BAQUIANA – Año XXI / Nº 115 – 116 / julio – Diciembre 2020 (Entrevista)

ENTREVISTA CON LA ESCRITORA ELIANA S. RIVERO

“UNA CUBANA PLUS”

 

por

 

Armando Chávez-Rivera

 

Eliana S. Rivero Foto página principal

 


Eliana S. Rivero nació en Artemisa, Cuba (1940). Profesora emérita de la Universidad de Arizona. Radica en los Estados Unidos desde 1961. Obtuvo su doctorado en lenguas y literaturas hispánicas en la Universidad de Miami en 1968. Ensayo: El gran amor de Pablo Neruda. Estudio crítico de su poesía (1971), Discursos desde la diáspora (2005) y Obras selectas (2020). Coediciones: Siete poetas (1978), Infinite Divisions: An Anthology of Chicana Literature (1993), Telling to Live: Latina Feminist Testimonios (2002) y Let´s Hear Their Voices: Cuban American Writers of the Second Generation (coeditada con Iraida H. López) (2019). Poesía: De cal y arena (1975), Cuerpos breves (1977), Collected Poems of Eliana Rivero (2005) y Latina Trips (2005).  Música: Melodías y memorias de Eliana S. Rivero (2015).

     La intelectual cubanoamericana Eliana S. Rivero cumple 80 años de edad este otoño. Sigue creativa y vital, dando continuidad a su obra de ensayo, poesía y crónica. Se ha distinguido además como profesora, conferencista y editora. Su aporte puede resumirse a grandes rasgos en sus estudios sobre literatura y conciencia nacional en Cuba, las Antillas y América Latina, así como la expresión de la identidad cultural de inmigrantes en EE.UU. y sus descendientes. Entre sus ensayos más conocidos se encuentran los dedicados al intelectual contemporáneo en circunstancias de emigración y exilio. En algunas de esas páginas la autora tiende una mirada hacia su propia existencia y en otras analiza obras icónicas desde perspectivas de género, raza y etnia.

     En la siguiente entrevista Rivero recorre momentos fundamentales de su vida. Se incluyen fragmentos de texto publicados antes, junto con otras preguntas que respondió especialmente para esta celebración de su natalicio. Sirva este diálogo además como preámbulo de la próxima aparición de sus Obras selectas (Aduana Vieja, España), que reúne una docena de ensayos, artículos y conferencias escritos a lo largo de medio siglo.


“In 2001 she was named Phi Beta Kappa Visiting Scholar, only one of two Latina women so chosen in the program’s history until that date. During the academic year 2001-2002, she lectured at thirteen U.S. colleges and universities on topics related to Latinas/os and popular culture. In addition, Rivero has been invited to give keynote addresses in over forty university campuses in the United States, Spain, Canada, Mexico, Cuba, and Chile.”

“En 2001, ella fue nombrada Phi Beta Kappa Visitante Erudito, solamente una de dos mujeres latinas escogidas en la historia del programa hasta esa fecha. Durante el año académico 2001-2002, ella dictó conferencias en trece instituciones universitarias en los Estados Unidos, acerca de temas relacionados a las Latinas y Latinos en general y cultura popular. Rivero ha sido invitada a dar discursos de apertura en más de cuarenta recintos universitarios en los Estados Unidos, España, Canadá, México, Cuba y Chile.”

The University of Arizona
Women’s Plaza of Honor
(plaza.sbs.arizona.edu)

 


Armando Chávez Rivera: ¿Qué condiciones familiares, de infancia o estudios influyeron en los comienzos de su vida intelectual? ¿Recuerda un momento específico de “iniciación”?

Eliana S. Rivero: Cuando tenía seis años, los Reyes Magos me trajeron un libro español titulado Lo que sabía mi loro. Era una colección de poemas, leyendas, refranes, dichos, epigramas y canciones, cuyas líneas aprendí de memoria. Y también me habían regalado para mi sexto cumpleaños un ejemplar de Las mil y una noches en español, que leí tanto que se despegaron sus páginas con el uso. Recuerdo que para mi séptimo cumpleaños pedí que me compraran el mismo libro y mi padre me dijo: “Pero ya lo tienes”, y yo respondí: “No, lo gasté leyendo”. Asimismo, a los siete años escribí un “poema” que mi madre guardaba en un papelito firmado por “Elia Suárez” (mi seudónimo), el cual al cabo de los años me di cuenta que era una imitación del “Himno al sol”, de José de Espronceda (que había leído en Lo que sabía mi loro). Devoraba libros diariamente, desde El tesoro de la juventud hasta El último de los mohicanos, pasando por Las aventuras de Buffalo Bill, Heidi, La Edad de Oro, Corazón, de Edmundo de Amicis, y Yolanda, la hija del Corsario Negro… ¿Qué niño de mi generación no leía a Emilio Salgari? Años después me fascinaba aprender que Pablo Neruda, mi ídolo poético, leía sobre los aventureros de las Islas Tortugas en los largos y lluviosos inviernos del sur de Chile.

Entonces yo vivía con mi familia en Artemisa, provincia de Pinar del Río, en un barrio llamado “La Matilde”. Después averigüé que antes de venir a menos, la familia del poeta Julián del Casal había sido dueña de un cafetal del mismo nombre, en las afueras del pueblo. De ahí que, cuando tuve que escoger carrera, e influida por los deseos de mi padre de que fuera científica, miré mi fecha de nacimiento y las efemérides correspondientes al siete de noviembre para ver qué personajes famosos compartían el día conmigo. Para sorpresa mía, eran dos muy significativos: Madame Curie, descubridora del radium, y… Julián del Casal. Entre esos dos polos oscilaron mis aficiones y estudios por muchos años. Hasta el tercer año universitario cursé la carrera de Ciencias Fisicoquímicas, primero en la Universidad de La Habana y después en la Universidad de Miami (siempre esas dos ciudades, nuestros dos polos). Terminé dejándola al no poder con los gases corrosivos de los laboratorios (que me enfermaban de la garganta) y con las ecuaciones de cálculo diferencial. Total, yo escribía poemas “en serio” desde los doce años, y había cursado estudios de música por ocho años; en fin, que la escritura era mi hobby. En cuarto año universitario transferí mis créditos a la Facultad de Humanidades en Miami. Como dicen los franceses, “Et tout le reste est littérature!”

 

ACR: ¿Cuándo y dónde difundió sus obras por primera vez? ¿Qué temas considera que han sido constantes en su labor creativa?

ESR: Para empezar, practico la escritura en dos vertientes, que recientemente empiezan a coincidir en la página. Una es la poesía o prosa poética, sea de ficción o testimonial; otra es la prosa ensayística, crítica, referida a la literatura o a la cultura. Comencé a publicar ensayos literarios en los sesenta, dentro del mundo académico norteamericano, pero en español. La poesía no llegó a la imprenta sino hasta más tarde, a pesar de que la escribía con más frecuencia aun en aquellos años. Compuse los poemas de mi primer libro (De cal y arena, publicado en España en 1975) a todo lo largo de la carrera profesional que me pedía dedicarme a la investigación en los sesenta. En los setenta empecé a publicar poemas sueltos en revistas, como por ejemplo en Alaluz (publicada entonces en California por la poeta canaria Ana María Fagundo), en Puerto Norte y Sur, en Poema convidado, Caracola, Mester, Esparavel y varios otros sitios. Esos eran entonces los que publicaban poesía en español en los Estados Unidos. En 1977, una colega chicana, Margarita Cota Cárdenas, y yo fundamos en Tucson una pequeña editorial, Scorpion Press, y conseguimos fondos del National Endowment for the Arts para publicar una antología de mujeres hispanas, Siete poetas, que hoy día es una pieza de museo. En ese libro quedaron composiciones poéticas de tres chicanas, tres cubanas (Mireya Robles, Maya Islas y yo) y una peruana. También publicamos dos pequeños poemarios, Noches despertando inconciencias y Cuerpos breves, de Margarita y mío, respectivamente. Fueron favorablemente reseñados por algunos críticos en aquel tiempo.

De cal y arena - PORTADA DE LIBRO Eliana S. Rivero - PORTADA DE LIBRO CUERPOS BREVES

Mi tema constante ha sido la búsqueda de identidad: personal, cultural, nacional. Otros temas repetidos han sido la muerte, el amor, la ausencia, el mundo y sus políticas… los temas clásicos.

 

ACR: ¿Cómo es el proceso de preparación de una obra? ¿Cuáles son las condiciones necesarias, los obstáculos mayores, los momentos definidos de su “rutina” creativa?

ESR: El obstáculo mayor es siempre la falta de tiempo en silencio para sentarme a escribir. Muchas veces pienso y escribo líneas de poesía o prosa en mi mente, mientras riego las plantas del jardín y hablo (literalmente) con los pájaros, o mientras miro las montañas al manejar o ando atareada en la cocina. Pero no siempre esas líneas llegan al papel. Por otra parte, cuando viajo recibo muchas impresiones visuales y auditivas que invocan palabras poéticas; entonces escribo líneas y fragmentos donde quiera y como sea, en un sobre de carta, en una servilleta, en un cuadernito que llevo en la bolsa. De hecho, tengo unas crónicas de viaje inéditas que me ilusiona que vean la luz.

Las condiciones necesarias, al menos para mí, son el adentrarme en un “sentir poético”. A veces una anda en otra onda, preocupada por la materialidad de las cosas y sin adentrarse en su estado esencial. “Ver” las cosas y la realidad como son, y captarlas en un momento del tiempo… eso para mí es lo definidor del momento de la escritura, sobre todo la poética.

Cuando escribo crítica literaria o cultural, por otra parte, también me adentro en lo que creo percibir como significados internos de los textos, o de las situaciones y objetos representados en ellos.

En realidad, no tengo una rutina creativa, excepto que todos los días me siento frente a la computadora. A veces escribo algo en un ensayo (tengo más de una docena de manuscritos en proceso), pero los poemas se escriben frecuentemente a mano. Me gusta percibir el fluir de la pluma o el creyón del lápiz sobre una hoja de papel.

 

ACR: ¿Para qué público trabaja? ¿Cuál sería su público ideal? ¿En qué espacios ha difundido su obra? ¿Cómo han sido sus relaciones con el mercado?

ESR: En verdad no “trabajo” para ningún público, sino para mi propia lectura… pero dicho eso, procuro que lo que salga de mi pluma (hoy de la computadora) sea legible, entendible, y que “llegue” a aquellos generosos que se quieren sentar a leer lo que salga de mi entendimiento y de mi sentir. Mi público ideal sería uno con bastantes lecturas de “clásicos” (lo mismo Walt Whitman que Rosario Castellanos que Antonio Machado que Jacques Prévert), pero a la vez, mucho de lo que he hecho se refiere materialmente a las mujeres, o al lector que busca un significado profundo en la vida, o a los latinos que viven en los Estados Unidos. Sobre esto último, hoy por hoy mi público ideal sería uno bilingüe, que entienda inglés tanto como español, que haya vivido las experiencias biculturales que me han tocado a mí, y que sepa apreciar mi dedicación a la literatura universal, eterna. O que pueda reconocer la nostalgia lírica y distinguirla de lo sentimentaloide.

He difundido mi obra poética en varios foros internacionales de lectura, por ejemplo en Canadá en una conferencia de mujeres escritoras a finales de los setenta, en festivales poéticos en California que también por aquellos años acogieron a escritores chicanos y cubanos y centroamericanos residentes en los Estados Unidos, en revistas y magazines y antologías en este país y en otros: Antología poética hispanoamericana (1980), Woman of Her Word: Hispanic Women Write (1983), Third Woman (1984), Nosotras: Latina Literature Today (1986), Veinte años de literatura cubanoamericana (1988), Daughters of the Fifth Sun: An Anthology of Latina Fiction and Poetry (1995), Floricanto Sí! A Collection of Latina Poetry (1997), Telling to Live: Latina Feminist Testimonios (2001). También se han traducido mis poemas al inglés para publicaciones como The Denver Quarterly, Inscape, Windowrock, e Internacional Poetry Review. Preciso es decir en este punto que casi toda la poesía que he escrito a partir de 1995 está originalmente en inglés, excepto algunos pocos poemas, como el que apareció en la Antología de poesías de amor publicada por Ana María Shúa en Buenos Aires en 2002. Participé con tres poemas en el número dedicado a poetas cubanos en los Estados Unidos (que escriben en inglés o traducen su obra, como por ejemplo José Kozer, Enrique Sacerio Garí y Jorge Guitart) de la notable revista electrónica Sugar Mule Poetry Review, y en 2005 toda mi obra poética fue incluida en el proyecto online de Alexander Street Press, Latino Literature (incluyendo mi última colección, Latina Trips). Asimismo, en 2004 (finalmente) me tocó ser poeta invitada al festival de poesía anual de Tucson, Tucson Poetry Festival, que atrae a muchos inclusive de fuera del estado. Allí leí poemas en inglés, y también di una charla sobre la relación entre la poesía y la música. Fue lindo ver mucha, mucha gente bilingüe dentro del numeroso público.

FOTO Dr. Rivero en el Cuban Research Institute (FIU)

No he “perseguido la fama” en el mercado de la poesía tanto como en el de la crítica. En este último, y sin falsa modestia, puedo decir que hoy día se me reconoce en el campo de estudios cubanoamericanos y latinos en los Estados Unidos, y además en el campo de estudios latinoamericanos, sobre todo en las áreas de poesía y crítica de escritoras. Me divierte ver que mis publicaciones se citan en sitios universitarios de Iraq y de Túnez. Pero el escribir mi propia poesía ha sido para mí una vocación casi secreta, o al menos ha tenido que conformarse a un lugar secundario entre todas las otras actividades intelectuales que me ha tocado desempeñar. Hoy en día, sin embargo, lo que produzco parece ser una mezcla híbrida de lo personal (y aun lírico) y lo teórico-crítico, en ese tipo de escritura que algunos críticos, como Isabel Álvarez-Borland, han calificado de ensayo personal (o “personal essay”) en relación a la obra de autoras cubanoamericanas como Ruth Behar y yo misma. También me atrae mucho la prosa entre ficcional y documental (como “Memorias de la Abuela María, que publiqué en 2003) y espero tener más tiempo para eso en un futuro próximo.

En fin, que llevo más de cuarenta años escribiendo y publicando… lo cual me parece imposible, pero cierto.

 

ACR: ¿Le interesa la opinión de la crítica? ¿Hay algunas que escuche con mayor interés? ¿Establecería algún vínculo entre calidad de la obra, atención de la crítica, difusión, éxito de público?

ESR: Claro que me interesa la opinión de los que leen y escriben sobre lo que leen… hasta cierto punto. A veces (y hablo como crítica literaria en este momento) tenemos que atar cabos sobre lo que “quiso expresar” el autor para poder interpretar una obra. Eso pasa menos, a mi entender, en el análisis de prosa de ficción que en la lectura de una obra lírica. Pero pensando como poeta, eso que imaginan los lectores no siempre es acertado, porque muchas veces confunden las voces enunciadoras en un texto con la persona real del autor… y al fin y al cabo, estamos hablando de un producto de la creación imaginativa. No obstante, es muy útil ver lo que dicen los críticos porque dan una idea de cómo lo que uno escribe puede, o no puede, llegar al lector y cómo impacta la palabra escrita.

A veces hay poemarios de alta calidad que no tienen gran aceptación, quizás porque son herméticos o demasiado alusivos a otros textos y se pierde el lector en un laberinto de intertextos; sin embargo, otras obras corren buena suerte, atraen al público, aunque su logro estético sea menor. Lo de la alta difusión o constituir un “éxito de librería” tiene mucho que ver con la diseminación informativa, la distribución en medios adecuados, la apertura del público a leer lo que alguien no tan conocido escribe… y eso en el caso de la poesía no es tan fácil como en la narrativa. No hay tantos lectores que compren libros de poesía, excepto de nombres mayores.

 

ACR: ¿En qué sentido estima que debe estar orientada su labor estética, cultural y social? ¿Qué intelectuales y obras aprecia, en ese sentido, como referentes?

ESR: Después de haber pasado tantos años leyendo literatura escrita por otros y de haber tratado yo misma de plasmar en palabras lo que mi mirada contempla en la realidad (exterior o interior), pienso que he adquirido una visión cultural amplia que, incluyendo lo cubano a nivel personal, siempre se ensancha hacia otros horizontes, por ejemplo, el latinoamericano y el europeo… y hasta el norteamericano. En realidad no estimo que mi labor deba estar orientada hacia lo nacional de mi país de origen. Claro que he leído y escrito mucho sobre Cuba y autores cubanos, pero cuando echo un vistazo retrospectivo a mi investigación y mi escritura crítica, creo notar que ha habido una insistencia en la variedad de perspectivas. En la poesía soy un poco más restringida en lo que trato y mi experiencia personal entonces, obviamente, toca temas relacionados con la niñez, la adolescencia, la identidad cultural, la inmigración… y todo ello conduce a referencias (explícitas o implícitas) de lo cubano.

Los autores que más han significado para mí y a quienes sigo leyendo continuamente son: Neruda, Rosario Castellanos, Federico García Lorca, Sor Juana Inés de la Cruz (¿sorprendente?), los poetas españoles de los siglos XVI y XVII (Garcilaso de la Vega, Fray Luis de León, Santa Teresa de Ávila), JRR Tolkien y sus increíbles y mágicas narraciones épicas, Virginia Woolf y, entre los más contemporáneos, Ernesto Cardenal, Isabel Allende, Elena Garro, Ana Lydia Vega, y Mayra Montero, la “cubanoboricua”. Entre los cubanos, mis favoritos siempre han sido José María Heredia, José Jacinto Milanés, Cirilo Villaverde, Luisa Pérez de Zambrana y Gertrudis Gómez de Avellaneda, José Martí (me atrae el siglo XIX en todas las literaturas), Emilio Ballagas, Fina García Marruz, Eliseo Diego. Confieso que en los sesenta, setenta y ochenta me gustó mucho la poesía de Roberto Fernández Retamar, Guillermo Rodríguez Rivera, Reina María Rodríguez, Víctor Casaus y Marilyn Bobes… Decían tanto en su aparente sencillez conversacional. La narrativa cubana de las últimas décadas generalmente no me atrae, porque su lectura me deja llena de tristeza y a veces repugnancia.

Mi vicio secreto son las novelas inglesas de misterio como las de P.D. James y Colin Dexter (de Agatha Christie he leído casi todos sus ochenta y tantos libros). Me encanta leer ensayos testimoniales e históricos (Informe contra mí mismo, de Eliseo Alberto, me dejó sin aliento). La buena prosa me conforta aunque me asombre, pero la buena poesía me hace respirar con inquietud. Leo mucho en inglés (por lo general sueño en ese idioma), me encanta leer en portugués y tratar de leer en italiano (el ensayo es más fácil que la poesía: intenté leer a Francesco Petrarca y a Dante Alighieri en el original pero terminé con las traducciones inglesas; lo mismo me ocurrió con Umberto Eco). El francés me fascina pero no lo capto tan bien como otras lenguas romances; en los setenta leí a los semióticos franceses en español y después a los rusos en inglés. Me encantaría leer chino para poder conocer al poeta Li Po y la famosa novela El sueño del aposento rojo en el original. Mis referentes, dicho sea a grandes rasgos, son de cualquier parte de la humanidad si el asunto me “agarra”. Recuerdo haber leído con la misma pasión La regenta, de Leopoldo Alas Clarín, y Los hermanos Karamazov, de Fiódor Dostoievski. Pero igual me absorbe la narrativa fantástica, como los textos de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar. Mi meta es leer completos a James Joyce y a Marcel Proust (y toda la poesía y prosa de Rosario Ferré) cuando tenga tiempo disponible… “¡Cuán largo me lo fiáis!”

 

ACR: ¿Puede vivir usted de su obra? ¿Cómo ha podido sostenerse económicamente?

ESR: Pocos poetas hay que han podido vivir completamente de su obra: Neruda es un ejemplo siempre, ya que su obra fue traducida a veinte y cuatro idiomas y se vendía como pan caliente. El mismo Octavio Paz ganaba más como ensayista y como conferencista que como poeta, creo yo. Por eso tantos somos académicos. La nuestra (como profesores y críticos) es una profesión que nos permite y nos exige lectura, reflexión, escritura… y nos mantiene económicamente. Y además podemos hablar de poesía… y aun escribirla… sin dejar de vivir holgadamente.

 

ACR: ¿Cómo gravita emocionalmente sobre usted el hecho de vivir fuera de Cuba? ¿Podría revelarnos algunos recuerdos y/o nostalgias suyas que nos ayuden a imaginar cómo mira sentimentalmente hacia la Isla?

ESR: Ahora sí llegamos a las respuestas jugosas y complejas. El hecho de vivir fuera de Cuba pesó con enorme gravidez sobre mí aproximadamente los primeros veinte años después que salí permanentemente de mi país de origen (yo había pasado un año en los Estados Unidos como adolescente, y mi añoranza era sofocante entonces). Cuando logré viajar de vuelta a Cuba dieciocho años después de mi salida en 1961, fue como volver a nacer. Recuerdo caminar por las calles de La Habana mirando los adoquines a través de las lágrimas; fue algo tremendamente impactante el empezar a recobrar el espacio original, los olores y los sonidos, y darme cuenta del cambio efectuado. No estoy hablando de sistema político aquí: me refiero a cómo habían crecido los árboles que yo dejé pequeños, cómo se habían despintado los edificios, deteriorado los muros, aun desarrollado ciertos programas culturales.

En los ochenta realicé cinco viajes más a Cuba y viajé por toda la Isla. Así se completó esa recuperación, y lo que yo llamo el exorcismo de la nostalgia.

Alguna vez he dicho en público que la nostalgia de Cuba se quita viajando allá varias veces; contra ese bacilo de la añoranza del suelo natal se inocula uno con media docena de viajes. En mi experiencia, las personas que más añoran la Isla son las que nunca han vuelto.

Habiendo dicho eso, sin embargo, cuando veo en otro lugar (en México, en España) la bandera cubana, siento como el vuelo de una exquisita mariposa sobre el corazón. Creo que todo el amor a la patria se me ha concentrado en un símbolo.

 

ACR: ¿Qué pudo haber quedado suprimido, transformado o erosionado de su sentido de identidad personal como cubana, por la distancia geográfica, el tiempo, las vicisitudes o la voluntad personal?

ESR: Algunos científicos sociales norteamericanos y cubanoamericanos han estudiado el fenómeno de la “descubanización” y de la subsiguiente “recubanización”, peculiar en aquellos que llegamos de adolescentes a los Estados Unidos. He escrito sobre este proceso en algunos de mis ensayos testimoniales en inglés y en un largo poema que ha sido reimpreso en varios lugares, “North from the River, South Inside”. Esta pregunta es muy aguda porque intuye y articula dichos fenómenos. En particular, creo que lo que se trata de suprimir al llegar es el dolor de la separación para poder funcionar en lo diario. Los ocho o diez primeros años son muy duros, de una nostalgia y un dolor de profunda pérdida que es incomparable, porque lo que se ha perdido no es alguien, sino tantas cosas a la vez materiales e inmateriales… y cuando uno come frijoles negros en el destierro eso no es comida, es la infancia revivida, la niñez de los mediodías al calor y los almuerzos antes de volver al colegio, y la sazón de mami o de abuela; en fin, eso que todos los que lo han perdido conocen. Desafortunadamente, o más bien afortunadamente, el tiempo erosiona los recuerdos como el mar las rocas. Si no se limaran las aristas de la memoria, ¿quién podría vivir con la pena de la ausencia?

Cuando me mudé al suroeste norteamericano me parecía estar en otro planeta, donde nadie sabía mis secretos ni me entendía. Y procuré adaptarme perdiendo el acento cubano (o eso pensaba yo), porque además algunos hacían chistes sobre la profesora de español cubana que no podía enseñar el plural de los sustantivos porque sólo decía el singular: “un zapato, do zapato”. Reconozco que no me hacían ninguna gracia esas bromas. He escrito en otras páginas que imité el acento mexicano, el acento chileno, me descubanicé para olvidar lo doloroso que era ser cubana. Y esto fue a plena voluntad, para no sufrir y para adaptarme al medio. Y de pronto me identificaba con todos los latinoamericanos inmigrantes más que con los caribeños.

 

ACR: Cuando piensa y habla sobre Cuba, ¿cuáles son sus temas recurrentes, sus motivaciones, sus inquietudes fundamentales?

ESR: Probablemente la literatura, la crítica y la música en los círculos en que más me desenvuelvo. Y en otros, por supuesto, la temática de la conversación recae siempre sobre el eterno tema político: ¿cuándo y cómo se dará el cambio? Lo triste es que ya a estas alturas de la vida, pienso: ¿será que no veré ese cambio en el tiempo que me queda? Esa era la pregunta que hacía mi padre en los noventa, y efectivamente no lo vio porque murió antes del 2000. Ni siquiera llegó al milenio. Yo siempre recuerdo también a una señora cubana de Portland, Oregon, que me decía: “Estoy convencida de que ese hombre es inmortal”, refiriéndose, desde luego, a Fidel Castro. Pero yo me niego a pasarme la existencia que me queda esperando la muerte de alguien, ni siquiera de esa figura histórica que nos cambió el mundo. Obviamente, ya ese hecho se ha incorporado a los anales de la historia.

Lo cierto es que muchas veces paso días completos y seguidos sin pensar en Cuba, excepto si converso con compatriotas y me mencionan algún detalle, o si leo algo en los periódicos, o si pienso en mis padres que ya no están en este planeta. Hace años una prima de Cuba estuvo en Miami y durante su estancia conversamos largamente sobre su vida en la isla y cómo ella la vivía. Fue interesante constatar que teníamos muchos recuerdos en común (inclusive fue profesora de literatura en una escuela secundaria en San Cristóbal, Pinar del Río, su pueblo natal). Ella me repetía que le admiraba ver la memoria que yo había mantenido de nuestra vida en ese otro mundo que ya no existe.

Lo curioso es asimismo que, a estas alturas, los poemas de Latina Trips, mi poemario “electrónico”, contienen no pocos textos en que se “revive” lo cubano de mi niñez y lo cubano de mi identidad, al ver banderas en Londres o escuchar el acento inconfundible frente a la Fontana de Trevi en Roma, al pensar en el valle de Viñales o al contemplar las montañas y la costa del Atlántico en Puerto Rico, “esa otra isla”, como le llamo yo (siempre fui adicta a los versos de Lola Rodríguez de Tió y las dos alas del pájaro).

En fin, que la identidad personal y cultural conserva perfiles y aristas (no siempre limadas) de la cubanidad que se absorbió en los primeros diecinueve años de existencia, y que se cultivó y floreció en los primeros años de la inmigración, y que después en la diáspora continua se ha fundido con otras identidades. No importa cuánto el perfil del ser propio haya viajado y se haya aposentado en otros espacios del orbe: siempre tiene dentro algo de la niña y de la joven cubana que fui. A veces reniego de mis coterráneos y a veces los amo. A veces pienso que me seducen con su cariño; y otras, lamento sus gritos y sus intensos melodramas (aunque me una a ellos por solidaridad). Esto lo veo como otra parte integral de ese carácter que al parecer no se pierde así como así.

 

ACR: Para su obra y vida intelectual, ¿cuáles han sido los provechos, contratiempos o sacrificios de haber salido de Cuba? ¿Cómo ha influido en su obra el hecho de que usted viva en otra comunidad cultural, intelectual y/o lingüística? ¿Esta situación ha estado en conflicto con la labor creativa o ha contribuido a enriquecerla?

ESR: El provecho de haber salido de Cuba: conocer el mundo y sentirme ciudadana universal. Desde que era adolescente tenía un sueño recurrente: volar sobre el mapa de la Isla y dar un salto al norte (detalles de estos episodios han salido impresos en “I Can Fly: Of Dreams and Other Nonfictions”, en el libro Telling to Live: Latina  Feminist Testimonios, publicado por Duke University Press, 2001). Pero todo el proceso vino acompañado, como es natural, de desgarrones emocionales y traumas sicológicos: la experiencia migratoria es la más profunda herida, difícil de sanar, y cuando al fin cicatriza lo hace dejando una marca indeleble. Se suaviza con el tiempo, pero no se borra nunca. Los contratiempos son esos: el sentirse no pertenecer a ningún ambiente, a ningún país. Por eso tomo tan en serio ese estado que los antiguos mexicanos llamaron “Nepantla”, la tierra de en medio, que los teóricos culturales contemporáneos aplican al polifacético y resbaladizo espacio cultural de los inmigrantes, de los ciudadanos universales que aspiran a caber en cualquier parte pero que a menudo no caben completamente en ninguna.

Infinite divisions - PORTADA DE LIBRO

El hecho de que vivo en diversas comunidades (soy cubanoamericana, latina del suroeste de los Estados Unidos, caribeña pero con estrechos lazos que me atan a México y sus gentes, rodeada frecuentemente de brasileños con los que sostengo amistad, a gusto entre los españoles que por otra parte me retrotraen a mis abuelos y ancestros, cómoda entre cubanos y chilenos y nicaragüenses y puertorriqueños, e ingleses y holandeses e indios), ese hecho me mantiene abierta a otros modos de ver y de ser, lo cual ha obviamente influido en lo que escribo. De hecho, la temática de muchos de mis ensayos es precisamente el rejuego de una identidad fluida y polifónica, con muchas aristas. Me siento a mis anchas entre gentes que hablan varias lenguas y conversan en diversas culturas. Mis alumnos se sonríen porque siempre ando diciendo frases en italiano o latín o francés o portugués, además de en inglés (en medio de una clase dictada en español, claro). Eso se transmite, sin lugar a duda, en lo que sale de la pluma y me abre horizontes más amplios para la reflexión, la lectura y la confección de esas cosas que llamamos poemas y textos. Que dicho sea de paso y para que no se olvide, ahora salen mayormente en lengua inglesa.

 

ACR: ¿Cómo considera que la emigración y el exilio están presentes en su obra y en la de su generación?

ESR: Mi obra está llena de esos temas. ¡A veces pienso que siempre hablo de lo mismo! Pero en realidad ni siquiera creo que sean hilos temáticos, sino la masa con que se hornean las palabras y se cuecen las ideas. Mi generación, popularizada entre círculos cubanoamericanos como la “una y media” (“one and a half”: los que salieron de Cuba en la niñez o en la adolescencia), es una generación dual, sincrética, bilingüe y multicultural. En las líneas introductorias del más reciente libro que he publicado, Discursos desde la diáspora, digo: “Nunca me ha gustado la palabra exilio”, y por eso prefiero hablar de cubanos diaspóricos para referirme a los que son como yo. Como gesto romántico, me inclinaba más en un tiempo al término “destierro” (que asociaba con Heredia y Martí); después he preferido la palabra “inmigración” (que me distancia un tanto de las emociones), pero ahora definitivamente opto por diáspora. Mi mirada ya no es retrospectiva, sino que se proyecta hacia lo que venga después de hoy.

Mis primeros poemas, reunidos en el libro De cal y arena (Sevilla: Aldebarán, 1975), hablaban de una persona que no se reconocía a sí misma sino en lo plural, en el recuerdo de lo que había sido, en el recuento de las memorias de una mujer joven que aspiraba a conocerse. Inclusive la muestra de poemas que siguieron al libro, sueltos en revistas y antologías, se refería a varias de las nociones definitorias del ser cultural y nacional, como el que se ha reproducido por ahí muchas veces, “Señas de identidad”. Los que les sucedieron tomaron la vena de lo erótico y lo amoroso como motivo central por mucho tiempo (ver el poemario Cuerpos breves), pero fue una etapa que creo que ya no está presente en lo que escribo. Detalles del ser desterritorializado, de los desplazamientos físicos y emocionales, del buscar asideros culturales, se encuentran en ese largo poema que he nombrado, “South from the River…” (el cual, al decir de mi hija, es el mejor que he escrito en inglés): el paisaje (exterior e interior), los viajes, el encuentro con otros de mi mismo origen por las antípodas del planeta. Con eso se reconstituye hoy por hoy lo que pongo en el papel. Ahí están los poemas de Latina Trips.

Al pensar en autoras cubanoamericanas, he distinguido siempre entre las que viven y escriben en una modalidad exílica y las que han funcionado entre dos tierras y dos aguas, las que llamé en 1989 poseedoras de “doble identidad” (Lourdes Casal fue la pionera, a mi juicio, como dije en “From Immigrants to Ethnics: Cuban Women Writing in the U.S.”). No todos somos cubanoamericanos: hay exiliados que siguen siendo cubanos no importa donde vivan. Otros compatriotas hay que son cubanoespañoles o cubanosuecos. Yo pienso que me debería incluir entre los que califico como “Cuban plus”. Esto lo he repensado para un ensayo sobre esa Cuba transnacional que se extiende mucho más allá de las fronteras del territorio original: “In Two or More (Dis)Places: Articulating a Marginal Experience of the Cuban Diaspora” (en la colección editada por Andrea Herrera, Cuba: Idea of a Nation Displaced (2007). En fin, que sigo con el leitmotiv (algunos podrían decir que el estribillo, o aun la cantaleta) de la identidad.

 

ACR: ¿Le llama la atención alguna migración o exilio, individual o colectivo, de otros ámbitos geográficos o momentos de la historia? ¿Medita sobre su situación personal o colectiva, como cubana, a través de las semejanzas y diferencias con esas otras experiencias?

ESR: Como he dicho, me atrae poderosamente el siglo XIX, tanto en la literatura cubana como en la inglesa o la española o la italiana o la francesa o la rusa. En poesía me fascina leer a Rosalía de Castro, que para mí fue un ícono cultural en su papel de gallega desterrada y de mujer incomprendida. Hace ya algunos años fui a visitar su casa en Iria Flavia (en el municipio Padrón, de La Coruña), su pueblo cerca de Santiago de Compostela, y vi las flores de su balcón y tomé vino albariño (hecho con uvas blancas) en su honor. También me identifico con las mujeres cubanas decimonónicas como Luisa Pérez de Zambrana y Juana Borrero. Me interesa profundamente el exilio irlandés a los Estados Unidos o a Australia (acabo de leer la autobiografía novelada ’Tis), la diáspora judía o palestina a cualquier parte, la inmigración de los argentinos y los chilenos y los italianos a otros hemisferios. He meditado (y publicado) sobre estos temas diaspóricos comparados, y leído mucho a críticos culturales como Homi K. Bhabha (a quien por cierto conocí en una conferencia en Chicago, y es todo un caballero angloindio que besa la mano a las mujeres cuando se las presentan). De él he aprendido a reflexionar sobre la hibridez y el “tercer espacio” en que vivimos los inmigrantes y los bi- o triculturales.

 

ACR: ¿El exilio le ha hecho sentir, de alguna manera específica, una mayor pertenencia, vínculo o identidad con determinado grupo o comunidad, como puede ser, por ejemplo, la latina en los Estados Unidos o Europa?

ESR: Me considero latina de los Estados Unidos y, de hecho, he acuñado un término como “latinounidense” que me aplico a mí misma, aparte de lo que he publicado con dicho título. A veces digo que lo que soy, verdaderamente, es una latinaunidense de origen cubano. Cuando me preguntan si soy cubana, o cuando digo que lo soy porque esa es la etiqueta que se espera, me siento rara porque en mis adentros aflora la duda: “¿Y cómo puedo reclamar la denominación de cubana a secas si hace casi medio siglo que no lo soy de verdad?” O sea, que no soy sólo cubana: soy cubana y otras cosas más, Cuban, cubana plus, “Cuban-and-other”, cubana polivalente, pluralista, polifacética, mezclada, transculturada, desterritorializada pero legítima, porque reconozco mis raíces. A veces sospecho que lo que practico es un “performance” de cubanidad, que soy cuasicubana por profesión. Una vez, en Puerto Rico, me encontré con el colega Damián Fernández, profesor en Miami y editor de la significativa colección de ensayos Cuba Transnational. Al decirle que mi hija vivía en la ciudad de San Juan, se sonrió y me dijo: “Me imagino que eso debe contribuir aún más a tu confusión de identidades”. Yo me reí, desde luego y seguí pensando…

 

ACR: ¿Cómo se mantiene al tanto de la labor intelectual de cubanos radicados fuera de Cuba y qué escritores y obras le interesan especialmente? ¿A partir de qué aspectos podríamos considerar dicho grupo una comunidad?

ESR: Me mandan libros, reviso catálogos impresos o electrónicos, veo anuncios, leo revistas, me hablan de novelas y las compro, asisto a conferencias y congresos y escucho hablar sobre obras que no he leído o que conozco someramente, converso y pregunto e indago y me entero (a veces en las páginas web de Amazon.com) de las autoras y autores jóvenes, los cubanoamericanos que escriben en inglés. Por ejemplo, leyendo la revista de los exalumnos de la Universidad de Miami veo un párrafo sobre la joven autora de origen cubano Chantel Acevedo, que acaba de publicar su primera novela Love and Ghost Letters, nada menos que en St. Martin´s Press, la prestigiosa editorial de Nueva York. Y compro el libro por Internet y lo comento en un artículo. De autores más maduros que escriben en español me entero por esas vías y por reseñas y por programas de Ferias del Libro, por ejemplo. Me interesan especialmente las memorias y autobiografías, los ensayos históricos o testimoniales… algunas novelas, no todas, y por supuesto la poesía.

 

ACR: ¿Cómo se informa sobre la vida cultural en la Isla, su situación, publicaciones y movimientos? ¿Cómo es su comunicación con la comunidad intelectual asentada en Cuba y las instituciones culturales?

ESR: Reviso La Jiribilla, recibo noticias de La Gaceta de Cuba, leo lo que escriben colegas sobre autores de la Isla, me mandan libros, me entero por reseñas. Durante los setenta y los ochenta y al principio de los noventa estaba muy al tanto porque iba a Cuba de viaje, y porque cubanos intelectuales y autores venían a Nueva York, a Harvard, ciertamente a México, aun a Miami. Ahora dependo más de mensajeros con noticias, y desde luego leo lo que los cubanos publican en el extranjero; no dependo ahora de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba ni de Letras Cubanas para enterarme. Ahora son más bien las editoriales españolas las que nos tienen al día. La Feria Internacional del Libro en Guadalajara, dedicada a Cuba en 2002, fue una gran experiencia que nos permitió a varios de los autores y críticos de la diáspora reunirnos con intelectuales de la Isla, y hubo un diálogo respetuoso. Creo que nos escuchamos mutuamente con buenos oídos. Particularmente, el crítico Ambrosio Fornet tuvo mucho que ver en la comunicación de muchos de nosotros con autores cubanos de intramuros; dedicó números especiales de La Gaceta de Cuba y de Correo de Cuba a algunas de nuestras publicaciones, poesía, ensayo y narrativa. Y fue él quien nos invitó a Guadalajara: allí estuvimos Jesús J. Barquet, Manuel Cachán, Enrique Sacerio Garí, Emilio Bejel, Achy Obejas, Román de la Campa, quien escribe estas líneas y varios otros, en conversación y en convivio. También, en mi caso particular, tuve mucho contacto con la ensayista, crítica y profesora Nara Araújo, amiga personal, a través de quien conocía lo que se hacía en la Isla, especialmente entre las mujeres escritoras.

 

ACR: Diversos intelectuales opinan que la cultura cubana es una sola, generada por quienes están dentro o fuera de la Isla. ¿Cuál es su opinión al respecto? Si usted considera que es una sola, ¿en qué aspectos opina que se establece esa unidad y sus diferencias?

ESR: Yo soy una de esos intelectuales que ha expresado públicamente tal idea, y aun la he puesto por escrito. Me tomo la libertad de citar mis propias palabras con cierta extensión para captar (y recapturar) lo que quiero decir: “En sentido global, y al trazar eso que Rafael Rojas ha denominado ‘los límites de la nación moderna’, la cubanidad sería —además de lo que se define en la propia Cuba— un proceso de identidad transnacional y desterritorializada en construcción continua, cuya ciudadanía cultural comprendería a los inmigrantes y sus descendientes tanto como a los que numéricamente se asocian al estado cubano; o sea, que las comunidades diaspóricas juegan un papel tan importante en la definición de los límites de lo que es ‘ser cubano’ como las comunidades insulares. La pluralidad de expresiones de esa cubanidad es patentemente visible fuera y dentro de la Isla, si bien se globaliza más en el exterior al atender a cuestiones de idioma y de hibridez cultural. Ciertamente, los cubanos diaspóricos alimentan la construcción de esa comunidad transnacional imaginada. Así, la cubanía transnacional se puede detectar en un amplio espacio de individuos sin fronteras, que reclaman ciudadanía cultural en una variegada nación desterritorializada con respecto a la isla original, aunque en realidad las comunidades diaspóricas se anclan funcionalmente en el territorio donde sobreviven y medran.” (Discursos desde la diáspora, 54). Creo que ese párrafo citado responde a la pregunta.

Let's Hear Their Voices Cuban American Writers of the Second Generation - PORTADA DE LIBRO

 

ACR: ¿Cree que los intelectuales cubanos establecidos fuera de la Isla pueden hacer o deben plantearse alguna contribución para el desarrollo actual y futuro del país? ¿Cree que los que están dentro de la Isla pueden o deben hacer algo específicamente en ese sentido? 

ESR: Creo que todo debe esperar a un cambio político, cuando las generaciones actuales de dirigentes pasen a mejor (o peor) vida. Entonces quizás pueda haber algún intercambio que valga la pena. Muchos de los intelectuales y escritores y artistas que se han quedado en la Isla se han acomodado, y no creo que quieran hacer nada al respecto. Los que se fueron se adaptaron a vivir fuera, y dudo también que la realidad de un regreso futuro sea lo que uno piensa que va a ser. Tomaría décadas en Cuba llegar a un sistema económico, político y social donde valga la pena vivir. Siempre pienso en la China de Mao Tse-tung y en la de ahora. Tanto que sufrieron los intelectuales cuidando cerdos en las granjas durante la Revolución Cultural (conocí a un par de ellos) y finalmente los jóvenes chinos de ahora son capitalistas con ganas, deseando consumir como el resto del mundo. Aquello del hombre nuevo se fue a bolina, para decirlo en cubano. Los bares y discotecas de Shanghai, y los cantantes de rock que allí tocan, se parecen a los de Londres. Los rusos ni se parecen ya a los soviéticos. Y yo me pregunto cómo serán los cubanos del futuro. ¡Tanto sufrir para terminar siendo lo mismo que el resto de los países que aspiran a ser “primer mundo”! El socialismo cubano va a caducar cuando las dos o tres primeras generaciones de dirigentes se hagan polvo. En la Unión Soviética duró setenta y tantos años, y en China el crecimiento económico ha demorado cincuenta. Creadores hay en Cuba ahora cuya obra durará, qué duda cabe. Tal vez alguno señale rasgos de sus poemas o novelas o cuadros u obras de teatro o películas y diga: “Yo hablé simbólicamente porque es lo único que podía hacer, o pinté la pobreza y la vida diaria sin hacer otro comentario que el de la penuria y la estrechez y el deterioro. Era lo único que se podía hacer sin hablar libremente.” Otros hay, no obstante, que dicen cosas atrevidas (sobre todo las mujeres). Pena que quizás mi generación no vea ese futuro de ideas y de regreso. Pena que no veamos una Habana libre de penurias y escombros y discursos vacíos, y una trilogía limpia (y con esto no quiero decir de ninguna manera que deseo que el hotel homónimo se vuelva a llamar Hilton). ¡Pena que la Suite Habana no sea “sweet”!

 

ACR: ¿Tiene el propósito de establecerse permanentemente en Cuba en algún momento? ¿En qué circunstancias?

ESR: No. Cuba no es ya mi país, es necesario decirlo sin ambages, sin remordimientos y (ojalá) sin tristeza. Si prefiriera algún sitio, sería probablemente el sur de España, pero por razones familiares es muy posible que viva el resto de mi vida en los Estados Unidos. Me gustaría mucho, creo, poder ir a Cuba en frecuentes visitas cuando la situación política lo permita, pero se me haría pequeño el país después de haber vivido tanto tiempo en un ambiente globalizado y abierto a todas las posibilidades del mundo exterior. No es sólo Cuba, lo mismo me pasa con Puerto Rico, que sería el otro lugar posible. Las dos islas me quedan pequeñas. En realidad, me siento más ciudadana del mundo que otra cosa.

Sin embargo, así que pasen muchos años, sigo soñando con meter los pies en el agua transparente de Varadero… Nuestro mito nacional del regreso, el Shangri-La antillano, nuestro Nirvana. Esas son mis contradicciones.

Eliana S. Rivero in FIU - Cuban Research Institute

ACR: Después de haberse jubilado con la condición de profesora emérita de la Universidad de Arizona, ¿cuáles han sido sus principales labores y publicaciones académicas en la última década?

ESR: Después que me jubilé en 2011, he continuado con mis investigaciones sobre la identidad cultural y la diáspora cubana, sobre todo en lo que concierne a mi perspectiva personal. He logrado coeditar una antología de escritores cubanoamericanos de la segunda generación, y alrededor de dos docenas de publicaciones que van desde ensayos formales sobre lo que he denominado “la poscubanidad” hasta algunas divertidas crónicas en blogs gastronómicos, pasando por los eternos temas que me apasionan, como la poesía hispánica. También ando relacionada con el sitio web que la Universidad de Harvard planea lanzar sobre la histórica visita de maestros cubanos a dicho plantel en 1900, ya que mi abuela materna fue uno de ellos.  Al respecto, he publicado memorias y testimonios, y también mis impresiones de mi viaje a Cuba en 2016, cuando después de 31 años de ausencia, llevé las cenizas de mis padres a descansar en el suelo de la isla, la patria a la que nunca pudieron volver.

 

ACR: Usted ha sido una devota de la música clásica y cubana. ¿De qué manera la música continúa siendo una pasión en su vida?

ESR: Además de sentarme al piano a diario e interpretar lo que he podido rememorar con mis propios arreglos en los últimos 25 años, he adquirido un Yamaha Clavinova electrónico en el que puedo tocar un conjunto de ritmos y voces y replicar así melodías latinoamericanas (del tango a la samba al vals peruano), y aún las españolas (del pasodoble al chotis madrileño). Ya no me baso en partituras, sino que hago mis propios arreglos, y he expandido mi repertorio de Beethoven a los Beatles, pasando por temas musicales de películas famosas (CasablancaFiddler on the Roof y The Sound of Music, por ejemplo). No obstante, siempre vuelvo a la música tradicional cubana que aprendí en mi familia, cuya herencia musical ha sido un regalo en mi vida, y como ejemplo de ello pude grabar el video musical Melodías y memorias de Eliana Rivero en 2015. Mucho me complace entonces haber podido también tocar temas musicales de trasfondo para programas virtuales del Centro Cultural Cubano de Nueva York y para el sitio web ya mencionado, Los Cubanos de Harvard.

 

ACR: ¿Cuáles son los temas de cultura y sociedad de EE.UU. a los que presta atención? ¿Cuáles son ahora sus inquietudes intelectuales y como ciudadano sobre este país y globalmente?

ESR: Los temas que me obsesionan son la historia no contada de las minorías hispanas en el país, y la herencia cultural que tantos ignoran. Nuestros ancestros españoles en lo que hoy se denominan California, Arizona, Tejas y Nuevo México fueron los primeros inmigrantes europeos en esta parte del continente, bastante antes que los ingleses en la costa este del país. Y a pesar de que los latinos constituimos casi el 20 % de la población, somos prácticamente invisibles en los medios televisivos del llamado “mainstream”, con raras excepciones, y gran número de norteamericanos cree que todos somos inmigrantes recientes y no ciudadanos. Ahora que las minorías raciales reclaman su participación democrática como plenos miembros del país, con demasiada frecuencia no se distingue entre la etnia y la raza: aún no comprendo la falta de información de aquellos que todavía me comentan “Are you Latina? You look so white!” (¿Es usted latina? ¡Se ve tan blanca!), como si no hubiera latinos de todas razas y colores.  Y me inquietan mucho el presente y el futuro de unos Estados Unidos que han eliminado su membresía en organismos internacionales para combatir el cambio climático y el calentamiento global, además de aparentemente situarse de parte de gobiernos autocráticos en varios sitios del planeta. Me inquieta también lo que pueda suceder con generaciones futuras de jóvenes norteamericanos con respecto a materias educacionales y económicas, sobre todo en épocas de pandemia, aunque siempre queda un rescoldo de esperanza para que cambie la situación cuando el proceso democrático se imponga y el liderazgo del país pueda transformarse. (Tucson, Arizona, agosto de 2020)

 

 

FOTOS

Cortesía de los archivos privados de: 

Eliana S. Rivero 

y

 Armando Chávez Rivera