BAQUIANA – Año XXIV / Nº 127 – 128 / Julio – Diciembre 2023 (TEATRO)

UNA MIRADA AL TEMA HOMOSEXUAL EN EL TEATRO LATINOAMERICANO 

 

por

 

Pedro R. Monge Rafuls


     Este artículo sobre un tema que puede ser contradictorio actualmente, cuando se impone la política del inclusivismo, surge por mi preocupación por investigar el rico, pero desconocido, teatro escrito por autores latinoamericanos. Observo el particular desgano existente sobre la dramaturgia con temas poco acogidos, como la raza y la homosexualidad. Con esta inquietud siempre en mente, complementada con las declaraciones del Papa Francisco I, el 25 de enero del 2023, afirmando que la homosexualidad no es un crimen,[1] aunque sí un pecado, me intereso por el tema homosexual en el teatro latinoamericano, aunque debe quedar claro que ha sido un tema recurrente en los últimos cincuenta o sesenta años, tratado por autores tan importantes como, por ejemplo, el Premio Nobel, Mario Vargas Llosa (1936) en Al pie del Támesis (2008). En la América anglo, podemos decir que ha sido un tema aceptado con menos prejuicio en la dramaturgia y en la cinematografía. Al darle una mirada a la temática homosexual en el teatro latinoamericano, comienzo llamando la atención sobre que no hablo de teatro homosexual. Teatro homosexual sería una dramaturgia limitada a un teatro escrito y actuado por homosexuales, únicamente para un público homosexual; o sea, aunque suene “raro” como las palabras del Papa (quien dijo: sí, pero no): me refiero evidentemente al teatro donde la homosexualidad es el tema, o, donde la orientación homosexual de uno o más personajes son determinantes para la trama. Aclaro que tampoco me refiero al teatro Gay o Queer, palabras inglesas que se usan, sobre todo, para denotar activismo político-homosexual.[2] El teatro gay sobresalió en Estados Unidos, particularmente en New York, en abril de 1968, con el estreno Off Broadway de The Boys in the Band de Mart Crowley (1935-2020), Fue una revolución teatral, que germinó un movimiento de teatro gay, escrito, dirigido y producido por homosexuales en New York, puesto en escena especialmente para un público de la misma tendencia sexual. Se dijo que en la obra de Crowley era la primera vez que se trataba el tema en el teatro con desfachatez, y se afirmaron muchas cosas más, pero lo cierto es que no era así. No fue la única vez que se trató el asunto en el teatro; Christopher Marlowe (1564-1593) lo hizo en Edward II (1591). Pero vayamos al teatro latinoamericano y desde este hecho histórico literario/teatral, damos un salto enorme en el tiempo y el espacio, llegando a las Américas, donde la primera obra que he encontrado en mi investigación es Los gallegos timados (¿1890?), del sonado autor cubano de comedias Olallo Díaz González; además de burlarse de los españoles con el titulo elegido para su zarzuela,[3] introduce al negro esclavo, Ángel, que asiste a un baile de disfraces vestido de mujer, siendo acosada por varios jóvenes blancos, presentando al mismo tiempo el asunto de la  cuestión racial y la esclavitud, tratando el tema de la homosexualidad en el siglo XIX, aunque sea de forma esquemática. El tema del travestismo de Los gallegos timados es, como la presencia afroamericana, igualmente osado y poco conocido dentro del inexplorado teatro latinoamericano. El comentario que he encontrado sobre esta trama en el ciberespacio es deslumbrante: “su procedimiento casi posmoderno”. ¡Los latinoamericanos, por lo general, desconocedores de nuestros méritos, ni conocen “el procedimiento”, menos lo van a sospechar posmoderno! De forma parecida, el tema también lo trata otro autor nacido en el siglo XIX, el guatemalteco Alberto de la Riva (1886-1940) quien escribió La Rafaila (¿1917?), comedia que vendría a convertirse en la más montada en Guatemala. Rafael, quien ha cumplido la mayoría de edad debe cumplir el servicio militar obligatorio, requerido a principios del siglo XX; decide vestirse de mujer para despistar a quienes lo persiguen, y comienza a trabajar de sirvienta en la casa de un coronel, que, igual que su hijo, comienza a acosarla; pero no solo ellos, si no todos los hombres que la ven, ya que la encuentran demasiado atractiva, sin embargo, ella los aleja de una manera agresiva, lo que logra que se sientan más atraídos. Ambas obras, la cubana y la guatemalteca, presentan una crítica cómica simultánea a la homosexualidad travestida y al machismo. También al principio del siglo XX, el tema tiene otra mirada. Los invertidos del argentino José González Castillo (1885-1937), considerada por muchos, como la obra más atrevida de Argentina, se estrenó en 1914, adelantándose, igual que la obra de De la Riva, por muchos años a The Drag de la conocida actriz Mae West (1893-1980), quien la escribió con el seudónimo de Jane Mast, presentada en 1927, en Bridgeport, Connecticut, convirtiéndose en la primera obra en inglés sobre el tema desde Edward II de Christopher Marlowe, en 1591. Las autoridades le denegaron el permiso a la actriz dramaturga para presentarla en New York. Mae West no se atemorizó, escribió The Pleasure Man en 1928 y la estrenó en el Biltmore Theatre de New York. La policía interrumpió en la mitad de la tercera presentación y clausuró el teatro. A pesar de estos inconvenientes las obras de la famosa figura del cine vieron la puesta en escena. La obra de González Castillo considera a la homosexualidad, y a quienes la practican, como una aberración, un desorden objetivo.[4] Fue puesta en escena por la Compañía Podestá-Ballerini, recibida con polémica y prohibida a la semana del estreno. Al contrario, otra obra argentina, El alba sobre Sodoma del cura Pedro Badanelli, es un llamado a la tolerancia. Tiene largos diálogos, intensos e intelectuales, confrontando algunas opiniones de la época sobre la homosexualidad. Pocos datos he podido encontrar sobre este sacerdote rebelde que abandonó la Iglesia Católica.[5] Su nombre no aparece en ningún libro sobre la historia teatral argentina. Teniendo en cuenta que se ordenó de sacerdote en 1925 en Andalucía, donde nació, se puede pensar que la obra fue escrita en la década de los treinta, aunque se estrenó el 2 de julio de 1970, en Teatro 35 de Buenos Aires, por la Compañía de Horacio Ferrari. Si fue escrita durante los treinta tiene un valor histórico teatral. Si lo fue en la segunda mitad del siglo XX, pierde por su estructura y su lenguaje, además, por las tesis que sustenta; las mismas, mas o menos, que defendió Mae West en sus obras. Las piezas de West y Badanelli son panfletarias; escritas con la intención de ayudar a ver a los homosexuales como personas normales, En 1933, el conocido poeta cubano José Ángel Buesa (1910-1982) escribió Sol de domingo, que junto a El tercer Fausto del mexicano Salvador Novo (1904-1974), se convierte en una obra de avanzada al enfocar el tema con una mirada humana moderna. Mientras la obra de Buesa parece estar perdida, la de Novo—abiertamente homosexual—[6] fue traducida y editada en francés en 1937. Mucho después fue publicada en castellano. El tercer Fausto es una obra superior a las dos obras de Mae West. Tiene una estructura moderna y un estilo que trascendió el tiempo, identificable con el humor negro, tan explotado en México con Hugo Argüelles (1932-2003) como su máximo exponente, autor de Los gallos salvajes (1986), audaz por tocar el incesto con características homosexuales, a la que, en su estreno, clasificaron: “lo más fuerte, violento y agresivo que se ha escrito en materia de incesto, más allá de donde llegaron los griegos”. Pero, volviendo a la obra de Novo, tiene el cambio de sexo como tema principal, impensable en la época en que fue escrita. El personaje le pide al diablo que lo convierta en mujer para conquistar al hombre amado; lo cual el maligno le concede. Sin embargo, el cambio de sexo tiene consecuencias negativas y tristes para su interés de conquista.

     Del cubano Carlos Felipe (1914-1975) es Tambores (1948), una obra llena de personajes en un solar.[7] Uno de ellos es especial para esta crónica y para el teatro de tema transexual, tan discutido en estos tiempos de inclusión. Aunque la situación no está desarrollada adecuadamente para estos tiempos liberales, Felipe creó un hombre encerrado en un cuerpo de mujer:[8]

LOLA. Yo no sé si tendré la esquerra ésa, pero de que tengo la marea alta, claro que la tengo, y vamos a dejar las cosas así porque el día puede ponerse caliente.

JULIA. Si nuestra querida Lola aceptara nuestros conocimientos, pondríamos en sus manos los consejos de la ciencia y su mal sería más llevadero. Si nos dijera cuáles fueron sus sueños anoche, podríamos encontrar el camino de las consecuencias del hoy.

LOLA. Pues mira que sí, que parece que hay algo de eso porque soñé con una culebra larga, larga que resultó ser una manguera de bombero que se arrastraba hacia una fogata y como la chispa está al saltar…

JULIA. He ahí la relación, pero no es la chispa, sino el bombero. El proceso está más adelantado de lo que pensé. Apenas un pasito y se saltará como un manantial ese mundo nuevo que regirá tu destino. Ya se acerca, se acerca. Las revelaciones están en la puerta. Pero antes de manifestarse, anuncian su llegada por medio de las nebulosidades de tus sueños. Debes saber que detrás de tus sueños está el bombero y que ese bombero, ¡valor, amiga mía! Eres tú.

LOLA. ¡Eh!

JULIA. Si, pobre amiga, eso es lo que quería comunicarte, hace tiempo vengo estudiando tu caso. La metamorfosis de la libido, todo eso quiere decir: ¡que ya no eres mujer, eres hombre!

LOLA. (Gritando aterrada.) No…¡no! (Huye por el portón).   (Teatro. Carlos Felipe, 135-136)

     Carlos Felipe, ya había escrito Esta noche en el bosque en 1939, por la que recibió el Premio Nacional de Teatro de la Secretaría de Educación. Un grupo de personas encuentran la realidad de su existencia al llegar a un bosque encantando: en una confusa escena de retroceso en la memoria, Félix y Luis Ernesto, el cual se suicidó con un tiro en el corazón, hablan de la atracción que existió entre ellos, la que nunca llegó a complementarse, como solía ocurrir en ese tiempo de tabúes sexuales y sociales en la literatura y en la vida real. Queda claro, Novo y Felipe se adelantaron a su tiempo, y a una concepción teatral sobre las personas cuyo género está encerrado en el cuerpo contrario; concepto que toma fuerza a finales del siglo XX y a principios del XXI. El teatro latinoamericano siempre adelantándose: el asunto de los transexuales todavía no se toca del todo en el teatro del 2023, ni como tema ni creando personajes; hasta el momento el asunto en Estados Unidos, España y otros países, está en imponer algunos actores trans en roles femeninos, confundiendo el teatro con el activismo político ¿socialista?. Puestas en escena que se dedican sólo a “protestar” sin revelar nada acerca de la condición humana. Se habla del modernismo y se adaptan clásicos, de acuerdo al interés del director o del grupo que monta la obra en el escenario. Sin embargo, además de la obra de Felipe en 1939, en el 2007, en Caracas se montó La quinta de Dayana, de Elio Palencia (1963), sobre la temática transexual.[9] Ya el peruano Aldo Miyashiro Ribeiro (1976) lo había tratado, mezclándolo con el SIDA en Unicornios (2003), ofreciéndonos la posición más criminal que he encontrado sobre esta enfermedad en la dramaturgia, pues los enfermos la usan para matar. Es interesante llamar que el teatro de tema homosexual que he leído en el Perú, recurre frecuentemente a los enredos, y la obra de Miyashiro no es una excepción: Francis abandonada por Miguel, su amante que se va a casar, se mete, desesperada, en un cine pornográfico, al mismo que ha ido Raúl, un ser poco escrupuloso que ha violado a su hijo, Darío. Ahora, en el cine, sabiendo que va a morir pronto de SIDA, va a despedirse de su órgano sexual porque al día siguiente Miguel, el amante que abandonó a Francis, lo va a operar para cambiarlo de sexo.[10]

     Entre otros asuntos, en De mangos y albaricoques (Premio Ricardo Miró 1996) del panameño Javier Stanziola (1971), encontramos el de la vida después de la muerte para una persona afecta a su mismo sexo; aparecen problemas múltiples: la identidad homosexual; el asunto religioso; el familiar, incluyendo a la madre y una especial relación entre homosexuales. En su reestreno causó una polémica local. En El cielo se puso rosa, el venezolano Manuel Manzanilla también toca el mundo celestial homosexual.

     Demos un rápido recorrido por las Américas, donde, curiosamente, existen algunas recurrencias locales de acuerdo a las idiosincrasias nacionales. Estas tendencias en los teatros nacionales no son ni únicas ni, mucho menos, limitantes de otras perspectivas u otras formas teatrales que valorizan la labor de los dramaturgos que la han encauzado dentro de una adecuada forma artística. En general, la personalidad ostentosa del latinoamericano está presente en las obras. Los dramaturgos homosexuales (queda constancia de que muchos de los que tocan el tema son heterosexuales) han encontrado una forma de usar su identidad como una crítica universal de la vida. Es difícil encontrar dramaturgia publicada en nuestros países. Esa dificultad me restringió para encontrar todas las obras que hubiese deseado y me limitó a las que tratan situaciones entre hombres.[11]

     La mayor cantidad de obras las localicé en Venezuela, México y Perú.[12] En el país norteño el tema homosexual parece buscar la creación de un mito. Recurre a personajes débiles que de forma física o no, se enfrentan a los personajes violentos que, en este teatro, muchas veces, son los padrotes.[13] La vida diaria se balancea “confusa” con la familia disfuncional donde el hijo –el individuo maricón– parece no pertenecer al conglomerado social y no es aceptado como normal. Los escritores explotan la situación a través de escenas bastantes crudas, donde es recurrente la violencia machista. Los actos sexuales, relativamente frecuentes en muchas obras mexicanas, son realistas y atrevidos. En Perú señorea el teatro de enredo, como ya comenté, en el cual los personajes no son lo que aparentan ser, o mantienen relaciones con otro/as amantes. Hay varios personajes transexuales o travestis. Los personajes son bastantes abiertos con respecto a su sexualidad y la aceptación de los homosexuales es común. Amerita hacer un aparte con Los vellos de papá de Fernando Flores, angustiosa y cruel, que se sale de todo lo dicho. Entre los dramaturgos peruanos encontramos violentas escenas del acto sexual.

     Por años, escritores costumbristas venezolanos, igual que otros latinoamericanos, llevaron a escena personajes dirigidos a provocar la risa del público, presentando “locas” simples, generalmente, peluqueras, detrás de un hombre masculino; pero no es hasta la publicación en 1960 de Débora de Miguel A. Antonetti que encontramos en Venezuela la primera obra con la temática, según me informó el investigador William Anseume, quien me dio copia del libreto. La obra de Antonetti, como Los invertidos del argentino José González Castillo (1885-1937), trata de desacreditar a los homosexuales a través de sus personajes. Dice Antonetti en el prefacio a su pieza:

(…) Al autor no le fue posible poner más sutileza en la obra, ya que tenía que describir al rojo vivo, una forma de expresión adecuada para personajes tan anormales como lo son Camilo y Mateo. El autor desea con Débora no sólo escribir un drama, sino contribuir con algo, para así entre todos dar la gran pelea a los Camilos en potencia.

     La obra trata de adentrarse en la intrincada psicología de los personajes y de descubrir la vida homosexual a través de una pareja que no funciona. Esto se convierte en una constante en Venezuela. Encontramos compromisos amorosos, muchas veces, enfocados de manera fría, sin calar en la humanidad de los personajes o la situación. También se manifiesta el interés por realizar un cambio doloroso, donde parece haber una gran desesperación frente al hecho de ser homosexual, y a la sociedad. Curiosamente, los personajes suelen negar ese dolor / desesperación. La madre, opuesta a la realización del hijo, es una recurrencia. En Venezuela, este tema se enriqueció alrededor del SIDA.[14] Las pocas obras de la Argentina que he leído se presentan con una preocupación intelectual, sin atender la desmultiplicación del carácter peculiarmente humano de la existencia. Aunque poco ha llegado a mis manos, la Argentina fue desde donde enviaron mas obras al Certamen Visible, primer certamen internacional de escritura teatral con temática gay-lésbica, organizado en España por Pablo Peinado para el Festival Visible y la Fundación Autor.  Al primer concurso, en 2007, se presentaron sesenta y seis obras. De ellas treinta y tres procedentes de España, veinte de Argentina, cuatro de Estados Unidos, tres de Perú, dos de Chile y una de Venezuela, Uruguay, Bolivia y México. Mariano Moro (1967), un argentino, quedó ganador con De hombre a hombre. Otro argentino, Pedro Cano, fue finalista con Para el cachetazo, una obra interesante. En Uruguay, parece trabajarse la ambigüedad a propósito, aunque debemos reconocer que en ciertas sociedades se consideren fuertes, situaciones tenidas como débiles en otras. ¿Y si te canto canciones de amor? (2001) de Dino Armas (1941) es un ejemplo de esa falsa debilidad. Fidel, un maestro homosexual planea suicidarse en Navidad, junto con su compañera de colegio. Ambos han sido abandonados por sus parejas. En esta magnifica obra aparecen temas que se reiterarán después en otras obras de tema homosexual, a saber:  la dificultad del diferente, del distinto, para insertarse y ser aceptado por la sociedad, las madres absorbentes, los padres autoritarios o ausentes, la fuerza de la amistad, el mañana como una salida posible. Una obra en Chile, Edipo Gay,[15] una relectura contemporánea de la tragedia de Sófocles de Ricardo Tamayo, gana un premio en el 2002. En Paraguay, he encontrado varias obras, entre las que sobresale Leña mojada (1998) de Mario Santander. Un encuentro ¿casual? entre Javier y un desconocido. En Colombia, autores de Medellín (José Manuel Freidel, 1951-1990, y Luis Fernando Zapata) y de Cartagena (Yezid Páez Vargas, 1952) escriben en un estilo lleno de recovecos surrealistas con personajes moviéndose en una angustia existencialista. En Costa Rica, Jorge Arroyo (1959) ha trabajado el tema.

     En la obra del peruano Miyashiro Ribeiro, comentada anteriormente, entramos en el tema del SIDA, muy tratado en la dramaturgia de los ochentas y de los noventas. Por lo general son obras donde se enfoca la tragedia de saberse contagiado y sobre la reacción de los que rodean al enfermo. El teatro venezolano, que estaba a la zaga a la hora de experimentar en las dos últimas décadas del siglo XX, no podía quedarse atrás en el tema del SIDA, la precursora es Síndrome de Amado Naspe (1956), donde se aludía como “la peste negra del siglo XX”. La obra fue Premio Festival Municipal de Teatro de Caracas 1987. Otras obras venezolanas son: Escrito y sellado (¿1993?) de Isaac Chocrón (1930-2011); Habitación independiente para un hombre solo de Elio Palencia; Las viudas del Sida y Vivir para morir después (1991) de Anibal Grunn (1947); El último Brunch de la década (1991) de David Osorio Lovera (1961). Por su tema y magníficos personajes, Habitante del fin de los tiempos (1996) de Johnny Gavlovski (1960), quien también escribió Hombre, merece mención especial; trata sobre la relación de dos amigos; uno, un heterosexual que se la pasa hablando de su esposa que no está y, el otro, un marica que no desea seguir el tratamiento del SIDA y que, a ratos, parece que desea conquistar al amigo. De pronto todo cambia. El final es sorpresivo, nos enfrenta a un marica que realmente es un gran ser humano. Edipo Gay (1986) del venezolano Carlos Omobono (1960)[16] capta la solidaridad entre los homosexuales es una situación que se presenta de una forma encubierta, ya sea por el asunto de la trama o por la personalidad de los caracteres.

     En Argentina, dos mujeres se han ocupado del tema; El diablo enamorado (2003) de Vanina Fabiak y Una comedia bareback sobre el sida de Patricia Zangaro (1958).

     Entre los latinos que han escrito sobre esta enfermedad en Estados Unidos,[17] encontramos obras por los nuyoricans y puertorriqueños: Zookeeper (1989) de Juan Shamsul Alam; Wet Dream with Cameo by Fidel Castro de Rane Arroyo; A Better Life (1992 Premio Roger L. Stevens Award otorgado en la categoría de auto más prometedor) de Louis Delgado (1943-1998); Side Effects (1993, dramatización de un poema del autor) de Alberto Sandoval Sánchez; A Tiger in Central Park (1992) de José Rivera (1955); The Road de Edwin Sánchez; Las confesiones de Marica (escrita en el Taller de Dramaturgia de OLLANTAY en el 2003) de Roberto Alexander Pérez; Estigma, 2006 de Carlos Vega. Por otro lado, mexicanos y chicanos tratan la plaga en obras como: Puzzlebox de Raymond D. Flores; El amor en los tiempos del Sida (1992. Una adaptación a unas viñetas políticas, en un bar) de Eric Landrón; Heroes and Saints (1992) de Cherríe Moraga (1952); (The Watermelon Factory (1991. Premio Isadora Aguirre 1992, del Teatro Esperanza) de Alfonso Ramírez. Obras tratando el tema SIDA, escritas por cubanos fuera de la Isla, son: The Greatest Performance (1991) de Elías Miguel Muñoz (1954); Siempre intenté decir algo, Sida (1989. Incluida en la selección de las cuatro mejores obras de 1991 por Pan-American Theatrical Association, de Hollywood) de Ofelia Fox y Rose Sánchez; All Hallow Even. A Gay Folly (1991) de Manuel Pereiras García (1950); Noche de ronda (1990. Comisionada por GMC, obtuvo el Premio Very Special Arts Award 1990, otorgado por el Kennedy Center de Washington) de Pedro Monge Rafuls (1943).

     A los autores no parece importarles o tener en cuenta si un personaje no va a ser entendido, o si provocará simpatía fuera de su grupo. En varias obras existe la necesidad de hacer teatro solidario, abordando la soledad humana o las relaciones homosexuales con la dinámica de las relaciones familiares, amor y amistad, soledad y promiscuidad que giran en torno a las personas homos. El proceso de liberación latinoamericano es muy distinto al de los angloamericanos y eso está presente en la forma en que hablan y se comportan los personajes de ambos teatros. Hay una reacción frente a la enseñanza de la sociedad y la religión, prejuiciadas por siglos. Estas obras tratan de atacar esa posición y demostrar que la homosexualidad es normal entre algunas personas, que los homosexuales están ahí, en la vida, compartiendo con el resto de los vivientes, que muchas veces no los conocen porque se confunden con los demás individuos de la humanidad. Hay muy pocas obras en cárceles como suele encontrarse en la dramaturgia gay angloamericana o en otras, por ejemplo, en las piezas del australiano Jim McNeil (¿-1982?). Una de ellas es Short Eyes (1974. Best American Play 1973-1974 otorgado por New York Drama Critics Circle Award. En 1974 también obtuvo Outstanding New Playwright Drama por el Drama Desk Award y Obie Award como Best American Play) de Miguel Piñero (1946-1988).

     El teatro tradicional predomina sobre otra modalidad; pero existe una irrealidad en casi todas las obras, manifestada de distintas formas, que rompe la regla común del estilo tradicional. Salvo el amor o la relación que no se complementa, no parece haber una fijación temática, aunque si hay coincidencia de situaciones. La bisexualidad aparece, mas o menos frecuentemente, es el tema principal en Las puntas del triangulo del venezolano César Rojas (1961); de Otra historia del que esto escribe; y de Voces de la puertorriqueña Myrna Casas (1934-2022). Muchas veces, la homosexualidad es confusa o se menciona sin determinar nada, como en El desayuno durante la noche (1971) del uruguayo Ricardo Prieto (1943-2008), donde realmente no sabemos si el profesor es o no homosexual y si va en busca del joven Leopoldo, del que se hace referencia de tener contactos con hombres. Las relaciones entre hombres de distintas edades sino son comunes, al menos son aceptables y se encuentran en bastantes obras. Los encuentros casuales, a escondidas o con resultados sorpresivos se encuentran en México, Paraguay, Cuba, Argentina, etc. y siempre bajo distintas circunstancias. Son escasos los personajes que pertenecen a clases bajas; algunos se encuentran, sobre todo, en México. Por lo general son profesionales o artistas. El tema homosexual se presenta abiertamente sin tapujos. Los personajes son humanos, no suelen tener esa “fingida” elegancia (campy, dirían los agringados) que tienen los gays del teatro angloamericano. Hay mas curses que prayers en las obras, más gritos pidiendo auxilio que propaganda. Las blasfemias son la dramatización de las causas y efectos que dan por resultado, algunas veces, al enfoque de un problema o de una situación donde los personajes parecen preferir, sobre todo, ser homosexuales; esto puede ser peligroso cuando se le presenta, solamente, bajo su aspecto de preferencia sexual y, sobre todo, si se insiste en ello –como sucede– ayuda a crear personajes superficiales, sin otra preocupación o motivación humana. La ironía impera, lo cual puede ser un arma de doble filo y ser percibido en contra de lo que realmente ha querido decir el autor. Algunos personajes se tienen lástima y, por lo general, son enfrentados por otros que tratando de sacarlos de una posible depresión los critican y hasta pueden atacarlos. Eso parece ser una diferencia con el teatro gay estadounidense. Se hallan pocos personajes deportistas homosexuales. El cubano Raúl de Cárdenas (1938) con El pasatiempo nacional (2001) es una de las excepciones. Dos peloteros negros amantes que se ven perseguidos y separados por los impedimentos castristas para realizarse. El final es trágico. En Asere (2013) del también cubano Alberto Curbelo (1957) que gira alrededor de un pelotero, hay una travesti, Turquesa. Personaje de colorido, poco trascendental en la obra. Igual que la referencia a alguien que desea escapar del castrismo para realizarse como gay en Estados Unidos. Una obra representativa de la situación actual cubana es La vida es un carnaval de Enrique Mirabal, cubano residente en México En ella nos damos cuenta de la situación de desesperación moral, económica y social a través de un/a marica desaforada, vieja y ridícula, “chapada a la antigua”, según la describe Mirabal. El entorno en que vive es decadente, como lo que sucede.

     Ha terminado el breve recorrido por una temática que puede llamar la atención de muchas maneras y que, aunque hay varias antologías, espera el gran estudio por sus características y por sus buenos personajes teatrales.

 

[1] Sesenta y siete países lo consideran un crimen, en algunos la homosexualidad se paga con la muerte.

[2] Si tenemos una palabra castellana, ¿para qué recurrir a una extranjera? Estoy completamente de acuerdo sobre lo del complejo de inferioridad, como se apunta a continuación: “La Real Academia Española (RAE) difundió un corto publicitario para denunciar esta ‘invasión inglesa’, e hizo foco en cómo los anglicismos se multiplican en el ambiente publicitario. Palabras como light, eco friendly o anti-age se usan, según un estudio conjunto de la RAE y la Universidad Complutense de Madrid, porque el español sufre ‘un complejo de inferioridad’ respecto del inglés. Para mostrar cómo una palabra sajona ‘suena bien’ en el contexto de un aviso publicitario, la RAE grabó el aviso de un perfume con fragancia swine y otro de anteojos de sol con blind effect. Cuando los interesados en el producto recibían su encomienda, descubrían que, como swine quiere decir ‘cerdo’, la fragancia no era agradable, y que con los anteojos no podía verse nada porque blind effect significa ‘efecto ciego’”. (El castellano.org. La página del idioma español, 21 de enero del 2023). Por cierto, la traducción de Gay es alegre y la de Queer, torcido.

[3] Téngase en cuenta que en Cuba se encasilla como gallegos a todos los españoles.

[4]  Se ha visto bajo una mirada distinta, por ejemplo en “Una lectura queer de Los invertidos” de Carmen Hernández Ojeda. New York: OLLANTAY Theater Magazine, Vol. X, No. 20, 2002, 75-84.

[5]  Agradezco al dramaturgo argentino Pedro Cano, autor de La reina del Carna-Munro, obra de tema homosexual, por su ayuda para encontrar datos sobre Badanelli y su obra.

[6] Con su forma de ser se burló de la sociedad en la que le tocó vivir, al mismo tiempo que se hizo respetar por la misma. Gonzalo Valdés Medellín ganó el Certamen Nacional de Dramaturgia UANL 2003 con Ecce Novo, una crítica a la vida y obra de este escritor.

[7]  Conventillo, casa de vecindad.

[8]  Téngase en cuenta que este concepto de géneros encerrados en otros cuerpos no existía, y menos era aceptado, en la primera década del siglo XX.

[9] Dato que le agradezco al periodista colombiano, radicado en Venezuela, Edgard Antonio Moreno Uribe, autor de Sida, homosexualidad y otros teatros; El arte del Sida, sobre el tema en la dramaturgia venezolana y latinoamericana.

[10] Distinto al personaje del mexicano Salvador Novo, Raúl no necesita del diablo para tener su cambio de sexo y recurre a Miguel, un médico para que lo opere y le cumpla su deseo antes de morir

[11]  Invito a otras personas a que continúen el tema y lo aumenten con la temática lésbica.

[12]  Una lista por países publiqué en Performances y teatro homosexual latino. Número antológico, coeditado por Alberto Sandoval Sánchez y Ramón H. Rivera-Servera en OLLANTAY Theater Magazine, Volumen XV, Números 29-30, 2007.

[13] El hombre macho marido del homo pasivo. Frecuentemente se aduce que lo explota económica y socialmente.

[14]  En “Dramaturgia gay y espectáculos del V.I.H. en Venezuela” de Edgar A. Moreno Uribe, se ofrece un panorama de esta temática en el país de Bolívar.  OLLANTAY Theater Magazine, Vol. X, No. 19, 2002.

[15]  Nada que ver con la obra venezolana de Omobono del mismo título.

[16]  Ya notamos que hay una obra chilena con el mismo título, de Ricardo Tamayo. Son completamente distintas.

[17] Aunque hago esta mención al teatro latinoestadounidense, muchos escriben en inglés, recomiendo los artículos y libros del puertorriqueño Alberto Sandoval Sánchez, quien se ha especializado en este teatro de características especiales.

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PEDRO R. MONGE RAFULS

Nació en Placetas, Cuba (1943). Después de vivir en Tegucigalpa, Honduras, y en Medellín, Colombia, donde estudió filosofía, se radicó en los Estados Unidos. En Chicago, co-fundó el Círculo Teatral de Chicago, el primer grupo de teatro en español del Medio-Oeste estadounidense. En 1977 fundó OLLANTAY Center for the Art, en Queens, New York, y en 1993 OLLANTAY Theater Magazine, revista bilingüe dedicada al estudio y difusión del teatro latino en los Estados Unidos, como también al teatro latinoamericano. Como dramaturgo, ha incursionado en varios estilos que van desde la comedia, la comedia de humor negro y el drama. No se ha detenido en un solo tema sino que tiene una preocupación en la situación que genera la inmigración de los latinoamericanos y la situación de los marginales en una urbe fastuosa como Nueva York. La problemática que genera el exilio cubano es otra constante en su teatro. Su teatro busca la relación directa entre las técnicas tradicionales y las nuevas técnicas que incluyen la imagen y los efectos visuales no-teatrales. Su obra Nadie se va del todo (1991) ha sido motivo de diversos estudios críticos. Ha sido publicada, aparte del español, en traducciones en alemán y coreano. En 1994 inauguró el programa “El autor y su obra” en el prestigioso Festival de Cádiz, España. Es texto de estudio en cuatro universidades de los Estados Unidos y de Valencia, España. Varias de sus obras han sido producidas Off-Broadway o en teatros regionales. Varias han sido traducidas al portugués y al alemán. Algunas de sus obras están escritas originalmente en inglés. Ha sido publicado en varias antologías latinoamericanas y españolas, y en la segunda antología de teatro latino de los Estados Unidos, de TCG, la editorial americana más importante del país. En dos antologías alemanas, una de autores latinoamericanos exiliados. Ha ofrecido talleres de dramaturgia en Guanare, Maracaibo, Barcelona y Caracas (Venezuela), así como en Cartagena (Colombia) y en distintas ciudades de los Estados Unidos, en inglés o español. Ha sido contratado varias veces por la ciudad de Nueva York para impartir talleres de dramaturgia en centros comunitarios en diversas partes de dicha ciudad. Ha sido jurado de importantes concursos teatrales (también de artes visuales y literatura) en importantes organizaciones culturales, oficiales y privadas, de los Estados Unidos y América Latina. Ha participado en los más importantes festivales de teatro y ha sido panelista de innumerables conferencias alrededor del mundo y del National Endowment for the Arts, la organización del gobierno de los Estados Unidos que, desde Washington, otorga ayuda a todas las organizaciones culturales de los Estados Unidos. Ha escrito veintiocho obras, con estilos que van desde el realista a la comedia y al surrealismo. En 1990, le otorgaron el Very Special Arts Award, en la categoría “Artist of New York”, concedido por el Kennedy Arts Center, de Washington, D.C. En el 2011 le dedicaron la Feria del libro hispana/latina de New York y, en el 2014, los profesores Elena Martínez y Francisco Soto, del sistema universitario de New York (CUNY) antologaron Identidad y Diáspora: El teatro de Pedro R. Monge Rafuls, un volumen con veinticuatro trabajos sobre su dramaturgia, por igual número de críticos e investigadores. En el 2018 salió publicado su Teatro cubano para los escenarios. Compendio de setenta y una obras de todos los tiempos. Un trabajo de exploración del teatro cubano desde sus comienzos hasta el 2016.

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