BAQUIANA – Año XVIII / Nº 107 – 108 / Julio – Diciembre 2018 (Opinión)

ALEGRÍA Y ARGUEDAS: DOS FORMAS DE VER AL INDIO

por

 

Guillermo Arango

 

CIRO ALEGRÍA BW 180 X 187    JOSÉ MARÍA ARGUEDAS BW 180 X 187


En su ya clásico estudio El indio en la novela de América, Aida Cometta Manzini cita unas palabras de Manuel González Prada que trataban de definir el concepto de lo auténticamente peruano. La autora apunta:

No forman el verdadero Perú las agrupaciones de criollos y extranjeros que habitan la faja de tierra situada entre el océano y los Andes. La verdadera nación está formada por millones de indios que habitan diseminados en la vertiente oriental de la cordillera.(16)

La narrativa peruana, tomando conciencia de si misma se propuso, desde fecha temprana, buscar y exponer las raíces de la nacionalidad. Novela cuyo temprano paradigma puede ser Huasipungo, de Jorge Icaza, o El tungsteno de César Vallejo. Muchos han sido los puntos de vista frente a la problemática del indio y los esfuerzos para revindicarla con muy variados y diversos resultados; la literatura ha tomado su buena parte en ello, sobre todo desde la perspectiva de la lengua literaria como vehículo de representación artística de un mundo vivido y contemplado.

     Bajo este planteamiento, un examen de dos de las figuras centrales de la narrativa peruana a mediados del siglo XX, permite hacer un boceto del problema y tratar de dar algunas luces sobre el particular. Concentraremos la cuestión en los narradores Ciro Alegría y José María Arguedas, los que junto a Mario Vargas Llosa forman la trinidad de oro de la narrativa peruana de esos años. Los dos escritores pertenecen a esa brillante generación de novelistas hispanoamericanos que escriben con una intención testimonial sobre sus experiencias y observaciones en un mundo complejo y maravilloso.

     Enfocaremos nuestro ensayo en dos novelas: El mundo es ancho y ajeno, de Alegría, y Yawar fiesta, de Arguedas. Las dos obras se identifican con la población indígena de la sierra. Vale mencionar que los autores nacieron en zonas de la sierra, sí, pero bastante distintas una de la otra. Son novelas muy estimadas en su momento que derivan de unos conceptos sociales que se cuajaron en una estructura formularia a la que ayudaba la repetición en la realidad de los hechos testimoniados.

     Veamos de entrada lo que ha dicho un crítico como Luís Alberto Sánchez sobre las dos obras que nos atañen. Para él en El mundo es ancho y ajeno, “se destaca la ambición de compendiar todo un vasto capítulo de la historia peruana referida al problema de la tierra” (521); Yawar fiesta, por otro lado, es un libro escrito con “sangre”, adherido a “las esencias de la raza, reflejando la exacta dimensión del drama de la puna”. (519). Si de una parte Alegría “concede muy poco a la inventiva, prefiere resucitar sus recuerdos, vaciar su memoria, librándola de estampas y relatos antiguos” (520); con Arguedas el hombre peruano “encara la vida primitiva… desde un punto de vista antropológico, político o histórico” (297). Si consideramos lo anotado anteriormente y analizamos con detenimiento las dos novelas en cuestión encontramos que en la novela de Alegría aparece un  indio que lo es desde el punto de vista social, mientras que en la de Arguedas se nos muestra un  indio que es tal desde el punto de vista cultural. Permítasenos extendernos en estas líneas tomando en consideración varios aspectos específicos y analizar ambas obras a la luz de los mismos.

     Primero, encontramos que básicamente en las dos novelas hay un hecho que pudiera llamarse la “meditación”, o si se quiere, la “reflexión”, o sea, el intento de adentrarse sobre la realidad nacional peruana. Aunque la tentativa es profundizar en la realidad nacional, ambos narradores usan procedimientos formales radicalmente opuestos, incluso puntos de vistas de concepción muy diversos.

     Consideremos, por ejemplo, el tema de las dos novelas. En El mundo es ancho y ajeno el asunto está centrado en el despojo de la tierra a las primitivas comunidades, hecho básico de la condición social de paria a que se reduce el indio. Contrariamente, Yawar fiesta se basa en un conflicto socio-cultural como es la “fiesta” de toros de Puquio en donde un cóndor amarrado al lomo del toro incita a la fiera a una embestida sangrienta.

     Estructuralmente, usando la técnica de la narración oral, Alegría se sitúa dentro de su novela y funciona por un lado como el agente unificador del relato; su propósito es unir las partes de esta vasta saga. Este método tan personal, indicador y directo trata de crear, como ha dicho Arturo del Hoyo, “lazos de unión con el lector, a arrastrarle a una comprensión cabal.” (xxxix):

A su tiempo contaremos la historia de Anselmo así como la de Nasha Suro, curandera con fama de bruja, y de otros muchos pobladores de Rumi. La memoria de Rosendo Maqui, a la que seguimos, está ahora a los pies del venerado santo. (31)

Rómulo Quinto, su mujer y el pequeño Simeón, inconsciente todavía de todas la penurias, y muchos otros a quieres no vimos de cerca y cuyos nombres callamos, porque ignoramos, si hemos de encontrarlos en la amplitud multitudinaria de la vida. (254)

No sabemos con precisión cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que vimos a Rosendo Maqui en la cárcel. (359)

Y a veces el narrador lo hace muy discretamente:

Volviendo al asunto del juicio… (430)

     Además, atemperado por una preocupación social, su participación en el acontecer de la trama está subordinada a la verosimilitud del relato en sí. El querer dar una auténtica representación humana de los hechos lo hacen participar en la narración como una forma de autentificar la realidad que ofrece. La novela está construida mediante una serie progresiva de escenas fabricadas a base de la supuesta experiencia personal del autor:

Digamos nosotros, por nuestro lado, esas ruinas sin duda eran el producto de la ordenanza real de 1551, que impuso a los indios que residían en las alturas muy ariscas, abandonarlas para radicarse en valles y hondonadas… (223)

     El hecho histórico —la vida y la destrucción de Rumi, una que fue feliz comunidad de indios, un aillu, así como la diáspora de sus componentes—, está traído por boca del autor que brinda toda clase de explicaciones para respaldar su relato.

     Los personajes, por otro lado, son estereotipos, y aparecen muy bien definidos en cuanto a su función como individuos, y siempre dentro de una realidad que es la realidad de un mundo en lucha. El núcleo de la novela está en este conflicto entre los indios comunitarios y los gamonales despiadados.

     En Arguedas, por otra parte, vemos la necesidad de ahondar y conocer su propia sociedad, pero no como lo hace Alegría, con una especie de realismo algo pintoresco, sino que esta profundización se lleva a cabo no criticando de forma abierta a ciertas capas determinadas de la sociedad, por ejemplo, sino que se efectúa intentando ahondar en las raíces del propio pueblo, sin que esto signifique tampoco un intento de tipo folclórico o costumbrista. Se trata de una meditación en profundidad sobre la identidad nacional.

     Los personajes son presentados no tanto individualmente como por lo que representan. Así, los indios no están caracterizados como en la obra de Alegría, sino que forman una unidad monolítica que los define. No son sólo los personajes, sino otros elementos que en la novela de Alegría están individualizados, pero que toman un carácter más general y revelador en Yawar fiesta. Por ejemplo, la música del arpista inválido no tiene la fuerza evocadora de misterio que encontramos en los turupukllay, cuyas melodías se repiten como un leit-motif por todo el cuerpo del libro de Arguedas.

     Otro aspecto a mencionar es lo que pudiera llamarse la fantasía como embellecedora de la realidad. En Ciro Alegría esa fantasía significa un escape de la realidad. La narración abunda en descripciones de ambientes y costumbres de un mundo casi idílico pero en muy pocas ocasiones se muestra el paisaje espiritual y su repercusión en la novela. Quizás algunas escenas de Rosendo Maqui, como varias de la cárcel (XI), o su visita al Taita Rumi (IX), tengan el carácter iluminador que otras no tienen.

     En la obra de Arguedas tenemos todo lo contrario. La fantasía en Yawar fiesta es de tipo, digamos, poético. Apunta hacia una “realidad interna” que ya Mario Vargas Llosa menciona en al prólogo de otra novela de Arguedas, Los ríos profundos (15). Nos encontramos con todo un mundo real que está contrastado por un mundo de fantasía donde lo mítico predomina. Este mundo imaginativo proviene de las raíces indígenas que animan la narración y que han movido la historia peruana. Esto se patentiza claramente en el tratamiento de la naturaleza. En Alegría podríamos decir que lo que existe es el paisaje: las descripciones evocadoras de un mundo de por sí ingenuo llenan toda la novela. En Arguedas, por el contrario, no hay paisaje y si la naturaleza está visible es como una intromisión repentina en un mundo con sus propios secretos y misterios. En el final del capítulo I, está patente este modo de ver:

Pero en el corazón de los puquios está llorando y riendo la quebrada, en sus ojos el cielo y el sol están viviendo; Ens. Adentro está cantando la quebrada, con su voz de la mañana, del mediodía, de la tarde, del oscurecer. (14)

     Un aspecto que consideramos importante que hay que señalar en la obra de Arguedas es la libertad lingüística, o sea, la recreación de la lengua hablada y que puede ser el mayor obstáculo que encuentra el lector en su aproximación al texto. Se trata esencialmente de las relaciones de la lengua quechua que sirve de substrato a la novela con la lengua literaria de Arguedas, que es el castellano. Hay una tentativa en Yawar fiesta de encontrar precisamente una identidad de personalidad propia, una búsqueda de la realidad nacional apelando todas las formas del lenguaje vivo. La novela de Alegría si bien no abusa del lenguaje regional ya que lo emplea discretamente, su uso aparece efectista. Su visión lingüística del indio suena algo hueca y está hecha desde afuera, vista por alguien —el autor— que no pertenece a esa clase social. En una oportunidad leemos:

En el norte del Perú, el quechua y los dialectos corrieron, ente en empuje del idioma de blancos y mestizos, a acuartelarse en las indiadas de la Pampa de Cajamarca y del callejón de Huayllas. (121)

     La visión de Alegría parece ser la de un mero observador que trata de expresar con su lengua todo el complejo mundo del indio. No hay la menor intención de lograr un acercamiento a la mentalidad del campesino mediante su propia lengua, a través de un lenguaje que exprese toda la complejidad psicológica de su manera de ser. Las voces autóctonas que aparecen en la novela se nos dan “de gratis”, sin quitar o añadir nada a la significación del conflicto. Se manifiestan como un rasgo que agrega color típico y sabor primitivo a la historia. Es más, el propio autor explica en la narrativa el significado de las mismas como se ve en los siguientes pasajes:

Los enterradores acudieron y, después de envolverlo en sus propias cobijas y colocarlo en una parihuela llamada quilma… (20)

… eran conocidos en la región por los “chuqui-cuajo”, que quiere decir vaso seco… (43)

Las mazorcas eran llevadas al “cauro”, hecho de magueyes, dentro del cual se les iba colocando una junto a la otra, verticalmente. En la operación llamada “mucura”, para que el sol terminara de secar los granos “anotas” o húmedos. (121)

Decíase que podía, ayudada por una pequeña lechuza llamada chushec, arrancar la cabeza de los dormidos … (168)

   A veces, más hábilmente, los vocablos entran directamente en la historia:

Amadeo Illas conocía que era la lampea, también sabía que se llamaba rauma el acto de deshojar la planta de coca, pero ignoraba el significado de “temple”. Después de vacilar, preguntó:

—¿Y qué es temple?

El caporal sonreía diciendo:

—¡Vaya con la pregunta! Temple es el lugar donde se produce la coca. Los temples de esta hacienda están abajo, en esa abra, al borde del río Calchia. (257)

     Arguedas, por otro lado, emplea el lenguaje hablado, cotidiano, y se sirve del vocabulario corriente más en armonía con la realidad. Son voces de la “fuente viva” como ha apuntado Nauss Millay en su estudio sobre la expresión oral en la narrativa hispanoamericana. Los pasajes de Arguedas con su castellano fracturado producen, en consecuencia, un efecto notablemente más directo, que impulsa hacia la credibilidad del lector.

—¡Yastá! ¡Yastá!

—¡Rato menos tanto!

—Rato menos tanto!

—¡Pubrichalla! ¡Misitu!

—¡Ay Msituy Misita! ¡Llorando bajarás!

—¡Yastá, taytakuna! ¡Rato menos tanto!

—¡Tayta K’arwarasu! ¡Jatun tayta! (115)

     No sólo es en el diálogo —la novela está hecha en gran parte a base de diálogos— sino en textos típicamente narrativos, así leemos:

Pero el varayok’ Alcalde y el layk’s le hablaron despacio al Mayordomo en la estancia; le contaron largo rato que el ayllu K’ayau había llevado ofrenda al Auki grande, que el layk’a había venido a Puquio por orden del apu K’arwaracu. Que era voluntad del Auki que el Misita jugara en Pich’achuri. que un torok’asñi iba a salir de Tarkar’ocha, en reemplazo del Misita para los k’oñanis. (122)

     A diferencia de Alegría en el plano lingüístico, el narrador de Yawar fiesta asume desde el comienzo de la novela el punto de vista del bilingüe: hay voces, palabras que no son del narrador, sino de los personajes a quienes se les atribuye, confirmándose así la existencia de los mismos. En este aspecto la inserción de estas palabras quechuas dentro del idiolecto español es fundamental para la expresión de la actitud del novelista hacia su material narrativo, lo que determina el tono emotivo de la narración. Se le oye decir a un personaje:

¡Perdón, papay! Con el diablo no se puede. Más bien he rogado a Dios, por ti don Jollán. ¡Caray, te hubiera matado! ¡Yastá pues rabia! ¡Pobre caballito! ¡Pobrichalla! ¡Caballito! (93)

     Ese uso del quechua que subyace en el idiolecto de los diálogos de Yawar fiesta, le proporciona al lenguaje literario de Arguedas una peculiaridad y un sabor de incuestionable valor estético dentro del relato.

     Concluyendo podríamos decir que a través de la meditación sobre lo nacional, la fantasía y la libertad del lenguaje, se puede ver la diferencia de concepción y el mensaje de cada una de las dos novelas. Alegría, en su denuncia social, trata de mostrar la derrota del indio frente a las fuerzas que rigen la vida de la sociedad. El desalojo y la lucha final indican la raíz social del conflicto. No obstante, su visión es personal. Arguedas, por otro lado, describe la población india con una mirada más equilibrada. No sólo expone los problemas sociales de éste sino que trata de ir más allá, revelándonos las potencias cósmicas del mundo misterioso de una raza. Refleja igualmente un retrato mucho más objetivo de la figura del indio.

     Ciro Alegría como José María Arguedas son parte de la nómina de narradores de lo que pudiera llamarse la novela hispanoamericana moderna, tanto por las innovaciones que introducen en las técnicas narrativas como por la proyección universal en el tratamiento de su temática, y en el caso particular que nos atañe el tema del indio. Ambas novelas por su naturaleza dominante y su fuerza iluminadora, imprimen en sus páginas una significación general y humana.

 

OBRAS CITADAS

Alegría, Ciro, El mundo es ancho y ajeno. Buenos Aires: Editorial Futuro S.R.L., 1970. Impreso.

Arguedas, José María, Yawar fiesta. Lima: Populibros Peruanos, sin fecha. Impreso.

_____, Los ríos profundos. Prólogo de Mario Vargas Llosa. Santiago de Chile: Editorial Universitaria S.A., 1967. Impreso.

Cometta Manzoni, Aida, El indio en la novela de América. Buenos Aires: Editorial Futuro S.R.L., 1960. Impreso.

Hoyo, Arturo del, “Ciro Alegría”, Prólogo a Novelas completas. Madrid: Aguilar, 1963. Impreso.

Llano, Aymará de, Pasión y agonía: la escritura de José María Arguedas. Mar de Plata: Centro de Estudios Literarios “Antonio Cornejo Polar”, Editorial Martin, 2004. Impreso.

Nauss Millay, Amy, Voices from the fuente viva: The effect of orality in twentieth-century Spanish American narrative. Lewisburg, PA: Bucknell University Press, 2005. Impreso.

Portugal, José Alberto, Las novelas de José María Arguedas, una incursión en lo inarticulado. Lima: Fondo Editorial de la PUCP, 2007. Impreso.

Sánchez, Luis Alberto, Proceso y contenido de la novela Hispano-Americana. Madrid: Editorial Gredos, 1968. Impreso.

 

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GUILLERMO ARANGO

Nació en Cienfuegos, Cuba (1939). Poeta, narrador, ensayista y dramaturgo. Cursó estudios de Arte, Filosofía y Letras en la Universidad de Santo Tomás de Villanueva (Cuba) y de Creación Literaria en la Universidad de Loyola (Chicago). Por muchos años se dedicó a la enseñanza universitaria. Ha ejercido por igual la crítica cinematográfica. Ha publicado seis libros de poesía, siendo el más reciente Ceremonias de amor y olvido (Linden Lane Press, 2013). Ha publicado tres libros de relatos bajo el sello de Ediciones Universal: Gatuperio (2011), El año de la pera, tradiciones, relatos y memorias de Cienfuegos (2012), presentado ese mismo año durante la Feria Internacional del Libro de Miami, y El ala oscura del recuerdo (2013). Ha publicado cuatro libros de obras teatrales breves bajo el sello de Ediciones Baquiana: Teatro Todos los caminos, Nube de verano, La mejor solución (2016); Teatro II Los viejos días perdidos, Entre dos, Encuentro, Ensayo de un crimen (2017); Teatro III Retablillo del amor rey: Un testigo veraz y La petición de Rosina, Una proposición decente, Las dos muertes de Gumersindo el indiano, Romance de fantoches (2017) y Teatro IV ─ Mañana el paraísoNoche de rondaLa corbata rojaEl uno para el otro, Mi hermana Vilma, Dos trenzas de oro, El plato del día, Espejismo, Coto de caza y Los pescadores, presentados en librerías, el Centro Cultural Español de Miami y en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería en Ciudad México. Ha sido ganador de premios en las categorías de poesía y narrativa. Ha sido becado en tres ocasiones por la National Endowment for the Humanities. En el 2008, su pieza dramática Todos los caminos, fue galardonada con el Premio Internacional de Teatro Alberto Gutiérrez de la Solana, auspiciado por el Círculo de Cultura Panamericano en Nueva Jersey. En octubre de 2016 le fue concedido el Premio Ohio Latino Award por su excelencia literaria. Reside desde hace varias décadas en el estado de Ohio, EE.UU.

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