BAQUIANA – Año XXV / Nº 129 – 130 / Enero – Junio 2024 (Poesía V)

FOTO SECCIÓN POETICA

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PABLO ESTEBAN FUENTEALBA PEÑAILILLO 

Nació en Constitución, Chile (1992). Poeta de vocación e Ingeniero de profesión. Es Licenciado en Construcción y Diplomado en Gestión de Proyectos. Se ha desempeñado, durante siete años, como asesor de proyectos de ingeniería para el Ministerio de Educación de Chile. Ganador regional del concurso Nacional: “Historias de nuestra tierra, FUCOA 2021”. Sus poemas han sido publicados en diversas antologías y revistas literarias —tanto nacionales como internacionales—; entre las que destacan: la revista literaria Litefilos, Boca ‘e Loba, Converso, Mal de ojo, Montaje, Komala, Perro negro de la calle, revista literaria Centro y en la revista literaria Casa Bukowski.

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UNA ESQUIZOFRÉNICA CRIATURA

 

Ni el más terrible

de los demonios del infierno

se puede comparar

a la malvada y esquizofrénica criatura

que habita en mi interior.

 

Una que se alimenta

de mis miedos e inseguridades

para abrirse paso hacia el exterior

y gritar, a todo pulmón,

en contra de lo que más amo.

 

 

EL LASTIMERO AZAR

 

 Desde que recuerdo

que he ido por la vida destrozando

todo aquello que toco

con mis sucias e impías manos.

 

Esa es la maldición

que me ha sido dada,

a modo de castigo,

por el lastimero azar.

 

Y no por la voluntad sagrada

de algún colérico demonio

como muchos imbéciles,

tan vilmente, han de afirmar.

 

 

ENFERMOS TERMINALES

 

 Una mañana, en la que vi muerta mi libertad,

me deshice de mis ropas y posesiones;

para salir al exterior y gritar, a todo pulmón,

en contra de mi creador, ¡pero no obtuve respuesta!

 

Desde entonces, que para mí los dioses,

no son más que una mala caricatura

de una sociedad de enfermos terminales

que, en vez de buscar respuestas,

solo se conforman con algo menos de dolor.

 

Pero no los juzgo: ¡cómo podría hacerlo!,

si el solo hecho de no poder vivir

como otros lo hacen…

duele y desgarra profundamente.

 

 

LA HORRENDA MELODÍA DEL SOLITARIO

 

 Hice cuanto pude, para defenderme

de las terribles visiones

que atormentaban mis horas

y aun así, mis intentos no fueron suficiente.

 

¡Nunca lo son, cuando se está indefenso

ante la inmensidad de la noche!,

la cual suele traer consigo,

la horrenda melodía del solitario.

 

La misma que, lentamente,

termina por destrozar los oídos

de cualquier pobre desgraciado,

que titubee ante la muerte.

 

 

ESPECTRALES ROSTROS

 

Los rostros que galopan de forma espectral,

a través de oscuros llanos, detienen su paso,

habido de luz, para cuál relámpago ajeno,

cortar los vientos y soslayar las sombras

de un recién nacido crepúsculo.

 

El bramar de sus terribles cuernos resuena,

entre las monturas de los hombres,

para alzarse iracundo, sobre el centinela dormido

que, inmerso entre la bruma,

busca la manera de homenajear a un nuevo mártir.

 

Uno que, como tantos otros, cometió el grosero error

de ignorar el solitario peso, de metales fundidos,

que cae sobre los hombros de quienes

no saben cuándo terminar con la batalla.

 

 

EN LAS PROFUNDIDADES DEL DÍA

 

 Los hombres que yacen invisibles,

en las profundidades del día,

cocidos al torso del reflejo diario,

temen a la comunión de ideas;

que se puede llegar a dar más haya

del brillante paraíso que pregonan.

 

¡Labradores de cielos artificiales!,

no hacen más que dejar a su paso una estela

de muerte, desolación y tierra quemada…

¡una sobre la cual nada ha de crecer!,

¡una sobre la cual el sello impreso,

del mismísimo Satanás, queda registrado!

 

Pero cuando llegue el día, en que la ciudad

sea capaz de abanicar, bajo la raíz de su ala,

el eterno oleaje de los marginados;

las voces de quienes claman por algo de justicia.

 

Tendrán la fuerza y el ímpetu suficiente

como para deslizarse, a través de las calles,

¡vírgenes de culpa y rastro!, para visar

el gris paisaje que, tan tristemente, la adorna.