BAQUIANA – Año XXII / Nº 119 – 120 / Julio – Diciembre 2021 (Cuento III)

YA NO QUISE SABER 

 

por

 

Lourdes Vázquez

 


Mi amigo Stanley me confesó que había sido abducido por un OVNI. Yo hice como la que no escuché, porque mi racionalidad tomó partida y sentí vergüenza ajena. Fue como si hubiese escuchado un ruidito, una basurita, algo parecido a una estación de radio fuera de sintonía.

          Porque no hice ningún ademán de haberme enterado, el repitió que efectivamente había sido capturado y procedió a detallar cómo una luz mancillada, algo mareada, se coló por su ventana y un grupo de entidades pequeñas con ojos inmensos fijaron la vista en mi amigo. Su cuerpo flotó por los aires a través de paredes y puertas por el East River, por el Puente Brooklyn hasta la nave espacial a poca distancia.

          Vamos a ver, pensé, Stanley es una persona sensata, además de agnóstica y ha vivido en Manhattan toda su vida. ¿Cómo puede creer en todas esas leyendas?, pero ese pensamiento chocó con otro más espeluznante. ¿Cómo una nave espacial, con toda la vida y miles de miles de luces de Manhattan, ha podido acercarse hasta la cientodiez y Broadway, examinar los miles de habitantes a través de las ventanas de los edificios y escoger a mi amigo Stanley en su momento de instropección, con todo su realismo privado, como una pintura de Hooper.

          Suponiendo que los OVNIS existen, me dije, para compensar la irracionalidad que me había asaltado.

          ¿Nadie vio nada? Tal vez hubo testigos, pensé, miles, que creyeron se trataba de alguna escena de una serie que se estaba filmando.

          Que no es que yo no crea, es que me cuesta creer, me repetí.

          La última vez que estuve de visita en mi otra isla. Como es habitual me encontré con familiares y amigos. Por el Paseo De Diego de Río Piedras, cerca de la plaza del Mercado, me topé con Felipe, un conocido de la época de estudios en la Universidad de Puerto Rico. No es que lo haya reconocido de inmediato. Ha llovido mucho. Un poco gordito, sin pelo, sus ojos decaídos, cansaditos, tal vez tristones. Me costó uno segundos rememorarlo.

          Después de un saludo efusivo y de haber ambos curioseado por las parentela del otro, tornó la vista y ya no quise saber; porque habló del cambio tan dramático que su vida había tomado. A Felipe no le importó la barrera de la intimidad o del tiempo y mucho menos los formalismos de la etiqueta social y procedió con su relato.

          Una noche camino de Luquillo a Río Grande por la carretera vieja, con la hilera de árboles centenarios a ambos lados y los ecos de los coquís, una potente luz se depositó frente a su carro. Le asombró aún más el que no escuchara ruido de motor alguno. No pudo ser un helicóptero, se dijo y mucho menos una avioneta. Lo que vio fue un aparato de metal color platino y octagonal. La máquina se movió a un lado de la carretera y se depositó en el pastizal de frente a lo que fue una cosecha de papayas.

          Entre la fascinación y el miedo, la fascinación pudo más y Felipe se estacionó a un lado de la carretera. Bajó del carro y con las rodillas temblorosas caminó hacia la máquina. Ahí Felipe detuvo el relato. Se le aguaron los ojos y desvió la mirada hacia los cientos de personas que se movían con prisa por el Paseo. Vamos a ver si se puede imaginar la expresión de mi rostro: toda la reserva que me produjo sus primeras palabras se convirtió en un asombro virgen. Este tipo de asombro produce un relajamiento en los músculos de la cara, la quijada se abre, los ojos se expanden y los ruidos exteriores desaparecen. Es un estado de ánimo refrescante.

          A los pocos días, y ya de regreso en Manhattan mi vecino me acercó el Daily Telegraph de Australia. Una noticia muy curiosa le había dado la vuelta al planeta. Unos sesenta niños en una escuela de Zimbabwe, dentro de su hora de recreo testificaban sobre una rara visita. Uno de ellos relató lo siguiente:…Tuve el presentimiento de que ellos no estaban interesados en nosotros…se les veía tristes. Una niña aseguró que dos entidades corrían y saltaban sobre el pasto como uno lo hace en la luna, pero no exactamente…. Por último otra niñita dijo: esa noche sentí que los árboles se caían, no había más aire y el planeta se desvanecía.

          ¿Que decir?, El Daily Telegraph tiene cierta reputación. Para colmo la noticia está escrita en inglés, con todo el peso globalizante de su significante. Todo el asunto me pareció muy delicado. Imaginarse a esos niños, en sus juegos de siempre, con sus risas de siempre y sin referencias mayores para sostener lo que les acababa de ocurrir, me pareció como muy fuerte. Cada vez que me acuerdo me entra un pesar de madre.

          A los pocos meses viajé a Miami y en una de mis caminatas por la playa, un señor señaló al cielo con un tremedo asombro. Naturalmente que miré, que contemplamos y admiramos todos los que estuvimos allí. Lo que yo vi fue un aparato rojo y fijo en su solo eje. De repente aceleró y desapareció de nuestro mapa visual. La conmoción fue enorme. ¿De qué fuimos testigos? Un OVNI, aseguraron todos con gran alegría, como si hubiesen esperado ese momento desde hacía mucho tiempo. ‘Puedo morir en paz’, aseguró un señor.

          De más está decir que en aquella sección de la playa nadie durmió esa noche. Desde los patios, parques y marquesinas se sacaron binoculares de caza y telescopios infantiles. En algún momento un muchacho gritó: hace falta hieloooooooo y ya se imaginarán la que se formó. Solo yo me encerré en mi casa, más asustada que un caracol sin cobija y me juré jamás, oye jamás, mencionar este incidente a nadie.

     Absolutamente a nadie.

          De seguro cuando alguien te cuenta una historia similar siempre dices que es la historia de otro: un tío, una prima, un vecino, un amigo lejano. Y si le preguntas: ¿Y tú has visto algo?  Yo no. Es la respuesta contundente. Es lo que dicta el protocolo social. Cuando llega la ocasión de poner el tema lo que digo es que tengo un amigo que vio tal o cual cosa.

          Al poco tiempo mi correo electrónico llegó a manos de una lista privada relacionada al fenómeno de entidades biológicas y extraterrestres y las distintas teorías sobre una conspiración universal.

          Demasiadas coincidencias, pensará el lector.

          La población del planeta, señalaba el primer correo, es solo una marioneta a merced de los Illuminatis. Estamos todos batallando dentro de un estado Orwelliano y a decir verdad, el Codigo Da Vinci se queda corto. El autor del movimiento de todos estos correos, un tal Murray, incluía testimonios, fotos, videos, documentos gubernamentales y docenas de otros artículos sobre el verdadero origen del Avian Bird Flu, los químicos arrojados en la atmósfera en forma de gases, el abducimiento de Stanley, la veracidad del aterrizaje en la luna,  los inviernos negros, la proliferación de síquicos, el asesinato de Marilyn, la evidente razón de los altos precios del petróleo, la pesadumbre de Felipe, la proliferación de tanatorios, el suicidio de los post-modernos, la melancolía del exilio, el rompimiento de lo hielos en la Patagonia, la masificación de los senos de silicona, la razones ocultas de la guerra, el éxito de las telenovelas colombianas, la devaluación del dólar, las misteriosas apariciones de Elvis, el código secreto de la Biblia, y ya no quise saber más porque me interesa seguir llevando una vida de incrédula, de tonta frente a las cámaras de la vida, como ciertos jefes de gobierno cuando se enfrentan a los periodistas.

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LOURDES VÁZQUEZ

Nació en Santurce, Puerto Rico (1950). Narradora, poeta, ensayista y Bibliotecaria Emerita de Rutgers University. Entre sus premios se incluyen: la Mención de Honor del National Poetry Series, Paz Prize for Poetry (USA) por Un enigma esas muñecas (Torremozas, 2015) y la Mención de Honor a su antología de poesía Bestiary: Selected Poems 1986-1997 (Bilingual Review Press de Arizona State University, 2004) así como el Juan Rulfo de Cuentos (Francia, 2002) por su cuento “La Estatuilla”. Una selección de su poesía ha sido publicada en italiano: Appunti dalla Terra Frammentata (EDEBOM, 2012) así como su crónica The Tango Files (Edizione Arcoiris, 2016). Sus libros de cuentos incluyen: La mujer, el pan y el pordiosero (Eón, 2010) Adagio con fugas y ciertos afectos (Verbum, 2013) y Orígenes de lo eterno y así las cosas (Verbum, 2020). Ha sido compiladora de la antología Cuando narradoras latinoamericanas narran en Estados Unidos (Fundación Ross, 2009). Otros libros son su novela Sin ti no soy yo: segunda edición (2012) traducida al inglés con el título, Not Myself Without You (Bilingual Review Press de Arizona State University 2012) y que forma parte del listado ‘Top Ten “New” Latino Authors to Watch’‘; así como The New Essential Guide to Spanish Reading.

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