BAQUIANA – Año XXIV / Nº 127 – 128 / Julio – Diciembre 2023 (Poesía V)

FOTO SECCIÓN POETICA

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FERNANDO OPERÉ 

Nació en Madrid, España (1946). Poeta, escritor, crítico literario, investigador, historiador, dramaturgo y director de teatro. También es profesor de español y director del Programa de Estudios de América Latina en la Universidad de Virginia. Ha publicado numerosos libros y artículos —relacionados a su profesión como docente— sobre romanticismo, modernismo, cautiverio, literatura y novela histórica como: Civilización y barbarie en la literatura argentina del siglo XIX. El Tirano Rosas (1987); Cautivos (1997); Historias de la frontera. El cautiverio en la América hispánica (2001); España y los españoles de hoy. Historia, Sociedad y Cultura (2007); Indian Captivity in Spanish America: Frontier Narratives (2008); Relatos de cautivos en las Américas desde Canadá a la Patagonia (2016)España y las luchas por la modernidad (2018)Historia de un escenario (2020); y En el nombre del padre. Crónica de la España de Franco a la América de Trump (2021), entre otros. Comparte su profesión docente con otras actividades artísticas. Ha dirigido más de cincuenta obras teatrales hasta la fecha a nivel universitario. Como poeta, ha publicado más de veinte poemarios, entre los que se encuentran: Días de lluvia y otros soles (1987); Despedidas (1987); ¿Quién eres tú Betty Blue? (1991); Acróbata de ternuras (1994); Amor a los cuerpos (1997); Salmos de la materia (2000); Alfabeto de ausencias (2002); Poesía a dos voces (2004); Memorial del olvido (2005); Anotado al margen. Cuaderno de ruta (2007); Cántico segundo (2009); La vuelta al mundo en 80 poemas (2012); Around the World in 80 poems (2013); Refranero de ausencias (2014); La imprudencia de vivir (2018); El vigilante (2022); y No todo será perdonado (2022)Es miembro de número de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) y miembro correspondiente de la Real Academia Española (RAE). 

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INICIO DEL VIAJE

 

Cruzaré de mar a mar

la inmensidad oceánica

y no entenderé sus secretos.

 

En las tardes lentas,

la túnica roja del horizonte

perfumará mis párpados.

 

Las ballenas y la noche

doblegarán las horas hasta enfriar los relojes.

 

¿Qué se yo de tormentas y corales?

¿Qué del origen y los espacios fríos?

 

Yo sé del nocturno amor

encadenado a la lengua

y poco más.

 

Pero del mar y sus misterios

ni los Darwins o Cocteaus conocen

 

la mínima parte de la remota soledad marina

o la geometría de los ecos.

 

Así que hoy me inicio en el mar

como si del perfecto viaje se tratase.

 

Me arrojo al mar, enamorado,

suspendido en un gran interrogante.

 

 

ZAMBULLIRSE EN EL MAR

 A Rei Berroa

 

Me desnudo de equipajes para entrar en el mar,

no importa en qué honduras o playa.

 

Al mar como al amor, hay que entrarle

sin condiciones, libre de años,

pieles, monedas o plazos.

Desnudo hasta la entraña

como los antiguos caminantes

y los que aguardan el último viaje

hacia ese mar de ausencias.

 

 

PROMESA

 

A ti que me eludiste

en mi infancia de tierra adentro

e iluminaste mis días de sonámbulo

en tu mediterránea transparencia,

prometo que no te faltará mi anciana lealtad

ni dejaré mis lágrimas secarse en otro cielo.
Esta es mi promesa, Mare Nostrum,

inalterable fábula de atenienses sueños

y números romanos.

 

 

EN LA BAHÍA

 

Tarde lenta en la bahía.

Libélulas amándose en el aire

sin tiempo a que el ojo

fije su esplendor o intimidad.

 

La neblina dio paso al sol.

No me rindo al círculo fatal del tiempo.

Los ojos buscan en la bahía,

los labios saborean la vigilia

y esperan la próxima ronda

alrededor de tus pezones.

 

Llueve a ratos. No es suficiente

para calmar un reclamo de sed

ni ahuyentar esta impostada felicidad.

 

Tomo nota de las cosas que han dejado de ser.

 

En algún cajón del pecho permanecen,

A veces se confunden

y se arma un zafarrancho que aturde.

 

Las libélulas no han cesado de emparentarse.

La mañana invita a la nostalgia

y al amor apócrifo.

 

Me pregunto qué cosas amo.

 

 

ESE QUE SOY

 

Cada minuto vivido se adhiere al cuerpo

como corteza o apretado musgo.

 

Tan etéreo es despertar,

germinar como la madera,

extenderse en el reloj otro minuto

sobre el oratorio oceánico.

 

Tan frágil la compañía de las nubes,

las tres gotas de lluvia,

las dentelladas tiernas de las olas,

y sin embargo, de tanto repetirse,

permanecen. Abren zanjas en la piel

y penetran en la memoria

sensorial y dérmica.

 

Vivo emulando momentos

en las vitrinas del recuerdo.

Cada uno a su aire,

agrios y cortantes,

dulces y extraños.

Y de a poco, voy construyendo

este ser que soy,

más esencia que materia,

más pasado que futuro,

extraño a mi propia imagen,

manantial vibrante de algún río.

 

 

REGRESO A TIERRA

 

Al regresar, como una lámpara

que se enciende al encuentro,

los brazos de la arena se abren

como el padre que espera

al hijo navegante.

 

En San Diego, el océano descansa

la energía constante de su idioma blanco,

el que llama con voz de víscera marina

y persistencia de aldaba.

 

Soy el que forma las bahías, dice,

el que rodea las islas

y tamborilea las rocas

para que la tierra no duerna

y el deseo viajero del pie

no olvide la mojada silueta del acero.

 

El tiempo dirá en qué cuna dormí,

Sobre qué lomo cabalgué

y en qué tierra de raíces

descansó mi inmóvil pie de navegante.

Vuelvo a tierra.