BAQUIANA – Año XXI / Nº 113 – 114 / Enero – Junio 2020 (Poesía III)

FOTO SECCIÓN POETICA

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RIGOBERTO DIAZ CUTIÑO

Nació en Las Tunas, Cuba (1948).  Poeta y profesor de Historia. Licenciado en Pedagogía, especialidad de Historia. Tiene dos cuadernos de poesía publicados en Cuba: La voz de adentro (1995) y Terriblemente a pie (2002). Fue incluido en tres antologías de la décima cubana: Poetas del mediodía, a cargo de Carlos Chacón y Antonio Gutiérrez Rodríguez, (Las Tunas: Editorial Sanlope, 1995); Antología de la décima cósmica de Las Tunas (Ciudad de México: Frente de Afirmación Hispanista, 2001); y Esta cárcel de aire puro. Panorama de la décima cubana en el siglo XX (en dos volúmenes), a cargo de Mayra Hernández Menéndez y Waldo González López, (Ciudad de La Habana: Editora Abril, 2011).

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LA PALABRA

 

sí, las palabras mueren y se lloran…
son fugaces, inocentes…
tienen sed de amanecer y tienen
sombras.
Jorge Luis Peña

 

Imperturbable, sedienta;

lengua, flor, llanto que labra

en su curso. La palabra

parte, vuelve y sedimenta

las voces. Experimenta

el latido que persiste,

modela el canto. Consiste

su fuerza en la voz de adentro,

cuando hace estancia en el centro

de la cuerda que resiste.

 
LA SOMBRA Y EL CÁNTARO


Qué poco pesa la sombra

si no conoces su manto;

quien no sabe de su espanto,

descansa, dice, se asombra

de la luz cuando alguien nombra

la carta sobre la mesa.

Se pudre tanta nobleza

bajo la sombra. Endeblez

del cántaro, que otra vez

vuelve a la sombra y tropieza.

 

 

RESISTENCIA DEL SILENCIO

 

Fiebre del silencio,
llama de olvido,
soledad a fondo.
Waldo González López

 

El silencio se revuelve,

y desde su cuerpo oscuro

sostiene el tiempo que abjuro.

Junto a la sombra se envuelve

en su mundo denso. Vuelve

un sonido de big bang

desde las rocas que están

al fondo del universo.

Pero el silencio perverso

retiene todo mi afán.

 

 

AGUACERO DE INFINITA LEJANÍA

 

Vuelve la voz al origen

(encuentro con lo animal),

el santo ardor de la sal

vuelve a los vientos que rigen

mi devoción. Se dirigen

las voces al sumidero.

llueve silencio, aguacero

de infinita lejanía.

El banco de la porfía

es la cruz donde yo espero.

 

 

EL QUE TENGA OJOS, VEA

 

Necio, necio quien se engaña

en diseñar tanta espera,

cuando ya la primavera

es un grito allá en la entraña.

El silencio y la cizaña

hoy colman mis latitudes,

y el canto de las virtudes

es pecado; y el entorno,

si miras bien, ves un horno

con rostro de multitudes.

 

 

EN EL VALLE DE LAS HORAS MUERTAS

 

Sueño con tiempo de traje

en la portada del año;

rasgo el manto de ermitaño

que me han hecho para el viaje,

y doblo el susto salvaje

que me acecha. Cae la artesa

de mi espalda. Ahora empieza

a desnudarse el olvido;

del polvo surge un balido

con atuendo de vileza.

Ya no queda una oquedad

donde desovar la suerte.

Sobre un banquillo de muerte

agoniza la verdad

del caminante. Oh maldad,

secuela del adulterio,

que en supuesto monasterio

fundó un escudo pagano,

y nos canceló, mi hermano,

la sal de nuestro misterio.