BAQUIANA – Año XX / Nº 109 – 110 / Enero – Junio 2019 (Poesía III)

FOTO SECCIÓN POETICA

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RAFAEL ENRIQUE HERNÁNDEZ

Nació en La Habana, Cuba (1968). Poeta. Ha recibido los premios: Primer lugar del Premio de Poesía Pinos Nuevos 2000, con el libro El Precario Equilibrio (Letras Cubanas, 2001); Premio Nosside Caribe 2001; y Mención del Premio de La Gaceta 2004. Ha publicado su poesía en las revistas cubanas: Caimán Barbudo, Vivarium, Unión, Alma Mater, UpsalónLa Gaceta, La Siempreviva, VitralExtramuros, La Letra del Escriba y La Revista del Vigía. En el extranjero: Anales de Literatura Hispanoamericana, Encuentro de la Cultura Cubana y Diario de Cuba (España) y Labrapalabra y Conexos (Estados Unidos). Sus poemas aparecen en las antologías Los Parques (Cienfuegos: Reina del Mar, 2001), Lezama Lima, ese misterio que nos acompaña (La Habana: Colección Sur, 2011); y Poderosos pianos amarillos (Holguín: Editorial La Luz, 2014).

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DESPEDIRSE

 

I

 

La oscuridad del hombre

 

decidido a morir.

 

Solo ante todos,

 

junto a sus libros.

 

Sin amigos que interfieran.

 

Destrozado,

 

pero lúcido.

 

Quiere verla llegar

 

como a una amante.

 

 

II

 

La voz que enamoraba

 

se está yendo.

 

Definitiva.

 

Trasmutada en susurro.

 

El hombre cansado

 

no quiere recordarla.

 

El silencio

 

sobre un poema

 

por escribir.

 

 

III

 

No puede escuchar.

 

Sus manos

 

no trazan palabras.

 

Sombras sobre los ojos.

 

Este hombre está

 

sentado en su cuarto,

 

arropado por la muerte.

 

Reclama piedad.

 

 

IV

 

Un café,

 

comida por calentar.

 

Sueño.

 

Mucho sueño.

 

Nada que merezca

 

ser recordado.

 

Así pasan los días.

 

No hay prisa.

 

La vida es esto

 

y ahora.

 

 

FOTO FAMILIAR

 

Frente a la casa de tablas,

sobre una puerta

que alguien desmontó

para la ocasión.

Avergonzados

y silenciosos.

Mirando al fotógrafo:

Jacinto,

María,

Ofelia,

Amparo,

Emerio,

Ezel,

Fefa.

Jacinto

con una pajilla

y las manos

cruzadas al frente,

(tiene puesto el traje de los domingos).

María

recostada

para sobrellevar el peso

de una hija en brazos

y otro en la barriga.

Las hembras mayores

con sus muñecas.

El pequeño sentado.

En el extremo derecho

Ezel

con bombachos,

gorra, botas

y manos en los bolsillos.

 

 

PARQUE ECOLÓGICO

 

Los visitantes ocasionales

se abandonan

a las comidas grasientas.

Después de las seis,

las ratas

vuelven por el sobrante.

 

A medio día,

a media noche,

desmontamos quesos,

-cientos de libras-,

quesos que han hecho

un viaje desde la ubre

a la ciudad.

Somos traficantes.

Nos miran

con suspicacia,

después compran.

Nos contabilizan

en libras.

Siguen nuestro rastro.

Una peste

que nunca nos abandona.

 

La novedad

de ser rico.

Esa idea

que nos ocupa

en estos días.

Piedras jaimanitas,

azulejos,

corazones flechados

en las cabeceras

de nuestras camas.

Rejas,

cerrojos,

llaves,

llaveados.

Reunir

para el verano

en un hotel,

una playa,

una plantación.

Bajo el golpe

discreto

del látigo

que estimula.

 

Yo que huyo de los perros

por miedo

a sus mordidas,

clavo mis dientes

en el pellejo

de mis verdugos;

asustando

a la jauría.