BAQUIANA – Año XXIII / Nº 123 – 124 / Julio – Diciembre 2022 (Cuento I)

EL INTERLUDIO DEL PEREGRINAJE

 

por

 

Martha García

 


–Estoy desocupada –expresó Emerenciana, mientras meditaba sobre su vida dentro de la alcoba de la torre de construcción sórdida y maciza en que se encontraba sumergida desde temprana edad. No obstante, nadie la escuchaba porque no había nadie que la acogiera en el aposento ubicado en medio de los majestuosos jardines laberínticos de su entorno inmediato, los cuales sobresalían con deslumbrantes panoramas ecléticos y adornados con objetos provenientes de todas las partes de los confines de la tierra.

–Tengo una idea brillante que me sacará de este aburrimiento –pensó Emerenciana. –Me uniré a un grupo de peregrinación que me conduzca hacia el altar de algún santuario recatado y así procuraré entablar conversaciones con gente de lugares exóticos que llenarán las horas y minutos vacíos de mi sedentaria existencia. Una vez concluidos los preparativos del viaje, Emerenciana se consagró a este menester y emprendió su camino hacia el templo que determinaría el destino de su travesía. Llega el gran día de la partida y decide anotar en su diario el recuento que cuente, es decir que sume y añada, cada momento, cada instante, cada encuentro que cuenta en la actividad cotidiana del recorrido que la aguardaba.

Día uno. –Mucho gusto en conocerle, me llamo Emerenciana, y usted ¿cómo se llama?– –Igualmente –respondió su interlocutor. –Me llamo Milo. –¿Por qué se ha unido a este peregrinaje? –preguntó curiosa Emerenciana. –Porque lo necesito entre batalla y batalla –respondió Milo. El breve intercambio de palabras se interrumpió al llegar al albergue donde el grupo pasaría la noche. Milo se despide de la dama con el respeto esperado del hombre dedicado al servicio de la milicia. Por alguna razón este encuentro rememoraba en Emerenciana las lecturas sobre las novelas de caballería a las que estaba tan acostumbrada desde su infancia. A diferencia de la torre que había sido su única morada hasta ese entonces, la modesta recámara de la posada en la que los viajeros descansarían mostraba el uso y desuso que se palpaba en el pasar del tiempo. –Aquí el tiempo sí que pasa –reflexionó Emerenciana.

Senda y piedras

época nostálgica

vida terrenal.

Día dos. –Perdone señor –inquiere Emerenciana. –¿Me podría indicar el mejor camino hacia el santuario al que todos desean llegar? Aldous señaló hacia el norte, luego hacia el sur, pasando por el este, y llegando al oeste sin moverse ni por un instante del centro donde se encontraba situado. –Lo siento –se disculpó Emerenciana, –no entiendo todavía hacia dónde debo dirigirme. –Exactamente –expresa Aldous. –Yo no puedo decirle hacia dónde debe encaminarse, usted misma encontrará la respuesta a su pregunta al detenerse, observar, y elegir hacia qué punto cardinal se encuentra el santuario al cual usted desea arribar. En ese momento la memoria la condujo a las interminables lecturas de aventuras quijotescas que llenaban sus horas en el refugio inigualable de la habitable cúspide que había dejado atrás. Emerenciana agradeció el mensaje recibido y después de una larga pausa disfrutando del paisaje forestal y el verdor del follaje de los árboles adyacentes supo con certeza hacia dónde debía dirigirse y sin reservas ni vacilaciones.

Molinos…viento

de antes y ahora

hado abierto.

Día tres. –¡Qué dama tan dulce y elocuente me he encontrado este día en el camino al santuario! –dice Emerenciana. Se sorprendió, no obstante, del atuendo desgastado por la usanza que portaba su acompañante de camino con mucha dignidad y cierta resignación estoica. –¿De dónde es usted? –pregunta Emerenciana. –No lo sé, –respondió la joven llamada Agnes, –no soy de ninguna parte en particular y pertenezco, pienso, a un mundo imaginario de quimeras y ensueños. –Y usted ¿de dónde es? –preguntó Agnes. –No soy del lugar de donde usted proviene, –respondió Emerenciana. –Derivo de una torre localizada a la orilla del mar desde donde se divisa el mundo señero de ese universo imaginario del cual usted habla. El semblante de la joven transeúnte, no obstante, evocaba en Emerenciana las largas horas de lecturas de obras místicas en las que se anhelaba a toda costa acercarse a ese lugar desconocido y alcanzable solamente en la soledad del camino. Ambas se abrazaron y continuaron cada una su propia vía.

Son peatonales

veredas auténticas

en las vertientes.

Día cuatro. Trea caminaba con fuerza e intensidad cargando en su espalda un pesado bulto mientras se acercaba en el camino a Emerenciana quien, motivada por la curiosidad, deseaba saber de dónde procedía la vitalidad de la peregrina. –¿Cómo logra mantener un ritmo tan rápido sin fatigarse o cansarse? –Es fácil –contestó Trea. –Solamente tengo que pensar en el destino que nos espera y que me motiva a llegar a mi santuario sin demoras ni retrasos. –¿Me permite que le ayude con el peso de su equipaje para que pueda descansar un poco? Falta todavía un largo camino que recorrer–sugirió Emerenciana. –No hay necesidad –respondió Trea. –El bagaje es parte de la travesía en nuestro viaje y nos fortalece en el andar. Emerenciana pensó en ese momento en sus innumerables lecturas de prosa y poesía y se dio cuenta que su carga, después de todo, era bastante liviana.

Lo idílico

destino añorado

lugar sagrado.

Día cinco. Había amanecido y le parecía a Emerenciana que la alborada se había asomado más temprano que de costumbre o sería, quizás, que no había dormido bien esa noche. Divisó en ese preciso instante durante el trayecto hacia su santuario a Aldis, un hombre de casta antigua, porte elegante, y con cuidada indumentaria que revelaba la moda de antaño. Emerenciana no se atrevía a entablar conversación con el desconocido a pesar de que Aldis emanaba bondad y donaire con su suave sonrisa y sosegado talante. Emerenciana reconoció en Aldis la presencia del pasado al cual ella no pertenecía y del cual sabía al respecto única y exclusivamente a través de lecturas ajenas a su tiempo y lugar. Se sintió conmovida del abismo entre ambos puesto que, aunque ella no formaba parte aún de un futuro distante, no podía tampoco comprender el pasado del vecino peregrino. En el despertar de una hermosa mañana, con el crespúsculo radiante que se vislumbraba en el horizonte, ambos caminantes reconocieron que ninguno de ellos se encontraba equipado para ser capaz de coincidir en el interludio del presente.

Aquí…ahora

ayer, hoy, y mañana

no es demora.

Día seis. Escribe Emerenciana en su diario: –Hace mucho calor y con este ajuar y gemas preciosas que he recibido de obsequio de viajeros de tierras lejanas me cuesta mantener el paso ágil y firme al final de mi peregrinaje. Quisiera detenerme en esta posada a descansar un poco, pero el grupo de viajeros insiste en que debo continuar el sendero trasado para el día de hoy. Esta escena de la cual ella formaba parte integral le recordó, sin duda alguna, las lecturas inacabables sobre las historias de los viajes efectuados en las inagotables jornadas de la romería.

Roma…Santiago

destino añorado

peregrinación.

Día siete. Estaba acercándose al santuario cuando Emerenciana sintió la presencia patente de alguien que caminaba sigilosamente a su lado. Se trataba de Aurora, la dama que escribía y leía…que leía y escribía…y que escribía y leía. Emerenciana la había visto algunas veces antes en el recorrido del peregrinaje cuando ambas se detenían a leer lo escrito y a escribir lo que todavía faltaba por escribir. Se alegraron de estar juntas transitando y prosiguiendo con firmeza y aplomo hacia el destino previsto. Emerenciana no pudo evitar pensar en sus incontables lecturas sobre mujeres precursoras que habían trazado –anteriormente y desde siempre– el camino innato que les precedía a ambas. De este momento en adelante ninguna de ellas se sintió sola otra vez. Habían llegado a su santuario.

Torre de dicha

la vocación innata

solaz santuario.

De regreso en la torre, Emerenciana retomó su pluma y papel y se dio cuenta que nunca había salido de su cúpula. Había estado simplemente ocupada leyendo y escribiendo… escribiendo y leyendo, con lo cual su experiencia de vida, de alguna forma inexplicable, le proporcionaba la plena satisfacción que solamente el interludio de su camino inédito le podía ofrecer dentro o fuera de su propio santuario. Emerenciana, a partir de ese día, nunca más sintió que se encontraba desocupada.

________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

MARTHA GARCÍA

Nació en La Habana, Cuba (1965). Conferencista, ensayista y profesora. Ha residido desde temprana edad en España y Honduras, así como en los Estados Unidos desde 1989. Realizó estudios superiores en Ciencias y Letras. Se graduó con una Licenciatura en Español en 1997 y obtuvo su Maestría en Literatura Española con especialidad en Literatura Medieval en la Universidad Central de la Florida en Orlando, EE.UU. (2000). Posteriormente, se doctoró en Literatura Hispánica del Siglo de Oro de la temprana edad moderna en la Universidad de Vanderbilt en Nashville, Tennessee, EE.UU. (2005). En la actualidad es catedrática de la Universidad Central de la Florida, donde desempeña su función docente desde el año 2005. Su trabajo de investigación se concentra en la literatura y cultura del medioevo, de la temprana edad moderna y del período de la Ilustración en España; el diálogo dentro del texto; los aspectos teológicos de la narrativa y del teatro; la aplicación interdisciplinaria de la investigación; y la teoría literaria aplicada. Es autora de una trilogía de libros académicos publicados en España. Es editora de la versión escolástica de una de las obras maestras del teatro del Siglo de Oro y coeditora de una obra ensayística colectiva, ambas obras publicadas en los Estados Unidos. Entre sus numerosas publicaciones se encuentran libros académicos, ensayos y artículos, capítulos de libros, reseñas, entrevistas y entradas de enciclopedia. Ha presentado su trabajo académico a nivel regional, nacional e internacional. Ha recibido premios y reconocimientos de docencia e investigación. Es miembro activo del Consejo de Redacción de la Revista Literaria Baquiana.

_________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________