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DANIEL MONTOLY
Nació en Montecristi, República Dominicana (1969). Poeta y traductor. Obtuvo el primer premio del concurso de poesía convocado por la revista literaria Niederngasse, el “Editor’s Choice Award – The International Poets Society”. Aparece en las siguientes antologías de poesía: Colección Sensibilidades (España: Alternativa Editorial, 2001); Maestros Desconocidos de la Poesía Contemporánea (USA: Ediciones El Salvaje Refinado, 2004); Colección de Poesía Abrace (Uruguay: Editorial Abrace, 2007); Jóvenes Poetas Cantan a La Paz (Australia: Casa de La Cultura Latinoamericana, 2004); Antología El Verbo Desenrrejado (Santiago de Chile: Apostrophes Ediciones, 2006); Antología Nueva Poesía Hispanoamericana (Perú: Editorial Lord Byron, 2008); y en la Antología norteamericana: A Generation Defining Itself –In Our Onw Words– (USA: MW, 2009). Ha publicado los libros de poesía: La Ritualidad del Círculo (USA: Obsidiana Press, 2008); Tránsito del Agua (España: Editorial Taller del Poeta, 2008); y Papeles Robados al Más Allá (San Antonio, Texas: Linden Lane Press / Colección de Poesía, 2014). Su poesía aparece traducida al inglés, alemán, portugués, catalán y rumano. Colabora activamente con publicaciones literarias latinoamericanas y europeas, y dirige el blog literario: El Wong Side dedicado a la promoción y difusión de la poesía hispanoamericana. Ha participado en diversos encuentros y festivales internacionales de poesía.
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SINFONÍA PAGANA
Va cayendo la tarde con triste misterio…
Juan Ramón Jiménez
El canto subversivo
de las hojas
enmudece
con blancura
las pisadas
se prolongan
como excusas
humanas
frente al rigor
indomable
y los caprichos
del sol
se celebran
aplaudiendo
con sus
labios rotos.
El canto
de las hojas
florece
horizontal
a la ceguera
busca
y espera
por un descuido
misceláneo
que dé origen
a una nueva forma
de música
pagana.
PÁJAROS ROTOS
Ya será mañana
aunque no queden ojos
que testimonien
su origen ciego.
No sólo a los pájaros rotos
se les caen las alas
cuando la bruma
como una hacha
metafísica las remoja
con lágrimas
con el mismo rocío, que
en lugar de humedecer
las hiere con repiques
de campanas negras
liberadas por el infierno.
Aunque los grillos canten
y la mañana disfracen
como verde damiselala
tristeza nos hiere
como daga de sacrificio
que penetra el cuerpo dócil
de las últimas noches.
Ya será mañana nuevamente
aunque no queden ojos
conversando con pájaros rotos
bajo las nubes.
RETRATO DE MUJER ENTRE LAS NUBES
Esa joven mujer poeta
camina
por las nubes
con un bolso
de relámpagos
y truenos,
con el pelo
desafiando
a la vejez,
con un paquete
de frescas alas
florecidas
en las manos.
Es la joven
mujer de rostro
inseguro,
cuyos ojos
vieron al pasar
tanta belleza
por su vientre
del mar, encinta,
buscando
al padre
de sus
criaturas
en el idioma
de Cervantes.
Esa joven
con brazos
y piernas largas
y de estrechas
caderas
llamadas
a ser madre
de lo que siente
y palpita,
habita
el milagro
sobre las aguas
turbias
de la desdicha.
Esa mujer
luz de piedra,
color
en la nada,
sin caminar
camina. Esa
mujer joven
Violeta, Julia,
Silvia, Alejandra y Alfonsina.
Esa mujer
que no se siente
esa mujer
sin hablar
habla
de lo perenne
del poema,
de lo asexual
de la palabra
niña, mujer
tierra, luz
agua.
EL POETA MALDITO
Los otros poetas
eluden pronunciarse
sobre tus desmadres
poéticos, quizá
no quieren
darte duro
por los testículos
hiriendo
la omnipotencia
de tu ego
de poeta maldito,
y vas por ahí
como buque
de guerras próximas.
Maldices,
condenas
el estado actual
de la poesía
con ínfulas
de gran crítico,
pero la inocultable
deficiencia
de tu léxico
delata,
en tu pobreza,
a tus lecturas:
Ezra Pound,
Borges, Neruda
o “Las tierras
baldías”
de T. S. Eliot.
Fueron sólo la hiedra
en las paredes
que se ramifican
en la mirada
arañosa
de los libreros
de tu cuarto…
y ¿La Dickinson?
¿La virgencita
provinciana
de Nueva
Inglaterra? Ah, pero,
qué carajo
importa, porque
te llevas
mucho mejor
con los pobres
poetas negros
que temían
al diablo
y hablar de árboles
y noches, pero
bailaban blues y jazz
como poseídos
por espíritus
nocturnos. Esos
son los cuervos
que se comen
tu insomnio,
esas son las aves grises
¡de tu especie!
YO, OBRERO DE TU NECESIDAD
Yo obrero,
desempleado de tu tiempo,
carnicero
de miradas,
miserable
del por vivir
y respirar,
sin la preocupación
insistente
del bolsillo
aforero
o por las amenazas
de las cuentas
sin pagar
sobre la mesa,
quiero,
pido,
una tregua existencial
que me permita
levantar
los brazos
sin ser golpeado
por las circunstancias
en la nariz,
sin el grito
fulminante
del nudo
en mi esófago
ahogándome
la compasión
de la mañana,
y el sentido mayor
del aliento.
Yo, obrero
del manotazo
en la lengua,
no pido mucho,
sólo una palabra
sin dudas,
una sonrisa
que, amiga,
toque a la puerta
de mi mala fortuna
invitándome
a escribir
una historia
a olvidarla.
SIN RENEGAR A LA NOCHE
Tengo hambre de aire improvisado,
de las trompetas,
de los desbordes
contorsionistas
y vísceras
del saxofón.
Reniego a aparecer
devorado
por el infernal ruido
de los árboles
de Maquiavelo:
grises como las médulas
del mercado
y con las orejas tiesas
de satélites rusos.
Espío en ti
lo que me gusta:
tus viejas y recelosas
curvaturas
de hojalatas dulces,
tus jóvenes ojos
de vinillo, cuadrados
por mis notas.
Tengo el hambre sastre
de aquéllos músicos
sentados
en los vagones
del miedo,
rumbo al norte,
escondidos
por el asombro vertical
de la horizontalidad
mecánica
del caos lúcido.
Traigo
la alegría femenina
de las trompetas
y la masculina voz
del trombón
para entretener al racismo
unilateral, abrigado
por el frío.