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JAIME MARÍA FERRÁN
Nació en Syracuse, Nueva York, Estados Unidos de América. Es poeta y profesor de lengua y literatura en Clark Atlanta University. Graduado con un doctorado de la Universidad de Carolina del Norte (Chapel Hill). Ha publicado libros y artículos sobre la poesía española del siglo XX. Creció en Syracuse (Nueva York), pero ha vivido en España en distintas épocas de su vida. En los años noventa vivió en Barcelona y fue miembro del Grupo cultural “Albor” de Cambrils (Tarragona). En 1994 fue finalista del premio Letras de oro de la Universidad de Miami en el apartado de poesía. Después de terminar su doctorado, publica en el 2004 Poemas del mar en Carolina del Norte (Nos y Otros, Madrid), fruto de una estancia en las playas de la costa atlántica, cerca de Wilmington. Del 2019 es el poemario Media luna sobre Memphis (Editorial Carena, Barcelona) sobre los años en los que vivió en esa ciudad de Tennessee antes de mudarse a Atlanta.
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HOTEL POSMODERNO
Llegas al atardecer a Coral Gables,
la recepcionista del hotel
te recibe y habla español.
Te sientas sobre una butaca roja,
moderna,
con dos orejones
(qué divertido es esto).
El lobby tiene varias
pantallas televisivas,
en una se ven formas
de colores como líquidos
que bailan,
en otra, se ven los números
del mercado
de valores del día:
el Dow Jones.
Estás en un hotel,
estás en una película.
A un lado, el bar:
dos ejecutivos
saborean un whisky.
Posan sus vasos sobre una barra
que cambia de colores.
Las botellas
en las estanterías de cristal
se duplican en el espejo.
Ligeramente oscuro,
el ambiente es relajante.
Los muebles son de diseño.
Ves las conducciones del aire
expuestas,
colgadas del techo,
brilla el metal o el aluminio.
Las lámparas del techo
parecen flores
brotando en la noche.
Son como estrellas.
Cansado del viaje,
decides subir a la habitación.
Veloz el ascensor.
Entras con la tarjeta-llave
y por la ventana
ves, abajo,
una piscina descubierta
que brilla, azul,
bajo los focos.
No hay nadie bañándose.
Es ya de noche.
Miras arriba,
despejado y sereno,
el cielo nocturno de Miami
y ves las estrellas.
Te tumbas sobre la cama,
la gigantesca pantalla
de la televisión delante.
Vas cambiando de canal:
noticias, anuncios, deportes,
un documental,
aquí me quedo:
film noir
(Glenn Ford
y Rita Hayworth en Gilda).
Él está enfadado, ella sonríe,
escenas, blanco y negro.
Bostezas,
cae el control remoto
sobre la cama,
se oye el aire acondicionado.
Piensas en Rita Hayworth
mientras
te vas durmiendo,
suena su voz suave,
aterciopelada,
está cantando
Put the Blame on Mame.
En tus sueños,
Rita Hayworth canta.
Estás en un hotel,
estás en una película.
CONSULADO
Tengo cita y llego puntual.
Paso el control de seguridad,
el guardián
tiene acento cubano.
Me siento. Llaman mi nombre.
Me hacen pasar
a una sala especial.
Aparece el cónsul y la ayudante,
me saludan
y me dicen que van a
preparar el documento final.
En la sala hay
una fotografía del Rey
y sobre la mesa revistas
y algún libro sobre España.
En la misma sala,
una mujer de mediana edad.
Me dice que es de la Rioja,
su marido trabaja
en una compañía de Miami.
Le gustaría jubilarse
y volver a España:
vivir en Madrid
con viajes a la Rioja.
Nos gusta Miami,
estamos bien aquí.
nuestros hijos
están en la universidad.
Es pronto
para que se jubile mi marido,
pero estamos pensando en volver.
Estas decisiones son difíciles,
digo yo,
pero luego añado:
también pueden ser muy fáciles.
Hay una pausa:
la mujer me mira
sin saber qué decir.
Aparece otra vez el cónsul
y me hace pasar
a su oficina.
Miramos el documento,
cada parte.
Hay cambios en algún párrafo,
sale de la oficina un momento
y vuelve
con el documento final.
Firme aquí,
aquí y aquí.
En estas partes sólo sus iniciales.
Paso entonces
a la oficina de la ayudante.
Me da la versión final
encuadernada.
Saliendo, me despido
de la mujer en la sala,
le deseo buena suerte,
y antes de salir,
miro una última vez
la fotografía del Rey.
Salgo del edificio
y me recibe
la calle de Coral Gables,
el aire, el ruido,
los coches y las palmeras.
Miro hacia arriba:
resplandece el sol de Florida.
CALLES CON NOMBRES ESPAÑOLES
Sales a dar una vuelta
y llegas a la calle Miracle Mile,
(corazón de Coral Gables).
Hay tiendas, cafés y restaurantes,
tiendas de joyería, ropa cara,
boutiques,
vestidos de boda,
todo muy alto standing.
Vuelves al hotel
y en el lobby te sientas
a utilizar el ordenador.
Reluce el mapa
en la pantalla
(el ambiente del hotel
es apacible,
oscuro y refrescante).
En la pantalla iluminada
ves que muchas calles
tienen nombres españoles:
Aragon Avenue,
Segovia Street,
Andalusia Avenue,
Catalonia, Valencia,
Almeria,
Salamanca
Avenue,
Ponce de Leon Boulevard.
En los próximos días,
percibes que partes
de Coral Gables
se parecen a Sevilla,
pero con menos densidad,
más gasolineras,
y más edificios de oficinas.
Otras partes recuerdan a Marbella.
Años veinte (la década feliz),
el promotor George E. Merrick
desarrolla esta parte de Miami.
Contrata a arquitectos,
crea comunidades planificadas
y construye mil casas
de estilo mediterráneo.
Un huracán
y la Gran Depresión de 1929
acabaron con sus proyectos.
Se fue endeudando,
pero Coral Gables lleva su sello,
su visión y su buen gusto.
Con un socio Merrick
construyó en el año 1926
el Biltmore Hotel,
con su torre central imitando
la arquitectura
de la Giralda de Sevilla.
El hotel tuvo famoso huéspedes
como los Duques de Windsor,
Bing Crosby,
Ginger Rogers,
Al Capone y Franklin Delano Roosevelt
(época del Jazz, una banda está tocando,
los camareros descorchan
botellas de champán,
would you like to dance?).
Caminas
por Navarre Avenue
cerca del Miracle Mile,
ves un bloque apartamentos,
no muy grande,
con aire morisco y colonial.
Pintado de color amarillo,
un patio
da acceso a la entrada.
Hay una palmera y elegantes
balcones de hierro.
Se oye, sensual,
el murmullo
del agua de la fuente.
Cierras los ojos
y escuchas el agua.
¿Estás en Granada
visitando la Alhambra
o en los Reales Alcázares de Sevilla?
¿Miami o Andalucía?
¿Jerez de la Frontera o Florida?
HISPANOS Y CUBANOS
En las calles y en los restaurantes,
en los hoteles,
escucho los acentos:
yo soy cubano, nací en Cali,
soy de Puerto Rico,
ella es dominicana.
Muchos españoles
se vinieron a Miami
con la crisis del 2008.
Venezolanos hay por todos lados.
Los cubanos llevan años en la ciudad,
empezaron a llegar en los sesenta
después de la revolución
y luego los marielitos en los ochenta.
En el barrio de Little Havana,
en la Calle Ocho,
hay un restaurante cubano célebre.
Sentado en una mesa para uno,
veo que el restaurante está lleno
(decoración clásica,
años cincuenta-sesenta,
lámparas de araña, todo brilla),
el menú tiene comida cubana
y comida española.
El camarero abre el porta-bandejas
y posa la comida:
aquí unos calamarcitos
y unas empanadas de carne,
el batido de guanábana para usted,
¿para quién la ropa vieja?
Sí, señor,
puede tomar café en la pastelería.
La pastelería está unida al restaurante,
está llena de gente,
hay que coger número (como en España),
hay seis dependientas,
todas cubanas,
una se dirige a la que está en la caja
y bromeando dice:
allí está usted, en su caja como doctora,
mujer bien decente.
Escucho el acento cubano:
juguetón, meloso,
cuánto desparpajo, me encanta.
Pido un cafecito
y, sentado fuera en la terraza,
pienso en mis días en Miami,
en los cubanos,
en el ambiente tan latino.
En las aceras hay muchas palmeras.
¿Se dice palmera o palma?
Allá se ve una tienda que vende puros habanos.
Bajo el sol de Miami, van pasando
los coches y los autobuses
por la Calle Ocho.
JUAN RAMÓN EN CORAL GABLES
Los árboles se olvidaron
de mi forma de hombre errante,
y, con mi forma olvidada,
oía hablar a los árboles.
(Juan Ramón Jiménez, “Árboles Hombres”,
Romances de Coral Gables)
Los árboles de Coral Gables
se acuerdan.
Los árboles se acuerdan de Juan Ramón.
Principios de 1939,
el poeta embarca
en Nueva York hacia Miami.
España, campo de destrucción.
España, libro en llamas.
España, país sin cielo.
Llega con Zenobia, su mujer,
al puerto de Miami
el 29 de enero, día de invierno.
Vivirán los dos
en Coral Gables hasta 1942.
Su casa estaba
en el pleno corazón de la ciudad,
en Alhambra Circle.
Blanca y pequeña casa,
con techo de tejas,
le recordaba al poeta
la arquitectura
de su querida Andalucía.
En esa época,
debió el poeta pasear
a menudo, soñoliento,
por las calles del nuevo barrio,
su barba inolvidable,
sus oscuros ojos
llenos de melancolía.
Paseando por las calles al atardecer
–antes de la hora de soledad–
el poeta de repente
se convierte en árbol.
Quiere hablar con los árboles.
Quiere ser árbol.
Los árboles le escuchan,
y él escucha
que hablan de él.
Al llegar la noche,
y al tener que volver al hogar,
los árboles se lo quedan mirando
(él sabe que lo miran).
Es entonces cuando
el poeta deja de ser árbol,
para volver a ser hombre,
ya que nunca
fue árbol.
Su destino es otro,
el de caminar
los caminos de la vida,
el de caminar
los caminos del exilio.
Aún hoy,
por las calles de Coral Gables
existe el recuerdo
de una sombra:
un hombre elegante y misterioso,
lleno de palabras mágicas.
Un ser que quiso ser árbol
para después
tener que volver a la tierra.
Los árboles de Coral Gables
se acuerdan.
Los árboles se acuerdan de Juan Ramón.
ZENOBIA
Compañera del poeta,
esposa del escritor,
isla de paz en el exilio,
enfermera
durante las épocas de depresión.
Zenobia y Juan Ramón
llegan al puerto de Miami
en el barco Numargo.
Tres años antes
(agosto de 1936),
habían marchado de España.
Frontera con Francia
en La Junquera, primero,
y luego el buque Aquitania
los lleva
de Cherburgo a Nueva York.
Así había empezado
el largo camino del destierro.
Estancia en Washington
y luego dos años en La Habana.
¿Cómo fueron esos años
en Coral Gables?
El piso soleado
en la calle Alhambra Circle,
una casa que ya no existe
(ahora hay un banco).
Un año después de llegar,
Juan Ramón
da una serie de conferencias
en la Universidad de Miami
y ella hace de intérprete.
Juan Ramón se negaba
a aprender inglés.
Es por la mañana
y entra la luminosidad de Florida.
Ella tiene que salir
a hacer unos recados.
Juan Ramón se sienta a la mesa
para continuar
escribiendo un libro
(se llamará
Romances de Coral Gables).
Alza la pluma,
y antes de escribir,
piensa que no sabe
lo que haría sin ella.
La luz que entra por la ventana
alegra el hogar.
Las cambiantes sombras
sobre las paredes
le inspiran,
le traen jardines, colores y nubes.
Éscribirá hasta que ella vuelva.
Pero Zenobia fue mucho más
que la esposa de un poeta.
Mujer emprendedora,
comprometida
con la emancipación femenina.
Había nacido en Cataluña,
en Malgrat de Mar,
pero también
vivió en Estados Unidos.
Premios literarios obtuvo,
estudió latín,
música e historia.
Fundó asociaciones.
Fotografía, 1916, año de la boda.
A Rabindranath Tagore
tradujo,
en 1926 fue secretaria en Madrid
del Lyceum Club Femenino Español.
También tradujo
a John Millington Synge.
En Cuba trabajó como voluntaria
en una cárcel de mujeres.
Enseñó, ella también,
en la Universidad de Maryland
y en la de Puerto Rico,
en Río Piedras.
Va llegando
la hora del atardecer,
Juan Ramón
mira por la ventana
y ve las palmeras
y los pinos de Coral Gables.
El cielo del crepúsculo
se tiñe
de rosa y de violeta.
De repente, aparece
la silueta de su esposa.
Está contenta.
Cenan juntos, charlan.
él ha escrito mucho ese día.
Tal vez hablan
de España, de la guerra,
de la República.
Zenobia le cuenta
todo lo que ha visto
ese día en la ciudad.
Mañana él descansará,
no escribirá. Sólo leerá.
Ella volverá a la ciudad,
visitas y más recados,
y él la esperará.
Nota: Esta selección de poemas pertenece al libro inédito Postal. Abrazos desde Miami.