BAQUIANA – Año XXIII / Nº 123 – 124 / Julio – Diciembre 2022 (TEATRO)

LOS CUENTISTAS 

 

por

 

José Moreno Arenas


 

PERSONAJES:

FLAUTISTA DE HAMELÍN

ZAPATERO REMENDÓN

LOBO

GENDARME

SUPERMAGISTRADO

CAPERUCITA ROJA

 

ACTO ÚNICO

Plaza principal, aunque modesta, de un pueblecito de cuento. Una callejuela se comunica con la plaza por el lateral izquierdo. Al fondo, una casa. Árboles y diverso mobiliario rural de la época completan la escenografía.

 

(Por la callejuela aparece el FLAUTISTA de Hamelín. Baila y toca la flauta sin parar. Nadie lo sigue. Advierte este hecho y su ánimo se viene abajo. Se acerca a la casa del fondo.)

 

FLAUTISTA: ¡Hombre, mi buen amigo el zapatero remendón…! ¿A qué se debe este silencio casi sepulcral…? ¿Cómo es que no hay alegría en tu casa, otrora paraíso de la fiesta y el regocijo…? 

 

(Aparece el ZAPATERO en la puerta de su casa. En efecto, la tristeza inunda su rostro.)

 

FLAUTISTA: ¿Cómo es que tus canciones no invaden ya el aire de la ciudad…?

ZAPATERO: ¡Ay, amigo flautista…! La pena ha llegado de la mamo de una terrible peste, de una epidemia desconocida hasta ahora: la llaman crisis. Yo sigo sin verla a mi alrededor, pero noto algo raro que flota en el ambiente: la gente se queda, en menos que canta un gallo, parada.

FLAUTISTA: ¿Inmóvil…? ¿Acaso un hechizo, una maldición…?

ZAPATERO: No, no… Inmóvil, no. ¡Parada! …Y mucho me temo que esa sonrisa que iluminaba las mañanas se haya perdido para siempre.

FLAUTISTA: Inimitable y singular remendón, no te abandones tan pronto a la suerte y persiste en el empeño de hacer felices a quienes te rodean. El mundo es de los que insisten una vez y otra y otra… ¡Ya lo dijo el poeta…! ¿…O fue el filósofo?

ZAPATERO: He perdido la esperanza de que algún día regrese la felicidad a esta plaza, a sus hermosas callejuelas que desembocan en su remanso de paz… Aunque, en honor a la verdad…

FLAUTISTA: ¡Huy…! No vayas por ahí, que te pierdes… Porque… ¿qué es la verdad…? Para mí, al menos, un enigma insondable… El velo que la separa de la mentira es tan fino y delicado que a veces se confunden y, naturalmente, yo siempre acabo confundido…

ZAPATERO: Me confundes a mí también, ¡oh, gran maestro de la seducción “flautera”! Te decía que no todo es paz en este villorrio, pues de tarde en tarde me encanta crispar el ambiente.

FLAUTISTA: ¿…Y eso?

ZAPATERO: Por propio interés.

FLAUTISTA: ¡Qué fuerte…! Aunque una decisión inteligente…

ZAPATERO: No me corto un pelo: resucito viejos odios y rencores, y pongo a medio pueblo al borde del enfrentamiento con el otro medio al recordarles un oscuro pasado que muchos ya habían olvidado… A río revuelto…

FLAUTISTA: ¡Sí, señor…! No me extraña que seas un portento del remiendo…

ZAPATERO: No sé qué decirte… La gente se ha cansado; se cansa de todo. Ya no tiene el aguante que tenía antes. No admite que hoy hagas una cosa y mañana la contraria. A la más mínima te vuelve la espalda. Creo que me ha retirado la confianza.

FLAUTISTA: ¿Acaso no ofreces calidad en tu trabajo…? ¿Es que no transmites lo mejor que hay en ti…?

ZAPATERO: Hay algo en mi interior que me supera, que puede conmigo y hace de mí un esclavo…

FLAUTISTA: No entiendo…

ZAPATERO: Sin ir más lejos, hace cuatro o cinco días el panadero me trajo sus zapatos y sólo le goberné el de la izquierda. Me resultó completamente imposible arreglar el de la derecha. Cada vez que lo cogía para remendarlo, me daban ganas de vomitar. …Y anteayer me trajo el boticario sus sandalias. Fue agarrar la de la derecha y… ¡mira!

 

(Mostrando las manos, que son examinadas detenidamente por el FLAUTISTA:)

¡Un sarpullido como nunca antes había conocido!

 

FLAUTISTA: ¡Curioso…! ¿Tuviste problemas durante los ciclos de formación…?

ZAPATERO: Recuerdo que uno de los profesores me dijo que tenía que hacer un mayor esfuerzo por abrir más la mente y encarar con amplitud de miras el futuro; y otro me insistió en que no me encerrase tanto en mí mismo y en los fantasmas del pasado, ya que –según él– corría dos graves riesgos de consecuencias imprevisibles: una inclinación severa a interpretar con parcialidad la historia y otra –no menos obsesiva– a querer reinventarla.

 

(A modo de sentencia:)

Acabó costándome un mundo superar el primer ciclo y pasar al siguiente…

 

FLAUTISTA: Está claro, amigo zapatero: no has asumido convenientemente la transición de un ciclo a otro. Piensa –por ejemplo– que para que el boticario pueda calzar las sandalias y caminar sin problemas, tanto la derecha como la izquierda han de estar bien gobernadas y por igual.

ZAPATERO: ¡No puedo…! ¡No puedo…!

FLAUTISTA: Quizá yo tenga el remedio para aliviar –si bien sólo en parte– tu tristeza, aunque tampoco estoy yo para tirar cohetes…

 

(Señalando a sus espaldas:)

He recorrido todas las calles y plazas de la ciudad tocando la flauta sin descanso y ni siquiera he conseguido que me siga un triste jornalero…

(Desanimado:)

El melodioso sonido de este instrumento sin par, en otro tiempo de mágico hechizo para las ratas, hoy sólo surte rechazo en la ciudadanía y provoca indignación en los perros-flauta. Al pasar junto a ellos tocando lo que sé que querían oír, no sólo no me han seguido con júbilo y alborozo sino que han gritado consignas irreproducibles contra este humilde flautista.

(Indignado:)

Precisamente contra mí, que me he preocupado por traerles el aire fresco de una música renovadora –¡más aún: innovadora!– después de llevar, de manera ininterrumpida, la friolera de treinta años en los primeros puestos de los “cuarenta principales”…

 

ZAPATERO: La juventud ya no es lo que era…

FLAUTISTA: A veces me pregunto si, de tanto soplar la flauta, se me ha ido la fuerza por los agujeros…

ZAPATERO: Hay mucho desagradecido…

 

(Cambiando el semblante de la cara, sonriente:)

¿Dices que podrías ayudarme…?

 

FLAUTISTA: Naturalmente…

 

(Sacando un zapato de cristal de una bolsa:)

¿Qué te parece…?

 

ZAPATERO: ¡Qué maravilla…! Pero… Pero si es de cristal…

 

(Lo coge con exquisito cuidado. Mientras lo examina:)

¡Estoy hasta las narices de oler a zapato sudado, a queso con cuero y piel…! De buena gana me plantaba y dejaba de limar suelas, de pegar tacones, de lijar tapas, de clavar puntillas… Dejaba de… ¡remendar! Pero no me es posible…

 

FLAUTISTA: ¡Comprendo…! Tu responsabilidad al frente de esta acreditada casa…

ZAPATERO: ¡Nada de eso…! ¡No puedo conciliar el sueño por el maldito estrés! Desde que me ronda la duda de si pasaré o no a la historia como un zapatero excepcional…

FLAUTISTA: Con este zapato de cristal tienes la gran oportunidad de dar un puñetazo sobre la mesa y abrir la puerta grande del Catálogo Histórico de los Insignes Zapateros Remendones.

ZAPATERO: Cuenta, cuenta…

FLAUTISTA: Éste es el zapato de Cenicienta, la criatura angelical que guarda la llave que nos permitirá poner al lobo en donde le corresponde.

ZAPATERO: ¿Vamos de cacería…?

FLAUTISTA: Más o menos…

ZAPATERO: Creo que te equivocas de cuento. Me estás retratando a Caperucita Roja.

FLAUTISTA: Espera y verás, que la Historia –con mayúscula– está a punto de darte la bienvenida…

 

(El FLAUTISTA hace sonar una bella melodía. El ZAPATERO, que ha recobrado la ilusión, aguarda expectante. Aquél, extrañado de que nadie acuda, insiste con la melodía. Por la callejuela aparece el LOBO.)

Mucho has tardado. ¿Es que no has oído la contraseña flautera…?

 

LOBO: Estaba ocupado. Me has cogido afilándome los colmillos.

 

(…Y los enseña. El ZAPATERO se asusta y, levantando una ceja al cielo de su espléndida y generosa frente, retrocede un paso.)

 

FLAUTISTA: Sé que no te va a gustar lo que vas a escuchar, pero es mi obligación decirte que si quieres integrarte en la ciudad, tendrás que entregar tu dentadura. ¡…Y sin condiciones!

LOBO: ¡De eso, nada! Yo no puedo renunciar a lo que es inherente a mí. Yo soy yo. …Y punto. ¿Dónde se ha visto un lobo sin dentadura…? ¡Vamos, hombre…!

FLAUTISTA: …Y eso no es todo. Tendrás que pedir perdón por todas las víctimas que has ocasionado durante tu existencia.

LOBO: Pues yo siento tener que decírtelo, pero no puedo negarme a mí mismo.

FLAUTISTA: Pues ya me dirás cómo convenzo de tus bondades al personal…

LOBO: ¿…Y si, ahora que estamos de carnaval, me disfrazo con piel de oveja…?

FLAUTISTA: ¡Muy bueno…! ¡Sí, señor…! ¡Muy bueno…! ¡Que gran imaginación…! Pero… ¡ojo! ¡Nada de enseñar los dientes a nadie! ¡Ni se te ocurra amenazar o atacar a alguien! ¿Ha quedado claro…?

LOBO: Mientras cumplas lo pactado…

 

(El LOBO saca de una bolsa la piel de oveja y se cubre con ella. El FLAUTISTA le entrega el zapato de cristal.)

 

FLAUTISTA: Pruébate este hermoso zapato de cristal en tus delicados pies, lobo converso….

LOBO: ¿El derecho o el izquierdo…?

 

(El ZAPATERO, que no puede evitar la intromisión, contesta de inmediato:)

 

ZAPATERO: ¡El izquierdo! ¡El izquierdo!

 

(En efecto, el LOBO trata de meter el pie izquierdo en el zapato de cristal; ante la dificultad que entraña el asunto, recibe la ayuda del FLAUTISTA y del ZAPATERO. Nada. El LOBO lo intenta de nuevo. Idéntico resultado. Debido al desmesurado esfuerzo, se le escapan dos lágrimas. Aparece un GENDARME, que presencia la escena y opta por intervenir:)

 

GENDARME: ¡Qué barbaridad…! ¡Qué pie más enorme…! ¡En la vida vi cosa igual…! No se obstine en querer meterlo en ese zapatito de cristal tan coqueto y tan mono, ¡Oh, lobo feroz…! Sólo conseguirá hacerlo añicos…

FLAUTISTA: ¿He oído bien…? ¿Ha dicho usted lobo feroz…? Me parece una aseveración un tanto tendenciosa.

ZAPATERO: ¿Qué pruebas tiene para afirmar con tanta rotundidad que esta criaturita es un lobo…?

FLAUTISTA: ¿…Y además feroz?

ZAPATERO: Salta a la vista que es una inofensiva ovejita.

GENDARME: ¿Una inofensiva ovejita…?

FLAUTISTA: ¡Qué tufo más rancio…! ¿¡No se habrá dejado influenciar por esa antipatriota que es la abuelita de Caperucita Roja…!?

 

(El GENDARME, sonriendo irónicamente, emprende la marcha. Se cruza con el SUPERMAGISTRADO. Antes de desaparecer aún le da tiempo a oír al ZAPATERO:)

 

ZAPATERO.–¡Una inofensiva ovejita! Seguro que lo confirma de inmediato el súpermagistrado. ¡Si lo sabré yo…!

 

(El SÚPERMAGISTRADO se suma al grupo y se apresura a sentenciar:)

 

SÚPERMAGISTRADO: ¡Qué bien le sienta ese zapato al lobo! ¡Digo… a la ovejita! ¡Ni hecho a medida…!

 

(Al LOBO:)

¿Cómo se llama…?

 

LOBO: ¡Beeee…! Soy la ovejita Lucera.

SÚPERMAGISTRADO: ¡Qué bonito nombre…!

LOBO: Si me llama, le contesto…

SÚPERMAGISTRADO: ¡No me diga…!

LOBO: Haga la prueba y verá…

SÚPERMAGISTRADO: ¡Lucera…!

LOBO: ¡Beeee…!

SÚPERMAGISTRADO: ¡La leche…!

 

(Al FLAUTISTA:)

¿Mi próximo servicio…?

 

FLAUTISTA: Miembro del Jurado del Festival de Eurovisión.

 

(El FLAUTISTA toca la flauta. Feliz, el SÚPERMAGISTRADO abandona con rapidez la escena, seguramente a cumplir con su próximo cometido. El LOBO sonríe y se esfuma sin hacer el más mínimo ruido; de hecho, nadie se da cuenta de su mutis. Aparece, brincando, CAPERUCITA ROJA.)

 

ZAPATERO:¿Se puede saber qué hace Caperucita Roja en esta historia…?

CAPERUCITA ROJA: Estamos de carnaval… Todo el mundo va disfrazado: el flamen-co, la cigüeña, el faisán…

 

(Fastidiada por tener que dar explicaciones;)

He quedado citada con el lobo. ¿No lo habéis visto…?

 

ZAPATERO: ¿Qué tienes tú que ver con el lobo…?

CAPERUCITA ROJA: ¡Vaya una pregunta…! ¡Que soy Caperucita Roja…! Verás: aprovechando que Joseba y yo tenemos pasamontañas para disfrazarnos, hemos pedido que nos acepten en la fiesta de disfraces que ha organizado, según unos, el lobo feroz, y, según otros, la ovejita Lucera. Como parece ser que la fiesta va para largo, nos han dicho que no nos deshagamos del pasamontañas, por si más adelante hace falta. No sé yo para qué, pero tampoco me he preocupado mucho: digo yo que no será para nada malo porque el gobierno, que vela por todos nosotros, está con el lobo –bueno, con la ovejita Lucera– como Mateo con la guitarra…

ZAPATERO: ¡Claro, claro…!

FLAUTISTA: Ya no hay lobo en la ciudad; sólo ovejas. …Y tan dóciles como Lucera.

 

(CAPERUCITA ROJA, rezumando candor e ingenuidad a raudales, sonríe. El ZAPATERO y el FLAUTISTA se miran sin saber si quedarse o salir corriendo. Suena el móvil del FLAUTISTA, que hace silenciar al instante. Oscuro lento. El móvil no deja de sonar. Oscuro total. Cae el telón.)

 

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JOSÉ MORENO ARENAS

Nació en Albolote, Granada, España (1954). Dramaturgo. Inicia su actividad teatral durante su etapa de estudiante en 1987, con la obra ¿…Y si nos dicen que nos vayamos, vamos todos y nos vamos? y puesta en escena a cargo del grupo Alcalaíno El Olivo, en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias, importante escaparate entonces de las artes escénicas en Granada. Después, siguen años decisivos en la creación de textos dramáticos, sobresaliendo: El atraco, El currículum, La tentación, El safari, El aparcamiento, Las máquinas, La playa, El camarero, entre otras obras que distintas compañías se encargan de agrupar para el montaje de diversos espectáculos, tales como Dos historias del 2000 (K’imán Teatro, Albolote, 2000), Desacuer2 (La Lámpara Maravillosa, Madrid, 2001), Assalto à vista desarmada (Teatro Mínimo, Lisboa, Portugal, 2003), Cuerdos de atar (Cía. Ángel Luis Yusta – Tania Ballester, Granada, 2006, con más de cien funciones en gira por España), A vítima (Teatro Mínimo, Lisboa, Portugal, 2008), The perfect human (Teatre’ves Teatro, Granada, 2008, con gira por Estados Unidos), Urgencias (Teatre’ves Teatro y Nada Teatro, Madrid, 2010), Esto es lo que hay (Teatre’ves Teatro, Granada, 2011), Gestos (Karma Teatro, Nauplia, Grecia, 2014). Su facilidad para construir minipiezas no lo hace descuidar la creación de obras de duración convencional, entre las que se encuentran: Te puedes quedar con el cambio, muñeca (Cáncamo Teatro, Granada, 2011) y Te vas a ver negro (Karma Teatro, Madrid, 2013). De sus más de veinte libros publicados, destacan Escenas antropofágicas (Fundación Francisco Carvajal, Albolote, 1998), Teatro difícil… de digerir (Diputación Provincial, Jaén, 1998), Teatro indigesto (Fundamentos, Madrid, 2000), 13 Minipiezas (Art Teatral, Valencia, 2001), Teatro mínimo (Pulgas dramáticas) (Dauro, Granada, 2003), Crime sem castigo, Sr. Dostoievski (Edições Tema & Teatro Mínimo, Lisboa, 2003), A mil à hora (Edições Fluviais, Lisboa, 2004), Trilogías indigestas [I] (Alhulia-La Avispa, Salobreña/Madrid, 2004), Monólogos (Alhulia, Salobreña, 2005), Trilogías indigestas [II] (Alhulia-La Avispa, Salobreña/Madrid, 2006), Trilogies indigestes (I) (Carena, Barcelona, 2007), Te puedes quedar con el cambio, muñeca (Estreno, Austin College, Sherman, Texas, U.S.A., 2008), Diálogos (Alhulia, Salobreña, 2009), El indio / Al hindi (Edición español/árabe, Instituto Español Juan Ramón Jiménez, Casablanca, Marruecos, 2009), El indio / L’indien (Edición español/francés, Instituto Español Juan Ramón Jiménez, Casablanca, Marruecos, 2009), Dramatic Snippets / Pulgas dramáticas (Edición inglés/español, Ediciones de Gestos, Irvine, California, U.S.A., 2010), Trilogías indigestas [III] (Alhulia-La Avispa, Salobreña/Madrid, 2010). Avalado por diversos premios, entre los que se encuentran el Álvarez Quintero (La mano, 1984), el Andaluz de Teatro Breve (reconocimiento a toda su obra, 2000) y Andalucía de la Crítica (Dramatic Snippets, 2011), su teatro indigesto –llamado así por la dificultad en ser aceptado por una mentalidad cultivada y acorde con lo tradicional y convencional– es estudiado en universidades de medio mundo (numerosas tesis, tesinas y un sinfín de trabajos de investigación así lo testimonian) y es debatido en jornadas, congresos y seminarios del otro medio, conociendo sus personajes varios idiomas: portugués, italiano, catalán, inglés, francés, ruso, árabe y chino. Es miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada y de la Academia de las Artes Escénicas, su pueblo natal lo ha distinguido con la institución del Certamen de Teatro “Dramaturgo José Moreno Arenas” y con la convocatoria anual de un Seminario de Estudios Teatrales para la investigación y difusión de su dramaturgia. Dirige la sección teatral de Alhucema. Revista Internacional de Teatro y Literatura, en la que se publican piezas del mejor teatro breve de los más diversos autores del panorama escénico actual.

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