BAQUIANA – Año XXV / Nº 129 – 130 / Enero – Junio 2024 (Poesía III)

FOTO SECCIÓN POETICA

________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

ANA DIZ 

Nació en Buenos Aires, Argentina (1942). Es poeta, ensayista, articulista, crítica literaria y catedrática de literatura medieval, historia de la lengua, retórica y teoría literaria en universidades norteamericanas desde los inicios de su carrera. Como medievalista es autora de dos libros y una treintena de ensayos sobre textos castellanos medievales publicados en revistas de Argentina, Colombia, España, Estados Unidos y México. Ha participado en numerosos congresos y conferencias internacionales. Graduada con un doctorado de la Universidad de Maryland, ha recibido múltiples becas y premios profesionales. Inició su trayectoria poética con un libro en inglés, Long Island Notebook (Pigmy Forest Press, 2009), seguido por Sin cazador los ciervos, publicado por la Universidad de Barcelona (2012); Y así las cosas, publicado por la Revista de la ANLE (RANLE, 2015), donde también han visto la luz muchos de sus poemas en español. Sus últimos cuatro poemarios recibieron premios internacionales de poesía: en 2016, La almendra hermética (Círculo de Arte de Palma de Mallorca); en 2017, Piedras rosadas (ed. Vitruvio); en 2019, Cuando no sé tu nombre ni tú el mío (Madrid, Torremozas, Premio Carmen Conde); y en 2022, De vidrio la manzana (Ateneo Mercantil de Valencia). En 2018, fue una de cinco poetas invitados a leer su poesía en el acto de clausura del prestigioso Festival de Poesía de Barcelona (el más antiguo de Europa), celebrado en el Palau de la Música. En la actualidad es miembro de número de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) y correspondiente de la Real Academia Española (RAE).

________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

 

LA NOCHE Y LA MAÑANA

 

Los pies, los únicos que saben,

regresan restaurados

como si no hubieran pasado

la noche caminando

por calles suspendidas donde el tigre

alumbra miedos blancos,

donde calmo y ecuánime

parece que gobierna más visible el azar.

 

Se orienta el día,

ascienden verticales.

Corta la luz perfiles, les asigna

alturas y medidas, espesores,

entrevera los colores el sol,

desparrama amarillos y rosados,

violetas atrevidos, pentagramas.

 

Me invita a aparecer, me prende

los afanes, me farfulla al oído

un nombre que la noche había olvidado.

 

 

BAILARÍN PATINADOR EN CENTRAL PARK

 

El torso desnudo y apolíneo

avanza y gira lento.

Los zancos de metal

alargan las babuchas de toalla.

Con las piernas hace cuatros, y ochos

cuando apura y ondea el cuerpo vivo

en un como silbido titilante.

 

Se asoman unas nubes

rosadas de cerezos

posando horizontales contra el cielo.

 

 

ENCALLADO

 

Se niega a navegar el barco.

Le pesa en todas partes la carcoma.

 

No puedo persuadirlo a ondear los muros

espumosos y líquidos de escamas.

 

Se niega a navegar.

 

Se ha olvidado de sus ligeras

felices singladuras,

del blanco de la sal,

se ha olvidado

del gris tirabuzón de las tormentas,

del limpio amanecer y de la bruma.

 

 

CALENDARIO

 

Los días se desplazan

de cuadrado en cuadrado,

ricos en confusiones y destinos.

 

Unos días trastabillan mareados,

otros andan en pena,

otros con la cabeza erguida,

algunos abren surcos,

resbalan, se desnucan.

Algunos días poderosos,

partidos por el rayo, se desploman

lentos como los robles.

 

Llegará un día que se duerma

entre sus cuatro bordes designados,

y en el tablero no quedarán rastros

de robles ni tormentas.

 

 

ARENA

 

Decía Plinio el Viejo

que el fuego toma arena

y devuelve cristal.

 

No quiero el polvo fino prisionero

en la clepsidra, pero amo

la arena que es punzada desde adentro

por la almeja, allí donde

el caminar dibuja pies descalzos

y el mar olas.

 

En la playa, escurriendo arena fina

entre los dedos, aprendí a dejar

que algo se me vaya de las manos.

 

 

DEJO LA GRAVEDAD EN CASA

 

Ando primero por las ramas, brinco

de techo en azotea, de Viamonte

a Suipacha, de Diagonal al Norte,

de manzana a jazmines,

de invierno a mandarinas.

 

Me voy del piano a la mano, de alto

a fondón, del libro a la nube,

de la página blanca

a dura borradura que recorta

papeles y pinceles, nubarrones,

techos, calamidades, rascacielos.

 

Regreso al punto blanco y recomienzo

mi terca celestísima rayuela.

De Viamonte a Suipacha,

de Diagonal al Norte,

de invierno a mandarinas…