BAQUIANA – Año XX / Nº 111 – 112 / Julio – Diciembre 2019 (Ensayo II)

LOS LÍMITES EN EL LUGAR SIN LÍMITES DE JOSÉ DONOSO.

 

 por

 

Lilian Salinas Herrera


    “Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea,
                                                 y con tal él quede de alcalde, o le mortifique al rival que
                                                    le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros,
               ya da por bueno el orden universal”
José Martí  Nuestra América

 

La cita anterior refiere a una visión de mundo con la que Martí, muy acertadamente, define a un sujeto que a lo largo de la historia y a través de los siglos aún es representativo de muchos sujetos singulares que suelen ejercer el poder en escenarios que pueden abarcar desde un pueblo o ciudad, hasta el continente entero pudiendo expandirse más allá. Dichos sujetos, representantes de un sistema de orden patrimonialista se encargan de perpetuar lo que Sarmiento en la novela Facundo, cuya primera publicación se realizó en el año 1845, describe como “una conciencia nacional inicua, plebeya” que particularmente en Hispanoamérica ha sido dejada por la Inquisición y el absolutismo hispano (Sarmiento, 1993/1845: 10). Este sistema se complementa por quien o quienes están encargados de administrar las leyes en pos de mantener el orden, ejerciendo una función que Aristóteles conceptualizó como “tiranía activa”.[1]

     Lo anterior ha sido ejemplificado magistralmente en la novela de José Donoso El lugar sin límites de 1966. En ésta confluyen “los sórdidos juegos de poder y dominación que suelen marcar los territorios degradados” (Donoso, 1966: contraportada). Esta novela está situada en  El Olivo, un pueblo decadente cercano a la ciudad de Talca en el sur de Chile.

     La decadencia de El Olivo va de la mano con los albores de la modernidad la cual se vislumbra a través del anuncio de dos eventos fundamentales: por un lado la construcción de la nueva carretera y, por el otro, la instalación de luz eléctrica en el sector. Ambos eventos prometedores no se consuman en la localidad, ya que la carretera se construye a dos kilómetros de ahí, condenando inmediatamente a dicho pueblo al olvido y a la desolación. Sumado a esto, la promesa de la instalación de fuentes de electricidad, que pudiese de algún modo ayudar a El Olivo y a su gente a surgir para no ser olvidados, jamás se cumple por parte de las autoridades.

     Alrededor de esta última exclusión gira este análisis, ya que es en esa promesa incumplida donde aflora la imagen del poder que en esta novela es encarnado en el personaje del senador Alejandro Cruz, quien es heredero de los grandes viñedos de El Olivo y figura respetada por ser el dueño de casi todo el pueblo. Esto sumado a su ubicación entre las más altas esferas de la política nacional al ser senador, lo sitúa en una posición de poder absoluto en dicho lugar.

     En este personaje se vislumbran ciertas características que lo presentan como una especie de señor feudal, tomando en cuenta una de la características del feudalismo según lo describe Maurice Dobb, citado por Luis G. Valdeavellano en El feudalismo hispánico y otros estudios de historia medieval y que específicamente hace referencia a la prestación por parte del señor feudal de tierras para ser cultivadas por los colonos a cambio de ciertos servicios o del pago de renta por las mismas (Valdeavellano, 1981: 26-27).

     Alejandro Cruz, dueño de casi todo el pueblo, gracias a su gran poderío económico mantiene a todos quienes viven ahí bajo un estricto dominio al cobrar los arriendos de las propiedades y también realizar préstamos con los que de alguna forma mantiene sometidos a los pobladores. Más, estos no necesariamente están forzados a trabajar para él. Si se sabe que algunos, como “Pancho” le deben altas sumas de dinero y que uno de los personajes, que en la obra es nombrado como “don Céspedes” trabaja para él prestándole servicios similares a los de un  guardaespaldas.

     Por lo anterior, es difícil situar a la figura de “don Alejo” (como se le conoce en el pueblo) como un señor feudal a pesar de que se acerca bastante, ya que su principal ingreso no proviene necesariamente de la prestación de tierras para que los pobladores las trabajen para él, sino que de sus viñedos. En la novela no se explicita quienes son los trabajadores de los viñedos, sólo se muestran personajes que giran en torno a otro tipo de negocios, como el prostíbulo de “la Japonesita”.  Dichos viñedos son su mayor patrimonio y en ellos concentra toda su ambición una vez que se da cuenta que la construcción alejada de la carretera condenará a El Olivo al olvido. Así queda demostrado en la siguiente cita extraída de la novela, en la cual “Pancho”, quien se crió cerca del fundo de don Alejandro recibiendo su protección y beneficios mientras crecía, sostiene una conversación  con su primo Octavio, quien  conoció al hombre que trabajó como chofer de don Alejandro y del cual obtiene el testimonio que deja en evidencia las verdaderas intenciones de “don Alejo” con respecto a  El Olivo: “[don Alejo]… Quiere que toda la gente se vaya del pueblo. Y como él es dueño de casi todas las casas, si no de todas, entonces, qué le cuesta echarle otra habladita al Intendente para que le ceda los terrenos de las calles que eran de él para empezar y entonces echar abajo todas las casas y arar el terreno del pueblo, abonado y descansado, y plantar más viñas como si el pueblo jamás hubiera existido ¨ (Donoso, 1966: 96).

     Al poder económico que posee don Alejandro, junto con sus influencias políticas se suma el carisma seductor que envuelve al personaje, lo cual  siguiendo a Weber, le brindaría ciertas cualidades extraordinarias que en ciertos casos se atribuye a un poder sobrenatural o divino, y que en el caso de “don Alejo” le permite contar además con la admiración de muchos pobladores, no sólo por su postura y sus rasgos europeos (se lo describe con ojos azulinos y bigote blanco), sino por su forma de imponer respeto por donde pasa. Más, esta fortaleza que emana desde “don Alejo” no es precisamente gracias a poderes divinos, sino más bien gracias a sus cuatro perros fieros que lo acompañan a todos lados y que le obedecen fielmente. Toda esta postura le otorga a Alejandro Cruz un aura envolvente  que lo convierte en un hombre casi omnipotente e intocable, siendo éste capaz de generar la mezcla de sentimientos entre odio y admiración por parte de quienes lo rodean. Tal es el caso del ya mencionado “Pancho” que mantiene una deuda derivada de la compra de un camión para la cual  “don Alejo” le prestó el dinero. “Pancho” sólo quiere escapar de esa deuda para poder juntar el escaso dinero que gana haciendo fletes, y así poder comprar una casa en Talca para su familia. Pero sus ganas de escapar del pueblo se quiebran frente a esta deuda, que lo condena a entregar el dinero ahorrado a don Alejandro, quien no duda en restregarle lo adeudado y a la par amenazarlo, dándole cuenta de su omnipotencia: “ Te faltan seis cuotas para terminar de pagarme, y que sean puntuales, entiendes. Y mira, está bueno que lo sepas aunque cualquiera menos tonto que tú ya lo sabría: tengo muchos hilos en mi mano” (Donoso, 1966: 36).

     El tono amenazante con el que el personaje hace gala de su poder y de sus influencias (“tengo muchos hilos en mi mano”) se contrasta con la suavidad de su tono al intentar convencer  a los pueblerinos de que emigren de ahí. Ejemplificando lo anteriormente expuesto, vemos en la siguiente cita como dicho tono cortés también es utilizado por “don Alejo” cuando intenta persuadir a “la Japonesita” para que le venda la propiedad que posee a medias con la Manuela: “–A ti no te gusta este negocio, no te ha gustado nunca, como a tu mamá. Mañana mismo te consigo la plata si quieres, y podemos preparar la escritura de la venta donde el notario, si te decides” (Donoso, 1966: 56). El frío estratega, a través de la cortesía intenta influenciar las decisiones de los propietarios en pos de asegurar que el proyecto de expandir  sus viñas a costa de que desaparezca el pueblo se pueda llevar a cabo. La amenaza y la cortesía son dos armas utilizadas por este personaje estratégicamente: la primera da cuenta de su poder y mantiene subsumidos a quienes él considera más débiles; la segunda intenta encantar a quien lo oiga para así lograr engañar. Ambas estrategias forman parte de las características propias de un tirano[2] , y que como tal se perfila como un usurpador quien gracias al apoyo obtenido por la gente en base a promesas, como indica Miguel Hurtado  “crea las condiciones para que los asuntos políticos no fuesen exclusivos de una minoría elitesca sino del pueblo” (Hurtado, 2005: 175). Paradojalmente, el tirano al obtener el poder y así combatir a la aristocracia en nombre de los débiles, los oprimidos o los excluidos por ésta, le niega a su vez dicho poder al pueblo concentrándolo sólo en él. Como expone Hurtado “el tirano engendra una criatura y luego impide su parto” (Hurtado, 2005: 176).

     La tiranía que ejerce Alejandro Cruz en su pueblo obviamente va orientada a un deseo personal de resguardar y expandir su patrimonio  el cual, según la Manuela  alcanzaba desde la cordillera hasta las casas del fundo “El Olivo” (Donoso,  21). Esta ambición lleva a “don Alejo” a someter a la población a un sistema de patrimonialismo patriarcal que, según define Zabludovsky (citando a Weber) “es el dominio de las masas por medio de un individuo”. Agrega Zabludovsky que “la dominación patriarcal la ejerce determinada persona con base en el respeto de ciertas reglas hereditarias fijas” (Zabludovsky, 63).

     Entendiendo que el patrimonialismo es un sistema de dominación que se encuentra legitimada por la fuerza del ethos del pueblo y asociado esto al hecho de que don Alejandro fue electo por el pueblo ( primero como diputado y luego como senador), se logra comprender que en esta novela, paradojalmente llamada El lugar sin límites las múltiples limitaciones a las que están condenadas las personas de El Olivo, y que en cierta forma ahogan la posibilidad de que exista alguna esperanza de prosperidad o sobrevivencia de dicho lugar, están asociadas a la ambición de quien actúa como un tirano patriarcal que amparado por la desgracia del abandono del pueblo y la esperanza de la gente, aprovecha para extender sus dominios olvidando su promesa de ayudar y trabajar para el pueblo.

     Alejandro Cruz maneja a El Olivo y sus habitantes con la misma determinación con que maneja su fundo, resguardando el patrimonio que le fue heredado y además expandiéndolo a costa de la desaparición de el pueblo y de quienes le otorgaron el poder para que luchara por ellos. Siendo así, vemos en  El lugar sin límites una de las caras más duras de la llegada de la modernidad que asfixió hasta hacer desaparecer a pueblos como El Olivo, y que además dio pie para que figuras patriarcales como “don Alejo” aumentaran sus patrimonios ilimitadamente deviniendo estas en la figura del tirano moderno que, de manera siempre cambiante, y adaptándose a distintos contextos con el pasar de las décadas ha logrado permanecer en las diversas sociedades hasta la actualidad.

 

NOTAS

[1] Para una comprensión más acabada del concepto de “tiranía activa”, cf.  de Miguel Hurtado Leña 175-176.

[2] Según la  Introducción a la Historia Antigua la figura del tirano emerge a comienzos del siglo VII A.C  en la antigua Grecia. En dicho contexto, la tiranía se estableció como una forma de gobierno ampliamente extendida paralela a la paradójica figura del tirano.

 

OBRAS CITADAS

Donoso, José. (1966). El lugar sin límites. Santiago, Chile: Editorial Alfaguara.

Hurtado Leña, Miguel.  (2005). Introducción a la Historia Antigua. Caracas, Venezuela. Universidad Central de Venezuela.

Sarmiento, Domingo Faustino. (1993) .Facundo o Civilización y Barbarie, 1845.Caracas, Venezuela. Biblioteca de Ayacucho.

Valdeavellano, Luis G.(1981).  El feudalismo hispánico y otros estudios de historia medieval. Barcelona, España. Editorial Crítica, S.L.

Zabludovsky Kuper, Gina. (1993). Patrimonialismo y Modernización. Poder y dominación en la sociología del oriente de Max Weber. D.F, México. Universidad Nacional Autónoma de México.

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LILIAN SALINAS HERRERA

Nació en San Felipe, Chile (1980). Es profesora de Inglés (UPLA) y Magister en Literatura con mención en Literatura Inglesa y Norteamericana (UPLA). Actualmente cursa el programa de Doctorado en Literatura Hispanoamericana Contemporánea dictado en el Centro de Estudios Avanzados de la Universidad de Playa Ancha, además de ejercer desde el año 2016  como profesora en diferentes asignaturas para la Carrera de Pedagogía en Inglés, en el campus San Felipe de la misma institución. Participó como expositora en el Primer Coloquio Internacional de Literatura “Los Océanos de Fronteras Invisibles” de la Universidad de Playa Ancha (2017), y en el Congreso “Pensar el presente” organizado por el Instituto de Estudios Humanísticos de la Universidad de Talca (2019). Además, el 31 de julio del 2018 publicó la reseña en el diario online El Mostrador: Afro-feminismo en libro “El barco de ébano” de Ricardo Gattini.

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