BAQUIANA – Año XX / Nº 109 – 110 / Enero – Junio 2019 (Ensayo I)

LA POESÍA COMO VALOR HUMANO Y AFECTIVO EN FUERA DEL JUEGO, DE HEBERTO PADILLA

 

 por

 

Guillermo Arango


     En 1968, hace exactamente cincuenta años, que el poemario Fuera del juego, de Heberto Padilla obtuvo el Premio Nacional de Poesía “Julián del Casal”, auspiciado por la UNEAC, o sea la Unión Nacional de Escritores y Artistas Cubanos. No voy a detenerme en los detalles ni en las repercusiones de aquel acontecimiento, harto conocidas en el mundo intelectual cubano, y del empuje internacional que igualmente tuvo, ya que lo que se ha dado en llamar “el caso Padilla” es bien conocido. Amplia información puede encontrarse en  los Documentos de Lourdes Casal  y en la Edición conmemorativa del poemario que vio la luz en 1998.

     Sin  lugar a dudas, es un libro que irrumpió en la poesía cubana con fuerza explosiva, y que puede ser, sino el libro cubano de poemas más impactante, original e interesante en la segunda mitad del siglo XX, sí el más controversial. Nos cabe pensar en la “dialéctica negativa” de Theodor W. Adorno el que disertando acerca de la obra de arte nos dice que “all works of art, including affirmative ones, are ipso facto polemical” (253).

     Una genuina obra crítica consiste en una aproximación única, penetrante y recreadora a su objeto, del cual exterioriza potencialidades de vida. No es nuestro propósito ofrecer un estudio detallado del poemario, ni de abarcar, en su totalidad, todo el empuje lírico del autor. Nos interesa sí, resaltar el hallazgo de los valores humanos más universales y perennes que se dibujan en los poemas. Queremos por igual, re-examinar la visión poética de la realidad histórico-social que lo originó y destacar ciertas características que creemos importantes, tratando así de articular su vigencia lírica después de medio siglo.

     August W. Schlegel teorizó que el verdadero lector debe ser “el autor distendido” o sea explayado. Así, cada lectura sucesiva de un libro, en lo que añade o rectifica a la precedente, constituye una parte de una secuencia fenomenológica a través de la cual, y solamente a través de la cual, el libro logra la realización de sus potencialidades y su supervivencia en el tiempo. De este modo hay un sentido paradójico pero genuino en el cual el “lector verdadero”, en otras palabras “el crítico”, es un “tribunal superior”, una fuerza que otorga revalidación y de la cual el escritor depende íntimamente.

     La toma de posición de los poetas frente a los problemas individuales y colectivos que se desprendieron de la Revolución cubana y de sus consecuencias a lo largo de los años, se han manifestado en distintas formas. A menudo, esta toma de posición o, si se quiere, esta voluntad de penetración de los hechos que determinaron la Revolución y de las circunstancias posrevolucionarias, se muestra, en el caso de la lírica, en una poesía de particularísima emoción personal, autobiográfica, narrativa, y que significa, a la vez, una toma de conciencia de gran valor histórico —hic et nune—, como se verá el día en que se haga el recuento final de la historia generacional literaria de estos años.

     Uno de los caminos fundamentales de la poesía moderna es el seguido por Whitman y Neruda —y de igual modo por Padilla en este tal vez su más conocido poemario—, poetas de la limpia solidaridad humana, poetas de la protesta que no tiene que llevar rotulación específica, preocupados por el destino común de todos y la condición humana definida por la esperanza que persiste frente al sufrimiento, la intolerancia y la violencia.

     Así, Fuera del juego pertenece a ese privilegiado y reducido grupo de libros que unen a su mérito literario propio, otros méritos de tipo histórico-social que los convierten en hitos, si no fundamentales, sí por lo menos definidores del proceso evolutivo, en este caso, de la literatura nacional cubana. Interesa, pues, dejar constancia de una obra de excepción como ésta, dentro del panorama bien poblado, pero de intención diversa y calidad desigual, de la poesía cubana contemporánea.

     No obstante, antes de adentrarnos en la claridad poética de Fuera del juego, de su empuje sísmico, su honestidad expresiva y también su contenido humano, debemos referirnos someramente, a otro libro de Padilla, El justo tiempo humano, que data de 1962. Ya se dibujan en este primer poemario muchas de las características que van a sonar, redoblantes, en Fuera del juego.

     Borges, en uno de esos rotundos juicios a los que nos tiene vezados, ha dicho que todo poema termina siendo una elegía. Comencemos, así, por hablar del tono elegíaco en la poesía de Padilla, donde encontramos un gran número de exponentes. Ya desde el poema “Dones”, que abre El justo tiempo humano, y que es tal vez uno de los mejores poemas del autor, leemos:

 

            No te fue dado el tiempo de la gracia.

               No se abrieron para ti blancos papeles por llenar.

               No te acogieron; fuiste un niño confuso.

               Golpeaste y protestaste en vano.  (11)

 

     Estos versos van seguidos por el poema “Padres e hijos”, donde encontramos a un poeta con una inquebrantable fe en la vida. Hay descripciones llenas de imágenes sensuales, que nos muestran la autenticidad de un recuerdo de juventud, cuando nada ha dejado de ser aún tierra germinal: “donde el mismo ayer sigue / buscando soledades y anhelos” (35), o “un asalto de sombra en los  zaguanes” (37), y todo “clavado siempre / entre la luz y el viento” (41). Tono impulsivo y directo que se va a repetir en Fuera del juego donde luego encontramos:

 

            Los que se alejan siempre son los niños,

               sus dedos aferrados a las grandes maletas

               donde las madres guardan los sueños y el horror.  (50)

 

     Padilla huye de toda posible confusión con el poeta de vocación trascendental, metafísica, y hace una primera profesión de fe humanista que apunta a una dimensión social objetiva además de la individual subjetiva, y que en ningún momento traicionará a lo largo de su poesía.

   Tal vez parte de la importancia de El justo tiempo humano radica en su desafío verbal, en su comprensión de la dialéctica de la vida. Por todo ello, este primer libro, independientemente de sus valores poéticos autónomos, es indispensable para entender, con mayor penetración toda la obra posterior.

     La poesía registra la huella que en el espíritu del poeta dejan unos hechos, los que concretan su tiempo. Padilla siempre nos dijo que Fuera del juego era un libro sobre la Historia. No obstante, tal vez obsesionado con la idea de la responsabilidad del poeta, Padilla no venera la Historia sino la verdad que se afina en ella, que es lo que le permite salvar su alma creativa. En el poema “Una época para hablar” nos dice:

 

            Y a nosotros ¿qué nos sobrevivirá,

               atravesados como estamos por una historia en marcha,

               sintiendo más devoradoramente día tras día

               que el acto de escribir y el de vivir se nos confunden?   (75)                 

                                                                                               

    Pero no hemos de aventurarnos mucho en el libro puesto que en los dos versos iniciales del conocido poema que lo abre, “En tiempos difíciles”, encontramos la primera justificación:

 

            A aquel hombre le pidieron su tiempo

               para que lo juntara al tiempo de la Historia.  (23)

 

     El poeta es enclavado a un nuevo mundo, a través de unos “tiempos difíciles”, en el que es absorbido por el llamado de la Historia y donde tiene que ofrecerlo todo. Y lo más horrible de esos “tiempos difíciles” es que el poeta no encuentra escapatoria como bien ha apuntado Eduardo Lolo en un invaluable ensayo sobre el poemario que acompaña la ya citada edición aniversario de 1998, publicada por Universal.  Así, en el poema “En lugar del amor”, leemos:

 

           Siempre, más allá de tus hombros

               (es algo que ya nunca podremos evitar)

               hay una lista de desaparecidos,

               hay una aldea desnutrida,

               hay un niño que tiembla.  (Lolo, 183)

 

     En el poema “También los humillados” leemos nuevamente la intrusión inexorable de la Historia y la arenga dolida del poeta:

 

           ¡Levántate, miedoso,

               y vuelve a tu agujero como ayer,

               ……………………………..

               que la Historia es el golpe que debes aprender a resistir,

               la Historia es este sitio que nos afirma y nos desgarra,

               la Historia es esta rata que cada noche sube la escalera,

               la Historia es el canalla

               que se acuesta de un salto también con la Gran Puta.  (73)

 

     La Historia se convierte, esencialmente, en una pesadilla. Tengamos presente que la historia no lo es sólo de los datos externos y las emociones a ellos directamente adscritas, sino también de las más trascendentales inquietudes del espíritu. El poeta le canta al hombre pero no al hombre indiferenciado o abstracto, sino al hombre histórico, metido en sus innegables circunstancias, moldeable por el tiempo, haciéndose a sí mismo dentro de él y cara ya al destino. Debemos aclarar que es poesía testimonial, sí, pero no poesía social, en el sentido que se le suele dar al término.

    Una característica que vemos en Padilla es su facilidad versal y, por ende, como ya hemos dicho, un dejarse ir espontáneamente en el verso impulsivo. Porque el poemario, francamente, no conversa sino aúlla, pero nunca sin perder el aliento. La verdad que en esto pueda haber no debe convertirse en tópico. Padilla era un poeta de gran riqueza expresiva y fuerza creadora y no un ser intuitivo que escribía a ciegas. Heberto sabía muy bien por donde andaba.

     Fuera del juego, se lee más con los nervios que con los ojos, y recoge los poemas en cuatro secciones bien definidas. La primera, “Fuera del juego”, que le da título al poemario. A esta le siguen “La sombrilla nuclear” y “El abedul de hierro”. La última sección está intitulada “Canciones”.

     El poemario puede mirarse, en realidad, como una obra autobiográfica. El poeta nos ofrece una biografía que es, evidentemente, la suya propia, personal, inalienable, pero cantada, narrada de tal modo, desde un ángulo histórico y con una conciencia solidaria de su condición de hombre, que adquiere valor de tipicidad, dimensión colectiva, y si se quiere testimonio de su tiempo.

 

            Nosotros, que estamos viviendo los últimos años

               de este siglo,

      deambulamos, incapaces de improvisar un movimiento                                                                           

               que no haya sido concertado;   (28)

               Nosotros seguimos construyendo el Imperio.

               Es difícil construir un imperio

               cuando se anhela toda la inocencia del mundo.  (72)

 

     Obra autobiográfica que profundiza el cauce único por el que en realidad discurre la poesía de Padilla: su empuje cala en una forma expresiva que el poeta ha hecho por un lado de su realidad de hombre, y por otro de hombre social: lleva al verso con intuición de auténtico poeta, el relato fluyente de sus tiempos existenciales y vividos.

     De este contraste, de esa confrontación surge la bien dosificada vena realista de Fuera del Juego, y, de ella, su contundente fuerza y empuje líricos. Es, tal vez, una vieja fórmula estética, esa de los contrastes, de conocida eficacia, pero de ella surge la chispa de lo afectivo, de amargura y ternura, de tristeza y amor, que nos hiere y deslumbra, que nos enriquece en experiencia, que nos llena de vida.

     El poeta descubre la realidad dura y cruel, y digamos despiadada, de la Revolución, y el sentimiento de revuelta ante esa realidad despierta en él una nueva visión del mundo, y un sentido nuevo de su misión como hombre y como escritor. Así, leemos en el breve poema “Poética”:

 

            Di la verdad.

               Di, al menos, tu verdad.

               y después

               deja que cualquier cosa ocurra:

               que te rompan la página querida,

               que te tumben a pedradas la puerta,

               que la gente

               se amontone delante de tu cuerpo

               como si fueras

               un prodigio o un muerto.  (41)

 

     Estos versos, en realidad, son una declaración abierta del papel que Padilla reserva para su poesía; una bandera enarbolada contra la mentira humana; un estandarte a favor de la justicia y de la verdad. Es una confesión de poesía civil, de poesía militante, de poesía inscrita en la línea de un realismo histórico, es decir, de una realidad humana colectiva que lucha por la implantación de esa justicia, de esa verdad a la que todos los hombres tienen derecho. Estamos muy lejos, pues, de la poesía musical, de la poesía que separaba la palabra poética de “las palabras de la tribu”, como decía Mallarmé.

     Es más, en una línea opuesta, el autor ironiza, en uno de los poemas finales titulado “No fue un poeta del porvenir”, sobre su propia poesía, lejana del esteticismo, como juego verbal, como la expresión de una trascendencia que encubre, junto con la opresión y el engaño, la incapacidad creadora, es decir, la repetición de viejas fórmulas poéticas válidas. Diríamos que es la utilización poética de la contraposición entre vida e historia, por encima de un presente insatisfactorio. Así, nos dice:

 

            Habló mucho de los tiempos difíciles

               analizó las ruinas,

               pero no fue capaz de apuntalarlas.  (109)

 

         Padilla no se hace ilusiones y termina el poema diciendo:

 

           No hubo nada extralógico en su lengua.

              Envejeció de claridad.

              Fue más directo que un objeto.  (109)

 

     Por igual, en el poema que da título al libro, un poema preciso y desnudo, y que irónicamente va dedicado al autor de Epitaphios, Yannis Ritzos, que se encontraba confinado en una cárcel de Grecia, leemos:

 

            Al poeta, despídanlo!

               Ese no tiene aquí nada que hacer.

               No entra en el juego.

               No se entusiasma.

               No pone en claro su mensaje.

               ……………………………..

               Encuentra siempre algo que objetar.  (59)

 

     Y en el poema “Mis amigos no deberían exigirme” nos dice desafiante:

 

            Que de una vez aprendan que sólo siento amor

               por el desobediente de los poemas sin ataduras

               que están entrando en la gran marcha

               donde camina el que suscribe,

               como un buen rey, al frente.  (38)

 

     La voz que comienza expresando un acontecer particular se hace por igual intérprete de un hecho colectivo. En una reveladora memoria el poeta español José Hierro nos ratifica que un poeta escribe para entenderse a sí mismo, que es la única manera de que puedan entenderlo los otros, “ya que somos una porción de esos otros, y solo puede hablarse a los demás cuando se habla para uno mismo porque hay que haber vivido entre los demás” (197). Padilla, así,  reivindica la fusión de lo individual y lo colectivo. El intento del poeta de unirse a la voz común, al clamor que pide, que clama y que suplica. La decepción, el abatimiento del hombre en la adversidad —lucha, pájaros negros, bofetón, fugitivos, tristeza, locura— son voces que encuentran aquí su más patética expresión. El uso de frases rotundas y como sincopadas, alcanza un intenso dramatismo: es el intento del poeta de unirse a la voz común, al clamor que pide, que grita y que suplica con reiteración obsesiva: “los poetas cubanos ya no sueñan / (ni siquiera en la noche)” (29);  “el hombre … fatalmente condenado a su época” (31); “la noche entera se la pasó gritando, hasta el final” (47); “ámalo, por favor, que es el herido / que redacta tus proclamas,” (56); “te pones a gritar en el cuarto vacío” (49); “Nosotros somos … el hedor de los grandes cadáveres” (65); “Se desgarraba el pobre … esperando / el último bofetón.” (76), etc.

     A través del poemario en un mundo en crisis, el poeta ha descubierto la palabra poética en un lenguaje hasta cierto punto heroico, y las realidades vivas de su tiempo. Trata de orientar su vida y su poesía hacia un fin colectivo en el que su personalidad y su misma vida se integran plenamente. Habla en su nombre, sí, pero también en el de los demás hombres, en especial en el de los que, por diversas razones, permanecen en un trágico silencio.

 

            De nuestra muerte no hablo.

               Ya estamos olvidados.

              ……………………..

               Hablo de lo que no habla.

               De los testigos mudos,  (108)

 

     Hay que tener presente por igual la “ideología” y los “símbolos del terror” y del “totalitarismo”, de los que nos habla Eduardo Lolo en su ensayo, los que quedan nítidamente retratados en numerosos poemas, así leemos en uno de ellos:

 

            Un abedul de hierro

               hecho a prueba de balas y de siglos.

               Un abedul que sueña y gime.

               Todos los muertos que hay en Rusia

               le suben por la sabia.  (Lolo, 187)

 

     Fuera del juego es un libro donde impera la sombra. Lo cromático está casi completamente ausente, caso curioso en una sociedad donde los colores y la luz imperan. Tenemos un mundo apagado, incoloro, y el poeta canta sabiéndose parte de un caos que lo atormenta y que le depara muy pocos momentos de felicidad. Padilla nunca cierra los ojos a la angustia y al dolor del hombre. El poemario  —pudiera clasificarse como una “formulación rabiosa de la vida” como el mismo dice en el poema “Los alquimistas” (71) — es un esfuerzo, cada vez más intenso y exacto, de mostrarnos cómo la mirada poética cala en la realidad, la relaciona con lo humano, y así revela valores fundamentales.

     Sin alejarnos mucho de nuestro tema, un caso que merece atención lo encontramos en el poema “La Hora”, donde la muerte es aceptada como algo congénito al existir: como parte integrante de la vida misma en su más íntima vitalidad.

 

            Mi hora vendrá

               me llamará despacio

               con el zurrido ajeno

               de las bocas que han dicho

               mi nombre en todas partes,  (103)

              …          …          …          …

           Te esperaré,

               hora mía entre todas las horas de la tierra.

               No habrá sueño o fatiga

               que depongan el párpado

               entreabierto.

               De espiar tu señal

               siempre ha dolido mi ojo en vela.  (104)

 

y el poema termina aferrado a la esperanza:

 

            Que de algún modo sepan

               que no todo fue inútil,

               que tuvieron sentido mi impaciencia,

               mi canto.  (105)

 

     Hay que añadir que en este poema Padilla utiliza la metáfora y no la imagen como ha hecho con frecuencia: nunca dice explícitamente “la hora” es “la muerte”, sino que al hablar de la hora nos hace que nos demos cuenta de que alude al momento final, creando un espacio emotivo total en vez de hacernos pensar en el grado de correspondencia presente entre “hora” y “muerte”. Luego, en uno de los poemas finales del libro “La muerte de los osos de invierno”, nos recalca en forma palmaria que “De nuestra muerte no hablo. Ya estamos olvidados.” (108). Nuevamente aquí la palabra, la voz, instrumento del poeta, es elemento de unión y solidaridad, de común historia y colectiva condena.

     No hay que arrinconar tampoco la intensa ironía corrosiva y permeable del libro, desde la primera hasta la última página. Con ella se cumple, como en toda gran poesía, la necesaria transubstanciación para alcanzar valor genérico y asumir un sentimiento general, transmitiendo a la vez testimonio de una situación, en la que participamos por la vía emocional. Los ejemplos son numerosísimos. Citaremos algunos. En el muy conocido poema “Instrucciones para ingresar en una nueva sociedad”, leemos:

 

                Lo primero: optimista

               Lo segundo: atildado, comedido, obediente.

               (Haber pasado todas las pruebas deportivas)

               Y finalmente andar

               como lo hacen cada miembro:

               un paso al frente, y

               dos o tres atrás:

               pero siempre aplaudiendo.  (80)

 

     O en el poema “Para escribir en el álbum de un tirano” donde sabemos de “qué” y de “quién” está hablando, y como en un presagio acerbo nos dice:

 

             Protégete de los vacilantes,

                porque un día sabrán lo que no quieren.

               Protégete de los balbucientes,

               de Juan-el-gago, Pedro-el mudo,

               porque descubrirán un día su voz fuerte,

               Protégete de los tímidos y los apabullados,

               porque un día dejarán de ponerse de pie cuando entres.  (106)

                                                                                             

     Por igual, encontramos en el poema “Dicen los viejos bardos” un amargo mensaje de rigurosa lucidez, lleno de cáustica ironía hacia los poetas:

 

            No lo olvides, poeta.

               En cualquier sitio y época                           

               en que hagas o en que sufras la Historia,

               siempre estará acechándote algún poema peligroso.  (36)

 

     Padilla tal vez nos está diciendo que es sólo a través del acto poético en que se puede encontrar una salvación, o quizá si se quiere, en palabras del poeta Wallace Stevens, “una redención.” Así leemos en el poema titulado “El único poema”, donde el bardo levanta la verdad insobornable de su canto:

 

            Entre la realidad y el imposible

               se bambolea el único poema. Retenlo

               con las manos, o con las uñas, o con los ojos

               (si es que puedes) o la respiración ansiosa.

               Dótalo con paciencia, de tu amor

               …     …    …      ….

               Que te descubra diestro, porque es ágil;

               con los oídos alertas, porque es sordo;

               con los ojos muy abiertos, porque es ciego.  (54)

 

     En el poema “Paisajes”, en cuyo sarcástico título, en vez de cantar la vitalidad y belleza del paisaje cubano, nos pone el poeta, de cara a cara, con la visión de un telón urbano que va “descascarándose con el agua / y el sol”, y los carteles de anuncios “chisporrotean, rotos, bajo la lluvia” (48). Es la decrepitud de un paisaje, de una sociedad, que realmente, está desintegrándose.

     Poesía narrativa, de gran valor humano y afectivo, es la de Fuera del juego. y si se quiere, profundamente histórica. Va atravesada por la memoria punzante y dolorosa de un tiempo real, en el que el poeta inserta no sólo su caso personal, sino que también, y al mismo tiempo, pretende y busca la dimensión generacional, el solidario sentir, pero siempre arrancando de la individualidad, única e insustituible aventura existencial.

     No obstante, después de haber hecho discurrir su mirada sobre la realidad de Cuba, el libro cierra con unos breves y serenos versos, algo tibios, que proyectan una firme posición encarada hacia el futuro y ofrecida a los demás. Así, leemos en el poema “Vámonos, cuervo”:

 

            Vámonos a buscar sobre los rascacielos

               el hilo roto

               de la cometa de mis niños

               que se enredó en el trípode viejo del artillero.  (110)

 

     Fuera del juego es un libro que exige una urgente e imperativa necesidad de supervivencia. Padilla nos da una poesía testimonial que es inexorable consecuencia de su época. Recordemos que la poesía es ante todo conocimiento y exploración: un rastrear dentro de sí para conocer mejor, y este poemario es testimonio de una verdad intensamente vivida. Una manera directa y profunda de enfrentarse con los valores centrales de la existencia humana. No hay aquí nada más lejano al slogan de Baudelaire l’art pour l’art. No hay aquí nada inventado ni producto de fantasía poética. La tuvo, desde luego. Cuando un poeta ha vivido y ha sido herido por un tiempo dramático no puede encerrarse en su torre de marfil o entretenerse en oler delicadamente una flor, sino que su poesía tiene que reflejar de algún modo la realidad cáustica del momento histórico que ha vivido. Heberto Padilla —el polemista, el sazonado intelectual, el provocador de crítica y controversia — se convirtió en el poète maudit, como Baudelaire y Rubén Darío. Era y es un poeta de gran riqueza imaginativa, y su ejemplar inspiración y el denso mundo de su expresión estuvieron siempre al servicio de su verdad de hombre y de escritor. Padilla falleció en el año 2000 y hoy puede medirse con larga vara el alcance de lo que ha significado una figura como la suya en las letras cubanas.

     Concluyendo nuestra exposición, estos poemas no son vana palabrería, sino algo estremecedoramente vivo: Padilla fue un hombre cuyo latido lírico —jugoso y maduro— nos alcanza y nos conmueve. Tal vez lo que le da valor poético a este libro no son tan sólo el tema y la actitud que en él aparecen, sino el modo en que éstos han quedado configurados. Su rasgo dominante: el empuje testimonial de un hombre, de un lugar y su historicidad, la visión de Heberto y su afán lírico en refrendar las realidades centrales de una sociedad en crisis, y a través de ese don creador alcanzar significados universales. Para algunos Fuera del juego, tal vez haya perdido algo de actualidad pero su empuje literario, su perspectiva diacrónica y el marco histórico que le dio cabida siguen aún vigentes.

 

Nota del autor:

 

[1] Texto leído en conferencia especial durante la reunión mensual del PEN Club de Escritores Cubanos en el Exilio. Biblioteca Pública de West Dade (Septiembre de 2018).

 

 Obras citadas:

 

Adorno, Theodor W. Aesthetic Theory, Boston: Routledge & Kegan Paul, 1985. Impreso.

Casal, Lourdes. El caso Padilla: Literatura y revolución en Cuba. Documentos, Miami: Florida: Ediciones Universal. 1972. Impreso.

Hierro, José. Cuanto sé de mí, Barcelona: Biblioteca Breve, Editorial Seix Barral, S.A., 1974. Impreso.

Lolo, Eduardo. “Heberto Padilla: el revés de la máscara”, Fuera del juego, Edición conmemorativa 1968 – 1998. Miami, Florida: Ediciones Universal, 1998. Impreso.

Padilla, Heberto. El justo tiempo humano. La Habana: Ediciones Unión/Poesía, 1962. Impreso.

_____. Fuera del juego, Edición facsímile de la edición de la UNEAC. Lima-Perú: Editorial ECOMA, 1971. Impreso.

_____. Fuera del juego, Edición conmemorativa 1968 – 1998. Miami, Florida: Ediciones Universal. 1998. Impreso.

 

 

NOTA: Este texto fue leído en conferencia magistral durante el encuentro del PEN Club de Escritores Cubanos en el Exilio en la Biblioteca West Dade Regional en Westchester (Miami). (Sábado, 12 de septiembre de 2018).

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GUILLERMO ARANGO

Nació en Cienfuegos, Cuba (1939). Es poeta, narrador, ensayista y dramaturgo. Cursó estudios de Arte, Filosofía y Letras en la Universidad de Santo Tomás de Villanueva (Cuba) y de Creación Literaria en la Universidad de Loyola (Chicago). Por muchos años se dedicó a la enseñanza universitaria. Ha ejercido por igual la crítica cinematográfica. Ha publicado seis libros de poesía, siendo el más reciente Ceremonias de amor y olvido (Linden Lane Press, 2013). Ha publicado tres libros de relatos bajo el sello de Ediciones Universal: Gatuperio (2011), El año de la pera tradiciones, relatos y memorias de Cienfuegos (2012) y El ala oscura del recuerdo (2013). Ha publicado cinco libros de obras teatrales, breves y piezas completas, bajo el sello de Ediciones Baquiana: TeatroTodos los caminos, Nube de verano, La mejor solución (2016); Teatro IILos viejos días perdidos, Entre dos, Encuentro, Ensayo de un crimen (2017); Teatro IIIRetablillo del amor rey: Un testigo veraz y La petición de Rosina, Una proposición decente, Las dos muertes de Gumersindo el indiano, Romance de fantoches (2017); Teatro IV ─  Mañana el paraíso, Noche de ronda, La corbata roja, El uno para el otro, Mi hermana Vilma, Dos trenzas de oro, El plato del día, Espejismo, Coto de caza, Los pescadores (2018); y Teatro VAdagio, Un lugar para vivir, La ruta de las mariposas, El parque de las palomas, El viento que pasa (2019). Ha sido becado en tres ocasiones por la National Endowment for the Humanities. Ha sido ganador de premios en las categorías de poesía y narrativa. En el 2008, su pieza dramática Todos los caminos, fue galardonada con el Premio Internacional de Teatro Alberto Gutiérrez de la Solana, auspiciado por el Círculo de Cultura Panamericano en Nueva Jersey. Ha publicado y presentado trabajos de investigación literaria en revistas y congresos nacionales e internacionales. Es miembro de diversas organizaciones literarias y profesionales. En octubre de 2016 le fue concedido el Premio Ohio Latino Award por su excelencia literaria. Reside desde hace varias décadas en el estado de Ohio, EE.UU.

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