BAQUIANA – Año XX / Nº 109 – 110 / Enero – Junio 2019 (Reseña II)

TEATRO CUBANO MODERNO. DRAMATURGOS, DE ESTHER SÁNCHEZ-GREY ALBA

 

 por

 

Waldo González López


Teatro Cubano Moderno 194 X 300

Ediciones Universal
Colección Polymita
Miami, Florida, EE. UU.
2000
ISBN: 0-89729-928-0
pp. 206

 


«El teatro es arte de muchos para disfrute de pocos»

                                          Dra. Esther Sánchez-Grey Alba

 

Casi dos décadas pasadas, en el 2000, la ensayista, investigadora y profesora universitaria cubana Esther Sánchez-Grey Alba publicaba, por Ediciones Universal, el título de arriba cuya singularidad impone un epígrafe o lema esencial para entrar a fondo en el importante tema que ahora abordo.

     Desde siglos atrás nuestra Isla sería denominada La Llave de las Américas, no solo por su ubicación geográfica, que le permitiría la afluencia de varias culturas, con el consiguiente afianzamiento de la idiosincrasia de los allí nacidos y otros rasgos peculiares que propiciarían el carácter del cubano, típico caso de habitantes de archipiélagos que, como los japoneses, a lo largo de la centuria pasada, mostraron con múltiples resultados su inextinguible afán de desarrollo, información y tecnología.

     Y en la escena, del propio modo acontecería tal evolución, como subraya en sus hondas «Palabras preliminares» la Dra. Sánchez-Grey, quien lo corrobora a lo largo de su significativo volumen que, dedicado a sus padres, constituye un texto de obligada consulta para directores, autores, investigadores, actores, críticos y periodistas culturales de la escena cubana de esta orilla, como los de la Isla, tal asimismo resulta de interés para los especialistas de otros ámbitos, interesados en el tema.

     La autora indaga y analiza, prolija y honda, la creación de los dramaturgos radicados desde decenios atrás en Miami y en otras ciudades de los Estados Unidos, creando una suerte de historia de las tablas cubanas en nuestro espacio y, a un tiempo, trazando un mapa geográfico-escénico de los autores más relevantes, quienes con sus piezas han contribuido al teatro de ideas, aporte fundamental a la dramaturgia universal del teatro moderno, surgido a fines del XIX e inicios del XX.

     No obstante, ya en sus «Palabras Preliminares», la especialista apunta —siempre modesta— que su libro no intenta ser una historia del teatro cubano, ni siquiera una antología, sino solo acaso una recopilación de estudios […] sobre esta materia de quien desde hace años sintió la curiosidad inmensa de saber hasta qué punto era cierta esa afirmación tan reiteradamente hecha de que el teatro en Cuba se redujo en los primeros cincuenta años de república a un teatro bufo sin trascendencia.

     Tal demuestra en sus dieciocho conferencias/charlas/estudios, las generaciones de los primeros años republicanos crearían una expresión dramática nacional que, simultáneamente, serviría de fiel exponente del acervo cultural, con la suficiente solidez para, años después, bifurcarse en las dos cenitales corrientes que lo conforman: una en la Isla y otra en el exilio, sin por ello perder su idiosincrasia.

     En tal sentido, la Dra. Sánchez-Grey articula su racconto —que tal se me antoja su prosa por la amenidad— con un orden histórico, en tanto sigue con tino la evolución de corrientes literarias y teóricas asumidas por los dramaturgos a lo largo de la pasada centuria.

     De ahí que inicie su estudio con «Perspectivas y técnicas en el teatro de José Antonio Ramos», precursor del movimiento de promoción dramática nacional, y lo concluya con «El teatro de Nilo Cruz. Temática cubana en la actual escena norteamericana», figura de la generación más joven del exilio.

     Pero en ese intenso y extenso interregno, la especialista conducirá al lector a través de otros fecundos análisis de la creación escénica de Ramón Sánchez Varona, Marcelo Salinas (del que examina su pieza Alma Guajira), José Cid Pérez, Francisco Morín (y su decisiva revista Prometeo, como su no menos sólida compañía homónima), Luis A. Baralt (y su labor en pos del «arte nuevo»), el ensayista Jorge Mañach (en su obra Tiempo muerto), el gran dramaturgo cubano Virgilio Piñera, Leopoldo Hernández, Julio Matas, Matías Montes Huidobro —narrador, poeta, ensayista y, sin duda, el mayor estudioso de la escena de las dos orillas—, del que aquí la Dra. Sánchez-Grey estudia su «comedia de espanto» La sal de los muertos), el ya mítico José Triana —fallecido pocos meses atrás en París—, del que analiza El Mayor General hablará de Teogonía— y el teatro documento del igualmente poeta y narrador Reinaldo Arenas.

     Mas, la estudiosa aborda otros tópicos de no menor interés, tales «La trágica secuela del exilio en la obra dramática de Cid, Baralt y Salinas», «La voz del silencio en el teatro de José Corrales», «El tema del desarraigo en el teatro de Iván Acosta» y «El aporte de Pedro Monge Rafuls a la dramaturgia latinoamericana como autor y promotor», que complementan con el propio rigor su valioso volumen.

     Antes de continuar, subrayo un aspecto que evidencia su lúcido concepto del que denominara José Martí «ejercicio del criterio», del que muestra su influencia en no pocos momentos, como en sus «Palabras preliminares», donde con ecos martianos, apunta: «la crítica, cuando es constructiva, es también acicate y contribuye a hacer prevalecer un criterio más severo de evaluación».

     Su labor, por el rigor, esfuerzo y dedicación implicados, resulta, sin duda, una valiosa cartografía del teatro cubano. En tal sentido, subraya la implicada orientación de su labor:

En el campo que nos ocupa es necesario bifurcar los esfuerzos de superación en tres direcciones: el de la técnica teatral propiamente dicha, que se refiere a todos los elementos básicos de la representación, incluyendo los de la dirección y actuación; los de la dramaturgia, o sea, la parte literaria, que es la razón de ser de la anterior y que debe considerarse independientemente de aquélla, pues, repito, es lo único permanente del hecho teatral y la crítica, que ha de tomar una de las dos direcciones apuntadas, la de crítica teatral que se renovará con cada puesta en escena, puesto que lo que hace es evaluar la adecuada coordinación de los distintos elementos […] de la representación, que ya dijimos que es obra de arte excepcional, y la de la crítica dramática, que entra al análisis de la pieza desde un punto de vista literario, teniendo en cuenta la composición en sí no solo en su estructura, sino en la expresión y en la exposición de las ideas.

     Asimismo, resulta de interés descubrir elementos de la poética vital y autoral de la estudiosa; tal premisa subyace en sus objetivos que aparecen en los distintos ensayos, como aspectos definitorios de su conceptualización y labor. Veamos [o leamos] algunos:

En su texto sobre la personalidad literaria de José Cid, apunta el siguiente concepto de cariz filosófico y poético, mostrando su deuda como lectora de uno de los clásicos pensadores griegos, en especial, mi preferido Sócrates: «esta gran incógnita que es en definitiva la vida».

     En el mismo trabajo, más adelante subraya: «[…] en el arte todo es posible porque entra dentro de los fueros de la imaginación […]». En la página siguiente, define: «[…] la técnica del teatro dentro del teatro por el desdoblamiento de la acción […]»; y en su análisis sobre una de las cenitales piezas de José Triana [El Mayor General hablará de Teogonía] recuerda un tópico decisivo que algunos dramaturgos y realizadores olvidan: «[…] el teatro conlleva dos elementos que le son consustanciales e inherentes: acción y circunstancia […]».

     Atenta al devenir histórico de la sociedad, en la que está inmersa la escena, define:

[…] es un arte que ha satisfecho la necesidad del ser humano de comunicarse con otro semejante a través del diálogo necesario, ha recorrido diversos caminos para buscar respuesta a las inquietudes de cada momento. A raíz de la Primera Guerra Mundial, se produjo el retorno a la tragedia griega; después de la Segunda, los dramaturgos se sintieron en la necesidad de meditar como lo estaba haciendo todo hombre de pensamiento, sobre la condición humana que era capaz de alentar un impulso tan destructor e indagaron en las razones que sugería la filosofía y la metafísica.

     Otra particularidad de sumo interés es el tratamiento que otorga a dos rasgos presentes en la sociedad y, por supuesto, en la escena, de los que precisará: «lo clásico, que se basa en el equilibrio, en la armonía de todos los elementos, y lo absurdo, que es contrario a la razón, lo desarmónico», tópico en el que volveré más adelante.

     Pero como no olvida ningún aspecto que incidiera en las tablas de la Isla y, sobre todo, en la sociedad cubana, recuerda: la [supuesta] Revolución «llegó proclamando la restauración de la legitimidad perdida y se convirtió en la negación más absoluta de todos los derechos».

     Y ya que mencioné la mal llamada ¿Revolución?, vienen a cuento las palabras iniciales de su conferencia sobre José Triana. Aquí aclara Sánchez-Grey:

Aunque el castrismo trata de hacer ver que no había herencia cubana en materia teatral, es evidente que a pesar de que el régimen impuso nuevas normas de sumisión absoluta que no excluían la intelectual, los nuevos valores que surgieron después de su irrupción continuaron dentro de la evolución que las generaciones anteriores habían iniciado en busca de un genuino teatro nacional y cayeron necesariamente en la vanguardia que ya se avecinaba cuando surgió la crisis política que cambió tan drásticamente la historia cubana.

     En su ensayo sobre Jorge Mañach y su pieza Tiempo muerto, toca una figura decisiva por cuanto influyera en el pensamiento de España y Latinoamérica durante la primera mitad del siglo XX: José Ortega y Gasset, de quien nos dirá, con justeza, que el pensador y dramaturgo fue de los primeros en el mundo en darse cuenta de la crisis integral de nuestra época, de descubrir sus síntomas y de analizar sus causas, pues desde 1929 a 1930, desarrolló, cada vez con mayor amplitud y más agudeza de análisis sus estudios de temas sociológicos, de ontología de la historia y de ciencia política.

     En su confererencia sobre la revista teatral Prometeo y su gestor Francisco Morín, define el existencialismo, cuya resonancia sería visible en la escena habanera de mediados de los ‘50s y durante el sexenio inicial de la mal llamada Revolución, por la visita a La Habana del que fuera, justamente, el principal guía de esta corriente: Jean-Paul Sartre [sin olvidar que asimismo influiría el notable novelista Albert Camus en la narrativa cubana de la época], la que resume de tal suerte: «[…] mereció atención especial por la influencia que estaba teniendo en la dramaturgia universal».

     En su texto sobre la magnitud de la dramaturgia de Virgilio Piñera, aborda el teatro del absurdo, del que él, con razón, es considerado un adelantado y «la piedra angular» de esta tendencia en Cuba, tal evidenció en Electra Garrigó, Falsa alarma y otras piezas, el también poeta y narrador, siempre innovador, pues desde joven mostraría su afán por «la estética de la negación», según la denominara su contemporáneo, el historiador y crítico escénico Rine Leal.

     Como dato singular, vale mencionar la popular pieza del costumbrista (poeta, cuentista y novelista) Marcelo Salinas, quien —siguiendo la pauta del más popular vate cubano del XIX: Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El Cucalambé, que estrenara en 1859 su drama en décimas y cuatro actos Consecuencias de una falta, aunque también escribiera romances, letrillas, epigramas y romances— redactaría su laureada obra Alma guajira en espinelas, influido por la sencillez y lo popular del bardo tunero.

     No en vano titularía su ensayo la Dra. Sanchez-Grey «Presencia del “Noraísmo” en Alma guajira de Salinas», ya que la influencia de Henrik Ibsen y su clásica pieza Casa de muñecas no la ocultaría Salinas, quien, como antes el rioplatense Florencio Sánchez, seguiría el ejemplo del sueco, al presentar un drama sobre la mujer, tema novedoso en la época del dramaturgo europeo, si bien en esa centuria resaltarían las novelas sobre el tema: Orgullo y prejuicio y Sentido y senbilidad [Jane Austen], Cumbres borrascosas [Emily Brontë], Anna Karenina [Leon Tolstoi], Madame Bovary [Gustave Flaubert] y Nuestra Señora de París [Víctor Hugo], entre otras.

     Otros momentos que al crítico le resultan singulares en el volumen son los consagrados a dos autores del exilio que dedicarían su creación a la dramaturgia y a actividades próximas a la escena. El primero es la conferencia: «El tema del desarraigo en el teatro de Iván Acosta», porque el asimismo músico y divulgador de artistas cubanos de la diáspora, no solo ha escrito y estrenado, desde los ‘60s del siglo pasado, sus obras sobre el exilio, sino además, ha promovido figuras de la música cubana que partieron décadas atrás de Cuba y que, como él, han triunfado en el país de las oportunidades: los Estados Unidos.

     El otro texto es la ponencia «El aporte de Pedro Monge Rafuls a la dramaturgia latinoamericana, como autor y promotor», donde la estudiosa aborda sus dos vertientes: como dramaturgo del exilio, con diversas piezas; y como promotor de la escena y las artes latinoamericanas, desde Ollantay Center for the Arts, que fundaría décadas atrás y al que le dedicara una ingente labor. En esta reconocida institución se realizarían festivales y encuentros, talleres y clases de dramaturgia, como no menos relevantes serían las publicaciones en varias colecciones de textos teatrales y de crítica escénica. Y como aspecto significativo en el quehacer de Monge Rafuls, señala la Dra. Sánchez-Grey su adopción del monólogo que «no es arte fácil de lograr» y de piezas breves de uno o dos actos. Sus textos, algunos de ellos galardonados, serían presentados en diversos escenarios de distintos países.

     Otras peculiaridades decisivas posee Teatro Cubano Moderno. Dramaturgos, de la Dra. Esther Sánchez-Grey Alba, quien —graduada en la Universidad de La Habana y la Rutgers University de los Estados Unidos— ha publicado otros estudios y ensayos, con los que ratifica su maestrazgo en el tema.

     Y en el 2000, prestigiaría aún más su reconocido quehacer en provecho de la escena del exilio, a partir de su profundo conocimiento del tema, generado en sus clases en New Jersey, en la Universidad de Drew y la Montclair State University, y además en su extensa e intensa praxis como investigadora y conferenciante en otras universidades.

     Con la atenta lectura de este decisivo volumen, los interesados en el tema tienen un vademécum, un cuaderno de bitácora para adentrarse en el proceloso mar del teatro cubano del exilio que, desde sus inicios, ha navegado con escaso sostén oficial, por lo que merece el apoyo de los propios autores [directores, actores, estudiantes…], como del público que, en no pocas ocasiones, desconoce los estrenos que presenta la amplia cartelera de los variados escenarios de que disponemos los cubanos y latinoamericanos en general que habitamos en esta gran nación.

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WALDO GONZÁLEZ LÓPEZ

Nació en Las Tunas, Cuba (1946). Es poeta, ensayista, periodista cultural, crítico literario y teatral. Graduado en la Escuela Nacional de Teatro (ENAT) y Licenciado en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de  La Habana, Cuba. Colabora activamente con la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE). Es autor de 20 poemarios, 6 libros de ensayo y crítica literaria, así como de varias antologías de poesía y teatro. En Cuba, por su continua labor poética, crítica y de periodismo cultural durante varias décadas, mereció numerosas distinciones, entre las que cabe destacar: el «Reconocimiento como Escritor y Crítico Literario», otorgado por  la Presidencia del Instituto Cubano del Libro, y la «Distinción por la Cultura Nacional». Desde su llegada a los Estados Unidos, en julio de 2011, ha realizado una intensa labor como participante en eventos internacionales de teatro, jurado de eventos teatrales y literarios, crítico teatral y literario y asesor de grupos escénicos. En el año 2012 fue merecedor del 3er lugar en el X Concurso de Poesía “Lincoln-Martí” en Miami, Florida, EE.UU. Colabora con diversas publicaciones, tales como el Boletín de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (Nueva York), así como en las revistas digitales Encuentro de la Cultura Cubana (España), Otro Lunes (Alemania), Palabra Abierta (California), Baquiana, Teatro en Miami  y El Correo de Cuba (Florida).

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