BAQUIANA – Año XVIII / Nº 103 – 104 / Julio – Diciembre 2017 (Teatro)

EL ZOMBI

 

por

 

José Moreno Arenas

 


PERSONAJE

DELINCUENTE

…Y la valiosa colaboración del espejo.

 

 

ACTO ÚNICO

 

Celda de una cárcel. En uno de los laterales, un retrete, un lavabo, un espejo…

 

(Un DELINCUENTE, de mediana edad, está terminando de afeitarse frente al espejo, a quien le dirige la palabra:)

DELINCUENTE.–¡No me hace ninguna gracia! ¡Que lo sepas…! Llevo toda la noche dándole vueltas al asunto, sin pegar ojo, y no me hace ninguna gracia… ¡Maldita sea…!

 

(Muy enfadado:)

¿Cómo es posible que me digas en toda la cara que el terrorista más criminal de la historia es Iñaki…?

 

(Tratando de hacer “razonar” al espejo:)

Vamos a ver si nos centramos en el tema que nos ocupa, reflexionamos como está mandado y respondemos en consecuencia.

 

(Tomando aire y encarando al espejo con suma delicadeza:)

¡Espejo, espejito mágico…!

 

(…Y, hecho un manojo de nervios, se toma su tiempo antes de lanzar la pregunta:)

¿Quién es el terrorista más criminal de la historia…? Pero no el más criminal sin más, sino el más criminal, criminal, criminal… de la historia. ¡Vamos, del mundo mundial…!

 

(Expectación. Tras breve silencio, el espejo responde:)

ESPEJO.–No hay color.

 

(El DELINCUENTE, que no aguanta más, se muerde las uñas.)

 

A día de hoy, Iñaki.

 

(Con los ojos fuera de las órbitas, el DELINCUENTE monta en cólera.)

 

DELINCUENTE.–¡No, no y no…! ¿¡Cómo, cojones, va a ser ese aprendiz del tiro en la nuca…!?

 

(A punto de tirarse de los pelos:)

¡Mentira podrida…! ¡Mentira cochina…!

 

(Acercándose al espejo, amenazador:)

¡Ajajá…! ¡Claro…! ¡Tú también formas parte de esta red mafiosa que ha tejido con tanto cuidado el gobierno de este país…! Digo… de ese país que nos oprime y cuyo nombre me niego a pronunciar…

 

(Indignado:)

La fiscalía, los jueces… y ahora tú. ¡Jamás lo habría sospechado de ti…! Tú, el espejo, espejito mágico, tratando de minar mi moral…

 

(Muy encolerizado:)

¿Por qué, coño, jugáis a dos barajas…?

 

(Con cierta ironía, sonriendo:)

Así que Iñaki, ¿no…?

 

(Que no lo puede soportar, más queriendo enseñar los dientes que morderse la lengua:)

¡Muy bien, muy bien…!

 

(Fuera de sí:)

Pues… ¿Sabes lo que te digo, eh…? ¿Sabes lo que te digo, espejo, espejito mágico…?

(…Y respira hondo antes de contestar.)

 

¡El Iñaki ese de su puta madre y tú os podéis ir a tomar por culo…! ¡De la mano o por separado…! ¡Me da igual…! ¡Pero os vais a tomar por culo…!

 

(…Y sigue farfullando algunas palabras ininteligibles. Humillado, da la espalda al espejo y, con la mirada perdida en la pared, camina sin rumbo fijo. Se detiene. Piensa. Vuelve sobre sus pasos. Esforzándose por ofrecer su lado amable:)

Perdón… No era mi intención ofender… Ni a ti ni, por supuesto, a Iñaki…

 

(Justificándose:)

Como comprenderás, nada tengo contra él… Quiero decir a título personal… ¿Cómo podría tenerlo…?

 

(Sacando a relucir su camaradería:)

Si es un auténtico lobo, con los colmillos retorcidos y chorreando sangre… ¡Un carnicero en toda regla, vamos…!

 

(Presumiendo de amigo:)

¡La de veces que hemos operado juntos…! ¡Qué sangre fría…! ¡Sabía lo que había que hacer en cada momento…! ¡Un estratega de mucho cuidado…!

 

(En alza su orgullo:)

¿Que la organización necesitaba diez muertos sobre la mesa para presionar al gobierno a pactar…? ¡Ahí estaba él…! ¡Una planificación del carajo y una ejecución como Dios manda…! ¡Resultado: un autobús por los aires y quince o dieciséis fiambres…!

 

(Que no puede ni desea disimular su felicidad:)

¡Hala…! ¡Unos muertos de más…! Mejor pasarse que no llegar… Ya lo decía mi madre…

 

(Prudente:)

¡Mejor no tenerlo como enemigo…!

 

(Sonriendo:)

¡Qué manos le ha dado Dios…! ¡…Y qué dedos! ¡Unos dedos así solo se ven cada cien o doscientos años…!

 

(Más conforme con su suerte:)

Trabajo nos costó a los que integrábamos aquella comisión, que todo hay que decirlo… Porque a Iñaki hay que conocerlo, ¿eh…? Es muy de ideas fijas… Cuando toma una decisión…

 

(Que no pierde la sonrisa:)

Desde luego, si no vamos todos juntos y con un ofrecimiento como el que se le hizo, imposible… Incluso tuvimos que hacer uso de la experiencia de los más antiguos… Si no…

 

(Con la satisfacción dibujada en el rostro:)

Pero al fin lo logramos…

 

(Mostrando cercanía:)

Menos mal que pudimos convencerlo para que abandonara los estudios de piano en el conservatorio y se dedicara en cuerpo y alma a su verdadera vocación, a aquello para lo que realmente había nacido…

 

(Sonriendo con segunda intención:)

¿No lo adivinas…?

 

(No hay respuesta. Casi a renglón seguido:)

A la confección de bombas caseras.

 

(Amigo de sus amigos:)

¡Qué maestro de la artesanía pura, de la fabricación bien hecha, del acabado perfecto, del diseño exclusivo…! ¡La más genuina denominación de origen: “Made in Iñaki”!

 

(Con unos gramos de desprecio:)

¡…Y después dicen que las profesiones artesanas están en vías de desaparición…!

 

(Dejando entrever cierto disgusto:)

¡En estos tiempos del “aquí te pillo, aquí te mato” qué poco se aprecian la filigrana y el encaje de bolillos…!

 

(Iluminándosele la cara:)

Pero ahí está Iñaki, reivindicándose ante el mundo como lo que es: un artista único, inimitable… ¡Un perfeccionista donde los haya…! ¡Con una personalidad y un estilo…! ¡Con sello propio, que dirían los entendidos…! ¡Que los de la globalización le pregunten por la fabricación en serie…!

 

(Con añoranza, haciendo presente el recuerdo:)

Da gusto pasar horas y horas junto a él, en el más absoluto silencio, sólo por el placer de observar cómo va engarzando las piezas. Con qué riguroso primor las une, con qué amorosa caricia las copula.

 

(Casi poeta:)

…Y así, machihembradas, esas piezas blancas e inocentes acaban por procurarnos una felicidad indescriptible. Un vehículo, al que con tanto mimo se han dedicado tantas horas, tantos días, tantas semanas… de trabajo, de buenas a primeras, ¡boooom!, y ¡hala, a volar por los aires!

 

(Feliz:)

Es lo más parecido a un orgasmo salvaje, bestial, explosivo… En toda su deflagración, en su plenitud expansiva… ríete tú de la mascletá valenciana. ¡Capricho de dioses…!

 

(…Y se vuelve de nuevo hacia el espejo.)

 

Tengamos la fiesta en paz…

 

(Cayendo en la cuenta de la última palabra pronunciada:)

¡Huy, qué palabra…! A veces me traiciona el subconsciente…

 

(Retomando el hilo de la “conversación”:)

No deseo tener problemas contigo, espejo, espejito mágico… Dejémoslo todo en la duda de la equivocación y no en lo que me hace pensar la lógica. Te has equivocado. …Y en más de una ocasión. Sin ir más lejos, la semana pasada…

 

(Que no puede digerirlo:)

Sigo sin comprender por qué en tu “hit parade” el currículum de Josu tiene más peso que el mío.

 

(Esforzándose:)

Puedo entender que dirija los comandos como nadie, que su operatividad no tenga comparación posible, que… Pero de ahí a…

 

(No sin cierto fastidio por tener que darle la razón al espejo:)

Bueno; reconozco que dispara como nadie, que donde pone el ojo… Ya te digo: el tiro en la nuca se le da de vicio… En eso no tiene rival…

 

(Ya lanzado, alegre, se sincera:)

Mira: a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César… Hay que decir en justicia que las bombas-lapa las fabrica que da gusto… Bueno; y las coloca que ni te cuento… ¡Auténticas clases prácticas, sólo al alcance de unos pocos privilegiados…!

 

(Con decisión:)

Cuando demos carpetazo a este calvario de proceso, habrá que proponerlo como candidato al Nobel de la Paz… Ya sé que no se trata de algo original, que lo propuso en su día el subsecretario ese que formaba parte de la mesa de…

 

(Que le asalta la duda:)

En realidad, no sabría decir si el tipo en cuestión era subsecretario, director general o algún alto cargo de la policía… Lo único que recuerdo con meridiana claridad es que llevaba un móvil que no paraba de sonar… ¡Con tanto ring-ring no era posible pactar como Dios manda…!

 

(Acentuando la sonrisa:)

No me extraña que grupos terroristas del mundo entero…

 

(Corrigiéndose:)

Digo… Que requieran sus servicios grupos pacificadores, humanitarios y demócratas de toda la vida… ¡Apañados están…! No hay dinero para pagar su cláusula de rescisión… ¡La lleva en el corazón! ¿Qué quieres que te diga…? La causa es la causa…

 

(Otra vez al espejo, de nuevo en actitud inconformista:)

…Y también sigo sin entender por qué hace un mes Patxi estaba mejor valorado que yo en tu dichosa lista…

 

(A modo de justificación:)

Sí; ya sé que como los zulos de Patxi… Es una buena tarjeta de visita para los ambientes en los que nos movemos, pero te has pasado…

 

(Él se lo guisa, él se lo come:)

¡Hombre, no me he caído de un guindo: sé que Patxi sabe muy bien lo que se hace…! ¡…Y los logros que obtiene con el tema del síndrome de Estocolmo son de sobresaliente “cum laude”!

 

(Consciente de haber puesto a Patxi por las nubes, trata de rebajar algún mérito:)

Pero no es más que un eslabón en la cadena del grupo. Excelente, por supuesto, pero un eslabón más… Responde, sin más, a la extraordinaria organización que disfrutamos…

 

(Cabizbajo, coge un pasamontañas que hay sobre la cama y se lo prueba ante el espejo. Le viene como anillo al dedo. Después se baja el pantalón y se sienta en el retrete. Sin intención de dirigirse al espejo, farfulla en voz baja:)

¡Espejo, espejito mágico…! ¿Quién es el terrorista más criminal de la historia…?

 

(…Y el espejo contesta:)

ESPEJO.–En este momento, tú.

 

(El DELINCUENTE, que no esperaba respuesta alguna, salta de alegría, ajustándose el pantalón de cualquier manera. Posibilidad de escena erótico-pornográfica. Se quita el pasamontañas. Cual Hamlet, lo utiliza a modo de calavera.)

 

DELINCUENTE.–¡Por fin!

 

(Levantando el pasamontañas:)

Pasamontañas, sí; pasamontañas…, ¡también! ¡Esa es la cuestión!

 

ESPEJO.–¡Tú eres el modelo a imitar! ¡Tu filosofía imprime carácter! ¡Llevas el pasamontañas en el alma!

 

(Breve pausa. El DELINCUENTE no puede disimular su alegría.)

 

No hay comparación posible a uno y otro lado del Atlántico, a uno y otro lado del Pacífico, a uno y otro lado del Índico, a uno y otro lado del…

 

(…Y no puede terminar porque, el DELINCUENTE, con aires autoritarios, se le adelanta:)

DELINCUENTE.–Es suficiente. Gracias, espejo, espejito mágico…

 

ESPEJO.–Mediterráneo y Cantábrico se rinden a tus pies, Caribe y Pérsico se arrodillan ante tu…

 

(Igual que hace unos segundos, el DELINCUENTE da muestras de una insoportable prepotencia:)

DELINCUENTE.–Rectificar a tiempo es prueba de madurez, de inteligencia… Compruebo que eres un pozo de sabiduría, un dechado del conocimiento histórico, una enciclopedia de…

 

(Radiante de felicidad:)

¿…Y qué piensan de mí mis enemigos políticos…?

 

(Silencio.)

 

¿No dices nada…?

 

(Silencio.)

 

¿Cómo debo interpretar esta callada por respuesta…?

 

ESPEJO.–No tienes enemigos políticos.

 

DELINCUENTE.–¿Cómo que no tengo enemigos políticos…?

 

(Con ambas manos hacia arriba y juntando los dedos repetidamente:)

¡Así los tengo…! ¡Así…!

 

ESPEJO.–Tienes simplemente enemigos.

 

DELINCUENTE.–¡Ya estamos con los eufemismos! ¡Me cago en el que los inventó! ¡…Y en el que ha hecho de su práctica una religión!

 

(Contrariado:)

Si se empeñan en decir que no tengo enemigos políticos, volveré a la cárcel como si fuera un vulgar preso… común.

 

ESPEJO.–Está en el ambiente, de manera generalizada, que eres el hijo de puta más grande que ha parido madre.

 

DELINCUENTE.–¿Sin eufemismos…?

 

ESPEJO.–Sin eufemismos.

 

DELINCUENTE.–¡Menos mal…! ¡Algo es algo…! ¡Gracias, Dios mío…!

 

(Sonrisa de felicidad plena. Breve pausa. Al espejo:)

Me alegro. No sabes hasta qué punto me congratulo de que por fin te hayas dado cuenta de que el número uno soy yo.

 

(Condescendiente:)

Comprendo que en un primer momento no advirtieras que tan terrorista es el que pone las bombas como el que ordena su colocación, el portavoz de las exigencias políticas del grupo como el que aplaude la comisión de un asesinato, el que justifica los atentados en una columna de un periódico como el que espera complaciente recoger el fruto de esos atentados, el que…

 

(Que no pierde la sonrisa:)

Pero mi menda es el “number one”. ¿Estamos…? ¡El “number one”!

 

(…Y salta como nunca antes lo había hecho.)

 

Desde la sombra, desde la soledad del que habita en la cúspide de la gran pirámide –¡oh, Dios mío, cuán terrible es la soledad del dirigente!–, yo trazo las directrices y, con mano firme y enérgica, marco el camino que hay que seguir…

 

(Autoritario:)

¡Nada de condenar nuestras acciones…! ¡Qué cojones…! Condenamos las de todos o nada de nada…

 

(Brevísima pausa. En el mismo tono:)

¡Nada de entregar las armas…! ¿Acaso tengo yo cara de estúpido…? Una tregua –naturalmente, con su correspondiente trampa: hay que rearmarse, por si las moscas, que nunca se sabe– y ¡eso es lo que hay!…

 

(Igual:)

¡Nada de…!

 

(…Y, de pronto, calla. Inquieto, da unos pasos en distintas direcciones. Al pasamontañas:)

Diez minutos nos quedan por estar en esta cochambrosa celda. Me cuesta trabajo hacerme a la idea de que hayamos estado compartiendo estas paredes con delincuentes de toda calaña…

 

(Que no se lo puede creer:)

¡Cómo está el patio…! ¡Joder, joder, joder…! ¡Anda, que la administración de justicia…!

 

(Con absoluto desprecio:)

¿Tú crees que se puede tolerar que, en el tiempo que llevo aquí, me hayan obligado –sí; ésa es la palabra: obligado– a convivir con gentuza que yo no deseo ni a mi peor enemigo…? ¡Ahora que, cuando salga, me van a oír…! ¡Ya lo creo que me van a oír…!

 

(Dispuesto a contar las verdades del barquero:)

¡Escucha, escucha…! ¡Dime tú, espejo, espejito mágico, si no es para estar indignado…! Nada más poner los pies en este asqueroso centro, la primera humillación –paradojas de la vida–, como la señal de la cruz, directa a la frente: me encasquetaron a un profesor de historia –seguro que un manipulador de los hechos que realmente acontecieron en el pasado– condenado por haber reprendido a un alumno…

 

(Haciendo hincapié en la próxima palabra:) 

…”supuestamente” indisciplinado. Desconozco los métodos que utilizó, pero no sería difícil imaginarlos…

 

(Rencoroso:)

Es que no lo pueden remediar, lo llevan en la sangre: han mamado la mala leche de la represión y –¿¡qué quieres que te diga!?– la aplican sin contemplaciones siempre que la ocasión se pone a tiro…

 

(…Que le ha hecho gracia la ocurrencia, “dispara” con los dedos de una mano. Embalado:)

…Y si no tenía suficiente con el facha este de los cojones, me “premian” con la compañía de otro que no le va a la zaga. ¡Qué fauna, Dios mío…! ¡Qué fauna…! ¡No te lo vas a creer…!

 

(Como esperando una respuesta que sabe que no se va a producir:)

¡Un padre desnaturalizado que trató de evitar que su hija abortara…! ¡Una hija menor de edad…!

 

(Dándose un manotazo en la frente:)

¿Qué les vamos a enseñar a nuestros hijos si somos los primeros que incumplimos las leyes…? ¿Qué legado les vamos a transmitir…? ¡Estamos locos…! ¡Un mundo sin valores…!

 

(Levantando la mirada al “cielo” en inequívoca solicitud de complicidad:)

¿Es o no es para estar hondamente preocupado…?

 

(Su indignación no tiene límites:)

¡…Y para rematar la faena, dos ejemplares de cuidado! ¡Menos mal que soy persona de fuertes convicciones, de principios sólidos, y que no me dejo influir fácilmente por…! ¡Un policía que disparó contra un enmascarado que lo encañonaba y un vecino demandado por un ladrón al que había sorprendido y que retenía en su casa mientras llegaba el comisario…!

 

(Alzando los brazos, sonriendo:)

Al menos me libré de la compañía de un pobre hombre que lleva encerrado prácticamente toda su vida… Dicen que por pequeños hurtos… Tú déjate de historias y cuentos chinos, que cuando el río suena…

 

(Aliviado:)

Aunque lo hubiera preferido mil veces a otro que decía ser algo así como una “víctima del terrorismo”… ¡Para víctimas, mi pobre familia –¡qué cojones!–, que desde esta caprichosa e indecente lejanía impuesta por este estado represor no puede disfrutar de mi presencia…!

 

(Otra vez al pasamontañas, viviendo su drama:)

¡Veinticuatro horas…! Nadie sabe lo que son veinticuatro horas en la cárcel… ¡Nadie!

 

(Apretando el pasamontañas contra su pecho:)

Si realmente supieran lo que supone para un ser libre estar entre rejas un solo día, no habrían condenado…

 

(…Y se señala a sí mismo golpeándose varias veces con la mano abierta a la altura del corazón.)

 

…a este honrado terrorista. No sé por qué nos han cogido esta tirria, tratándonos como a delincuentes sin más. Si nosotros sólo somos políticos. A las pruebas me remito: el gobierno pone sobre la mesa interesantes concesiones y nosotros ponemos insignificantes vidas humanas. ¿Qué mal hacemos con ello…? Tan sólo nos limitamos a seguir las leyes que para sí se ha dado el mundo: las de la oferta y la demanda…

 

(En el espejo, la imagen de una anciana enlutada.)

 

ESPEJO.–¡Miserable…!

 

(El susto del DELINCUENTE es tal que retrocede un par de metros de un salto.)

 

¡Miserable…! ¡Veinticuatro horas en la cárcel…! ¿Cómo te atreves a pronunciar esas palabras…? ¿Cómo te atreves siquiera a pensarlas…?

 

(El DELINCUENTE, acobardado, toma precauciones ante el personaje desconocido: sigue retrocediendo.)

 

Sentenciaste a mi hijo, de sólo veintidós años, a una pena de algo más que veinticuatro horas, y a ser cumplida en una cárcel de máxima seguridad, de la que nunca se sale: el cementerio. …Y ni siquiera le concediste una mínima posibilidad de defensa. ¿…Y aún pides clemencia?

 

(Silencio.)

 

…Y al mismo tiempo sentenciaste a cadena perpetua al corazón de esta pobre madre, pues no hay mayor castigo que vivir entre las rejas de una pena que –se sabe– jamás encontrará consuelo.

 

(El DELINCUENTE, seguro de que la vieja enlutada del espejo no supone peligro real alguno para su integridad física, ha ido transformando la cobardía en confianza, acercándose poco a poco al espejo.)

 

DELINCUENTE.–¿Acaso quiere que me cambie por su hijo…? ¿Es eso lo que realmente desea…?

 

(En actitud entre burlona y chulesca:)

¡Sí, claro…! ¡Cómo no…! Le gustaría que yo ocupara su lugar en la sepultura, ¿verdad…? Le satisfaría que su hijo estuviera aquí, entre las rejas de esta celda, a punto de salir a la calle para poder abrazarlo, ¿me equivoco…?

 

(Fuera de sí:)

¡Admítalo, chocha estúpida…! ¡Confiéselo, enlutada de mierda…! ¡Reconózcalo, vieja hipócrita…!

 

(Silencio tenso.)

 

ESPEJO.–¡Ni lo pienses…! Las cosas así, seamos consecuentes y dejemos que los muertos descansen en paz. Mi hijo está bien donde está; también esta celda es tu sitio, en el que debieras pudrirte con el paso de los días, de los años… Pero la ley de los hombres no es justa sino interesada.

 

(Silencio. El DELINCUENTE dedica una sonrisa cargada de cinismo.)

 

Yo iré a diario a llevar un pequeño ramo de flores a mi hijo. Sí; todos los días. …Y puedo asegurarte que lo haré con dignidad, con la cabeza bien alta, sabiendo que fue asesinado por unos mercaderes de la muerte, por unos intolerantes que se autoproclaman demócratas…

 

(Envalentonada, sin perder la compostura:)

¡Demócratas…! ¡Ja! Se os llena la boca a la hora de pronunciar la palabra, pero no tenéis ni idea de su profundo y hermoso significado. A fuerza de nombrarla una y otra vez, solo habéis logrado mancillarla, pero desconocéis lo que es vivir bajo su paraguas.

 

(“Disparando” a dar:)

No sabríais tener entre los brazos a una doncella, a una virgen… Os limitaríais a violarla, en vez de a hacerle el amor… Hay una gran diferencia…

 

(Tomando aliento:)

Democracia es encuentro pacífico de posturas encontradas; democracia es convivencia de rivales aparentemente irreconciliables… ¿Has vivido alguna vez esa realidad…? ¿Ha palpitado aceleradamente tu corazón siquiera una vez por haber percibido sensaciones cercanas…?

 

(Que también sabe de ironías:)

¡No!, ¿verdad…? ¡Me lo temía…! ¡Claro…! Porque el buen señor es un demócrata de boquilla. Juega a la democracia mientras los aires le son favorables. ¿Me equivoco…? Pero las armas están guardadas, dispuestas a ser desenterradas para su uso inmediato.

 

(Con pena:)

…Y, mientras tanto, el gobierno queriéndonos hacer ver –naturalmente, por motivos electorales– que habéis desaparecido como grupo terrorista. Como si la labor de un grupo terrorista se limitara exclusivamente a la colocación de bombas o al tiro en la nuca…

 

(Con la voz rasgada:)

¡Que pena me da vuestro pueblo, vigilado por unos soldados al servicio del totalitarismo, del fanatismo, de una realidad inventada, una mentira bordada con el fino hilo del fascismo más rancio que sólo tiene lugar en vuestras cabezas, cerebros lavados –¡asco de dirigentes!– desde la más tierna infancia…! Vuestra ceguera os incapacita para vivir en una sociedad con quienes piensan de manera diferente.

 

(Enérgica:)

No pretendo que entiendas lo que te voy a decir ahora porque “hablamos distintos idiomas”, pero no por ello me lo voy a callar.

 

(La sonrisa cínica no abandona el rostro del DELINCUENTE, que aguanta con estoicismo las palabras que le escupe el personaje del espejo.)

 

¡Préstame atención y graba esto entre ceja y ceja…!

 

(Silencio.)

 

¡Jamás…! ¿Me oyes…? ¡Jamás me cambiaría por tu madre…! ¡No podría vivir con la pena y la vergüenza de haber engendrado un monstruo que ha hecho del fascismo su religión y del tiro en la nuca su evangelio…!

 

(Al DELINCUENTE no le ha hecho gracia lo que acaba de escuchar.)

 

Se puede morir por una idea, pero nunca matar por ella.

 

(El DELINCUENTE, que parece no comprender, se rasca la cabeza.)

 

Supongo que no querrás saber cuál es el rasgo que más diferenciaba a mi hijo de gente como tú. Pero, como no tienes más remedio que aguantarme –no te queda otra–, te lo voy a decir…

 

(El DELINCUENTE, aunque molesto, hace oídos sordos.)

 

¿Serías capaz de exponer tu vida –en tu caso concreto, no digo darla; sólo exponerla– siquiera una vez para que el adversario pudiera decir lo que piensa…? ¿Verdad que no…? ¡Me lo temía…! Pues has de saber que no se puede dar más en democracia.

 

(Con toda la carga de desprecio posible:)

Tan sólo eres un zombi, un cadáver viviente. Eres incapaz de mantenerte en pie por ti mismo; dependes del aliento que te insuflan otros desde las instancias del gobierno a través de pactos que tienen su origen en procedimientos corruptos que apestan más que tú.

 

DELINCUENTE.–¡Ah!, ¿sí…?

(Al ataque:)

¿…Y qué me dice de la base social que apoya mis asesinatos…?

 

(Que le ha traicionado el subconsciente, se apresura a corregir:)

Digo… ¿mis pretensiones…?

 

(Ante el “lapsus” del DELINCUENTE, la vieja enlutada del espejo no puede reprimir una leve sonrisa.)

 

ESPEJO.–Un ejército encanallado de zombis, una legión de mentes adormecidas que justifican la violencia como medio para conseguir sus fines, un colectivo de conciencias putrefactas que pretenden construir una sociedad desde el odio y el rencor sobre los cimientos de la sangre de quienes fueron masacrados por no pensar como ellos.

 

(…Y, elevando el tono de su voz, remata:)

¡Una jauría de hipócritas perros rabiosos que no admiten contra ellos ni la centésima parte de lo que ellos hacen contra quienes no fraternizan con sus ideales…!

 

(Respira hondo y añade:)

¡En el fondo, me dais lástima…!

 

(El DELINCUENTE, encolerizado, rompe el espejo, a la vez que grita:)

DELINCUENTE.–¡Calla, puta…! ¡Calla…!

 

(Silencio sepulcral. Comienza a oscurecerse la celda. Gateando, busca entre los trozos del espejo y, tras seleccionar uno de ellos, lo mira fijamente y dice:)

¡Espejo, espejito mágico…! ¿Quién es el terrorista más criminal de la historia…?

 

(Silencio. Oscuro. Cae el telón.)

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JOSÉ MORENO ARENAS

Nació en Albolote, Granada, España (1954). Dramaturgo. Inicia su actividad teatral durante su etapa de estudiante en 1987, con la obra ¿…Y si nos dicen que nos vayamos, vamos todos y nos vamos? y puesta en escena a cargo del grupo Alcalaíno El Olivo, en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias, importante escaparate entonces de las artes escénicas en Granada. Después, siguen años decisivos en la creación de textos dramáticos, sobresaliendo: El atraco, El currículum, La tentación, El safari, El aparcamiento, Las máquinas, La playa, El camarero, entre otras obras que distintas compañías se encargan de agrupar para el montaje de diversos espectáculos, tales como Dos historias del 2000 (K’imán Teatro, Albolote, 2000), Desacuer2 (La Lámpara Maravillosa, Madrid, 2001), Assalto à vista desarmada (Teatro Mínimo, Lisboa, Portugal, 2003), Cuerdos de atar (Cía. Ángel Luis Yusta – Tania Ballester, Granada, 2006, con más de cien funciones en gira por España), A vítima (Teatro Mínimo, Lisboa, Portugal, 2008), The perfect human (Teatre’ves Teatro, Granada, 2008, con gira por Estados Unidos), Urgencias (Teatre’ves Teatro y Nada Teatro, Madrid, 2010), Esto es lo que hay (Teatre’ves Teatro, Granada, 2011), Gestos (Karma Teatro, Nauplia, Grecia, 2014). Su facilidad para construir minipiezas no lo hace descuidar la creación de obras de duración convencional, entre las que se encuentran: Te puedes quedar con el cambio, muñeca (Cáncamo Teatro, Granada, 2011) y Te vas a ver negro (Karma Teatro, Madrid, 2013). De sus más de veinte libros publicados, destacan Escenas antropofágicas (Fundación Francisco Carvajal, Albolote, 1998), Teatro difícil… de digerir (Diputación Provincial, Jaén, 1998), Teatro indigesto (Fundamentos, Madrid, 2000), 13 Minipiezas (Art Teatral, Valencia, 2001), Teatro mínimo (Pulgas dramáticas) (Dauro, Granada, 2003), Crime sem castigo, Sr. Dostoievski (Edições Tema & Teatro Mínimo, Lisboa, 2003), A mil à hora (Edições Fluviais, Lisboa, 2004), Trilogías indigestas [I] (Alhulia-La Avispa, Salobreña/Madrid, 2004), Monólogos (Alhulia, Salobreña, 2005), Trilogías indigestas [II] (Alhulia-La Avispa, Salobreña/Madrid, 2006), Trilogies indigestes (I) (Carena, Barcelona, 2007), Te puedes quedar con el cambio, muñeca (Estreno, Austin College, Sherman, Texas, U.S.A., 2008), Diálogos (Alhulia, Salobreña, 2009), El indio / Al hindi (Edición español/árabe, Instituto Español Juan Ramón Jiménez, Casablanca, Marruecos, 2009), El indio / L’indien (Edición español/francés, Instituto Español Juan Ramón Jiménez, Casablanca, Marruecos, 2009), Dramatic Snippets / Pulgas dramáticas (Edición inglés/español, Ediciones de Gestos, Irvine, California, U.S.A., 2010), Trilogías indigestas [III] (Alhulia-La Avispa, Salobreña/Madrid, 2010). Avalado por diversos premios, entre los que se encuentran el Álvarez Quintero (La mano, 1984), el Andaluz de Teatro Breve (reconocimiento a toda su obra, 2000) y Andalucía de la Crítica (Dramatic Snippets, 2011), su teatro indigesto –llamado así por la dificultad en ser aceptado por una mentalidad cultivada y acorde con lo tradicional y convencional– es estudiado en universidades de medio mundo (numerosas tesis, tesinas y un sinfín de trabajos de investigación así lo testimonian) y es debatido en jornadas, congresos y seminarios del otro medio, conociendo sus personajes varios idiomas: portugués, italiano, catalán, inglés, francés, ruso, árabe y chino. Es miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada, su pueblo natal lo ha distinguido con la institución del Certamen de Teatro “Dramaturgo José Moreno Arenas” y la convocatoria anual de un Seminario de Estudios Teatrales para la investigación y difusión de su dramaturgia. Dirige la sección teatral de Alhucema. Revista Internacional de Teatro y Literatura, en la que se publican piezas del mejor teatro breve de los más diversos autores del panorama escénico actual.

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