BAQUIANA – Año XX / Nº 111 – 112 / Julio – Diciembre 2019 (Reseña V)

POESÍA COMO CANTOS RODADOS. SOBRE EL POEMARIO EL ESPLENDOR, DE ASLEY L. MÁRMOL

 

 por

 

Amir Valle 


(RESEÑA) (5) EL ESPLENDOR 195 X 300

Editorial Verbum
Serie Biblioteca Cubana
Madrid, España
2019
ISBN: 978-84-9074-925-8
Depósito Legal: M-16987-2019
pp. 210


De niño, mientras vivía en un pequeñísimo pueblo en el Oriente de Cuba, me gustaba escaparme al río ‒peligroso, decían mis padres‒, y allí me sentaba en una de las colinas que se alzaban sobre uno de los meandros. Mi mente, entonces, se perdía en la música rumorosa de las aguas lamiendo los cantos rodados. En esos años, impactado aún por la lectura de Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain, me imaginaba viviendo las mismas experiencias de Tom en su pasión infantil por la hermosa Becky Thatcher (casualmente, mi amor platónico era una preciosa trigueña de mi barrio llamada Betty) y esas confluencias entre los mundos leídos y mis mundos más íntimos de entonces coincidían además en nuestra obsesión (la de Tom y la mía) por escaparnos a pensar acompañados por el rumoreo de las aguas. Curiosamente, ese recuerdo me sorprendió mientras leía el poemario El esplendor, del escritor cubano Asley L. Mármol, y ello me ha hecho buscar en qué sentidos estos poemas pueden haber activado mi memoria hacia algo que, debo confesar, creía algo lejano, perdido.

     Encontré la clave en los cantos rodados, esas piedras que en otras partes se conocen como chinas pelonas. En la cadencia quieta y sostenida de la corriente lamiendo el fondo pedregoso del río; labor paciente, obsesiva, que transforma un tosco pedrusco en un precioso guijarro pulido. Porque así funciona la voz del poeta con las miradas que aquí lanza a la realidad, como un orfebre que va tallando sosegada y perseverantemente sus joyas. Y el instrumental que emplea es el fisgoneo de la filosofía sobre los actos más cotidianos, las profundas incisiones de la reflexión sobre asuntos aparentemente tan irrelevantes como “La bondad de las moscas” o una “siesta en el frío de las losas”, y la concisión de la anécdota que se desprende de cada pieza, proponiendo una suerte de aprendizaje, como si se empeñara en una busca ontológica de esa verdad existencial que cada individuo atesora al vivir las circunstancias particulares de su vida.

     Dígase “poeta cubano” y se presupone que ese asunto tan controvertido de la “cubanía” estará presente. Tal vez un escenario, una ciudad, un nombre, que circunscriben y de algún modo atan el poema a una geografía precisa…, pero (aun cuando aquí se diga “Toa”, “Guantánamo”, “Habana”, o el poema “Síndrome de la idolatría” parezca aludir metafóricamente a la mayor figura histórica cubana) la atmósfera de universalidad se respira o se representa. Poesía, por ello, abierta a las interpretaciones, lúcida para cualquier cultura, sin esas claves específicas de una idiosincrasia que el lector foráneo muchas veces no logra decodificar. Incluso las décimas aquí incluidas (no puede olvidarse que es una modalidad poética asumida en Cuba precisamente como mecanismo comunicador de esencias populares nacionales, tradiciones campesinas e influencias hispanas en la cultura cubana) se apartan de esos márgenes y hurgan en la herencia universal de la historia y la cultura.

     La cotidianidad se codea en estos poemas con las geografías del cuerpo y los límites de la luz. El poeta, quizás siguiendo los presupuestos de ese orfebre al que ya hacíamos referencia, propone acercamientos muy sutiles a situaciones tan comunes ‒y a la vez universales‒ como el amor, la muerte, el sexo…, mas, significativamente, desdobla el tema en sus matices más íntimos al colocarlos como escenarios donde alguien pretende rebelarse, confesar qué impactos tienen esos asuntos en su personalidad y su destino, dejar señales de su dolor, su odio, su preocupación por ser tan mortal ‒así nos dice esto que vivo es también un dilema para ustedes, invisibles lectores‒ que el único destino posible es aceptar que “las densas preguntas nos expanden”. Y es que de eso se trata en estas páginas, de preguntas, de cuestionamientos que se echan a rodar, como un ligerísimo rumor, como el rumoroso crepitar de los cantos rodados en el fondo del río. Como también se trata de la omnipresencia indiscutible de la luz en la existencia humana, de cómo ciertos ámbitos de la memoria, ciertos recuerdos, ciertos gestos, pueden tener la luminosidad de las epifanías. Así, el contrapunteo que en este libro escenifican la luz y la penumbra, el gemido íntimo y el silencio (también íntimo), lo burdo y lo sensual, la inquietud y la calma…, y el ojo, y el oído, y la boca, confieren a El esplendor la redondez exquisita de los grandes libros de poesía.

     Es, sin dudas, un poemario rotundo, redondo, profundo, distinto. Rotundo, pues cada poema propone una tesis que nos resultará muy cercana. Redondo, pues el mensaje, esparcido a flashazos en cada una de estas piezas, conforma finalmente un canto único el del poeta que busca las esencias de nuestras luces y sombras. Profundo, pues esa tesis y ese mensaje, mediante el apoyo de referencias clásicas, símbolos universales y experiencias cotidianas, obliga a la reflexión, a que nos convirtamos en nuestros propios interrogadores, en nuestros propios inquisidores incluso. Y distinto, porque en el escenario literario cubano actual, la uniformidad poética, las tendencias de moda, los calcos de un poeta a otro, vienen siendo ya verdaderos atentados contra la solidez y multiplicidad de voces que tradicionalmente han caracterizado a la poesía cubana, sea hecha en la isla o en la diáspora. Y si algo notable tiene la poesía de Asley L Mármol es el sello de lo diferente.

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AMIR VALLE

Nació en Guantanamo, Cuba (1967). Es escritor y periodista. Actualmente reside en Berlín, donde trabaja como analista político en los espacios informativos de Televisión de la agencia alemana Deutsche Welle para América Latina. Su obra narrativa ha sido elogiada, entre otros, por escritores como Augusto Roa Bastos, Manuel Vázquez Montalbán, y los premios Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, Herta Müller y Mario Vargas Llosa. Saltó al reconocimiento internacional por el éxito en Europa de su serie de novela negra “El descenso a los infiernos”, sobre la vida actual en Centro Habana, integrada por: Las puertas de la noche (2001), Si Cristo te desnuda (2002), Entre el miedo y las sombras (2003), Últimas noticias del infierno (2004), Santuario de sombras (2006) y Largas noches con Flavia (2008). Su libro Jineteras, publicado por Planeta obtuvo el Premio Internacional Rodolfo Walsh 2007, a la mejor obra de no ficción publicada en lengua española durante el 2006. Entre otros premios internacionales en el 2006 resultó ganador del Premio Internacional de Novela Mario Vargas Llosa con su novela histórica Las palabras y los muertos (Seix Barral, 2006). Sus libros más recientes son una historia novelada sobre la capital cubana: La Habana. Puerta de las Américas (alMED Ediciones, España, 2009), Bajo la piel del hombre (Aguilar, 2013) y Nunca dejes que te vean llorar (Grijalbo, 2015). Dirige el portal digital Otro Lunes. Revista Hispanoamericana de Cultura. Más información en su sitio oficial en la Red: amirvalle.com

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