BAQUIANA – Año XXII / Nº 117 – 118 / Enero – Junio 2021 (Opinión)

LA VIDA COMO RASTRO LUMINOSO EN UN POEMARIO DE ÁNGEL CUADRA

(IN MEMORIAM)

 

por

 

Guillermo Arango

 


En cada poemario de la enérgica obra de Ángel Cuadra encontramos la palabra depurada, haciendo más clásica su expresión, domando y encausando su generoso fluir poético. Tiempo del hombre, Esa tristeza que nos inunda, La voz inevitable, Diez sonetos ocultos, entre otros valiosos logros, poemarios todos, en muchos casos, de desbordante e imperioso sentir, que desde el mismo proceso de su gestación se funde con inalterable fidelidad a lo esencial humano. Cuadra no sacrifica recursos a la intensidad alquitarada, reconcentrada, al hilo ininterrumpido de su pensamiento, bajo el que nunca la pasión se anula, sino que, imperiosa, es como un agua cuyo empuje irrumpe en un borbotón que vibra estremecido.

     El arte es el elemento fundamental de la humanidad; refleja la experiencia humana mejor que cualquier acto de sustento o conservación. De los resúmenes y el tiempo, publicado por Ediciones Universal en 2003, es un libro bastante amplio, rico y revelador. Ángel Cuadra tiene en este poemario un pacto inviolable con su tiempo, y como decía Schiller “se es ciudadano de una época del mismo modo que se es ciudadano de un país”.

     El poemario nos ofrece un “yo” que se va desenvolviendo en XIX apartados, que marcan la trayectoria humana de Ángel Cuadra. El libro se abre con dos citas: una de Pablo Neruda “Lo cierto es que el tiempo se escapa”, y la otra de Quevedo “…solamente / lo fugitivo permanece y dura”. Así, ya el poema inicial “En resumen”, sirve de pórtico para darnos entrada a la materia propiamente del libro:

 

          «Pasó en su brisa el tiempo,

          el planetario tiempo

          o, simplemente,

          el tiempo gastado en el camino». (12)

 

     Por igual, más tarde, en el poema “Llegada”, nos vuelve a reiterar:

 

          «De entre los tonos grises que la vida descuelga

          en harapos de odio y de tristeza,

          abre la voz un velo al fondo

          y comienza a llamar».   (50)

 

     “En el cauce del tiempo”, “En tiempos de prisión”, “Del viaje sin regreso”, son los títulos de algunas de las secciones en que se agrupan cuarenta y cinco poemas, terminando con la más amplia, “Tiempo de amor”. Se enfoca, en particular, el empuje del tiempo con la fuerza de la vida y del amor. A través de todos los poemas, Cuadra despliega un lenguaje suntuoso y vivificador, tal vez algo enervante, así como su gran capacidad versificadora, desde la espléndida perfección de los sonetos hasta los versos libres y los versos blancos. El poeta ha encontrado invariablemente el cauce justo para su cantar y su contar, afirmando siempre la necesidad de dejar una obra asequible a cualquier lector.

     Hay libros que han ayudado a vivir a quien los escribió, quizá haciéndole también morir un poco, pues todo conocimiento es por igual etapa cumplida y toda lucidez conciencia de nada. La escritura abre los ojos, y la claridad y la sombra entran impetuosas y descaradas, inevitables y durísimas, en el alma de quien escribe. Cuando todo es atravesado por la verdad, desnuda y diáfana, y cuando la anécdota filtra el sentimiento, el milagro acaba por producirse,

     De los resúmenes y el tiempo es un libro existencial, donde recolección y tiempo son los hilos conductores, “Ahora es el tiempo del resumen. / A lo lejos el humo se divisa.” (18). Una especie de ajuste de cuentas del autor consigo mismo. Cuadra bucea en el ancho y hondo universo de lo humano, más exultante y esperanzado que escéptico, repasando las huellas que ha dejado sobre la arcilla: “Y la vida se ofrece como un hilo / escrito a sangre diaria” (23), “ayer y hoy sin diferencia junto” (27), versos que avalan su sentir; aunque a veces queda un “grito colgado en el vacío” (32), nos dice. No obstante, no hay una reiterada contemplación quejosa del pasado, pero sí un sentir doloroso de la soledad porque se trata de evitar la tristeza “para que no moleste a los astros” (29).

     Encontramos de entrada una reflexión sobre el propio quehacer poético, una toma de posición: “Te debo, Poesía, / tu pedazo de cielo en mí” (17), donde “restaures, llama a llama, / la imagen de una rosa de fuego, / definible” (14). Se trata de indagar o de sentir desde su propio modo el estado poético. Parangonando esta actitud, hay que notar que en este caso “la personalidad del poeta, lejos de anegar la realidad de subjetivismo, no actúa sino como un médium a través del que se transmiten las impresiones y los sucesos vividos”, así nos dicta T. S. Eliot. El significado de una obra es algo personal donde se visea un mundo creado, diferente muchas veces de este en que vivimos. La poesía así vista, viene a ser una revelación sobre lo ordinario, pero que trata de comunicar realidades vitales del mundo. De esta manera, el poema “Resumen a la poesía”, nos avala nuevamente en estos versos finales:

 

          «Te debo Poesía… lo irreparable:

          el tiempo, el tiempo que huye

          con tu nombre de humo sobre el viento».   (18)

 

     La presencia del mundo natural, los elementos —aire, agua, paisaje—, es matizadora de los propios afanes, y a su vez, teñida de los sentimientos del poeta; se inclina hacia la esencialidad, hacia a elaboración de lo fundamental. En el dilatado y extraordinario poema “Mención del aire” (20-23), las palabras se persiguen, palpitando, descifrándose en el latido del sujeto poético en un intenso timbre gongorino de imágenes y metáforas:

 

          «Soplo sobre los siglos, mensajero;

          testigo, papel desordenado, acta implacable,

          protocolo transparente en el tiempo:»

          . . . . . . . . . .

          «¡Que música de esferas inauditas

          canta en tu voz de mágica campana!»

 

     Y estos versos que truenan en la misma vena: “Rugido sobre el mar en la tormenta;”, “toro gris de la muerte”, “mensajero del polen”, “grato visitante de las frondas”. Por igual, en el poema “Antinomias del agua” (24-26), también se encuentra la voz dilatada del poeta en una humanización y solidaridad con la naturaleza, “¿De dónde sales con esa desnudez primitiva?”, “llovizna que el sol seca de un soplo,” y termina con los siguientes versos:

 

          «Oráculo y palabra,

          dios sin margen, inescrutable y simple,

          basta una gota tuya para explicar la vida».

 

     En la sección “Del viaje sin regreso”, limitándose cuatro poemas, Cuadra ha recreado, con el apoyo de una sensibilidad vivida, una incursión por Alemania y España. Invoca orgulloso y melancólico su peregrinar, su localización concreta, pero siempre el testimonio y la estética coexistiendo, mutuamente potenciándose:

 

          «se me ocurrió de pronto

          si en alguna taberna como aquella

          habría estado Cervantes

          brindando con Quijotes y con Sanchos».  (39)

 

     Así leemos en el poema “En Alcalá de Henares”, versos atrapadores en su anécdota. Pero el poeta también humaniza el paisaje y lo tiñe de melancolía, a veces de tristeza y soledad, como en el poema “En Hofheim”:

 

          «En la tarde vino el ocaso

          con su saudade,

          y su contradictorio sentimiento

          me invade».   (34)

 

     En la sección “Tiempo de amor”, la más extensa del poemario, Cuadra va recorriendo una amplia serie de rigurosa legitimidad romántica, enriquecida por las personales aportaciones de un poeta de nuestros días. Porque el amor no es algo pasado, viejo, impenetrable: los auténticos poetas, al margen de las modas, escriben en esta vertiente cuando lo necesitan. Hay muchos que, como Cernuda, Aleixandre, Sabines, le han dedicado libros completos. “No hay poeta entero si le falta el don de la sensualidad” nos ha dicho Pedro Salinas. Por otra parte, no creo que haya poeta netamente autodidacta: el más individual, el más original no deja por ello de pertenecer, en parte, a una tradición. La formación de un poeta supone la asimilación de una cultura y unas estructuras previas que luego podrá modificar. Esa modificación es lo que dará como fruto lo que se suele llamar voz personal, o como le gustaba especificar a Juan Ramón Jiménez, acento.

     Voz personal de Cuadra en la temática del “amor” que se entreteje por todo el libro, inicialmente en poemas como “Orfeo y Eurídice”, “Versión de Romeo y Julieta”, pero que no es hasta la última sección en que los poemas son claros exponentes de esta veta, cada uno reafirmando y ampliando la intencionalidad de los anteriores, donde la tensión expresiva se impone con pujante necesidad. Algunos ya despuntan desde sus mismos títulos: “La noche de tu nombre”, “Ahora tu nombre… y rejas”, “Tu nombre despidiéndose”, “Visión mínima de tu ausencia”, “Amor llegado tarde”.

 

          «Fue el amor.

          Fue después esa cosa que no sabemos definirla

          . . . . . . . . .

          y pensar que acabamos de apretar un lucero,

          y sentirse distinto siendo el mismo por fuera».   (56)

 

     Cuadra no puede olvidar la memoria viva, estremecida, el recuerdo pungente de un amor, de la mujer amada, porque su nombre “reclama un espacio en el tiempo” (81). Y que es espacio de plenitud vital que el tiempo se ha llevado pero que el poeta salva en su palabra emocionada, arrinconando una nueva entrada a la esperanza, “porque entornada le dejé la puerta” (64); unos nuevos andamios para levantar, con renovada ilusión, un futuro posible:

 

          «(¿Habrá mañana, amor?).

          Mañana no puede ser para nosotros

          sino aquel tiempo llovido por las hojas

          de un otoño sin fecha,»   (57)

 

     “Inventar una aurora en la tarde extinguida” (90), nos dice, emprendiendo camino por los rumbos que la esperanza señala, como manifiesta el poema “Tu presencia”:

 

          «A tu planta arenosa,

          tu mejilla,

          tus muslos de algas,

          tus ojos de marejadas lentas y febriles,

          he amarrado,

          con un hilo de ensueño,

          todas las playas que en tus pestañas crecen,

          para que tu pisada de arena y transparencia,

          me traiga,

          filtrada entre la vida,

          como un golpe de jade,

          como un eco de olivo,

          como un zumo de auroras,

          tu presencia».   (52-53)

 

     Podría decirse, como ya hemos indicado, que la soledad está en el centro de este libro, pero vencida por el amor y la esperanza. Poemas amorosos en su emocionada verdad, su temblor patético, su aire de despedida, de pasión y sentimiento. Los versos son eslabones vitales para el engarce de este amor, de esta andadura, sentimental y erótica, desde la dicha hasta el desamparo. El amor es, en primer lugar, una triunfante realidad física, un gozoso, limpio y puro jubileo de la carne, de la unión y la entrega de los amantes porque el amor es, debe ser, liberación de ataduras, de prejuicios, de castas, de mezquinos e hipócritas pudores:

 

          «Tus senos crecen en la sombra

          al amparo del beso,

          en su cenit rosado

          la embriaguez de las uvas amanece.

          Sonrío sobre tu pubis de mariposas

          espiritualizado por mi ensueño».   (69)

 

     Por igual, una apoteosis de entrega encontramos en el poema “Identidad” (66-67), donde la piel no es frontera que hace inaccesible al amante la esencia de la amada, alcanzando el cuerpo de cada uno el centro del alma del otro:

 

          «Hablo contigo,

          hablo

          pero conmigo en ti;

          conmigo mismo.

          Desde ti me nombro,

          espejo mío,

          latido mío,

          eco en mi pecho

          tú».

          . . . . . . . .

          «Yo quisiera vivirme con tu vida

          para hacerme de ti».

 

     Y en los versos que siguen de “Poema para trascendernos”, leemos “porque amarte es confundirte en todo aquello que nos llama”. (69)

     Dentro del tema que nos ocupa merece atención el poema “Visión de lejanía” (90) por la técnica expresiva de que el poeta se ha servido. Consta de cuatro estrofas cada una de seis versos, con rimas consonantes a, b, c / a, b, c, en cada una. No obstante, si se escanden los versos comprobamos que los metros se yuxtaponen o se quiebran, tratando de conjurar la amenaza de los ritmos regulares. Hay un empeño por evitar que una musicalidad externa se imponga al flujo emotivo que va dictando el poema:

 

          «Y sacar fuerzas para diseñar el olvido.

          Inventar una aurora en la tarde extinguida,

          andando de algo indefinido en pos.

          En la luz trazo el gesto de un pañuelo partido,

          no sé si en bienvenida

          o en adiós».

 

     Se debe añadir que la imagen y la metáfora le dan una exquisita embriaguez lírica a De los resúmenes y el tiempo. Ángel Cuadra, con vigor y torrencialidad, escribe desde el romanticismo, desde una apasionada elaboración verbal, cuya unidad esencial no es tanto la palabra como su significado. No hay economía expresiva en el arranque de la andadura poemática donde el poeta toma vuelo y sobresalen imágenes y metáforas de fuerte expresión: “acuarela de humos” (15), “señalándome auroras derruidas” (17), “perfil de niebla” (24), “agua de golondrinas transitorias” (25), “ópalos de adioses y de fiebres” (30), “me supo a entusiasmo de semillas” (59), “una guitarra de estrellas” (81), “coágulo abstracto del jamás” (90).

     Se cierran estos poemas, cerrando además el libro, con el hermoso “Árbol dentro del alma”, donde va recorriendo su camino con atisbos de luz y sombra, que buscan una personal salvación, y donde invoca, orgulloso y melancólico:

 

          «¡Oh!, árbol de mi alma,

          a pura tierra, a puro aire,

          asumiéndose a sí mismo,

          frente a la gran pregunta,

          en el silencio».                  (96)

 

     Ángel Cuadra es un poeta entero cuya obra lo coloca —lo confirma, mejor dicho— en un puesto eminente en la poesía cubana contemporánea. Su camino poético —para decirlo con un verso de Pound— estaba señalado como el de otros, pero el mérito de sus años grises ha radicado en mantener la dirección de ese camino, en crear constantemente al filo de la realidad. Estos poemas, bajo el mando frío del exilio, forman el canto solidario del poeta, su fraterna declaración, su alegría y su dolor. Poesía de gran humanidad y sensibilidad espiritual, De los resúmenes y el tiempo, es un poemario ambicioso, resumidor, total. Es también un ascesis, una travesía, un ejercicio de conocimiento que sabe que reiterando la realidad es la única forma de llegar a ella sin rodeos. Un libro que hasta podríamos llamar simbólico de la jornada humana, del diario caminar desde el alba hasta la noche, como nos dice en el terceto final de “Casi epílogo”, certero y hermoso:

 

          «únanse en el camino recorrido

          ayer y hoy, inseparablemente,

          en resumen final de haber vivido.»  (94)

 

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GUILLERMO ARANGO

Nació en Cienfuegos, Cuba (1939). Es poeta, narrador, ensayista y dramaturgo. Cursó estudios de Arte, Filosofía y Letras en la Universidad de Santo Tomás de Villanueva (Cuba) y de Creación Literaria en la Universidad de Loyola (Chicago). Por muchos años se dedicó a la enseñanza universitaria. Ha ejercido por igual la crítica cinematográfica. Ha publicado seis libros de poesía, siendo el más reciente Ceremonias de amor y olvido (Linden Lane Press, 2013). Ha publicado tres libros de relatos bajo el sello de Ediciones Universal: Gatuperio (2011); El año de la pera tradiciones, relatos y memorias de Cienfuegos (2012); y El ala oscura del recuerdo (2013). Ha publicado un libro de ensayos literarios Visiones y Revisiones (2020) y seis libros de obras teatrales bajo el sello de Ediciones Baquiana: TeatroTodos los caminos, Nube de verano, La mejor solución (2016); Teatro IILos viejos días perdidos, Entre dos, Encuentro, Ensayo de un crimen (2017); Teatro III Retablillo del amor rey: Un testigo veraz y La petición de Rosina, Una proposición decente, Las dos muertes de Gumersindo el indiano, Romance de fantoches (2017); Teatro IV ─  Mañana el paraíso, Noche de ronda, La corbata roja, El uno para el otro, Mi hermana Vilma, Dos trenzas de oro, El plato del día, Espejismo, Coto de caza, Los pescadores (2018); Teatro VAdagio, Un lugar para vivir, La ruta de las mariposas, El parque de las palomas, El viento que pasa (2019); y Teatro VI ─ Hoy es siempre todavía, La recepción, La familia de Adán, Propiedad en venta, A la luz de un relámpago. Ha sido becado en tres ocasiones por la National Endowment for the Humanities. Ha sido ganador de premios en las categorías de poesía y narrativa. En el 2008, su pieza dramática Todos los caminos, fue galardonada con el Premio Internacional de Teatro “Alberto Gutiérrez de la Solana”, auspiciado por el Círculo de Cultura Panamericano en Nueva Jersey. Ha publicado y presentado trabajos de investigación literaria en revistas y congresos nacionales e internacionales. Es miembro de diversas organizaciones literarias y profesionales. En octubre de 2016 le fue concedido el Premio Ohio Latino Award por su excelencia literaria. Reside desde hace varias décadas en el estado de Ohio, EE.UU.

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