JORGE LUIS BORGES, EL CINE Y MIS RECUERDOS
por
Adriana Bianco
Tuve el privilegio de ser alumna de Borges en la Universidad de Buenos Aires, cuando estudiaba la carrera de Literatura y tuve el privilegio de ser una actriz infanto-juvenil muy querida en Argentina, considerada la Shirley Temple del Cono Sur. Por mi trayectoria recibí el máximo premio nacional: el Cóndor de Plata, Oscar argentino.
Borges sabía que era actriz y que había hecho varios films, entre ellos: “La niña del gato”, un clásico dentro de la filmografía latinoamericana. En ese momento, mientras tomaba el curso con Borges, estaba haciendo una serie en televisión llamada “Las Amorosas”, que la madre de Borges solía ver. Al poco tiempo, dejé definitivamente mi carrera de actriz porque la Facultad de Filosofía y Letras me absorbía demasiado y deseaba estudiar y, especialmente, porque había sufrido una desilusión muy fuerte con la cancelación de un film “El ojo de la cerradura” que pensaba hacer con Leopoldo Torres Nilsson y sentí que mi carrera se cerraba. Tenía 17 años y, tal vez, no supe ver mi propio futuro. Pero el cine es así: sorpresivo, voraz y maravilloso.
A Borges le gustaba hablar de cine. En varias ocasiones lo hicimos. A veces, uno o dos alumnos lo acompañábamos, después de su clase de Literatura inglesa, hasta su departamento en la calle Maipú, a pocas cuadras de la Facultad, que quedaba en la calle Viamonte. Nos preguntaba qué film habíamos visto o sobre alguna película en especial.
Borges y el cine tuvieron una larga historia, el cine buscó a Borges porque sus cuentos y su mundo literario eran atractivos desde el punto de vista fílmico y Borges se interesó en el cine como fenómeno de su época, como un lenguaje nuevo. Ese interés lo manifestó haciendo crítica cinematográfica en la Revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo, una crítica informal y según la visión de Borges. También manifestó su interés escribiendo guiones de cine, en colaboración con Adolfo Bioy Casares: “Los Orilleros” y “El paraíso de los creyentes” (1951). Escribió, además, con el director Hugo Santiago, “Invasión”. En 1986, ya cerca de su muerte, terminó “Doviamo salvare Venezia”, el último guión que permanece inédito. Era admirador de Josef Von Sternberg, director norteamericano de origen austriaco, también le gustaban los films de cowboys americanos, los dramas del oeste, porque rescataban el género épico, eran hombres valientes de acción. Creo que había una vaga asociación con los gauchos, por su coraje.
En cuanto al cine argentino, no parecía muy entusiasmado. Lo consideraba muy teatral, poco verídico, no sé, porque ya en la época que yo fui su alumna, Borges veía muy poco y no iba al cine, aunque quería saber sobre producciones argentinas. En alguna oportunidad le comenté que Mario Soffici me había dirigido en televisión recientemente y Borges recordaba su película “Prisioneros de la tierra” un film de 1939, que yo no había visto, pero que era muy interesante.
Un día, fui a su departamento de Maipú, a buscar una carta de recomendación para una beca en Francia que luego me otorgaron. Después de firmarme la carta, me preguntó con esa voz tan particular:
—“¿Por qué siendo actriz, estudia literatura?”
Yo le comenté que para mí la literatura y el cine tenían muchos puntos en común, eran lenguajes que se complementaban.
Meneó la cabeza y me contestó que no le parecía. Me dijo que para él eran dos lenguajes, dos mundos muy diferentes. Entonces, me preguntó en qué se complementaban…
Yo no sabía cómo explicarle, había cuentos suyos que seguían una secuencia fílmica, tenían una estructura casi cinematográfica. No creo que lo hiciera intencionalmente como el caso de Manuel Puig, de quien fui muy amiga, que concebía sus novelas muy cinematográficamente.
Como me vio un tanto atarantada me dijo que su madre, Doña Leonor, (que en ese entonces vivía), era mi admiradora. Y me preguntó con bastante curiosidad, cómo era la situación de actuar, de hacer el personaje. Yo le comenté que había muchos métodos pero que yo trataba siempre de ponerme en el papel, ser el otro. Borges enseguida me interrumpió: ¿Cómo el otro? Entonces, le dije que yo pensaba en el otro fuera de mí, pero que también era yo, era yo y mi personaje. Con “La niña del gato”, yo me sentía la pequeña ladrona, vestida pobremente, yo me creía ser Nonó. Me creía que era la ladroncita, pero a la vez la podía controlar, era dueña de sus juegos y emociones. Borges estaba sentado, levemente apoyado en la mesita de la sala, parecía muy interesado.
Ahora con el tiempo, evocando esa escena, pienso que ese desdoblamiento del que yo le hablaba también se da en el escritor y Borges lo sabía y lo expresó en algunos cuentos como “El otro”, “Borges y yo”, incluso forma parte de su mística literaria.
En alguna ocasión, habló con nosotros sobre la influencia del cine en su literatura, algo que sucedió con varios escritores de su generación. Al principio de su carrera de escritor, en sus cuentos situacionales, se siente una influencia cinematográfica. Luego, su narrativa se fue haciendo cada vez más filosófica.
A Borges le seducía el cine, y creo que era una mutua seducción porque los directores también se han sentido atraídos por sus cuentos. No todas las adaptaciones fueron felices, sin embargo, fue muy requerido por los directores, que veían en sus cuentos, la película ya montada. Borges, además, motivaba a los cineastas imaginativamente, como sucedió con el director argentino Héctor Olivera y su película “El muerto”, (cuya copia me dijo Olivera se perdió) y luego con otros directores internacionales: Bernardo Bertolucci realizó “Strategia del Ragno”, Hugo Santiago filmó “Invasión”, Jaime Chavarri, en España, hizo una versión de “La intrusa” y Carlos Saura filmó “El Sur”. Y la lista continúa. Actualmente, hay directores tanto argentinos como internacionales que se inspiran en la temática borgiana.
El director Javier Torre, hizo la película “Un amor de Borges”, basado en el relato que le contó Estela Canto* una noche, en un cóctel. Torre me comentó: “Adrianita, quedé fascinado con la historia de amor que me relató Estela, vi el film enseguida, y aunque el guión es mío, está basado en el libro Borges a contraluz, de Canto”. Es un film del 2000, filmado en lugares auténticos del Buenos Aires de Borges, con una esmerada interpretación de Jean Pierre Noher, que revive al escritor de una manera sensible y ajustada. El actor Noher, cuando lo fui a ver al teatro interpretando Borges y Perón, me comentaba que estudió la personalidad de Borges, sus movimientos y reacciones, siempre con respeto, para no caer en estereotipos y porque es muy difícil hacer papeles de gente famosa. El film también cuida mucho la época, sucede en la década del 40, durante el Peronismo, por lo tanto, la producción controló escenarios, vestuario, maquillaje y detalles. Es una recreación casi documental de ese momento en la vida de Borges.
Otro director argentino Tristán Bauer filmó, en coproducción con España, “Los libros y la noche” (2000), un documental sobre aspectos de la vida de Borges. El título esta extraído del poema de Borges “Los dones”…“me dio a la vez los libros y la noche”. El director intentó recrear el mundo borgeano, y el actor Walter Santa Ana interpreta al viejo Borges, trasmitiendo su voz, imagen y pensamiento.
Borges influyó, además, con su literatura, en la Nouvelle Vague francesa. Cuando conocí a Jean Luc Godard, en París, lo primero que me mencionó fue a Borges. Alain Resnais y Michel Butor, de una u otra manera, le rindieron culto.
Cuando preparaba el libro Borges y los otros, que hice en colaboración con el periodista Néstor Montenegro (Planeta, 1990), entrevisté al director René Mugica. Mugica me comentó que el clímax del cuento “Hombre de la esquina rosada” era un desafío cinematográfico, y que al leer el cuento, ya visualizaba la película, pero necesitaba justificar los personajes. Mugica me explicaba que le dijo a Borges que en cine hay una dósis de realidad que necesita ser cumplida para el espectador. Mugica me contó que estos asuntos los había conversado con Borges, que siempre mostraba mucho interés en todo lo relacionado con la película. Le habló de la necesidad de sustentar al personaje Rosendo. Años después, Mugica vio aparecer un cuento relacionado con lo que habían hablado Borges y él, sobre el personaje Rosendo. Nunca supo si fue un cuento que surgió a partir de esa conversación y de la película. Nunca se lo pudo preguntar a Borges. El testimonio del director está en mi libro.
Lo cierto es que la película “Hombre de la esquina rosada” fue una superproducción de Argentina Sono Film, llevada al cine en 1961. El escenógrafo Gori Muñoz montó una réplica del barrio Palermo viejo lindando con el arroyo Maldonado y no se escatimó presupuesto. El film le gustó a Borges, tenía una atmósfera especial y muy buenos actores.
Mi amigo y gran actor Duilio Marzio también me comentaba el interés de Borges cuando se filmaba “Días de Odio” dirigido por Leopoldo Torres Nilsson, basado en el cuento “Emma Zunz”, incluído en el libro El Aleph. Duilio me dijo: “Borges venía a la filmación, se sentaba, muy discreto, observaba todo, a veces preguntaba algo. Ver una filmación es siempre interesante y a Borges le interesaba, aunque no daba opiniones. Conversé con él sobre mi personaje, siempre muy atento y respetuoso de lo que filmábamos.”
Aunque esa tarde en su pequeño departamento, Borges me dijo que el cine y la literatura eran dos mundos muy distintos para él, alguna alianza entre el lenguaje fílmico y la literatura borgiana se ha tejido y se sigue tejiendo. Borges llegó a convertirse en personaje, protagonista de su propia película. Mi compañero de la Facultad, el cineasta Edgardo Cozarinsky, escribió un libro muy interesante: Borges y el cine (la traducción en inglés es Borges in/and/on Film), donde recopila las críticas de Borges sobre el cine, comentarios y opiniones, y donde habla de esta relación entre Borges y el cine como algo laberíntico. Y sí lo es; laberíntica relación y mágica como es mágico el cine y es mágico Borges.
A Borges lo vi muchas veces más, era un personaje del Buenos Aires porteño, caminando por Florida, en la Librería La ciudad y en el barrio de San Telmo. Lo acompañé a su casa. En ocasiones, lo veía con su madre en la Galería de Arte Bonino, donde ella le susurraba describiéndole las pinturas, y en la Biblioteca Nacional, donde era director, con un libro en la mano y casi hundiendo su cabeza para leer algo. Lo escuché en varias conferencias, lo vi en reuniones, a veces en casa de Manuel Mujica Laínez.
Fue maravilloso cuando lo encontré en México donde viví siete años, lo habían invitado a la Capilla Alfonsina porque le dieron el premio Alfonso Reyes y también a Televisa, donde grabó algunos programas televisivos de entrevistas y se encontró con Juan José Arreola. Aquella estancia en México fue muy emocionante; cuando llegó al centro arqueológico de Teotihuacán, se acercó a la pirámide del sol y la besó. Luego volví a encontrarlo en Buenos Aires, muy desmejorado, antes de su partida a Ginebra y hablamos sobre su época de profesor, de los poetas ingleses “lakistas”. Ya no me reconocía.
A los pocos días, una mañana, una amiga de la Embajada suiza me llamó para decirme que Borges había ido a la embajada y partía al día siguiente a Ginebra. Que fuera discreta porque se iba de manera secreta, estaba muy enfermo. Yo no lo creí. Tantas veces en sus clases mencionaba querer reposar con sus antepasados en la tumba de la Recoleta…pero fue cierto. Y también fue cierto que el destino pusiera en mis manos el expediente de la escultura que estaría en su sepultura para que me encargara del despacho, ya que yo, en ese entonces, era funcionaria de la Secretaría de Cultura (Hoy Ministerio de Cultura) y todos sabían que había sido su alumna. Me ocupé contra reloj para que saliera la obra para las exequias. El artista, Eduardo Longatto, había utilizado una piedra gris de Punilla, muy bella. Me invitó a ver la escultura en su atelier, antes que se la llevaran a Suiza.
Tomé un taxi y vi que estaba llegando a Palermo, el barrio de los compadritos, de los cuentos borgianos, a pocas cuadras de la casa de Evaristo Carriego, que tanto Borges, había frecuentado con su padre. Caminé por el pasillo de la vieja casona, la puerta estaba abierta y en uno de los cuartos estaba la piedra rúnica y a su lado vi parado a Borges. Quedé sobrecogida. Fue una visión extraña. La lápida llegó a tiempo para el funeral pero Borges estaba vivo en Palermo, “su Palermo”, aquella tarde.
Son muchos mis recuerdos: su presencia como profesor, amable, interesado. Sus exámenes eran como una conversación con un amigo hablando de literatura. Jamás traía papeles, ni libros, tanteaba el escritorio, se sentaba y comenzaba a viajar por el mundo literario, nos conducía a tiempos remotos, poemas lejanos o autores cercanos, asociando ideas, relacionando poemas, navegando con nosotros, envueltos en su imaginación.
Ahora recuerdo aquel departamento de la calle Maipú, Borges sentado junto a la mesita, atento, firmando mi carta. Cuando estaba por irme de su casa, me preguntó si actuar me hacía feliz. Le dije que sí y sentí una rara complicidad. Entonces asintió y me sonrió. Fue un momento inolvidable en mi vida.
* Estela Canto (1916-1994). Escritora, periodista y traductora argentina, más conocida por su relación con Jorge Luis Borges.
Obras consultadas:
Cozarinsky, Edgardo. Borges en/y/sobre cine. (España: Editorial fundamentos, 1981).
Cozarinsky, Edgardo. Borges in/and/on film. (New York: Lumen, 1988).
Montenegro, Nestor & Bianco, Adriana. Borges y los otros. (Buenos Aires: Planeta, 1990).
Neifert, Agustín. Del papel al celuloide. Escritores argentinos en el cine. (Buenos Aires: Ediciones La Crujía, 2003).
Vázquez, Maria Esther. Borges. Esplendor y derrota. (Buenos Aires: Victoria Ocampo, 2010).
Wolf, Sergio. Cine/Literatura. Ritos de pasaje. (Buenos Aires: Paidós, 2001).
Nota: Parto de mis memorias, aun sin publicar. No es, por lo tanto un panorama exhaustivo ni mucho menos de Borges y el cine, apenas un esbozo unido a mis recuerdos.
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ADRIANA BIANCO
Nació en Buenos Aires, Argentina (1941). Periodista freelance y gestora cultural. En su niñez y juventud fue una famosa actriz en su país, considerada como la Shirley Temple del Cono Sur. Figura en más de 20 libros relacionados a la cultura nacional y ha sido premiada con el Cóndor de Plata y otras distinciones importantes de Argentina. La película La niña del gato (1953), donde actuó como protagonista, forma parte de los archivos de: la Cinemateca de París (Francia), la Cinemateca del Lincoln Center (Nueva York, EE.UU.), el Museo de Cine de Argentina y la Cinemateca del Instituto Nacional de Cinematografía y Artes Visuales de Argentina (INCAA). Es egresada de la Universidad Nacional de Buenos Aires (Argentina) con una Licenciatura en Filosofía y Letras, tiene un Postgrado en Literatura Latinoamericana de la Universidad Sorbonne de París (Francia), y ha tomado cursos de Historia del Arte en el Museo Louvre, Sociología del Arte con Lucien Goldmann y Literatura Estructural con Roland Barthes en la Universidad Sorbonne de París (Francia), así como un curso de Periodismo Institucional en la OEA, Washington, DC (EE.UU.). Es Miembro Correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE-EE.UU.), miembro de la Asociación de Críticos de Arte (París, Francia) y de la Asociación de Mujeres Periodistas Internacional. Sus artículos y entrevistas aparecen en los siguientes medios: Agencia EFE de Noticias (Miami, Florida), Revista Américas de la OEA (Washington, DC), El Nuevo Herald (Miami, Florida), Diario La Prensa (New York City, N.Y.), Periodistasenespañol.com (diario digital/España), Revista Cultural Carátula —dirigida por Sergio Ramírez— (Managua, Nicaragua) y Revista de la Academia Norteamericana de la Lengua Española —RANLE— (Washington, DC). Ha vivido y trabajado en diversos países pero radica en la actualidad en el sur de la Florida, donde fundó y organiza desde hace 19 años el Festival de Cine y Arte Argentino y Latino en Nova University con sede en Broward County. Ha publicado los textos escolares Lupita y Beto (México: Editorial Progreso-Hermanos Maristas, 1985) y los libros Borges y los otros —en colaboración con Néstor Montenegro— (Argentina: Planeta, 1990) y Miami habla— en colaboración con Rafael Cerrato— (Miami: Alexandria Library, 2013).
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