BAQUIANA – Año XXI / Nº 115 – 116 / Julio – Diciembre 2020 (Poesía I)

FOTO SECCIÓN POETICA

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LUIS BEIRO ÁLVAREZ

Nació en La Habana, Cuba (1950). Es poeta, narrador y periodista. Licenciado en Derecho por la Universidad de La Habana. Desde 1992 reside en la República Dominicana, país del que ostenta la doble ciudadanía. En Cuba publicó ocho libros de poesía, entre ellos: En las líneas del triunfo (1975); En este meridiano y Jornada (ambos en 1979); La gloria del mundo (1985); y Soldado del tiempo (1991). En República Dominicana ha publicado el grueso de su obra literaria en los géneros de novela, cuento, poesía y ensayo. Así han aparecido en Santo Domingo sus poemarios: Libro de Luis Ernesto (1994); Loco de azul (2002); Con ojos de fantasma (2009); Con la sangre ajena (2013); Jugar a Dios (2013); y Jornada y En este Meridiano (ambos en 2015). Entre 2009 y 2012 publicó su trilogía de novelas Memorias de un joven comunista, celebrada por la crítica; Cuentos habaneros (2009); y Cuentos para leer en noches de boda (2013), completan su obra narrativa. En el 2000 mereció el premio Caonabo de Oro, otorgado por la Asociación de Escritores y Periodistas de República Dominicana por el conjunto de su obra literaria. Se dedica también a la crítica de cine, género en el que se han publicado: Desde la última butaca (2001); Taiwán: 12 cineastas rumbo a la excelencia (2010); Joyas del cine coreano (2011); Los nuevos del cine italiano (2013); Israel, la pasión por el cine (2014); Nuevas joyas del cine coreano (2016); La pantalla al revés (2018); Cuba y cine (2019); y Los milagros del río Han (2019). Fundó y dirigió los suplementos literarios Tertulia (1997-1998) y Lectura de Domingo (1999-2000), del desaparecido vespertino La Nación. Entre 2001 y 2005 fue Director de Suplementos del Periódico Listín Diario, donde actualmente ocupa el cargo de Editor de Cultura. También se desempeña como Editor de la colección loqueleo del Grupo Santillana de Santo Domingo.

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EL ÚLTIMO INTENTO DE CREAR

 

A Virgilio López Lemus

 

Siempre que comienzo un poema,

en la segunda línea se me olvida la idea,

y mi mente queda en blanco

como si no tuviera nada que decir.

Pero ya en el quinto verso

pienso en un escenario lleno de espantapájaros,

y todos me aplauden y desean tocar mis manos

como si fuera un cantor famoso,

de esos que van a los conciertos

en busca de un ego redimido.

 

Ya en el segundo párrafo

vuelvo a ser yo mismo:

El soñador, el diminuto duende del olvido,

el viento que pasó sobre las piedras encendidas

y partió de nuevo

a dirimir la encrucijada,

aunque ya no existan el ser que lo engendró

ni el vientre prodigioso

que le dio algo más que su cobija.

 

 

BIENVENIDOS AL FESTÍN

 

Que vengan los colores

a este sol

que no entiende de animales responsables;

que vengan todos juntos

con la fe de una canción inconclusa

a saber que la palabra

se ha vuelto en contra de todos;

que traigan la valija que mueve los caminos

sin ningún pudor.

Que vengan todos y todas y toquen a mi puerta:

Los espero con risas y tifones.

 

 

CONJURO DE LOS ÁNGELES

 

No habrá sospechas

ni pueblos embrujados,

ni manzanas en forma de ataúd.

Habrá un reino

con arena y avalancha de relojes:

Un bosque de agujeros

y pecados transitorios.

 

Volverá la historia de la tierra prometida

para aquellos que finjan incendiarse.

Todo será como el delirio

en forma de perdón

hasta que el tiempo

nos ponga el horizonte boca abajo.

 

 

DERRUMBES TRANSITORIOS

 

Este no es un comunicado

a favor de la tristeza

sino un efecto visual

parecido a la aterrada migración de la piedad

que todo lo desdobla.

 

 

Tampoco es el aviso que todos esperamos:

no hay perdón,

ni paraíso,

ni mundos después de las praderas:

sólo piedras dando vueltas,

salidas de las manos de Dios,

piedras y sueños que tarde o temprano terminarán por incluirnos

en las pacientes fauces de la nada.

 

 

EL BLANCOR INVITA A LA ESCRITURA

 

Este es un demonio que trasmite el comienzo

de un abismo insostenible.

Por él rodará

el espacio de los ruidos transparentes

que no podrán volver.

 

Pequeño, diminuto, fuera de su rabia,

este escrito no tiene miedo de cegar.

 

Sin grandes rejuegos verbales

ni sombras chinescas, aquí yace la página

que se mueve de un lado a otro de la escena

y luego desaparece por arte del instinto.

 

Este no es el escrito ideal

para ser leído en congresos literarios,

sino la sonrisa que sube al matadero

sin avisos ni lecturas,

como una flecha en busca de una lengua sorda.

 

 

RÉQUIEM

A Laureano Campos

 

I

Era un raro cristal junto a su mesa,

sin el porte del clásico invitado.

era un duende descalzo y desolado

sin voz, sin nostalgia y sin cabeza.

 

Su mirada portaba la extrañeza

del que entiende el ardor de lo sagrado,

ese aire invisible que ha cruzado

la línea entre el dudar y la certeza.

 

No me habló en toda la velada,

en cambio, yo le di mi paz terrible

entre versos y cantos y emociones.

 

Yo quería ser su amigo pero nada

me encendió las benditas sensaciones

y quedé como pájaro insensible.

 

II

Hundido en su verdad resplandecía

porque hizo del silencio su gran arte

y tocaba mi reflejo como parte

de una extraña y humana profecía.

 

Secreto de ciudad que no moría

ni buscaba el prodigio de otra suerte.

En su rostro de luz no había muerte

y sí la plenitud de poesía.

 

Comimos y bebimos en siluetas

en perfecta comunión contra el olvido

guardando el secreto cotidiano.

 

Pudimos descubrir que lo vivido

sobrevuela el espanto meridiano

cuando abre el resplandor a los poetas.

 

III

Imagino que el cielo es su estatura

imagino su voz en el verano

y no olvido las marcas de su mano

en la exacta expresión de la ternura.

 

Imagino su paz, su curvatura

de agudas señales y acertijos

imagino el aliento de sus hijos

creciendo en el manto de su altura.

 

Lo imagino como un ave bienvenida

que nunca partirá de la memoria

porque tuvo la paz de los secretos.

 

Un eterno practicante de la vida

que cambió el milagro de la gloria

por un bosque sembrado de sonetos.