UNA ERÓTICA MEDUSA EN POEMAS MITOLÓGICOS
por
Aimée G. Bolaños
Solo tienes que mirar a la Medusa de frente para verla.
Y ella no es mortal. Ella es linda y está riendo.
Hélène Cisoux
La risa de la medusa
I. Una reflexión inicial
Recientemente he publicado un libro de poesía amatoria, Erótica Medusa[1]. En esta obra aparecen poemas de varios ciclos creativos, publicados e inéditos, que fabulan figuras de referente tanto histórico como mitológico. También se incluyen otros poemas que crean más abiertamente la ilusión autobiográfica tan propia de la lírica, si bien en modalidad autoficcional. Y todos unidos por el hilo del amor erótico.
Al leer de conjunto sería posible apuntar la creación de identidades como constante de una poética metaficcional que se interesa por las vidas imaginarias, sean más realistas o fantásticas, el sujeto autor desdoblado en instancias de identidad/alteridad que no son definidas ni excluyentes. Pensando en una selección para lectores de Baquiana, he escogido poemas mitológicos que con sus formas peculiares dejan en abierto conjeturales sentidos en relación a las escrituras de sí mismo.
Sin duda la dimensión mítica resulta muy favorable para la invención. En Erótica Medusa se configuran identidades en las que autor y lector exploran la tesitura de una vida en un sistema semiológico de segundo orden. Entre los tantos pensadores de las funciones míticas, me gustaría invocar a Roland Barthes[2] para quien el mito constituye una forma ambigua, contradictoria, llena y al mismo tiempo vacía, entendimiento que en términos de praxis autorreflexiva resulta de ricas posibilidades.
Desde la perspectiva barthesiana la rescritura del mito, al superar su contingencia de letra ya establecida, lejos de esconder sus funciones metaficcionales, las exhibe, evidenciando que sus signos no son arbitrarios. Barthes analiza como el mito congela los significados para lanzarlos a una semiosis sin fin. Cada época –lector, intérprete, autor– inscribe en él significados tan intemporales como expresivos de su tiempo y personalidad creadora.
De modo ostensivo, la interpretación mítica interpela a partir de analogías e genera diversas lecturas. El mito leído diacrónicamente conserva vestigios de las anteriores interpretaciones; leído en sincronía, ofrece una trama irreal posible. Siendo una estructura abierta, su paradójico vacío admite diversas interpretaciones. Leer literariamente un mito es entrar en una vasta red de formas hipotéticas significantes. Precisamente tal forma me motivó activamente en Erótica Medusa.
En esta selección mínima que podrá ser leída a continuación conviven figuras de diversos órdenes imaginarios como Iansã/Oyá, de la mitología yoruba, tan patente en la cultura afroamericana (Brasil y Cuba predominantes), Layla del universo persa clásico, menos reconocido por la cultura occidental, Isis del panteón egipcio, aunque de más antiguo origen mesopotámico y las figuras griegas: Dánae, Psique, Eros, Tanatos, Minotauro, Ariadna, Pandora, Eurídice y ciertamente Medusa.
Sobre esa Medusa, en el libro vinculada a Eros, dejo hablar a Giliard Barbosa, autor del prólogo del libro que ofrece claves: “vencidos los estereotipos del arquero alado y del monstruo petrificante, Eros y Medusa revelan infinitas faces de lo mismo”[3]. Adentrándose en su significación, Barbosa argumenta: “La mujer-monstruo debe su ser y devenir a los caprichos de Atenea, responsable por su condición, suplicio y sacrificio. Es castigada por haber sido violada, dicen algunas versiones – la víctima es entonces a quien se condena desde los tiempos inmemoriales” (p. 21). Medusa es castigada por violar las jerarquías, por osar, por soñar otras formas de ver. Eros también es castigado por sí mismo “en un tropiezo casi psicoanalítico que lo hace experimentar su propio veneno y lo lleva a amar a Psique y a tenerla como cónyuge en la penumbra. Eros es, entonces, obligado al amor, y de eso huirá; Medusa está impedida de, condenada a eternizar espantos” (p. 21).
En tal sentido su representación en Erótica Medusa “reúne movimientos contrarios, conflictos, angustias, deseos, pasiones, sueños e impedimentos” (p. 20). El autor del prólogo apunta a dinámica constitutiva en el movimiento contrario de dos figuras simbólicas, que parecen estar en las antípodas, pero se avecinan de modo insólito. Hay una voluntad de ir más allá, de entender algo que solo puede ser pensado en la transgresión.
Como sabemos, Medusa recurre en tiempos y culturas, si bien para la antigüedad griega fue en los primordios una deidad apotropaica que podía aparecer sonriendo de modo alegre e irreverente al mostrar su lengua. Reveladoramente su nombre significa guardiana o protectora. Con identidad monstruosa de mito cetónico, Medusa está presente en la poesía homérica, Ovidio, Dante, Shakespeare, Goethe y llega hasta nosotros a través de un arquetipo: figura incómoda que desequilibra, desordena, desplaza. Tradicionalmente asociada a seducción, poder y muerte, no suele ser vista en la creativa conciencia de sí.
Los significados de Medusa de manera paradigmática se concentran en la cabeza aureolada de serpientes que será cortada-castrada, con frecuencia asociada a la vulva de pelos pélvicos ensortijados, proyecciones que llevan en sí una carga simbólica y metafórica desafiante. Quién sabe si por eso Caravaggio la representa en el alarido descomunal o Benvenuto Cellini como cabeza ya privada de autoconsciencia, convertida en un trofeo que Perseo exhibe celebrando una victoria fantástica en alusión al poder terrenal de los Médici. En este marco de representación, a escultura de Camille Claudet “Perseo y la Gorgona” marca una diferencia esencial al dar protagonismo al cuerpo despedazado de Medusa, visualmente más relevante que el vencedor Perseo, concepción de una artista que reconfigura a representación canónica.
En ese sentido la Medusa que ríe, en la versión de Hélêna Cixous[4], me resultó incitante por su diferencia, disonancia, desafío. En La risa de la Medusa, Cixous moviliza un conjunto de posibles respuestas cuando abre una pregunta fundamental: “¿Quien? Invisible, extraña, secreta, impenetrable, misteriosa, negra, prohibida… Soy yo” (p. 22). Es esa la pregunta que Medusa, y otras figuras del mismo linaje, llevan en sí para generar un nuevo ciclo de autorreconocimiento y transformaciones de la identidad femenina, proceso de extremo conflicto en relación a las normas históricas y culturales predominantes. También al depararme con su imagen, me pregunté ¿quién soy?, interrogación ontológica recurrente no discurso femenino, tan antigua como actual.
A partir de otras experiencias vinculadas a la memoria traumática generalmente soterrada, el mito de Medusa tiene fuertes resonancias conscientes y subconscientes en sus intérpretes, especialmente mujeres. Esta imagen subversiva abre las puertas para la elaboración memorial en dimensión autorreflexiva. Ella concentra lo que Leonor Arfuch llama “ese poder del haber sido”[5], espacio biográfico del imaginario donde el contar una vida alcanza ricos significados al integrar las dimensiones no solo personales, sino suprapersonales.
Estas otras significaciones, que la relectura de la figura de Medusa puede crear, están presentes en la nominación artística, sobre todo simbólica, de diferentes tipos de experiencias ontológicas autopoiesis y de autopoética con frecuencia referidas a prácticas autoficcionales.
Pensando en contraposición a la lógica patriarcal, la imagen de Medusa presenta una compleja corporalidad simbólica. Puede ser, entre otras variantes, una figura poderosa y autocentrada que procura el placer en sí misma. Así aparece en un poema autoamatorio que da nombre al libro. Esa Medusa erotizada se constituye como gesto vital y palabra del propio goce, cabeza y sexo pueden alcanzar otros significados. Como afirma Cixous, su sexualidad “solo se inscriben en el interior de las fronteras” (p. 49), opuesta su mirada a la masculina castradora. Y esa oposición es seminal, altamente expresiva de sus poderes fundacionales. Así, no importa si innominada, Medusa atraviesa todo el libro a modo de sombra irradiante.
Desde el abismo de la diferencia, la reconquista de sí está unida al reconocimiento de la conciencia de su alteridad. A Medusa que me mobiliza está fuera de toda norma, es original. Su emblemática mirada y la difícil belleza que la distinguen crean otras posibles existencias en libertad y libertarias. El espanto se ha transformado en gozo autocreativo.
La alteridad de Medusa trae consigo una identidad inclasificable. Permite imaginar “la mujer regresando ese cuerpo que, como mínimo, le confiscaron; ese cuerpo que convirtieron en el inquietante extravío del lugar, el enfermo, el muerto, y que, con tanta frecuencia, es el mal amigo, causa y lugar de las inhibiciones. Censurar el cuerpo es censurar, de paso, el aliento, la palabra” (p.61), así reflexiona Cixous.
Palabra poética, existencia y mirada están unidas en la interpretación. El mito y la literatura se corresponden como formas de la imaginación poética. Para Cixous, Medusa significa una especie de torsión, como el propio acto de la escritura que implica una relación sin censura con la sexualidad, con o ser-mujer, no solo en el acceso a sus propias fuerzas, sino en la restitución de sus bienes, placeres, orgasmos, esos inmensos territorios corporales prohibidos.
Esta mirada sustenta la relación de Medusa con funciones pragmáticas simbólicas inherentes a la escritura femenina. En palabras de Cixous “Es preciso que la mujer se escriba: que la mujer escriba sobre la mujer y que haga que las mujeres vengan a la escritura, de la que fueron apartadas tan violentamente como lo fueron de sus cuerpos” (p. 61). El cuerpo erotizado representa el proceso autocreativo; el cuerpo de la vida, contenido y continente existencial desconocido o vedado se ha transformado en espacio privilegiado de la escritura en la reafirmación libertaria.
A partir de la figura de Medusa, y ya en referencia a otros poemas incluidos en esta selección temática, vale reparar como las figuras míticas femeninas han funcionado actancialmente de modo generalmente secundario, configuradas como ayudantes del héroe: acogen, facilitan, esperan, entregan. A contramano de estas funciones secundarias no solo está Medusa, sino Ariadna, imprevisible e incansable en la persecución laberíntica de su deseo; y Pandora, la cual, al abrir la caja prohibida, encuentra el gozo y conoce su placer. En este conjunto, también pudiera incluirse a la contadora innominada de la historia de una cabeza perdida y felizmente recuperada en un jardín sumergido, tributo al imaginario de Gwendolyn MacEwen, extraordinaria contadora de mitos
Otra figura expresiva de estas reconfiguraciones mitológicas es Eurídice en el infierno y la luz –catábasis y anábasis–, gran tema interpretado por variaciones en la poesía de autoría femenina. Lectora de Margaret Atwood, Juana Rosa Pita y Sophia de Mello Breyner Andresen, me he detenido en sus reinterpretaciones transgresivas. En ellas Eurídice se torna sujeto principal de la trama y es configurada en sus múltiples faces, a modo de prisma que descompone visiones.
En la poesía contemporánea, estas variaciones desenvuelven la metáfora seminal de la metamorfosis, ahondan en formas cada vez más autoconscientes de identidad, desestabilizadoras de modelos patriarcales, especialmente en los performances de género referidos a invisibilidad y silencio. Eurídice figurada en la estela de los actos liberadores tan característicos de la poesía de autoría femenina tiene sus propias maneras de oposición a las imposiciones sociales que desvanecen su cuerpo, la reducen a sombra y condenan a la marginalidad infernal.
En otra dimensión posible, Eurídice asume su creatividad y con otras formas regresa, dueña de un poder vivificador desconocido. Puede ser reflejo, espejo, especulación. Su voz gana realidad, su cuerpo se torna sonoro. Como figura que habita en los poemas, es amor actuante que obra con compasión y en la pasión. Es del linaje de Antígona, en la versión de Sófocles, proclamando que nació para compartir, no el odio, sino el amor.
A esa genealogía, ni tan común en el panteón ático, pertenece esta Eurídice que deja partir al amado y auspicia su ascensión a la vida, que vuelve del destierro trayendo para Orfeo dilacerado unas granadas prodigiosas de su jardín vital. Mujer errante, libre y osada, amante y amada dejada atrás en el infierno, donde lejos de desvanecer, se rehace, cobra consciencia de sí en la libre constancia.
Estas fulguraciones de su imagen me incitan a procurarla en las formas fluidas, insumisas, en movimiento autoconstitutivo. Subvirtiendo el rol del héroe mítico, desciende al infierno y desafía el poder de la muerte. Semejante a Isis, crea para el cuerpo desmembrado del amado una nueva vida sin muerte porque tiene fe en la forma del amor. Finalmente realiza un regreso, motivo caro a la tradición clásica. Su vuelta es obra del “Amor constante, más allá de la muerte”, como en el impar soneto de Francisco de Quevedo, magistralmente reinterpretado por Carlos Fuentes en Aura. El amor en Eurídice es posibilidad infinita que hace acontecer lo imposible.
Los poemas a seguir surgieron en la interacción de la escritura reflexiva y la ficción. El simbolismo de la historia canónica, en todos los casos ha funcionado como efecto de extrañamiento, especie de distancia crítica que permite hablar de lo no hablado, subvertir, abrir puertas a la intimidad inconfesa, para ir al encuentro de sí y de las otras que también existen en otras dimensiones posibles-imposibles de la experiencia vital.
Esas figuraciones míticas hacen posible traspasar el umbral, dejar atrás el reino del dolor y la pérdida, al tornar visibles e interpretables fragmentos de vida en la ficción. Con Medusa, y otras tantas memorables o desconocidas, celebremos la belleza de la mujer que recupera su cuerpo y al mirarse en el espejo de la alteridad, se sumerge y vuela, asumiendo gozosamente su placer y libertad. Una Medusa que ríe.
II. Poemas míticos de Erótica Medusa
Erótica Medusa
erótico es el sueño
peregrinando
en los cuerpos intocados
erótico es el gesto
que ni en el viaje
más delirante
alcanzó la tierra prometida
pero hizo arder
una sagrada llama
erótico es el ojo
emblemático escudo
de los espejos mortales
erótica es la cabeza
Medusa sin cuerpo
signo de Atenea
erótico es el pensamiento
que en la noche descomunal
fluctuando hasta el éxtasis
te da forma en las aguas litúrgicas
del devenir puro
donde te sabes mortal
medusa orgásmica
medusa erótica
medusa aureolada por serpientes
y en el centro de la mirada
Para Gwendolyn
For years I have wanted to write a poem called
The Garden of the Thieves.
Gwendolyn MacEwen
Descendí hasta lo más profundo
en las aguas nebulosas del adentro.
Era un jardín inmerso florecido
de ojos con pinos oscilantes
y elusivos peces de niebla.
En el umbral estaba el Ladrón
que invocaba al destino
y entre sus manos mi cabeza
de ilusa medusa decapitada
sangrando en un plato.
Esperanzado el cuerpo
que sin entender sonreía
buscaba a tientas su cabeza
y al encontrarla con alegría
se la encajó de nuevo.
En el espejo de fluidas aguas
me vi errante mujer amante
que se corona a sí misma.
Y aunque todo lo perdí
ahora finalmente entera
te cuento esta historia feliz
de la cabeza recobrada
en el jardín prodigioso.
Yo/Iansã
No soy un cuerpo.
Soy la caza fiera
aquella nave
y la memoria partida
del origen más allá
del origen.
Me cortaron la lengua
me desgarraron el sexo
mis pechos de leche
y el placer del placer
me fueron secuestrados.
Cerraron la cueva húmeda
donde hacia mí volvía.
Me dejaron vestida.
Discursante
pero muda
vacía.
Ay de mi olor de fiera.
Ay de mi pelo furioso.
Ay de mis labios profundos.
Ay de mi vientre henchido.
Soy un camino dilacerado
sangrante.
Soy las aguas
que corren
la simiente sin nombre
y la libertad de un día.
Soy mi cuerpo veloz
Con todos los colores
engalanado
y la mirada absoluta.
Soy la esposa del trueno
la guerrera justa.
Soy el viento
fulminante.
Contra mí nada puede:
más allá del miedo
es mi casa.
Tendido está mi lecho
de turbulentas aguas.
Y entre mis piernas
el placer es un río.
Nací en una isla
y a ella volví dividida.
Soy dueña de los muertos
aunque mi lugar es la vida.
Arrasante y rasgada
traigo la renovación sin fin.
Soy la tempestad
y la armonía.
Soy el camino inconcluso
la memoria abierta
y la libertad de un día.
Layla
Nada muere en la infinitud del alma.
Si ya fuimos dos peregrinos exiliados
vagando en esta tierra dolorosa del tiempo
en el abrazo místico recobrémonos Uno.
Soy la noche de las confluencias radiantes.
Deja el cuerpo arrasado de la errancia
y reposa en mi luz con alegría.
Amado y Amante trocados
en el éxtasis de la mirada.
Escribas libres de tan largo exilio
que cantan la vuelta a la verdad
del amor y la Vida.
Isis rosa
Es dos alas infinitas
que se despliegan suntuosas
engarzadas en un tallo.
No es más que esas dos alas.
Su rostro a cada vuelta renace.
Sabe que Eros y Tanatos
son de lo mismo fases.
Madre de fallecidos y vivos
va juntando los pedazos
y cuando agita sus alas
el cuerpo desmembrado
en el amor rehace.
Después de la ilusoria vida
habita la casa real
de la vida verdadera.
Almas eróticas
Leve todopoderoso
Eros se encarna a sí mismo
y Psique en el sueño imanta.
Sustentados por el aire
con las alas enhiestas
sus cuerpos se entrelazan.
Refulge la fogosa armonía
de las almas corpóreas
y sus cuerpos alados.
Almas eróticas de mármol
más vivo que la carne.
Seductor
sobre el cautivo cuerpo
tu luz cae
y trasmutado
en lluvia de oro
centelleante
el cuerpo del amor
seduces
dios que en mí reposas
Mitológicas
Las Ménades enloquecidas
del goce sensual privadas
con furia lo despedazan
y hunden su lírica cabeza
en el río helado de la muerte.
Isis apasionada lo busca
devota unge sus pedazos
crea un bello falo de oro
bate las alas con fe
y amante lo resucita.
En toda historia
entre la furia y la fe
el amor es forma.
Aviso
Se está solo con todo lo que se ama.
Novalis
Eros más fugaz que eterno
padece y a morir se niega
aunque delicioso ensaye
cada una de sus muertes.
Mas el amado mensajero
de Rougemont clarividente
ya nos avisa: el amor pasión
solo se consuma en muerte.
Tanatos vence siempre.
Despedida de Eurídice
acepto decirte adiós
te despido en este lugar
estático de la noche
donde daré vida
a los signos favorables
de tu ascenso
oculto en los espejos negros
sabrás que irás solo
acompañado de augurios
y de rumores delicados
porque tu lugar es el eco
y al despedirnos me nombrarás
para que sea imagen
y las palabras del amor sin tiempo
amor te deja partir
Así habló Eurídice
You hold love in your hand, a red seed
you had forgotten you were holding.
Margaret Atwood
Estoy de vuelta del olvido
mi amor fue fiel en el destierro.
Estoy en tu memoria nítida
porque fui tu otro yo verdadero.
Cuando me perdiste en el infierno
después de tanto andar sin rumbo
en el umbral de la desmemoria
me acogí a mi sombra desesperada.
Guardé las señales del tiempo
aprendí el placer de ser intacta
vestí las sutiles ropas del silencio
y las sandalias aladas de la muerte.
Por fin he vuelto con otra forma.
Mariposa negra en jubiloso duelo
innumerable semilla al viento.
Y como sé que estás dilacerado
te traigo estas granadas milagrosas
de mi constante jardín de fuego.
Descenso
Ando en busca del Amado
que tiene todas las formas
duración inmortal y eco.
Pero la muerte nos antecede.
Allí en su fondo está él
perdido amor sin cuerpo.
Cada noche lo invoco
y trasmutado en sombra
entre aromas resplandece.
Cálida ola del viento
túrgida agua que en mí
abre cauces inéditos.
Hasta él desciendo
y en la vida lo acojo
para el amor sin muerte.
Otra versión
Tú abres el cofre de tus deseos
Alejandra Pizarnik
Solo al contar esta historia
descubrió el enigma de la cajita
tan real como simbólica
que al final del viaje
aturdida y sucia del camino
tenía entre sus manos ávidas.
Pura tentación y desafío.
Entonces la abrió.
Eros absoluto
con sus todopoderosos
efluvios espirituales
penetrando en un cuerpo
transfigurado por el fuego
de la esperanza.
Y fue el desaforado placer
del conocer delicioso.
Éxtasis del deseo avasallador.
Estruendosa caída ciega
en delirante armonía.
Con el júbilo del gozo
que siendo único y suyo
podría ser de cada amante
supo que era tiempo de partir
hacia la ignota muerte grande.
Nóstos
¿Destino?
No, mejor: la vocación
más íntima.
Jorge Guillén
En cada uno de sus pedazos
con tinta sangre escribió
destierro
y desmembrada la arrojó
a los mil vientos cardinales.
Todas sus bocas violadas
sin lengua ni casa ni abrigo
en soledad vagó.
Mas después de bordear
los confines del infinito
ha regresado y está escribiendo
en el abismo de la página
sus palabras erráticas.
Minotauro
E vê que ele mesmo era
A Princesa que dormia.
Fernando Pessoa
En la caverna-laberinto
con su umbral de aguas
desnudo y quieto
el Minotauro me esperaba
convidándome a la muerte
que sé no es la suya
sino la mía.
Sin vacilar entré
pero el orden impenetrable
del destino hizo que él huyera
transmutado en quimera.
Por las horas del tiempo
vagamos hasta encontrarnos
en una vuelta de la espiral.
El Minotauro saltó sobre la vida.
Acaricié su cabeza
descomunal monstruosa
con la boca devorante.
Me embriagué con la dulzura
del cuerpo intocado.
Su abismo sensual
desató todos los sentidos.
En la dualidad me adentré.
Ahora oficio el misterio
de la horrible belleza.
Y del placer interminable.
Liberados del símbolo
con sus cansadas metáforas
creamos una especie rara.
Pensadores de la ficción
buscan mi nombre mítico
una historia con alegorías
y atributos fantásticos.
Mas siempre escapo.
Poseído por la palabra
el Minotauro ya no existe.
Soy lo indefinible.
Lo uno y lo otro.
Las formas infinitas del deseo.
Ariadna
Porque pertenço à raça daqueles que percorrem o labirinto
Sem jamais perderem o fio de linho da palavra
Sophia de Mello Breyner Andresen
Hay historias perdidas
por el poder de la letra oficial
y los guardianes de la ley.
Así ha sido la mía
de tan real imposible.
Mal enhebrada desde siempre.
Soy el hilo tal vez de la palabra
tal vez del alma.
Mi nombre recuerda a la araña.
Tal vez porque incesante tejo
con delicados hilos invisibles
que son los más resistentes.
En el hilo está mi identidad verdadera.
Escribas áulicos de una remota era
inventaron que se lo di a Teseo
desleal vencedor de la muerte.
Bizantinos que eran y siguen siendo
legitimaron su versión del desafío
sin llegar hasta hoy a un acuerdo:
¿El Minotauro era humano o bestial?
Sabía que Asterión esperaba
con melancólica fe
a su libertador imaginario.
Hace tiempo en el sueño
se lo susurré a un poeta
amante de perdedores
y devoto de laberintos.
Aquí en uso del poder volátil
de la escritura de lo no escrito
hago valer la verdad histórica
aunque ella no exista
y nadie me crea.
Fui yo quien entró en laberinto
persiguiendo solo el deseo.
Sin límites traspasé el umbral.
Cuando nos encontramos voraces]
trocamos cabezas y cuerpos y sexos.
Desaforadamente nos amamos.
En el instante descubrí que el Minotauro
era una fantástica metamorfosis de Dionisio
con sus jubilosos ciclos vitales.
Y como soy el hilo de la palabra que trama
he transformado la morada de Tanatos
en un laberinto sin salida y sin fin.
Casa de Eros inagotable
[1] BOLAÑOS, Aimée G. Erótica Medusa. Poesía amatoria/Poesia amatória. Prólogo de Giliard Barbosa. Nota de solapa María José Mures. Uberlândia: O sexo da palavra, 250 p., 2021. Edición bilingüe español/portugués. Todas las citas pertenecen a esta edición.
[2] Ver: BARTHES, Roland. Mitologías. México D.F.: Siglo XXI, 1980.
[3] BARBOSA, GILIARD. A ti, que me tienes a tu alcance. In: Erótica Medusa, op. cit., p. 20.
[4] Ver: Hélene Cixous. La risa de la medusa. Ensayos sobre la escritura. Prólogo y traducción Ana María Moix. Barcelona: Anthropos, 1995. Todas las citas pertenecen a esta edición.
[5] Ver: Leonor Arfuch. (Auto) biografia, memoria e historia. Clepsidra. Revista Interdisciplinaria de Estudios sobre Memoria, no.1, marzo, 2014, p. 68-81.,
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AIMÉE G. BOLAÑOS
Nació en Cienfuegos, Cuba (1943). Poeta, ensayista, profesora universitaria, crítica e historiadora literaria. Doctorada en Ciencias Filosóficas (en la especialidad de Literatura Latinoamericana) por la Universidad de Rostock en Alemania en 1982, ha sido profesora de la Universidad Central de las Villas (Cuba), de la Universidad de Ottawa (Canadá) y de la Universidad Federal de Río Grande del Sur (Brasil). En Cuba, fue presidenta del Consejo de Redacción de la revista literaria y cultural Islas, concebida originalmente por el escritor Samuel Feijóo, dedicó dos libros de estudios literarios a la obra del narrador Félix Pita Rodríguez y le fue otorgado el Premio Nacional a la Mejor Obra Científica por sus capítulos en el libro de Historia de la literatura cubana en 1995. Es miembro del Consejo Editorial de la revista Signo, del Departamento de Letras de la Universidad de Santa Cruz del Sur (Bolivia). Ha publicado numerosos artículos sobre poesía y narrativa cubana trasnacional, poesía española y latinoamericana, especialmente brasileña. En los últimos años se ha dedicado al estudio de la poesía femenina. Sus poemas aparecen en numerosas antologías, entre ellas, Catedral Sumergida (2013). También ha publicado el libro de ensayos Poesía insular de signo infinito. Una lectura de poetas cubanas de la diáspora (2008) y la entrada sobre “Diáspora” para el Dicionário das mobilidades culturais: percursos americanos (2010, edición en francés, 2013). Entre sus libros de ficción: El Libro de Maat (2002), Las Otras. (Antología mínima del Silencio) (2004), Las palabras viajeras (2010), Escribas (2013) y Visiones de mujer con alas (2016). Desde 1997 reside en Brasil.
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