BAQUIANA – Año XXIII / Nº 121 – 122 / Enero – Junio 2022 (TEATRO)

EL ÚLTIMO ROMÁNTICO 

(Monólogo para un actor melancólico)

 

por

 

Nitsy Grau


 

PERSONAJE

Catalino

 

Catalino, el último romántico, hombrecillo acartonado con flor en mano, traje viejo y sombrero desencajado. Le gusta lo antiguo, lo que está fuera de moda, le gusta regalar flores, andar a caballo, bailar y decir poemas. Medio mendigo, medio mago, medio Quijote, a veces habla disparates, otras también, depende de quien lo es­cuche. Anda buscando el amor y no lo encuentra, nadie quiere complicarse con un personaje de esta categoría.

CATALINO. (Mientras reparte unas bolsitas pequeñas de sal.) Les advierto que todo esto puede ser muy empalagoso, así que es preferible que ingieran bocados de sal mientras me escuchan, también puede funcionar la limonada o cualquier otro ácido para compensar la sobredosis de azúcar en la sangre y en el corazón, porque quien está frente a ustedes aquí, es nada más y nada menos que Catalino, el último romántico, un hombre enamorado de la vida en perfecto estado de esca­sez de amor. Añado con orgullo que mi nombre, Catalino, viene del griego katharós y significa puro, inmaculado. “El cursi” me dicen y lo soy. Soy cursi y ando buscando el amor.

Entra música: «Balada para un loco».

CATALINO. Voy contra la corriente. No me gustan las personas frías. Miro la lluvia en mi ventana. Amo a una mujer, o a varias, depende de has­ta donde se me suban las matemáticas. Regalo poemas y brindo con champagne.

Baila tango.

    Sé bailar, un tango, un son, sé bailar sin música también, porque la música va por dentro, y cuando digo por dentro lo digo LI­TERAL, porque la llevo dentro del saco…

Saca de su traje una pequeña grabadora pequeña y la muestra.

    Pero la verdad más verdadera es que este romántico no encuentra a nadie que lo ame. El problema soy yo, no eres tú, yo soy el que no encaja, yo no tengo WhatsApp ni Facebook, ni Instagram, y no puedo tenerlos porque no los comprendo. Un día, por ejemplo, mira lo que me pasa… y te digo que tú estás bien, estás perfecta. Soy yo el que tengo el problema de desencaja­dez crónica. Mis padres eran viejos y yo nací viejo. Mira tú lo que me pasa: el único puesto fijo que he logrado tener en mi larga vida laboral ha sido en una discoteca, haciendo el trabajo sucio, LITERAL, porque limpiaba los baños, pero esto no quitaba que de vez en cuando me lavara las manos y saliera a la pista de baile a hacer de las mías. Se me da bien el baile, tengo que admitirlo. Pues la noche de nuestra historia había una mú­sica un poco acelerada, pero no importaba. La canción decía así como: «te amaré y feliz seré, aunque tenga que compartirla con otros tres».

Prende la grabadora y se escucha «Felices los cua­tro». Catalino baila como si fuera un son.

CATALINO. Bueno, algo así más o menos. La cues­tión es que andaba inspirado y la inspiración me llevó a escribirle en una servilleta a una dama que por ahí pasaba.

Se pone desinfectante en las manos, saca un lápiz de la manga y escribe en una servilleta.

    Hermosa dama: Si algún día quiere salir conmigo a un paseo nocturno, llámeme. Y mi número.

Se la entrega a una dama del público.

     La dama me miró, sonrió y me man­dó un mensaje de texto, porque había olvidado contarles que yo tengo teléfono, en eso sí he avanzado, miren.

Saca un teléfono celular antiguo de los grandotes, o algún artefacto que se parezca.

     Entonces la dama me mandó un men­saje de texto con una carita amarilla y yo dije: ¿está enferma la señorita? ¿tiene hepatitis? Porque la hepatitis es la enfermedad del amor, ¿no lo sabían? Cupido tuvo una hepatitis en el si­glo XIX por practicar anilingus. Desde Entonces quedó débil y se le oxidaron las flechas. Pero va­mos al amor que es lo importante. Le hice una señal a la dama con mi pañuelo. (Saca un pañue­lo.) Y se acercó, se acercó la dama y me besó. En la mejilla, en la frente y me miró. Casi muero de humedad, y lo digo LITERAL, porque del sus­to metí el pie en un charco de cerveza y estuve con ese pie mojado toda la noche. Pero mojado y todo la besé y la dama, oh, sacó un chicle y se lo llevó a su boca. Y ruidosamente… masticó.

Se detiene la música. Sonido de masticar exagerado.

CATALINO. ¡Guácale! (Hace una expresión de asco.) Un chicle… qué falta de sentido común, qué ma­nera de echar a perder todo. Perdóname, pero no puedo, en ese momento se vino abajo el mundo, hasta la música de la felicidad cuadripartita paró. La vi otra vez, masticando aquel chicle… ¡Oh, Venus, qué maldición! Cómo puede un chicle ser un desactivador de esa categoría… qué tan pálido me pondría que huyó, la dama huyó y yo, arre­pentido, corrí a la calle con mi paraguas abierto aunque no llovía, pero se veía mejor. Dama del chicle, le dije, es mi culpa. Yo soy el que no que­po, yo le pido perdón. La dama me dijo unas co­sas que nombrar no puedo y se alejó. Nunca más la vi, pero le dediqué un poema.

Siento que no te despegas

de mi historia de escarmientos

Siento que sigues rondando

Masticando mis momentos.

La tristeza no me deja

que tu imagen se recicle

tu recuerdo me atormenta

hermosa dama del chicle.

Se sienta y come sal con elegancia.

    Y les digo, queridos transeúntes, que no se detengan a mirarme, que si alguien sobra aquí, soy yo. Nunca nadie ha tenido ante ustedes tan fatal consciencia. Conozco a la soledad y sé que aunque no quiera, de ella me corresponde una buena sobredosis. Y hablando de sobredosis, el otro día, una sobredosis de mujer, una mulaa­attaaaaaaa, de unos 20 años, de esas que tienen la piel tan apretada y los pantalones de la misma manera, que si la pinchas, se desangra. ¡Uy, qué mulata! Me incendié mirándola, LITERAL… Me quemé con el cigarrillo, se me hizo un hueco el pantalón que luego tuve que coser, pero no im­porta, eso no es lo que importa, lo que importa es el amor y a eso vamos. La mulata no es que me haya visto, y eso sí lo reconozco, tuve que mos­trarme. Usé mi caballo para estos fines y me apa­recí en la puerta de su casa en HOMESTEAD. Qué maravilla de imagen que yo tenía. La mulata no se pudo resistir y se fue conmigo: «…y me la llevé al río creyendo que era mozuela, pero tenía su marido». LITERAL. Llegó el mulatón a los diez minutos y me persiguió con un machete. La mulata le decía que yo era inofensivo, que como la iba a celar de un hombrecillo de sombrero ri­dículo que andaba a caballo en este siglo, ¿que no veía mi facha? Dijo que yo no era nada, que no era macho, que no era hombre, que no tenía ni la mínima dignidad que era como un payasín… y pum pam pim… mientras más me defendía, más me ofendía la mulata. Y claro, me fui. Me fui con el rabo entre las piernas, LITERAL, porque al cerrarme la portañuela me quedé enganchado de mi órgano sexual masculino trabado con la cre­mallera y ya no pude subirme bien al caballo. Me fui de capa caída, pero le compuse un poema.

Mulata de corazón

y pantalón apretado

mulata tengo la sangre

y el hígado masacrado

Mulata que por mil nombres

tu boca me ha acribillado

mulata, yo te perdono

yo con mi orgullo batallo

y deseo que el mulato

te haga el amor a caballo.

Come un poco de sal.

CATALINO. Pero no, el problema no es la mulata ni la dama del chicle, el problema soy yo y créa­me, hermosa señora, que lo tengo clarísimo. El problema soy yo que no encuentro el amor de mi vida. Yo compuse este poema, dígame usted si no es hermoso…

Todo lo tengo inundado

el patio y el corazón

el patio por el ciclón

y el corazón por la espera

del amor que considera

puede estar en tu regazo

deja que con un abrazo

te penetre a mi manera.

CATALINO. Ese poema que no tenía destino defi­nido, se lo regalé a una doncella, pero me dijo que estaba en sus días de período, lo cual al principio no entendí. La salvaba que era una secretaria hermosa. No mía, porque los pobres no tenemos secretarias. Era la secretaria de una dama que en su momento fue la secretaria de otra dama que en su momento fue la secreta­ria de mi abuelo. Mi abuelo era negociante y no tenía nada que ver con la poesía, pero sí con los sueños. Andaba metido de cama en cama, de secretaria en secretaria. Y de cama en cama LITERAL, porque mi abuelo era dueño de una fábrica de colchones. Pero vamos al amor que es lo más importante. La secretaria de la secretaria, de la secretaria de mi abuelo era bilingüe y tenía una boca desbordante, extrema, una boca homi­cida que levantaba el paladar y el entusiasmo de cualquier poeta. Me enamoré de la secreta­ria y como tenía la genética de las secretarias de mi abuelo, me esperancé… tuve una ilusión, un sueño húmedo en el colchón viejo y lleno de ácaros que quedó del negocio quebrado de mi abuelo. La secretaria de las secretarias inspi­ró en mí los más rebuscados poemas. Rebusqué y encontré uno de Benedetti que termina así:

«Porque gracias a vos he descubierto,

(dirás que ya era hora y con razón),

que el amor es una bahía linda y generosa,

que se ilumina y se oscurece,

según venga la vida,

una bahía donde los barcos llegan y se van,

llegan con pájaros y augurios,

y se van con sirenas y nubarrones.

Una bahía linda y generosa,

donde los barcos llegan y se van.

Pero vos,

por favor,

no te vayas».

Se lo recité también, pero ella tenía el período, y de una manera muy sutil con su boca roja llena de sensualidad me dijo: «Papi no estoy pa eso. Es­toy con el período». Cuál sería mi cara que tuvo que aclarar. «Mijo, con la menstruación, con la regla, con la roja». Y sonó tan tan musical… tan tan romántico… tan tan loca de amor por mí, que me monté en mi caballo y salí a galopar esa tarde… y galopé, y sudé de amor… y sudé por los cuatro costados, y me hinché… LITERAL, me hinché la rodilla y la nalga de tanto rato estar sobre el caballo. Investigué con un vie­jo amigo de mi padre y me dijo que el período duraba 5 días y 500 noches, como la canción de Joaquín Sabina que creo que usa una matemática parecida. Esperé pacientemente que se acabara el período y regresé, vestido de azul, con sombrero y bastón como en los viejos tiempos y lo del bas­tón… LITERAL, porque aún no se me bajaba la inflamación, a pesar de que estábamos ya en otro “período”. Pues llegué y le canté, le canté con el pecho inflamado de la lluvia y el corazón galopando de emoción y de la inercia del caba­llo. Le canté y llegaron todos, los transeúntes, los de las oficinas, las secretarias de las secre­tarias y hasta el fantasma de mi abuelo volando en un colchón. Llegaron todos y aplaudieron y sentí por un momento que había logrado mi ob­jetivo. Duró segundos, pero debo reconocer que en ese momento fui el ser más feliz del universo, sentí como las alas inmensas del amor me abra­zaban y cómo los sonidos pararon. Cerré los ojos y desperté como si me hubieran echado un jarro de agua fría. LITERAL. Me lo tiró ella, la de boca roja, bilingüe y sabrosa que ahora me mandaba a la punta de un cuerno no sé en qué idioma, porque yo no escuchaba, solo veía su gran bocaza moverse cada vez más roja y más grande, sin período. Yo salí huyendo porque el fantasma de mi abuelo me botó de su oficina, de sus colchones y sus secretarias, y me mandó a sacar con dos guardias que aún no sé si viajaron en el tiempo o eran de esta época. Me monté en el tren y me fui embriagado con el ruido y el humo de la locomotora que olía algo así como a despecho. Pero le hice un poema a mi secretaria.

Niña de la boca roja

secretaria de colchones

respeto tu tierno sueño

de sangre con algodones

Niña de la boca roja

que me mantuvo en la raya

esperaré dulcemente

que tu período se vaya.

Come un poco de sal.

CATALINO. Esto de comer sal lo aprendí de la niña Ela. Le decían “niña” solo en sentido figurado, porque la niña Ela tenía 40 años públicamente cumplidos y unos diez más en secreto. Ela era una niña buena, entalcada y perfumada, hacía café y le gustaba el vino. Ella, pensé, podría ser el amor que tanto he buscado, pensé por un momento que la vida me había reservado para Ela, para ser el artífice del rompimiento de su virginidad. LITERAL, porque le rompí un jarrón con la Virgen de la Caridad del Co­bre, bien bonito, que tenía en la sala. Pero aun así eso no significó el fin de nuestra relación, lo que significó el fin de nuestra relación fue su gusto aberrado por las telenovelas. Ella pensó, la pobre, que al verme así con flor y sombrero, podría ser el candidato perfecto para compartir las lágrimas de sofá que vertía generosamente delante del aparato. Imagínese qué abuso (por primera vez, se exalta), qué tremendo disparate, cómo confundir un poeta con un fanático de te­lenovelas baratas, paranoicas, estereotipadas, acartonadas, hemorroidiacas y poco sensuales. Es un tremendo error imperdonable, y perdo­nen el exabrupto y valga la redundancia. (Baja la dosis de queja.) «No me gustan las telenove­las, niña Ela», le dije. No lo pudo perdonar: “insensible”, me dijo, mientras comía sal y lloraba porque Pascual Andrés dejó plantada a María Mercedes para irse con Rosa Elena. «No entiendes nada del amor». Y de verdad no en­tendía nada. Ela me dejó por insensible. Y yo, no tuve más remedio que escribirle un poema.

En este mundo mundano

de mentiras y traiciones

Ela, te digo bajito,

que no soy de los peores.

Soy el último romántico

te lo puedo demostrar,

pero no le doy mis versos

ni a Mercedes ni a Pascual.

Mis versos van al amor,

a los besos de doncellas,

a la tierra, el mar, la luna,

a tu virgen destrozada,

no a la pequeña pantalla.

Mejor me voy, niña Ela,

me voy con mi soledad,

quédate con tu novela.

Come sal.

CATALINO. Pero la culpa es mía, hermosa dama, de eso no cabe duda. No tengo trabajo porque mi aspecto le parece desequilibrado a los ejecu­tivos. No tengo familia, es más, debo confesarles ahora que estamos en confianza, que nunca he llegado a la intimidad con ninguna mujer. Del ajustador no he podido pasar. Siempre me tra­bo en los ganchos demoníacos esos que tienen atrás. Podría decirse, si se analizara fríamente, que soy un total fracasado, pero le digo señora que no, que es ese un análisis con argumen­tos errados. Sin embargo, reconozco que tengo que aprender a vivir en este tiempo. Tengo que aprender a teclear mis instintos en la laptop, a enviar cadenas con corazones. Mire que el otro día intenté… intenté con un teléfono que me prestó mi amigo Aureliano. Aureliano vive en una casa grande, sin puertas, de cara al mundo. LITERAL. Aureliano es mendigo, homeless, pero eso sí, tiene un iPhone 7, aún no le alcan­za al pobre para el 8, es de entender, dadas las circunstancias y los piojos. Pero vamos a lo im­portante que es el amor. Mi amigo Aureliano, el homeless, me prestó su teléfono y me enseñó a usarlo. Me dijo: «practica, practica con Ama­ranta. Amaranta es una amiga, presidiaria, que no tiene nada que hacer y se entretiene, escrí­bele como si fueras yo, anda, sin miedo». Me pareció una gran excusa para ejercer el anoni­mato, entonces le escribí: «Amaranta, señora de las rejas, espero que al recibo de este mensaje se encuentre bien». Su respuesta fue tierna. «Hola, ¿qué hace?», me escribió. Le contesté: «gracias por su interés». «Al grano», fue su respuesta. Y yo dije: «El grano, LITERAL, aún lo tengo en la frente, viene de mi adolescencia, como estas ganas inmensas de reencontrarle». «Ven y tráe­me de esa yerba que estás fumando», me dijo. «¿Yerba?», le contesté, «la yerba es el mejor le­cho para el amor; acostémonos sobre la yerba». «¿Cuánto, how much?» Me dice y le digo: «nada, amor con amor se paga». «Trato hecho», me dice, y yo sentí el sabor de la conquista. Mi amigo el homeless cogió el teléfono y desató su furia piojosa sobre mí. Había negociado mal, me dijo, «poeta de alcantarillas», y yo no lo entendí, pero le hice un poema a Amaranta.

Amaranta no es tu culpa

sé que eres inocente

tú eres un ángel de luz

que no comprende la gente

Amaranta te libero

de las yerbas y las rejas

de mi amor apasionado

y del grano entre mis cejas.

Habla a una persona del público.

CATALINO. Pero, le repito que es mi culpa, hermo­sa dama, yo estoy fuera de lugar y lo sé. Estoy condenado a la carencia, a la incomprensión ma­siva, pero no al desamor.

Entra la música: «Balada para un loco».

    No tengo nada que perder porque todo lo he perdido. No puedo estar más solo de lo que ya estoy. Sé que hay alguien para mí en algún lugar del mundo. Solo necesito una per­sona entre millones, una sola para que seamos dos. Sé que cabalgaré con una mujer los días que me quedan y las noches que he ahorrado, LITERAL, porque tengo unos ahorritos en el banco de mi trabajo en la discoteca. Pero vamos al amor que es lo importante y a lo que hemos venido.

De la manga saca una cajita.

CATALINO. Después de contarles mis múltiples fra­casos y dando por hecho que no les he ocultado nada importante, ninguna enfermedad venérea ni mental más allá de lo que es obvio, he decidido dar una oportunidad al azar y he tomado la deci­sión de ofrecer mi amor sin escrúpulos a quien lo quiera recibir. Solo pregunto pues, después de este largo prólogo…

Saca de la cajita un anillo.

¿Alguna dama de esta sala se quiere casar conmigo?

Se escucha, «Negra sálvame», de William Vivanco.

Apagón. FIN

 

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NITSY GRAU

Nació en Remedios, Villa Clara, Cuba (1970). Es dramaturga, guionista y directora teatral. Vivió e hizo su vida profesional en Ecuador desde 1997 hasta fines del 2015. Desde diciembre del 2015 vive y trabaja en Miami, Estados Unidos. Cursó sus estudios universitarios en la Escuela Nacional de Arte de Cuba y en la Universidad de las Artes de La Habana. Se desempeñó como Directora Escénica y Directora General en programas dramatizados, telenovelas y comedias para la cadena Ecuavisa por espacio de diez años. Ecuador. Es fundadora de Troop of Actors donde trabaja desde el año 2016 en proyectos teatrales como dramaturga y productora. Actualmente es directora de Contenidos de la plataforma digital ADN CUBA. Es autora del libro Las manos de Lady y otras astillas presentado en la Sala Artefactus y en el Centro Cultural Español de Miami. Ha dirigido varios cortos, documentales, comerciales, videos educativos y series online. Entre sus principales obras como dramaturga y guionista se encuentran: Un barco viene de ti. Teatro para niños. (1990); Pinocho. Adaptación del cuento clásico. (1991); Puntos Suspensivos. Docudrama. (1997); Identidad. Cortometraje de ficción. (2005); Tic Tac. Cortometraje. (2008); El Juego. Cortometraje. (2011); El extra, por algo se empieza. Guionista. (2015); Las manos de Lady Macbeth. Teatro. (2016); Extravagante. Teatro. (2016); Colgados. Teatro. (2016); El pianista imaginario. Teatro para niños. (2016); Clotilde y Matildashian. Teatro. Partes I, II y III. (2016 y 2018); Ladrón de Bicicletas. Teatro. (2017); Mi amiga del alma. Teatro. (2017); El duelo. Teatro. (2018); El último romántico. Teatro. (2018); El día que Ricky Martin salió del closet. Teatro. (2018); Clara y Amado. Comedia online. (2020); Pepito y Florentino. (2021). Fue guionista de la serie docudrama. “Leyendas del exilio” en las Temporadas I y II. Vilaplana Films — América TV (Miami, 2017).  Ha sido reconocida por los siguientes premios y reconocimientos: Festival IMAGO. Premio de la Asociación Hermanos Saíz al mejor Director Joven, con el documental “Puntos Suspensivos” (La Habana, 1997), así como el Tercer Premio en el Festival Cine Plaza 97; Muestra oficial en el Festival Internacional de Cine Latinoamericano. Cuzco (2005) con el cortometraje “Identidad”; Invitada como parte de la muestra oficial del primer llamado de cine latino. Santa Cruz, California, por el cortometraje “Identidad” (2005); Festival “Premios del Público” Premio. Categoría: Ficción por el cortometraje: “Identidad” Quito (2005); Premio ITV 2007. Categoría: Dramatizados. “Super Papá” en 2007; Premio del Consejo Nacional de Cine de Ecuador al Proyecto de cortometraje “Tic Tac” en 2008; Premio ACE 2015 en Nueva York, por su Opera Prima Medardo; Premio “Hola” 2015 en Nueva York como directora de “Medardo” (2015); Premio “Iguana Dorada” como mejor película Guayaquileña por “Medardo” en 2015, entre otros.

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