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CARLOS X. ARDAVÍN
Nació en Nueva York, EE.UU. (1967). Poeta, escritor y profesor universitario de ascendencia cubano-española. Tiene una licenciatura en lengua y literatura española por la Universidad Internacional de la Florida en Miami; obtuvo una maestría y el doctorado en literaturas hispánicas en la Universidad de Massachusetts-Amherst. Ha sido profesor en Amherst College, la Universidad de Miami y el Miami Dade Community College. En la actualidad es profesor de lengua, cultura y literatura españolas contemporáneas en Trinity University (San Antonio, Texas). Ha publicado los libros: Aprendiz de Poeta (Editora Imago Mundi, 2001) poemario; Anatomía de un poeta (Búho, 2005) poemario; Poetas asturianos para el siglo XXI (Ediciones Trea, 2009) antología poética; Glosas del Escribano (Lulu.com, 2011) prosa y poesía; Cuaderno de los adioses (CreateSpace Independent Publishing, 2012) artículos y ensayos; El gallo y la veleta (Kindle Unlimited, 2017) libro de ensayos co-editado con Antonio Fernández Spencer; Pasajero de la literatura (1944-2000) Biblioteca de las letras dominicanas (Independently Published, 2020) ensayos filosóficos de Antonio Fernández Spencer y editado por Carlos X. Ardavín Trabanco; La isla subjetiva: (Obra dominicana) (Independently Published, 2020) textos de crítica literaria; Observaciones y evocaciones de un letraherido (Independently Published, 2021) prosa reunida, entre otros. También ha publicado ensayos críticos, reseñas literarias, cuentos y poemas en revistas y periódicos de Argentina, España, Estados Unidos de América, México y República Dominicana. Es columnista de El Listín Diario (República Dominicana) y colaborador del semanario de literatura, artes y ciencias del Periódico La Verdad (Murcia, España).
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RECUERDO la dulce brevedad de su boca
y la diminuta luz de su mirada
Acariciaba levemente su pelo
tras el cristal amanecido de la tarde.
Sí, recuerdo su pecho de estrellas
y sus manos de inmóviles caricias.
La ciudad despertaba en su sonrisa,
en el fugaz esplendor de su cuerpo desnudo,
en la límpida ternura de su beso primerizo.
Buenos días, bienamado.
Buenos días, alma mía.
¿Recuerdas?
Tal vez hayas olvidado estas pequeñas cosas,
fugaces e imprecisas
Tal vez estos versos, si algún día los leyeses,
te traerán a la memoria
el vago rumor de un adiós infinito.
VOCES que se duermen en mi alma
Infinitas voces
que acarician mi desvelo
En la tibia penumbra del silencio
siento el rumor de tu cuerpo silvestre,
el leve discurso de tus labios sedientos.
VELOZ corre el tiempo y la vida,
veloces se me escaparon tus besos
Mis manos se quedaron vacías,
mis labios se quedaron desiertos.
El viento enamorado de tu boca
apenas toca mis olvidos
Recuerdo que la ausencia de tus ojos
se hizo luz y cristal al ver los míos.
La noche se hace larga y perezosa
y el sueño de tu carne me obsesiona
Mis manos repletas de silencio
te buscan deseosas, delirantes
La luna se ha dormido ya en tu pecho
y el sol se esconde como antes.
El río de tu amor quiebra mis venas,
consume los silencios ya distantes
Y a punto de morir la primavera,
te recuerdo más hermosa y más radiante.
ESCRIBÍAS versos de amor en las esquinas,
bajo la dulce luz de los faroles
En la Plaza Mayor besabas golondrinas,
mientras el viento cantaba en sus rincones
La ciudad dormía en su estructura,
invisibles tus huellas cobijaba
Dijiste amor y pronuncié su nombre,
su nombre cierto, desnudo como el aire.
SÉ que la ceniza duerme en unos ojos vacíos,
en un árbol silente, de sombras que se deshacen
en el sopor de la tarde.
Amarillean los pájaros nocturnos
y el polvo es una caricia suave.,
dulce como las alas de mariposas insomnes.
Difusa luz, tristeza que muerde las entrañas,
carne de hermosas líneas que perderá su fulgor
en la oquedad desnuda de la tierra.
De ti soló quedarán algunas sílabas,
pronunciadas al azar
por una voz que desconoces.
Vislumbras el término de la mano,
la cenicienta forma del círculo,
la sombra imprecisa de ti mismo.
MORIBUNDO permanece mi corazón inútil,
triste de quererte, sin alivio
Desnudas mis llagas duelen tanto,
cual saeta envenenada tus olvidos
Vendrá la noche sin luna,
sin consuelo
Sombras habitarán mis ojos muertos
Seré ceniza, piedra o rama
en la seca tierra de tus besos.