BAQUIANA – Año XX / Nº 109 – 110 / Enero – Junio 2019 (Cuento III)

LAS TRIBULACIONES DE UN MAGO EN APUROS

por

 

Ángela Reyes


Cuando oyó tres golpes en su puerta, tres golpecitos nerviosos y muy seguidos, al mago Ciruelo se le puso el corazón en la boca. Despacito, abrió la puerta del cuarto y, como había supuesto, se encontró frente a la dueña de la pensión que le soltó a la cara, sin más contemplaciones:

—Me debe tres meses de alquiler y ya no aguanto más.  Haga la maleta y váyase a la calle.

—Por Dios, doña Encarna, tenga paciencia. Ahora mismo estoy ensayando un número que me va a hacer de oro.

—Joven, usted no me engaña otra vez. Yo tengo más espuelas que un gallo de pelea mejicano.

El mago, sin perder la compostura, tomó del brazo a la patrona y, tiernamente, como había visto hacer a Clark Gable con Vivien Leigh en Lo que el viento se llevó, entró con ella en el cuarto, la acercó al espejo del palanganero y le preguntó: —¿Qué ve?

     La patrona no quiso responderle. De sobra sabía lo que veía cada vez que se miraba en el espejo: una mujer madura, de rostro avinagrado, con una pizca de rencor en la mirada y otra pizca de amargura entre los labios. Además de arrugas, entrecejo corrido y moño cabreado.

     El mago Ciruelo agitó armoniosamente las manos delante del espejo; las pasó una vez y otra, como alas de paloma planeadora, y a cada movimiento, la mujer del espejo se iba haciendo más joven. Ahora un aleteo lento de golondrina y el cabello áspero y blanco se volvió negro y sedoso. Una caída en picada, al estilo de pelícano que se hinca en el mar en busca del pez de plata, y desaparecieron las ojeras que bordeaban sus ojos. Otro revuelo de colibrí azorado y la cintura de la mujer se hizo pequeñita. La dueña de la pensión tragó saliva con trabajo y, alargando su índice reumático, preguntó con voz temblorosa:

—¿Acaso va a decirme que ésa soy yo?

—No, así es como la ven mis ojos, —respondió él, rozándole el oído con su aliento caliente.

     La mujer salió del cuarto del mago en silencio, totalmente transida, sin cumplir el encargo de echarlo a la calle. Se fue pasillo adelante, pensando que tanta belleza no podía ser verdad, que la visión ante el espejo del palanganero no había sido más que un truco del mago. Ahora, era el mejor truco que había hecho Ciruelo en toda su vida. A ella, con más espuelas que un gallo de pelea mejicano, iba a engañarla.

—Pero si la joven hermosa del espejo no era yo, que de eso estoy segura, ¿quién demonios es? —Se preguntó. Y sonriendo como un perrito de las praderas ante su presa, se dijo—: Tal vez merezca la pena seguirle el juego al mago. Pero claro, para vivir gratis en mi casa es necesario que se esfuerce un poco más. No voy a conformarme con un aleteo de manos delante del espejo. No, tiene que darme más. Si realmente me ve tan bella, no le costará trabajo amarme, digo yo.

     Al otro lado de la puerta, el mago se secaba el sudor de la frente y, presintiendo con terror lo mucho malo que estaba por llegar, tomó del estante un grueso libro, se sentó en la silla y se dispuso a estudiar el capítulo titulado:

—Lección 12. Cómo sobrevivir a los asedios amorosos de una vieja y fea patrona con más espuelas que un gallo de pelea mejicano.

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ÁNGELA REYES

Nació en Jimena de la Frontera, Cádiz, España (1948). Poeta y narradora. Ha publi-cado los libros de poesía: AmarantaLa muerte olvidadaLázaro dudaba, Cartas a Ulises de una mujer que vive solaLa niña azulBreviario para un recuerdo, CarméndulaNo lloresPoseidónFantasmas de mi infancia, Calendario helé-nicoViaje a la mañanaSonetos para la vida y Labio de hormiga; los cuatro últimos en colaboración con Juan Ruiz de Torres y Alfredo Villaverde). Ha publicado cuatro novelas: Morir en TroyaAdiós a las amazonasLos trenes de marzo (11-M) y Benedicamus Domino. Y ha publicado tres colecciones de cuen-tos: Crónica de un lirista naufragadoCuentos en la Arganzuela  y Cofre de misericordias (en colaboración con otros autores). Entre sus premios de poesía, se encuentran: “Vicente Gaos”, “San Lesmes Abad”, “Leonor”,  “Villa de la Roda”  y “Blas de Otero”; de prosa: “Juan Pablo Forner”, “Calicanto” y  “Ciudad de Majada-honda”. Codirige desde su fundación la Asociación Prometeo de Poesía y la Casa del Tiempo.

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