BAQUIANA – Año XXI / Nº 113 – 114 / Enero – Junio 2020 (Poesía VI)

FOTO SECCIÓN POETICA

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ANA MERINO

Nació en Madrid, España (1971). Es poeta, dramaturga, crítica literaria, narradora y experta en cómic. Tiene una Licenciatura en Historia Moderna y Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid, una Maestría en Literatura Peninsular y Latinoamericana por la Universidad Estatal de Ohio en Columbus y un Doctorado en Literatura Española y Latinoamericana por la Universidad de Pittsburg en Pensilvania (EE.UU.), donde escribió su tesis sobre el cómic en el mundo iberoamericano. En la actualidad es catedrática y fundadora del MFA de Escritura Creativa en español en la Universidad de Iowa. Fue miembro de la Junta Directiva del Center for Cartoon Studies (2004 2014) y del Comité Ejecutivo del International Comic Art Forum (2001-2011). Sus artículos han aparecido en las publicaciones especializadas Leer, DDLV, The Comics Journal, International Journal of Comic Art y Hispanic Sigues. Es autora del catálogo bilingüe Fantagraphics creadores del canon (Vaughn, 2003). Sus poemas forman parte de importantes antologías de poesía, tales como: Ellas tienen la palabra, editada por Noni Benegas y Jesús Munárriz (Hiperión, 1997); Ilimitada voz (Antología de poetas españolas 1940-2002), compilada y editada por José María Balcells (Universidad de Cádiz, 2003); Trato preferente: Voces esenciales de la poesía actual en español, compilada y editada por Balbina Prior (Sial Ediciones, 2010); y El canon abierto: última poesía en español, editada por Remedios Sánchez García (Colección Visor de Poesía, 2015), para mencionar algunas. Sus poemas, al igual que sus obras teatrales, han sido traducidos a varios idiomas. Ha escrito nueve libros de poesía, entre los cuales Preparativos para un viaje ganó el XLVIII Premio Adonáis (1995), Juegos de niños, el Premio Fray Luis de León (2003) y Curación, el XX Premio de Poesía “Jaime Gil de Biedma” de la Diputación Provincial de Segovia (2010). Entre sus otras publicaciones, se encuentran varias obras de teatro y de narrativa; asimismo, ha escrito múltiples ensayos y libros para niños. A principios de 2020 ganó el prestigioso Premio Nadal de Novela con su manuscrito El mapa de los afectos.

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NANAS DE LA GREYHOUND

 

                        I
 
Una ruta por donde descifrar el olvido
y ser su espectador desde los ventanales de emergencia,
carreteras y bosques adornan el paisaje
y una luz deliciosa de amanecer y otoño
acaricia mi rostro adormecido.
 
Quiero ser feliz en un día absurdo
de cansancio acumulado, de tos y estornudos,
en un día febril de autopistas
y ciudades en las que no me detengo.
 
Cruzo el deseo sobre un mar disfrazado de lago,
cataratas, casinos, espectáculos de luces en la noche.
las iglesias son casas de madera,
anuncian con letreros en la puerta
su amor a Dios como un nuevo producto
que desinfecta más que la tristeza.
 
Junto a mí una mujer arrugada
murmura sus penas
la vida le ha enseñado a estar en todas partes
pero todos se han ido de su mundo.
 
El autobús nos lleva por lugares sin alma,
por todos los rincones de una larga frontera.
El día se ha hecho eterno en la autopista
y los coches no saben iluminar la noche con sus faros.
 
La distancia no importa
si el miedo de vivir sigue latiendo
en mi pecho, en mi sangre, en mi garganta.
Las huidas son sólo un breve instante
un poema marchito de sombra pasajera.
 
                        II
 
Duerme ahora
que las curvas
ya no son tan cerradas.
Ahora que no hay semáforos
en este laberinto de promesas.
Ahora que el destino
es una parada más
en la que nadie se baja.
 
Duerme en el regazo
de todas las mujeres que amaste,
ahora que te pesan los párpados
y puedes intuir sus siluetas
como sombras de árboles
esculpidas con lluvia,
como cuerpos cortados
en una caja llena de espejismos.
 
Ahora que mis ojos de galgo
vigilan tu equipaje,
es hora de que duermas
y se duerman contigo
todos aquellos monstruos
que siempre te acompañan.
 
Prometo no ladrar a los borrachos,
ni a las viejas que chupan regaliz,
ni a los presos que van encadenados
arrastrando sentencias por cumplir.
 
Prometo enterrar tus pesadillas
en la estación vacía de los niños perdidos,
y jadear muy despacito
para que en sueños me llenes de caricias
y te duela tener que abandonarme.

 

 

IOWA HOUSE HOTEL

 

Me sentía tentada
de salir a la calle
y bajar al río a intentar caminar
sobre su capa de hielo.
Dejar mis pisadas en la nieve,
un rastro de marcas dispersas
sobre esos copos finos
que se habían depositado
encima de la escarcha.
 
La piel del río parecía
un abrazo de abismos gélidos.
Yo era idéntica
a ese río helado;
se había detenido
lo que quedaba de mí
a contemplar el invierno.
 
El agua era la solidez
de un estado inmóvil
como mi pensamiento
tratando de entender
la lógica del amor
en los días más fríos de la vida.

 

 

JUEGOS DE NIÑOS

 

El tráfico envenena
en los pequeños barrios que cruza la autovía.
Las calles divididas
son ahora afluentes de un gran río de asfalto.
Inmóviles y mudas
digieren su amargura las casas del camino.
Desde la dignidad de sus boardillas
los niños juegan,
a inventar que los coches son naves espaciales
y que la carretera es una ruta cósmica
donde los mercenarios esperan a sus víctimas.
 
Soledad y cristales,
ningún niño es visible detrás de las ventanas,
cortinones de tela les sirven de escondite,
su realidad se viste de galaxia lejana.
Sus miedos se parecen al sabor de otros miedos,
sus padres se han perdido,
sus abuelas les cuidan con rezos y suspiros,
y una bala perdida les roza la inocencia
dejando una señal en la pared.
 
Su niñez se fabrica
con todos los instantes
de una posible muerte,
y el azar silencioso
salvándoles la vida.

 

 

LA PELUQUERÍA DEL SEÑOR RUSSELL

                       

En la peluquería del Señor Russell
me saludan con cariño sin conocerme,
y una anciana desdentada
me dice que mi corazón es dulce.
Yo sonrío
mientras me acomodo en una vieja silla de cuero
y escucho el sonido de las tijeras
al compás de la música arrugada
de unos discos de vinilo.
Y la cabeza me late
de caminar por el frío,
de buscar sigilosa
algún indicio azul de la primavera.
 
El cartero
ha dejado el bolsón de cartas
sobre la mesa de las horquillas y los peines
y se ha sentado con nosotros
a pasar el rato.
Se ha hundido lentamente
en un sofá giratorio
con orejeras.
Su cuerpo inmenso
ha sonado a océano por dentro.
Varias veces nos hemos mirado
y yo he creído ver
al rey de los peces
agonizar en su carraspeo
de voz ronca y tos sanguinolenta.
 
A la peluquería del Señor Russell
uno llega de casualidad
porque la casa no tiene escaparate,
sólo un cartel en la ventana
que dice que corta el pelo
incluso los domingos.
La curiosidad hace que llames a la puerta,
descubras un viejo salón
y veas como tus mechones van cayendo
junto a la chimenea.
 
Una mujer desde el espejo me mira,
tiene el pelo liso,
una melena corta a la altura de la nuca.
Esa mujer soy yo,
cuando se ríe,
es mi boca la que se abre.
 
Y el Señor Russell es feliz,
feliz de saber que sus dedos temblorosos
todavía pueden
cortarle la desolación a los días.
 
Yo, que soy la mujer del espejo,
tengo que cruzarlo para volver a casa
y llevarme de la mano
al rey de los peces
para que muera con dignidad
en la laguna del cementerio,
el único lugar que conozco
donde los árboles y el viento
saben imitar el sonido de las olas
y la nieve es la espuma
de un océano inmóvil.
 
Tengo que darme prisa
ahora que alguien ha dejado pasar unos segundos
y yo puedo cruzar
sobre mi cuerpo,
y aletear junto al cartero
en un simulacro de mar,
en la tristeza de sus ojos redondos
y de su boca abierta
como mi risa, que va perdiendo el color
hasta llenarse de sal fría.
 
Tengo que darme prisa
para despertar cuanto antes
de este sueño de lápidas blancas
y abrazarme a otro sueño
que me desnude bajo la tierra
y me haga morder la manzana del paraíso.

 

 

CARGAMENTO DE NIEVE

 

La nieve en los vagones
ha perdido hace tiempo
la textura perfecta de sus copos,
apelmazada y sucia
hoy huele a gasolina
o a basura olvidada
que creció en las aceras
y se volvió equipaje,
cargamento grisáceo
de un tren de mercancías.
 
Hay que limpiar las calles
y derretir su manto
de cuerpo mutilado
que se abraza al asfalto
y ni siente la sal
quemándole los párpados.
 
La nieve condenada
a ser charco en las vías
apenas se lamenta
de su extraño viaje.
El eco del verano
desnuda sus entrañas
y el óxido del sueño
la transforma en un líquido sagrado.
 
Así es la nieve vieja
que se llevan los trenes.
 
En su semilla blanca
de infinitos cristales
sólo germina el hielo.
Por eso la almacenan
en los vagones huecos
que recorren el ansia
de los que no soportan
el invierno.

 

 

CARTA DE UN NÁUFRAGO

 

Con el consentimiento de la nieve
caminaré despacio.
 
Alguien habrá que espere junto al fuego
y yo, que estaré ciega por el frío,
haré paradas breves,
sacudiré el paraguas y empezaré de nuevo.
 
El único secreto es no sentirse
inmensamente lleno de verdades.
No aceptar nunca las invitaciones
que la neblina
sugiere al anidar con sus disfraces
de paisaje feliz, de grandes sueños.
 
Alguien habrá que diga, se ha perdido,
alguien saldrá a buscarme,
y llevará el calor de una botella
donde podré mandarte este mensaje.