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FERNANDO OPERÉ
Nació en Madrid, España (1946). Poeta, escritor, crítico literario, investigador, historiador, dramaturgo y director de teatro. También es profesor de español y director del Programa de Estudios de América Latina en la Universidad de Virginia. Ha publicado numerosos libros y artículos —relacionados a su profesión como docente— sobre romanticismo, modernismo, cautiverio, literatura y novela histórica como: Civilización y barbarie en la literatura argentina del siglo XIX. El Tirano Rosas (1987); Cautivos (1997); Historias de la frontera. El cautiverio en la América hispánica (2001); España y los españoles de hoy. Historia, Sociedad y Cultura (2007); Indian Captivity in Spanish America: Frontier Narratives (2008); Relatos de cautivos en las Américas desde Canadá a la Patagonia (2016); España y las luchas por la modernidad (2018); Historia de un escenario (2020); y En el nombre del padre. Crónica de la España de Franco a la América de Trump (2021), entre otros. Comparte su profesión docente con otras actividades artísticas. Ha dirigido más de cincuenta obras teatrales hasta la fecha a nivel universitario. Como poeta, ha publicado más de veinte poemarios, entre los que se encuentran: Días de lluvia y otros soles (1987); Despedidas (1987); ¿Quién eres tú Betty Blue? (1991); Acróbata de ternuras (1994); Amor a los cuerpos (1997); Salmos de la materia (2000); Alfabeto de ausencias (2002); Poesía a dos voces (2004); Memorial del olvido (2005); Anotado al margen. Cuaderno de ruta (2007); Cántico segundo (2009); La vuelta al mundo en 80 poemas (2012); Around the World in 80 poems (2013); Refranero de ausencias (2014); La imprudencia de vivir (2018); El vigilante (2022); y No todo será perdonado (2022). Es miembro de número de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) y miembro correspondiente de la Real Academia Española (RAE).
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INICIO DEL VIAJE
Cruzaré de mar a mar
la inmensidad oceánica
y no entenderé sus secretos.
En las tardes lentas,
la túnica roja del horizonte
perfumará mis párpados.
Las ballenas y la noche
doblegarán las horas hasta enfriar los relojes.
¿Qué se yo de tormentas y corales?
¿Qué del origen y los espacios fríos?
Yo sé del nocturno amor
encadenado a la lengua
y poco más.
Pero del mar y sus misterios
ni los Darwins o Cocteaus conocen
la mínima parte de la remota soledad marina
o la geometría de los ecos.
Así que hoy me inicio en el mar
como si del perfecto viaje se tratase.
Me arrojo al mar, enamorado,
suspendido en un gran interrogante.
ZAMBULLIRSE EN EL MAR
A Rei Berroa
Me desnudo de equipajes para entrar en el mar,
no importa en qué honduras o playa.
Al mar como al amor, hay que entrarle
sin condiciones, libre de años,
pieles, monedas o plazos.
Desnudo hasta la entraña
como los antiguos caminantes
y los que aguardan el último viaje
hacia ese mar de ausencias.
PROMESA
A ti que me eludiste
en mi infancia de tierra adentro
e iluminaste mis días de sonámbulo
en tu mediterránea transparencia,
prometo que no te faltará mi anciana lealtad
ni dejaré mis lágrimas secarse en otro cielo.
Esta es mi promesa, Mare Nostrum,
inalterable fábula de atenienses sueños
y números romanos.
EN LA BAHÍA
Tarde lenta en la bahía.
Libélulas amándose en el aire
sin tiempo a que el ojo
fije su esplendor o intimidad.
La neblina dio paso al sol.
No me rindo al círculo fatal del tiempo.
Los ojos buscan en la bahía,
los labios saborean la vigilia
y esperan la próxima ronda
alrededor de tus pezones.
Llueve a ratos. No es suficiente
para calmar un reclamo de sed
ni ahuyentar esta impostada felicidad.
Tomo nota de las cosas que han dejado de ser.
En algún cajón del pecho permanecen,
A veces se confunden
y se arma un zafarrancho que aturde.
Las libélulas no han cesado de emparentarse.
La mañana invita a la nostalgia
y al amor apócrifo.
Me pregunto qué cosas amo.
ESE QUE SOY
Cada minuto vivido se adhiere al cuerpo
como corteza o apretado musgo.
Tan etéreo es despertar,
germinar como la madera,
extenderse en el reloj otro minuto
sobre el oratorio oceánico.
Tan frágil la compañía de las nubes,
las tres gotas de lluvia,
las dentelladas tiernas de las olas,
y sin embargo, de tanto repetirse,
permanecen. Abren zanjas en la piel
y penetran en la memoria
sensorial y dérmica.
Vivo emulando momentos
en las vitrinas del recuerdo.
Cada uno a su aire,
agrios y cortantes,
dulces y extraños.
Y de a poco, voy construyendo
este ser que soy,
más esencia que materia,
más pasado que futuro,
extraño a mi propia imagen,
manantial vibrante de algún río.
REGRESO A TIERRA
Al regresar, como una lámpara
que se enciende al encuentro,
los brazos de la arena se abren
como el padre que espera
al hijo navegante.
En San Diego, el océano descansa
la energía constante de su idioma blanco,
el que llama con voz de víscera marina
y persistencia de aldaba.
Soy el que forma las bahías, dice,
el que rodea las islas
y tamborilea las rocas
para que la tierra no duerna
y el deseo viajero del pie
no olvide la mojada silueta del acero.
El tiempo dirá en qué cuna dormí,
Sobre qué lomo cabalgué
y en qué tierra de raíces
descansó mi inmóvil pie de navegante.
Vuelvo a tierra.