecho, entiendo tus cuentos. Me encanta tu literatura romántica.

ALCIDES:  No es romántica, es algo más.

ANA: La leo y me sudan las manos.

ALCIDES: No es así.

ANA: Tus escritos son geniales.

ALCIDES: No es cierto. Pienso que mis textos no tienen futuro.

ANA: Tienen alegría.

ALCIDES: (Pausa) Olvídalo. Todavía mi trabajo literario es confuso.

ANA: (Cambia la conversación con un guiño) A propósito, ¿sabes lo que pasa con el grado 11B?

ALCIDES: Ayer hable con ese curso.

ANA: ¿Qué tal?

ALCIDES: La convivencia es nefasta.

ANA: Todo el mundo lo sabe.

ALCIDES: La juventud es compleja.

ANA: Deberían darte un reconocimiento. Un premio.

ALCIDES: Buena idea, pero no pienso recibirla.

ANA: Complicas la vida.

ALCIDES: No tengo frases brillantes para describir mi empleo.

ANA: ¿Piensas quedarte aquí?

ALCIDES: Depende de los resultados escolares.

ANA: Los objetivos se alcanzan.

ALCIDES. Eres muy joven para hablar de objetivos.

ANA: Los he aprendido con el tiempo.

ALCIDES: ¿Qué quieres hacer con tu vida?

ANA. Cumplir años, graduarme y amarte.

ALCIDES. Pienso en ti, pero dudo de mí.

ANA. Tu eres mi alma. Estamos de acuerdo en todo.

ALCIDES: (Mira su reloj de pulsera) Olvídalo. De pronto, saben lo nuestro.

ANA: (Hace una pausa teatral) ¿Nos han visto? ¿Eres amigo de los maestros?

ALCIDES: (Suelta una pequeña carcajada) Algunos los conozco. Otros son indiferentes conmigo. A mí no me interesa su universo intelectual.  Dejo de importarme hace mucho tiempo. Los docentes están supeditados a mis comentarios. Soy imparcial en el colegio.  No deseo tener amistades. Hablo poco. Mi lenguaje no es directo. Hago entender mis pensamientos de otra forma. ¿Entiendes?

ANA. Creo que sí.

ALCIDES: Eres diferente.

ANA. Soy distinta.

ALCIDES: Dices cosas bonitas, ¿todavía me ves a través del espejo?

ANA: (Guarda silencio) Te veo en todos los rincones de mi casa.

ALCIDES: Tu imaginación es desbordante.

ANA:  Son mis sentimientos.

ALCIDES. Creo que me quieres.

ANA. Te quiero, te adoro en este colegio.

ALCIDES:  No digas bobadas

ANA: No me digas eso. Me siento regañada. Tu me haces sentir madura. Veo el mundo de otra forma. Tus palabras engalanan mi alma.

ALCIDES:  No digas tantas cosas. Tu madre corrige tu moral. Yo tan solo te guio. De cierto modo, tendrás que aprender algo en tu vida.

ANA:  Tonto.

ALCIDES: No soy tonto.

ANA: (Pausa) Mejor me callo.

ALCIDES: Continua.

ANA: Creo que soy buena estudiante, ¿verdad?

ALCIDES: ¿Dudas? (Se le acerca y mira sus ojos tiernos) Tienes el espíritu de un pájaro feliz.  Además, eres fuerte. Con seguridad, atraparas la atención de todo el mundo en un futuro muy cercano.

ANA: (Pausa) Depende de la orientación.

ALCIDES: ¿Cuál?

ANA: (Cambia de conversación con un suspiro fingido) ¿Qué tal si vamos a otro espacio?

ALCIDES: ¿Qué quieres?

ANA: Acaso, ¿no eres el coordinador? Puedes ingresar a otros lugares.

ALCIDES Cálmate. No es buena idea. Tengo demasiado trabajo.

ANA: (Susurra en voz baja) Tan solo unos minutos.

ALCIDES: (La mira con ojos rabiosos) No deberías estar en mi oficina.

ANA:  Le dije a la directora de curso que estaba enferma. Estoy aquí. Se supone que llamaras a mi madre y luego darás permiso para salir de la institución.

ALCIDES: ¡Vete! A veces eres imprudente.

ANA: ¿A dónde me voy? No has llamado a mi mamá.

ALCIDES: Nunca me hablas de ella. Los teléfonos de tu casa no funcionan.

ANA: (Sonríe) Ella no te ama. Yo si te adoro. ¿Entiendes? Mi vida es mi vida. Soy un secreto para el universo. No puedes saber de mi madre.

ALCIDES: Siempre cambias de opinión.  Déjame en paz.

ANA: ¿En serio?

ALCIDES:  Olvídalo.

ANA: (Hace una pausa larga) Quiero comprarme un pantalón, préstame dinero.

ALCIDES: Ni hablar.

ANA:  Luego te devuelvo la plata.

ALCIDES: No.

ANA: Por favor.

ALCIDES: No quiero hablar de este asunto.

ANA: Egoísta.

ALCIDES: (Se le acerca al rostro) No me digas lo que tengo que hacer. Te arriesgas demasiado. Me vas a meter en problemas. No entiendes. Tu cabeza está llena de chucherías. ¿Qué quieres hacer con mi vida? Estoy ocupado.

ANA: (Intenta abrazarlo) Te quiero, quiero tu bienestar. Todo lo deseo.

ALCIDES: ¡Retírate! Aquí no te quiero ver. Llevas tiempo en la oficina. Tenemos suerte. Nadie ha golpeado la puerta.

ANA: La puerta la cerré con llave.

ALCIDES: ¡Dios!

ANA: Vamos.

ALCIDES: ¿A dónde?

ANA: ¿Te burlas? Tonto.

ALCIDES: (Le da un leve empujón) Quiero que te vayas de aquí.

ANA: No lo hagas. Me ofendes.

ALCIDES: No lo hago, respétame. Ante todo, soy tu profesor.

ANA: ¿De qué hablas?

ALCIDES:  Sal de aquí.

ANA: Me siento mejor aquí.

ALCIDES: El tiempo nos puede traicionar

ANA: Entonces, escribe una historia. Siéntate en tu escritorio y te cuento lo que pienso.

ALCIDES: No puedo hacerlo. Alguien puede venir, no quiero que nos vean.

ANA: Nadie va a venir (Señala los libros con uno de sus dedos), puedes decir que me conociste hace un año, que me invitaste a tomar gaseosa, que me besaste, que me prometiste amor eterno.

ALCIDES: (Respira, con dificultad) No quiero escribir eso, no quiero saber nada de nada. Mi literatura no tiene nada que ver con nuestro romance. Yo planteo personajes imaginarios que se aman en espacios no convencionales. Tu no encajas en mis argumentos.

ANA: Nos amamos, me los ha dicho.

ALCIDES: Claro que te amo, pero hoy no es el día para escribir un cuento de amor. No tenemos tiempo en estos momentos. Estoy ocupado. Soy coordinador de una institución educativa

(Se escucha un ruido en la puerta del salón. Alcides y Ana detienen sus movimientos).

ANA: ¿Escuchas?

ALCIDES: (Habla en voz baja) Aquí no es el momento.

ANA: Me esconderé.

ALCIDES: Abre la puerta despacio, mira con cautela y vete de aquí.

ANA: No quiero.

ALCIDES: ¿De qué hablas?

ANA: No he cumplido los diez ocho años, pero puedo defender mi amor. Nos amamos.

ALCIDES: Deliras.

ANA: (Lo mira a los ojos) ¿Qué quieres?

ALCIDES.  Escóndete.

ANA: Me quedo.

ALCIDES:  Puedo perder mi empleo, me acusaran. La comunidad juzgara esta situación.

ANA: ¿Cuál?

ALCIDES: Calla. Escóndete allá. Ese es el baño de la oficina. ¡Hazlo, ya! Tengo que abrir la puerta. Los maestros sospecharan.

(Ana corre rápido hasta el baño. Se esconde y cierra la puerta. Alcides arregla un poco su traje. De igual manera, limpia el escritorio. Al rato, abre la puerta con temor. A unos pasos esta Albeiro. El joven lo mira con desconfianza y entra sin permiso a la oficina de Alcides. Mira con sigilo y cierra la puerta del salón con sus manos temblorosas)

ALBEIRO: Profesor Alcides, he cerrado la puerta con su permiso. (Pausa) Tengo un problema.

ALCIDES: No se preocupe (Se sienta asustado en el escritorio y mira el baño con sigilo) Estoy a su disposición.

ALBEIRO: Pasan cosas.

ALCIDES:  Creo que está en jornada extracurricular.

ALBEIRO: Soy joven.

ALCIDES: Usted es un adolescente. Tiene capacidades.

ALBEIRO: Eso lo dice usted, pero otros maestros hablan de mí. De pronto, soy motivo de burla.

ALCIDES: ¿Algún tipo de matoneo?

ALBEIRO: Nadie me lastima.

ALCIDES: Sigo sin entender.

ALBEIRO: Olvídalo, conozco el barrio, el lugar en que vivo.

ALCIDES: Y eso, ¿qué tiene que ver? No entiendo.

ALBEIRO: Lo sé, lo sabemos.

ALCIDES: (Hace una pausa larga) Mi trabajo es orientar, coordinar, hablar con alumnos.

ALBEIRO: Pero le va bien.

ALCIDES: ¿Qué me quiere decir?

ALBEIRO: (Camina con pasos trémulos) Siento que no soy yo, en un espacio como este. Siento que mi cariño se ha ido.

ALCIDES: ¿Alguna decepción?

ALBEIRO: Todos tenemos decepciones. Mi familia no es mi familia. Son los enemigos del pueblo.

ALCIDES: Algunas veces no entendemos.

ALBEIRO: Mis padres dejaron ciertas huellas. Quemaron mi tiempo.

ALCIDES: Dices cosas raras.

ALBEIRO:  Nada es raro.

ALCIDES: Al grano, ¿tiene problemas?

ALBEIRO:  Hace tiempo no los veo.

ALCIDES: ¿Entonces?

ALBEIRO:  Me cuido solo.

ALCIDES:  No lo creo.

ALBEIRO: (Con voz entrecortada) En realidad, mi abuela me cuida. Trabaja todo el día. La veo en las noches.

ALCIDES:  Lo noto tenso.

ALBEIRO: Conozco la realidad. Usted está en mi camino, lo veo en mis planes.

ALCIDES: ¿Fuma? ¿Bebe?’

ALBEIRO: Usted inventa historietas.

ALCIDES: De ninguna manera (titubea), me confunde.

ALBEIRO: Haga lo que haga, no es de su incumbencia

ALCIDES:  Disculpa, ¿qué quiere?

ALBEIRO:  Quiere oírlo.

ALCIDES: No sé qué desea.

ALBEIRO: Su sueldo. Quiero que me entregue su salario.

ALCIDES (Suelta una risita quisquillosa) ¿Está seguro?

ALBEIRO:  Lo sé.

ALCIDES:   Nunca me habían dicho aquello.

ALBEIRO:  Pues, usted es un mal estudiante.

ALCIDES: ¿Qué le hice?

ALBEIRO. A mí no me ha hecho nada.

ALCIDES:  No comprendo.

ALBEIRO: Veo que le gusta la sal, las sirenas.

ALCIDES:  Retírese. Usted es incoherente.

ALBEIRO:  No es mi idea.

ALCIDES: (Lo mira con rabia) Estoy ocupado.

ALBEIRO:  Nos vemos mañana en la cancha. Me da su sueldo completo.

ALCIDES: (Mira el baño con sigilo) ¿Me extorsiona?

ALBEIRO: Esa palabra la aprendí en el colegio. Usted es un buen alumno.

ALCIDES: ¿Tiene pruebas?

ALBEIRO:  Lo he seguido. Usted vive en el barrio Yakarta. Su casa es blanca con rejas verdes. Vive solo. Sale a comprar pan en las noches. Ana conoce su horario. Sale del colegio y lo visita en su morada. Suele quedarse hasta las seis de la tarde.

ALCIDES: (Camina desorientado por su oficina) Esas pruebas no son suficientes.

ALBEIRO:  Profesor Alcides, le he tomado fotos.

ALCIDES:  Pero…

ALBEIRO: Quiero mi dinero.

ALCIDES: ¿Para qué lo quiere?

ALBEIRO:  Le dije que vivo con mi abuela. El dinero me mantiene.

ALCIDES:  Puedo ayudarle con comida, con algo.

ALBEIRO: No quiero comida. Quiero dinero en efectivo.

ALCIDES:  No sé si alcance.

ALBEIRO: (Hace un guiño desagradable) Profesor Alcides, escuche. Si la mamá de Ana se entera de su relación, no le va a romper la cara. Al contrario, lo demandara por acoso. La demanda le puede salir cara. ¿Prefiere cárcel o pagar una suma equivalente a los trecientos millones de pesos? El juez define su situación.

ALCIDES: ¿Habla en serio?

ALBEIRO: La mamá de Ana sabe cómo son las cosas. Es una bruja.

ALCIDES: (Con voz nerviosa) Deme su número telefónico, lo llamo.

ALBEIRO: No me engañe, nos vemos mañana.

(Alguien golpea la puerta del salón. Albeiro y Alcides guardan silencio. Alcides mira a Albeiro con rabia)

ALCIDES ¡Infeliz!

ALBEIRO:  Cállese.

ALCIDES:  No me provoque.

ALBEIRO: (En voz baja) ¡Cálmese! ¡Hijo de puta!

ALCIDES: (Cachetea a Albeiro) Usted es el mal nacido.

ALBEIRO:  Me volvió a pegar. ¡Hijo de puta!

ALCIDES: ¡Váyase!

ALBEIRO: (Saca de su bolsillo un puñal) Si no hay plata, no hay profesor. Esta oficina tendrá que pintarse con sangre. El color rojo es mi favorito.

ALCIDES:  Púdrase.

(Albeiro se abalanza contra Alcides. Intenta clavar el puñal en el abdomen del profesor.  Alcides lo esquiva, pero cae al suelo)

ALBEIRO: Si grita, le va mal.

ALCIDES:  Te dejo todo. Coge las llaves de mi casa, haz lo que quieras. Déjame vivir.

ALBEIRO: Pronto veremos el fin de su novela.

ALCIDES:  Ana es una princesa.

ALBEIRO: Ella es ser vivo. Puede estar cerca.

ALCIDES: Le consigno mi sueldo.

ALBEIRO:  Quiero todo en efectivo.

ALCIDES:  Ana es una niña.

ALBEIRO: ¿Ama a usted a una niña? Pervertido.

ALCIDES:  Lárguese.

ALBEIRO:  De ninguna manera.

ALCIDES:  Deje a Ana en paz.

ALBEIRO:  No la voy a dejar. Ella me gusta. Usted se atravesó. Me la quitó del camino.

ALCIDES:  Quíteme ese cuchillo.

ALBEIRO:  No.

ALCIDES:  ¡Vamos!

ALBEIRO: Ana se desviste frente a usted. Pueda que su uniforme cambie. Tendrá otro tono.

(Albeiro sin previo aviso clava el cuchillo en el pecho de Alcides. El profesor grita. Albeiro abre la puerta de la oficina y sale rápido. Corre y sale del proscenio. Ana también sale del baño. Mira el salón con desconcierto. Llora, pero no grita. Se le acerca a Alcides. Le toma uno de sus brazos)

ANA: (Pausa larga) Si te vas, me voy.

ALCIDES: Llegas tarde.

ANA: A veces tengo miedo. Sufro y guardo mis pensamientos. (Llora desconsolada, mientras acaricia el rostro de Alcides) Lo escuche todo. Albeiro está confundido. El año pasado se me declaró. Lo rechacé, huele a cúrcuma. Nunca lo he querido. No lo conozco. Sus padres lo abandonaron. Vive con su abuela. Creo que pertenece a una pandilla. Parece el cabecilla. Tiene talento para el mal. (Hace una pausa dramática) De hecho, no vivo con mi mamá. Ella trabaja en una finca cafetera. Gana bien. Envía dinero. Comparto mi casa con mi hermano mayor. Él trabaja en una fábrica de zapatos en el barrio Restrepo. A veces no se queda en la habitación. A decir verdad, vivo sola. No tengo con quien hablar.

ALCIDES: Sácame de aquí.

ANA:  Me siento sola, quiero hablar.

ALCIDES: La historia terminó.

ANA: Es el capitulo final de nuestro romance.

ALCIDES: Abrázame.

ANA: (Solloza) Estás conmigo.

(Ana abraza a Alcides. El profesor convulsiona. Al cabo de unos minutos, ingresa el vigilante de la institución. Se sorprende e intenta reanimar a Alcides. No lo puede ayudar. El vigilante toma su teléfono celular y llama a la policía. El escenario oscurece)

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CAMILO A. RINCÓN

Nació en Bogotá, Colombia (1972).  Narrador y dramaturgo. Graduado con un magister en Comunicación-Educación. Autor del libro Más allá del infortunio, publicado por la editorial Calixta (2019). En la actualidad se desempeña como docente de Artes Escénicas y gestor del proyecto Arte silueta.

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