BAQUIANA – Año XXIV / Nº 125 – 126 / Enero – Junio 2023 (Opinión II)

UNA ERÓTICA MEDUSA EN POEMAS MITOLÓGICOS

 

por

 

Aimée G. Bolaños

 


Solo tienes que mirar a la Medusa de frente para verla.

Y ella no es mortal. Ella es linda y está riendo.

Hélène Cisoux

La risa de la medusa

I. Una reflexión inicial

 

     Recientemente he publicado un libro de poesía amatoria, Erótica Medusa[1]. En esta obra aparecen poemas de varios ciclos creativos, publicados e inéditos, que fabulan figuras de referente tanto histórico como mitológico. También se incluyen otros poemas que crean más abiertamente la ilusión autobiográfica tan propia de la lírica, si bien en modalidad autoficcional. Y todos unidos por el hilo del amor erótico.

     Al leer de conjunto sería posible apuntar la creación de identidades como constante de una poética metaficcional que se interesa por las vidas imaginarias, sean más realistas o fantásticas, el sujeto autor desdoblado en instancias de identidad/alteridad que no son definidas ni excluyentes. Pensando en una selección para lectores de Baquiana, he escogido poemas mitológicos que con sus formas peculiares dejan en abierto conjeturales sentidos en relación a las escrituras de sí mismo.

     Sin duda la dimensión mítica resulta muy favorable para la invención. En Erótica Medusa se configuran identidades en las que autor y lector exploran la tesitura de una vida en un sistema semiológico de segundo orden. Entre los tantos pensadores de las funciones míticas, me gustaría invocar a Roland Barthes[2] para quien el mito constituye una forma ambigua, contradictoria, llena y al mismo tiempo vacía, entendimiento que en términos de praxis autorreflexiva resulta de ricas posibilidades.

     Desde la perspectiva barthesiana la rescritura del mito, al superar su contingencia de letra ya establecida, lejos de esconder sus funciones metaficcionales, las exhibe, evidenciando que sus signos no son arbitrarios. Barthes analiza como el mito congela los significados para lanzarlos a una semiosis sin fin. Cada época –lector, intérprete, autor– inscribe en él significados tan intemporales como expresivos de su tiempo y personalidad creadora.

     De modo ostensivo, la interpretación mítica interpela a partir de analogías e genera diversas lecturas. El mito leído diacrónicamente conserva vestigios de las anteriores interpretaciones; leído en sincronía, ofrece una trama irreal posible. Siendo una estructura abierta, su paradójico vacío admite diversas interpretaciones. Leer literariamente un mito es entrar en una vasta red de formas hipotéticas significantes. Precisamente tal forma me motivó activamente en Erótica Medusa.

     En esta selección mínima que podrá ser leída a continuación conviven figuras de diversos órdenes imaginarios como Iansã/Oyá, de la mitología yoruba, tan patente en la cultura afroamericana (Brasil y Cuba predominantes), Layla del universo persa clásico, menos reconocido por la cultura occidental, Isis del panteón egipcio, aunque de más antiguo origen mesopotámico y las figuras griegas: Dánae, Psique, Eros, Tanatos, Minotauro, Ariadna, Pandora, Eurídice y ciertamente Medusa.

     Sobre esa Medusa, en el libro vinculada a Eros, dejo hablar a Giliard Barbosa, autor del prólogo del libro que ofrece claves: “vencidos los estereotipos del arquero alado y del monstruo petrificante, Eros y Medusa revelan infinitas faces de lo mismo”[3]. Adentrándose en su significación, Barbosa argumenta: “La mujer-monstruo debe su ser y devenir a los caprichos de Atenea, responsable por su condición, suplicio y sacrificio. Es castigada por haber sido violada, dicen algunas versiones – la víctima es entonces a quien se condena desde los tiempos inmemoriales” (p. 21). Medusa es castigada por violar las jerarquías, por osar, por soñar otras formas de ver. Eros también es castigado por sí mismo “en un tropiezo casi psicoanalítico que lo hace experimentar su propio veneno y lo lleva a amar a Psique y a tenerla como cónyuge en la penumbra. Eros es, entonces, obligado al amor, y de eso huirá; Medusa está impedida de, condenada a eternizar espantos” (p. 21).

     En tal sentido su representación en Erótica Medusa “reúne movimientos contrarios, conflictos, angustias, deseos, pasiones, sueños e impedimentos” (p. 20). El autor del prólogo apunta a dinámica constitutiva en el movimiento contrario de dos figuras simbólicas, que parecen estar en las antípodas, pero se avecinan de modo insólito. Hay una voluntad de ir más allá, de entender algo que solo puede ser pensado en la transgresión.

     Como sabemos, Medusa recurre en tiempos y culturas, si bien para la antigüedad griega fue en los primordios una deidad apotropaica que podía aparecer sonriendo de modo alegre e irreverente al mostrar su lengua. Reveladoramente su nombre significa guardiana o protectora. Con identidad monstruosa de mito cetónico, Medusa está presente en la poesía homérica, Ovidio, Dante, Shakespeare, Goethe y llega hasta nosotros a través de un arquetipo: figura incómoda que desequilibra, desordena, desplaza. Tradicionalmente asociada a seducción, poder y muerte, no suele ser vista en la creativa conciencia de sí.

     Los significados de Medusa de manera paradigmática se concentran en la cabeza aureolada de serpientes que será cortada-castrada, con frecuencia asociada a la vulva de pelos pélvicos ensortijados, proyecciones que llevan en sí una carga simbólica y metafórica desafiante. Quién sabe si por eso Caravaggio la representa en el alarido descomunal o Benvenuto Cellini como cabeza ya privada de autoconsciencia, convertida en un trofeo que Perseo exhibe celebrando una victoria fantástica en alusión al poder terrenal de los Médici. En este marco de representación, a escultura de Camille Claudet “Perseo y la Gorgona” marca una diferencia esencial al dar protagonismo al cuerpo despedazado de Medusa, visualmente más relevante que el vencedor Perseo, concepción de una artista que reconfigura a representación canónica.

     En ese sentido la Medusa que ríe, en la versión de Hélêna Cixous[4], me resultó incitante por su diferencia, disonancia, desafío. En La risa de la Medusa, Cixous moviliza un conjunto de posibles respuestas cuando abre una pregunta fundamental: “¿Quien?  Invisible, extraña, secreta, impenetrable, misteriosa, negra, prohibida… Soy yo” (p. 22). Es esa la pregunta que Medusa, y otras figuras del mismo linaje, llevan en sí para generar un nuevo ciclo de autorreconocimiento y transformaciones de la identidad femenina, proceso de extremo conflicto en relación a las normas históricas y culturales predominantes. También al depararme con su imagen, me pregunté ¿quién soy?, interrogación ontológica recurrente no discurso femenino, tan antigua como actual.

     A partir de otras experiencias vinculadas a la memoria traumática generalmente soterrada, el mito de Medusa tiene fuertes resonancias conscientes y subconscientes en sus intérpretes, especialmente mujeres.  Esta imagen subversiva abre las puertas para la elaboración memorial en dimensión autorreflexiva. Ella concentra lo que Leonor Arfuch llama “ese poder del haber sido”[5], espacio biográfico del imaginario donde el contar una vida alcanza ricos significados al integrar las dimensiones no solo personales, sino suprapersonales.

     Estas otras significaciones, que la relectura de la figura de Medusa puede crear, están presentes en la nominación artística, sobre todo simbólica, de diferentes tipos de experiencias ontológicas autopoiesis y de autopoética con frecuencia referidas a prácticas autoficcionales.

     Pensando en contraposición a la lógica patriarcal, la imagen de Medusa presenta una compleja corporalidad simbólica. Puede ser, entre otras variantes, una figura poderosa y autocentrada que procura el placer en sí misma. Así aparece en un poema autoamatorio que da nombre al libro. Esa Medusa erotizada se constituye como gesto vital y palabra del propio goce, cabeza y sexo pueden alcanzar otros significados. Como afirma Cixous, su sexualidad “solo se inscriben en el interior de las fronteras” (p. 49), opuesta su mirada a la masculina castradora. Y esa oposición es seminal, altamente expresiva de sus poderes fundacionales. Así, no importa si innominada, Medusa atraviesa todo el libro a modo de sombra irradiante.

     Desde el abismo de la diferencia, la reconquista de sí está unida al reconocimiento de la conciencia de su alteridad. A Medusa que me mobiliza está fuera de toda norma, es original. Su emblemática mirada y la difícil belleza que la distinguen crean otras posibles existencias en libertad y libertarias. El espanto se ha transformado en gozo autocreativo.

     La alteridad de Medusa trae consigo una identidad inclasificable. Permite imaginar “la mujer regresando ese cuerpo que, como mínimo, le confiscaron; ese cuerpo que convirtieron en el inquietante extravío del lugar, el enfermo, el muerto, y que, con tanta frecuencia, es el mal amigo, causa y lugar de las inhibiciones. Censurar el cuerpo es censurar, de paso, el aliento, la palabra” (p.61), así reflexiona Cixous.

     Palabra poética, existencia y mirada están unidas en la interpretación. El mito y la literatura se corresponden como formas de la imaginación poética. Para Cixous, Medusa significa una especie de torsión, como el propio acto de la escritura que implica una relación sin censura con la sexualidad, con o ser-mujer, no solo en el acceso a sus propias fuerzas, sino en la restitución de sus bienes, placeres, orgasmos, esos inmensos territorios corporales prohibidos.

     Esta mirada sustenta la relación de Medusa con funciones pragmáticas simbólicas inherentes a la escritura femenina. En palabras de Cixous “Es preciso que la mujer se escriba: que la mujer escriba sobre la mujer y que haga que las mujeres vengan a la escritura, de la que fueron apartadas tan violentamente como lo fueron de sus cuerpos” (p. 61). El cuerpo erotizado representa el proceso autocreativo; el cuerpo de la vida, contenido y continente existencial desconocido o vedado se ha transformado en espacio privilegiado de la escritura en la reafirmación libertaria.

     A partir de la figura de Medusa, y ya en referencia a otros poemas incluidos en esta selección temática, vale reparar como las figuras míticas femeninas han funcionado actancialmente de modo generalmente secundario, configuradas como ayudantes del héroe: acogen, facilitan, esperan, entregan. A contramano de estas funciones secundarias no solo está Medusa, sino Ariadna, imprevisible e incansable en la persecución laberíntica de su deseo; y Pandora, la cual, al abrir la caja prohibida, encuentra el gozo y conoce su placer. En este conjunto, también pudiera incluirse a la contadora innominada de la historia de una cabeza perdida y felizmente recuperada en un jardín sumergido, tributo al imaginario de Gwendolyn MacEwen, extraordinaria contadora de mitos

     Otra figura expresiva de estas reconfiguraciones mitológicas es Eurídice en el infierno y la luz –catábasis y anábasis–, gran tema interpretado por variaciones en la poesía de autoría femenina. Lectora de Margaret Atwood, Juana Rosa Pita y Sophia de Mello Breyner Andresen, me he detenido en sus reinterpretaciones transgresivas. En ellas Eurídice se torna sujeto principal de la trama y es configurada en sus múltiples faces, a modo de prisma que descompone visiones.

     En la poesía contemporánea, estas variaciones desenvuelven la metáfora seminal de la metamorfosis, ahondan en formas cada vez más autoconscientes de identidad, desestabilizadoras de modelos patriarcales, especialmente en los performances de género referidos a invisibilidad y silencio. Eurídice figurada en la estela de los actos liberadores tan característicos de la poesía de autoría femenina tiene sus propias maneras de oposición a las imposiciones sociales que desvanecen su cuerpo, la reducen a sombra y condenan a la marginalidad infernal.

     En otra dimensión posible, Eurídice asume su creatividad y con otras formas regresa, dueña de un poder vivificador desconocido. Puede ser reflejo, espejo, especulación. Su voz gana realidad, su cuerpo se torna sonoro. Como figura que habita en los poemas, es amor actuante que obra con compasión y en la pasión. Es del linaje de Antígona, en la versión de Sófocles, proclamando que nació para compartir, no el odio, sino el amor.

     A esa genealogía, ni tan común en el panteón ático, pertenece esta Eurídice que deja partir al amado y auspicia su ascensión a la vida, que vuelve del destierro trayendo para Orfeo dilacerado unas granadas prodigiosas de su jardín vital. Mujer errante, libre y osada, amante y amada dejada atrás en el infierno, donde lejos de desvanecer, se rehace, cobra consciencia de sí en la libre constancia.

     Estas fulguraciones de su imagen me incitan a procurarla en las formas fluidas, insumisas, en movimiento autoconstitutivo. Subvirtiendo el rol del héroe mítico, desciende al infierno y desafía el poder de la muerte. Semejante a Isis, crea para el cuerpo desmembrado del amado una nueva vida sin muerte porque tiene fe en la forma del amor. Finalmente realiza un regreso, motivo caro a la tradición clásica. Su vuelta es obra del “Amor constante, más allá de la muerte”, como en el impar soneto de Francisco de Quevedo, magistralmente reinterpretado por Carlos Fuentes en Aura. El amor en Eurídice es posibilidad infinita que hace acontecer lo imposible.

     Los poemas a seguir surgieron en la interacción de la escritura reflexiva y la ficción. El simbolismo de la historia canónica, en todos los casos ha funcionado como efecto de extrañamiento, especie de distancia crítica que permite hablar de lo no hablado, subvertir, abrir puertas a la intimidad inconfesa, para ir al encuentro de sí y de las otras que también existen en otras dimensiones posibles-imposibles de la experiencia vital.

     Esas figuraciones míticas hacen posible traspasar el umbral, dejar atrás el reino del dolor y la pérdida, al tornar visibles e interpretables fragmentos de vida en la ficción. Con Medusa, y otras tantas memorables o desconocidas, celebremos la belleza de la mujer que recupera su cuerpo y al mirarse en el espejo de la alteridad, se sumerge y vuela, asumiendo gozosamente su placer y libertad. Una Medusa que ríe.

 

II. Poemas míticos de Erótica Medusa

 

Erótica Medusa

erótico es el sueño

peregrinando

en los cuerpos intocados

erótico es el gesto

que ni en el viaje

más delirante

alcanzó la tierra prometida

pero hizo arder

una sagrada llama

erótico es el ojo

emblemático escudo

de los espejos mortales

erótica es la cabeza

Medusa sin cuerpo

signo de Atenea

erótico es el pensamiento

que en la noche descomunal

fluctuando hasta el éxtasis

te da forma en las aguas litúrgicas

del devenir puro

donde te sabes mortal

medusa orgásmica

medusa erótica

medusa aureolada por serpientes

y en el centro de la mirada

  

Para Gwendolyn

For years I have wanted to write a poem called
The Garden of the Thieves.
                                        Gwendolyn MacEwen

Descendí hasta lo más profundo

en las aguas nebulosas del adentro.

Era un jardín inmerso florecido

de ojos con pinos oscilantes

y elusivos peces de niebla.

 

En el umbral estaba el Ladrón

que invocaba al destino

y entre sus manos mi cabeza

de ilusa medusa decapitada

sangrando en un plato.

Esperanzado el cuerpo

que sin entender sonreía

buscaba a tientas su cabeza

y al encontrarla con alegría

se la encajó de nuevo.

En el espejo de fluidas aguas

me vi errante mujer amante

que se corona a sí misma.

 

Y aunque todo lo perdí

ahora finalmente entera

te cuento esta historia feliz

de la cabeza recobrada

en el jardín prodigioso.

 

Yo/Iansã

No soy un cuerpo.

Soy la caza fiera

aquella nave

y la memoria partida

del origen más allá

del origen.

Me cortaron la lengua

me desgarraron el sexo

mis pechos de leche

y el placer del placer

me fueron secuestrados.

Cerraron la cueva húmeda

donde hacia mí volvía.

Me dejaron vestida.

Discursante

pero muda

vacía.

Ay de mi olor de fiera.

Ay de mi pelo furioso.

Ay de mis labios profundos.

Ay de mi vientre henchido.

Soy un camino dilacerado

sangrante.

Soy las aguas

que corren

la simiente sin nombre

y la libertad de un día.

 

Soy mi cuerpo veloz

Con todos los colores

engalanado

y la mirada absoluta.

Soy la esposa del trueno

la guerrera justa.

Soy el viento

fulminante.

Contra mí nada puede:

más allá del miedo

es mi casa.

Tendido está mi lecho

de turbulentas aguas.

Y entre mis piernas

el placer es un río.

Nací en una isla

y a ella volví dividida.

Soy dueña de los muertos

aunque mi lugar es la vida.

Arrasante y rasgada

traigo la renovación sin fin.

Soy la tempestad

y la armonía.

Soy el camino inconcluso

la memoria abierta

y la libertad de un día.

 

Layla

Nada muere en la infinitud del alma.

Si ya fuimos dos peregrinos exiliados

vagando en esta tierra dolorosa del tiempo

en el abrazo místico recobrémonos Uno.

Soy la noche de las confluencias radiantes.

Deja el cuerpo arrasado de la errancia

y reposa en mi luz con alegría.

Amado y Amante trocados

en el éxtasis de la mirada.

Escribas libres de tan largo exilio

que cantan la vuelta a la verdad

del amor y la Vida.

 

Isis rosa

Es dos alas infinitas

que se despliegan suntuosas

engarzadas en un tallo.

No es más que esas dos alas.

Su rostro a cada vuelta renace.

Sabe que Eros y Tanatos

son de lo mismo fases.

Madre de fallecidos y vivos

va juntando los pedazos

y cuando agita sus alas

el cuerpo desmembrado

en el amor rehace.

 

Después de la ilusoria vida

habita la casa real

de la vida verdadera.

 

Almas eróticas

Leve todopoderoso

Eros se encarna a sí mismo

y Psique en el sueño imanta.

Sustentados por el aire

con las alas enhiestas

sus cuerpos se entrelazan.

Refulge la fogosa armonía

de las almas corpóreas

y sus cuerpos alados.

 

Almas eróticas de mármol

más vivo que la carne.

 

Seductor

sobre el cautivo cuerpo

tu luz cae

y trasmutado

en lluvia de oro

centelleante

el cuerpo del amor

seduces

dios que en mí reposas

  

Mitológicas

Las Ménades enloquecidas

del goce sensual privadas

con furia lo despedazan

y hunden su lírica cabeza

en el río helado de la muerte.

 

Isis apasionada lo busca

devota unge sus pedazos

crea un bello falo de oro

bate las alas con fe

y amante lo resucita.

 

En toda historia

entre la furia y la fe

el amor es forma.

  

Aviso

Se está solo con todo lo que se ama.

                                              Novalis

Eros más fugaz que eterno

padece y a morir se niega

aunque delicioso ensaye

cada una de sus muertes.

 

Mas el amado mensajero

de Rougemont clarividente

ya nos avisa: el amor pasión

solo se consuma en muerte.

Tanatos vence siempre.

 

Despedida de Eurídice

acepto decirte adiós

te despido en este lugar

estático de la noche

donde daré vida

a los signos favorables

de tu ascenso

oculto en los espejos negros

sabrás que irás solo

acompañado de augurios

y de rumores delicados

porque tu lugar es el eco

y al despedirnos me nombrarás

para que sea imagen

y las palabras del amor sin tiempo

 

amor te deja partir

 

Así habló Eurídice

You hold love in your hand, a red seed

    you had forgotten you were holding.

                                 Margaret Atwood

Estoy de vuelta del olvido

mi amor fue fiel en el destierro.

Estoy en tu memoria nítida

porque fui tu otro yo verdadero.

 

Cuando me perdiste en el infierno

después de tanto andar sin rumbo

en el umbral de la desmemoria

me acogí a mi sombra desesperada.

 

Guardé las señales del tiempo

aprendí el placer de ser intacta

vestí  las sutiles ropas del silencio

y las sandalias aladas de la muerte.

 

Por fin he vuelto con otra forma.

Mariposa negra en jubiloso duelo

innumerable semilla al viento.

 

Y como sé que estás dilacerado

te traigo estas granadas milagrosas

de mi constante jardín de fuego.

 

Descenso

Ando en busca del Amado

que tiene todas las formas

duración inmortal y eco.

Pero la muerte nos antecede.

Allí en su fondo está él

perdido amor sin cuerpo.

 

Cada noche lo invoco

y trasmutado en sombra

entre aromas resplandece.

Cálida ola del viento

túrgida agua que en mí

abre cauces inéditos.

 

Hasta él desciendo

y en la vida lo acojo

para el amor sin muerte.

  

Otra versión

                                                        Tú abres el cofre de tus deseos

                    Alejandra Pizarnik

Solo al contar esta historia

descubrió el enigma de la cajita

tan real como simbólica

que al final del viaje

aturdida y sucia del camino

tenía entre sus manos ávidas.

Pura tentación y desafío.

 

Entonces la abrió.

 

Eros absoluto

con sus todopoderosos

efluvios espirituales

penetrando en un cuerpo

transfigurado por el fuego

de la esperanza.

Y fue el desaforado placer

del conocer delicioso.

Éxtasis del deseo avasallador.

Estruendosa caída ciega

en delirante armonía.

 

Con el júbilo del gozo

que siendo único y suyo

podría ser de cada amante

supo que era tiempo de partir

hacia la ignota muerte grande.

 

Nóstos

 

                                                                         ¿Destino?
No, mejor: la vocación
más íntima.

                                              Jorge Guillén

En cada uno de sus pedazos

con tinta sangre escribió

destierro  

y desmembrada la arrojó

a los mil vientos cardinales.

Todas sus bocas violadas

sin lengua ni casa ni abrigo

en soledad vagó.

Mas después de bordear

los confines del infinito

ha regresado y está escribiendo

en el abismo de la página

sus palabras erráticas.

 

Minotauro

                                                                  E vê que ele mesmo era

 A Princesa que dormia.

         Fernando Pessoa

                                  

En la caverna-laberinto

con su umbral de aguas

desnudo y quieto

el Minotauro me esperaba

convidándome a la muerte

que sé no es la suya

sino la mía.

 

Sin vacilar entré

pero el orden impenetrable

del destino hizo que él huyera

transmutado en quimera.

Por las horas del tiempo

vagamos hasta encontrarnos

en una vuelta de la espiral.

 

El Minotauro saltó sobre la vida.

 

Acaricié su cabeza

descomunal monstruosa

con la boca devorante.

Me embriagué con la dulzura

del cuerpo intocado.

Su abismo sensual

desató todos los sentidos.

 

En la dualidad me adentré.

Ahora oficio el misterio

de la horrible belleza.

Y del placer interminable.

Liberados del símbolo

con sus cansadas metáforas

creamos una especie rara.

 

Pensadores de la ficción

buscan mi nombre mítico

una historia con alegorías

y atributos fantásticos.

Mas siempre escapo.

Poseído por la palabra

el Minotauro ya no existe.

 

Soy lo indefinible.

Lo uno y lo otro.

Las formas infinitas del deseo.

  

Ariadna

 

Porque pertenço à raça daqueles que percorrem o labirinto

                    Sem jamais perderem o fio de linho da palavra

                             Sophia de Mello Breyner Andresen

Hay historias perdidas

por el poder de la letra oficial

y los guardianes de la ley.

Así ha sido la mía

de tan real imposible.

Mal enhebrada desde siempre.

 

Soy el hilo tal vez de la palabra

tal vez del alma.

Mi nombre recuerda a la araña.

Tal vez porque incesante tejo

con delicados hilos invisibles

que son los más resistentes.

En el hilo está mi identidad verdadera.

 

Escribas áulicos de una remota era

inventaron que se lo di a Teseo

desleal vencedor de la muerte.

Bizantinos que eran y siguen siendo

legitimaron su versión del desafío

sin llegar hasta hoy a un acuerdo:

¿El Minotauro era humano o bestial?

 

Sabía que Asterión esperaba

con melancólica fe

a su libertador imaginario.

Hace tiempo en el sueño

se lo susurré a un poeta

amante de perdedores

y devoto de laberintos.

 

Aquí en uso del poder volátil

de la escritura de lo no escrito

hago valer la verdad histórica

aunque ella no exista

y nadie me crea.

Fui yo quien entró en laberinto

persiguiendo solo el deseo.

 

Sin límites traspasé el umbral.

Cuando nos encontramos voraces]

trocamos cabezas y cuerpos y sexos.

Desaforadamente nos amamos.

En el instante descubrí que el Minotauro

era una fantástica metamorfosis de Dionisio

con sus jubilosos ciclos vitales.

 

Y como soy el hilo de la palabra que trama

he transformado la morada de Tanatos

en un laberinto sin salida y sin fin.

Casa de Eros inagotable

 

[1] BOLAÑOS, Aimée G. Erótica Medusa. Poesía amatoria/Poesia amatória. Prólogo de Giliard Barbosa. Nota de solapa María José Mures. Uberlândia: O sexo da palavra, 250 p., 2021. Edición bilingüe español/portugués. Todas las citas pertenecen a esta edición.

[2] Ver: BARTHES, Roland. Mitologías. México D.F.: Siglo XXI, 1980.

[3] BARBOSA, GILIARD. A ti, que me tienes a tu alcance.  In: Erótica Medusa, op. cit., p. 20.

[4] Ver: Hélene Cixous. La risa de la medusa. Ensayos sobre la escritura. Prólogo y traducción Ana María Moix. Barcelona: Anthropos, 1995. Todas las citas pertenecen a esta edición.

[5] Ver: Leonor Arfuch. (Auto) biografia, memoria e historia. Clepsidra. Revista Interdisciplinaria de Estudios sobre Memoria, no.1, marzo, 2014, p.  68-81.,

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AIMÉE G. BOLAÑOS

Nació en Cienfuegos, Cuba (1943). Poeta, ensayista, profesora universitaria, crítica e historiadora literaria. Doctorada en Ciencias Filosóficas (en la especialidad de Literatura Latinoamericana) por la Universidad de Rostock en Alemania en 1982, ha sido profesora de la Universidad Central de las Villas (Cuba), de la Universidad de Ottawa (Canadá) y de la Universidad Federal de Río Grande del Sur (Brasil). En Cuba, fue presidenta del Consejo de Redacción de la revista literaria y cultural Islas, concebida originalmente por el escritor Samuel Feijóo, dedicó dos libros de estudios literarios a la obra del narrador Félix Pita Rodríguez y le fue otorgado el Premio Nacional a la Mejor Obra Científica por sus capítulos en el libro de Historia de la literatura cubana en 1995. Es miembro del Consejo Editorial de la revista Signo, del Departamento de Letras de la Universidad de Santa Cruz del Sur (Bolivia). Ha publicado numerosos artículos sobre poesía y narrativa cubana trasnacional, poesía española y latinoamericana, especialmente brasileña. En los últimos años se ha dedicado al estudio de la poesía femenina. Sus poemas aparecen en numerosas antologías, entre ellas, Catedral Sumergida (2013). También ha publicado el libro de ensayos Poesía insular de signo infinito. Una lectura de poetas cubanas de la diáspora  (2008) y la entrada sobre “Diáspora” para el Dicionário das mobilidades culturais: percursos americanos (2010, edición en francés, 2013). Entre sus libros de ficción: El Libro de Maat (2002), Las Otras. (Antología mínima del Silencio) (2004), Las palabras viajeras (2010), Escribas (2013) y Visiones de mujer con alas (2016). Desde 1997 reside en Brasil.

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