BAQUIANA – Año XVIII / Nº 103 – 104 / Julio – Diciembre 2017 (Opinión I)

DE LA POESÍA ÁUREA A LA POESÍA DE BLAS DE OTERO: LOS PRÉSTAMOS VERSALES

por

Guillermo Arango

 

Blas de Otero 258 X 400


     El juicio más correcto y justo sobre la obra de Blas de Otero es aquel que la interpreta como voz de su tiempo, batallando continuamente por encontrar el gesto verbal adecuado para manifestar lo que acontecía a su alrededor y opugnarse al dolor, la angustia y la injusticia para alcanzar la ilusión de la alegría. No es de extrañar, por eso, que encontremos en este acontecer coincidencias ideológicas y temáticas con la obra de escritores anteriores, que convergen recurrentemente en la obra oteriana.

     Dicho esto, no ha pasado inadvertido para la crítica literaria un procedimiento estilístico tan peculiar y prodigado del poeta como es el de los préstamos versales, fieles o alterados. Ya en nuestros Siglos de Oro este procedimiento fue frecuente, sobre todo cuando el generoso prestante era Garcilaso de la Vega. Y así, pues, estudiosos como Emilio Alarcos, en su libro La poesía de Blas de Otero, fue el primero en alertar la atención hacia este aspecto tan caracterizador de la obra oteriana.

     Ya desde la temprana fecha de sus primeros poemarios se registran versos de fray Luís de León, san Juan de la Cruz y Rubén Darío, a los que se une la poesía popular. Luego, examinando su obra total la nómina se amplía a través de casi todos los periodos de nuestra literatura y nos da la medida en que Otero empleó los préstamos versales. He aquí una breve razón a parte de los ya mencionados: Cantar de Mio Cid, Cancionero y Romancero tradicionales, Jorge Manrique, Gil Vicente, Garcilaso, Santa Teresa, Góngora, Lope de Vega, Rodrigo Caro, Espronceda, Campoamor, Bécquer, Manuel y Antonio Machado, Enrique González Martínez, Aleixandre, García Lorca, Cernuda, Neruda, Miguel Hernández y Vallejo, y de seguro se nos han quedado nombres el tintero.

     Vale añadir que la poesía de algunos de estos escritores no necesariamente podía gustarle al bilbaíno aunque, no obstante, pudiera interesarle en otros aspectos no estrictamente poéticos. Son, en sí, voces poéticas heredadas que Otero forjará nuevamente.

     Podría decirse que Otero buscaba para tomar préstamos versales que éstos disfrutaran de cierta difusión o popularidad. Esa es, sin duda, a nuestro entender, la primera condición. Pero no es exclusiva, ya que si leemos la nómina de poetas prestantes que hemos adelantado, observamos que, además de que sus préstamos provienen, por lo general, de sus poemas más conocidos y antologizados, estos poetas se cuentan, a lo menos en su mayor parte, en la elite histórica de la poesía hispánica y que muchos de ellos son los más admirados por Otero. Difusión y calidad, es decir, lo mayoritario y a la vez selecto, con escasas excepciones, será básico para la elección por el poeta bilbaíno de los préstamos versales.

     En su primerizo Cántico espiritual, los préstamos léxicos y versales de fray Luís y de san Juan no parecen tener otra misión que la de subrayar la intención religiosa del poeta —y apenas si existe dislocación del significado originario. No suelen ser más que puros ecos de los prestantes. Hay en esta poesía una angustia de la palabra, una desolación, la búsqueda áspera, si se quiere, del amor, de Dios.

     Así por ejemplo Otero escribe esta lira:

 

          ¿Dónde pondré los ojos

          de mi ansiedad; de qué ventana pura

          no miraré despojos,

          sino puerto, segura

          mansión de luz, devuelta hacia la altura? (22)

 

que nos recuerda por técnica interrogativa, su vocabulario, sus rimas y su espíritu a los siguientes versos de fray Luís en el poema “En la ascensión”:

 

          ¿Qué mirarán los ojos,

          que vieron de tu rostro la hermosura,

          que no les sea enojos?

          Quien oyó tu dulzura

          ¿qué no tendrá por sordo y desventura? (781)

 

     O bien, Otero en la lira #6, dedicada a “Mi frailecito”, nos hará recordar a san Juan cuando escribe en este mismo libro inicial:

 

         Que si ella es castellana

         de Dios, lo que del mundo yo más quiero, 

          él tiene una fontana

          tan rica de venero

          que en ella me adolezco, peno y muero. (30)

 

     Se recuerda inmediatamente ante estos versos, incluso para aquellos que no son muy asiduos lectores de poesía, al famoso endecasílabo sanjuaniano también al final de una lira, como en Otero:

 

          si por ventura vierdes

          aquel que yo más quiero,

          dezilde que adolezco, peno y muero.  (4)

 

     Después, como muy bien ha sido observado por estudiosos de la obra de Otero*, el poeta, valiéndose de pausas rítmicas o sintácticas, sustituyendo elementos o agregando otros, impone un sentido bivalente a las expresiones incorporadas a su poesía.

     Es más, es válido añadir que en algunas ocasiones los préstamos versales tomados por Otero llegan incluso a ser trastocados totalmente en cuanto al significado originario. No obstante, podemos decir que en esta etapa embrionaria de su poesía, Blas de Otero ni intentaba otra cosa al tomar los préstamos versales de sus poetas preferidos que mostrar su afinidad espiritual y estética con ellos. No había llegado aún a la distorsión, la disemia, la traslación a otro plano. Pero he aquí que en este juvenil libro de Otero ya se puede atisbar claramente el primer ejemplo de lo que ha de hacer de ahora en adelante con los préstamos versales.

     El ejemplo lo tenemos con los versos de un famosísimo soneto del poeta Enrique González Martínez escrito —según se ha dicho— para acabar con el silencioso, blanco y bello cisne rubeniano que navegaba por los azules lagos modernistas. ¿Quién no recuerda el verso: “Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje”? Pues bien, Blas de Otero escribe conforme con el acendrado espíritu religioso de su candoroso primer libro:

 

          El pecado es el “no”, la gracia el sí”;

          nosotros una interrogación.

          ¡Tuércele el cuello al signo que interroga,

          ponlo de pie, brillante y decisivo!  (11)

 

     Como puede observar cualquier atento lector, aquí ya se produce la sustitución del elemento “cisne” por el elemento “signo” y, lógicamente, se da otra significación al préstamo versal. Es además, la única vez que en esta obra primeriza de Otero el préstamos no procede de fray Luís o de san Juan.

     Pero mantengámonos en los límites de nuestra apreciación crítica y regresemos a la poesía áurea, motivo de nuestro trabajo. En Ángel fieramente humano (1950), donde ya el poeta ha alcanzado una prodigiosa madurez, no faltan tampoco remembranzas sanjuanianas, pero son escasas y han desaparecido las de fray Luís. De san Juan las tenemos en el poema “En un charco” (107), donde Otero emplea el famoso verso de aquel “aunque es de noche”, que se repite al final de cada estrofa, en el poema “Que bien sé yo la fonte que mana y corre,” (18-20), pero no ya con valor religioso, sino dramáticamente amoroso.

 

          No vengas ahora. (No vengas ahora,

          aunque es de noche.)

          Huye.

          Hay días malos, días que crecen

          en un charco de lágrimas.  (19)

 

     A la vez, quizá por sugestión de dicho verso, Otero recurre al procedimiento titánico que san Juan adoptó con él, pero no lo hace como éste con tal verso, sino con otro: “en un charco de lágrimas”, que se repite, por igual, como estribillo al final de cada estrofa. Esta receta, que ahora queda como tal al margen de nuestra atención, lo empleará Otero en varias ocasiones.

     En el paso de Cántico espiritual a Ángel fieramente humano, la gravitación de los préstamos versales de fray Luís y San Juan se ha debilitado claramente al cambiar la temática y la actitud del poeta. Tampoco ya los versos prestados conservan su sentido originario, y tal debilitación se extrema en el poemario Redoble de conciencia, donde desaparecen por completo.

     Sin embargo, en la suma de Ángel fieramente humano y de Redoble de conciencia que es Ancia (1958) con más de 38 poemas nuevos, nos volvemos a encontrar entre éstos un préstamo de fray Luís, que proviene de la quinta lira de “La vida Retirada”. Recordemos con ella al fray Luís añorante del acogedor paisaje de “La Flecha”:

 

          ¡Oh campo, oh fuente, oh río!

          ¡Oh secreto seguro, deleitoso!,

          roto casi el navío,

          a vuestro almo reposo

          huyo de aqueste mar tempestuoso. (743)

 

     Y ahora oigamos a Blas de Otero en el poema “Paso a paso”:

 

          Tachia, los hombres sufren. No tenemos

          ni un pedazo de paz con que aplacarles;

          roto casi el navío y ya sin remos …

          ¿Qué podemos hacer, qué luz alzarles?  (156)

 

     Aquí el préstamo versal no sufre ninguna variación formal, pero el “yo” luisiano se ha convertido en el “nosotros”. “No tenemos / una brizna de luz para los hombres”, nos dice, es decir, en una actitud amorosa-fraternal, y a la vez particular y universal. De todos modos, el proceso de identificación del cambio de sentido de los préstamos luisianos que ahora estamos viendo en la obra oteriana no alcanzará su cumbre hasta la aparición de Pido la paz y la palabra (1955), en donde, como Sabina de la Cruz, estudiosa y compañera de Blas, ha apuntado en su estudio Expresión y reunión: “este hombre solitario y atormentado” —que fue Blas de Otero—, expuso “su verso y su vida en el tablero de un juego peligroso: la paz y la libertad para los hombres en una circunstancia histórica concreta” (19-20). Por eso, en el poema “Hija de Yago”, escribirá Otero lleno de amor y acosado por el drama de España: “Madre y maestra mía, triste, espaciosa España” (97), donde funde a Rubén Darío con el fray Luís que en su “Profecía del Tajo” se dolió de la invasión musulmana de la patria, a la que por tal dolorosa ocasión denomina “a toda la espaciosa y triste España” (756). De ahí que el préstamo luisiano adquiera en dicho libro, igual que en siguiente, En castellano (1959), una tensión concorde con la citada circunstancia española.

     Pero este préstamo no alcanzará su más profundo sentido en la poesía combativa de Otero hasta que éste lo modifique en su poema “Aire libre” del mencionado poemario En castellano:

                                        

          salir

          de esta espaciosa y triste cárcel,

          aligerar los ríos y los soles,

          salir, salir al aire libre, al aire. (136)

 

     Son versos engranados en el corazón de la memoria como referentes de su experiencia poética y de su actitud ideológica. Blas de Otero, a través de su trayectoria poética proyectada para cambiar el mundo, dentro de la hermosa utopía de la poesía social, accede,  lenta y profundamente, a un campo expresivo más abierto, pero sometido todavía con retracciones continuas, hacia la tradición literaria.

     Más ejemplos de préstamos versales de fray Luís podríamos señalar en los dos últimos libros citados si no nos hubiéramos extendido ya más de lo previsto, unos aplicados al paisaje y las tierras de España y otros a su paz. Observemos que en dichos libros los préstamos sanjuanianos han terminado por desaparecer aunque en una ocasión utiliza “El pecho del amor muy lastimado”, como epígrafe al poema Noche (139).

     Por igual en el poemario que los sigue, Que trata de España (1964), persisten los de fray Luís “con su palabra cabal”, y que es, sin duda, como también ha dicho Sabina de la Cruz, “el gran maestro de Blas de Otero” (12). La preocupación angustiada de nuestro poeta ante la patria sometida a una dictadura, le hace repetir en dos poemas más el préstamo luisiano “a toda la espaciosa y triste España”. Así, en el poema “Impreso prisionero” (28), donde existe una variante —“a la espaciosa y ardua España”—, o bien, lo repite casi exacto en otra ocasión.

     Entre los otros préstamos luisianos de este libro no faltan algunos con las acostumbradas modificaciones de que gusta Otero para introducir una intencionalidad distinta a la originaria, pero ahora nos interesa recordar especialmente el que procede del tan difundido poema “Noche serena”, donde el gran poeta clásico, al contemplar el cielo estrellado, exclama:

 

          Morada de grandeza,

          templo de claridad y hermosura,

          el alma que a tu alteza

          nació, ¿qué desventura

          La tiene en esta cárcel baja, escura?  (758-759)

 

     Y he aquí en Qué trata de España, cómo lo parafrasea Otero, que no contempla en la noche la “celestial, eterna esfera” luisiana, sino la clara belleza nocturna de un pueblo castellano:

 

          Noche en Castilla,

          los árboles                                             

          bambolean                                            

          las frondas                                           

          una guitarra                                                                                                                                                                           

          blanca

          rueda sobre la torre

          de Salas de los Infantes,

          morada de grandeza,

          pueblo de claridad y de hermosura. (90)

                                                                                                                    

     También en el libro Todos mis sonetos, donde varios de ellos no habían sido publicados con anterioridad, nos encontramos con algunos préstamos versales de fray Luís, e incluso en la “Nota” preliminar no falta la remembranza de la dedicatoria que el agustino hizo de sus versos al que fue su gran amigo don Pedro Portocarrero. Así, escribe el gran poeta bilbaíno: “Durante estos últimos años he estado escribiendo mi nuevo libro Hojas de Madrid con la galerna, todo él en verso libre o versículo. Pero de vez en cuando se me cayeron de las manos algunos sonetos…” (XI). Pues bien, en esos sonetos que se le cayeron de las manos a Otero hay títulos que proceden de fray Luis —“Por sabia mano gobernada”—, frases luisianas no modificadas —“El aire se serena”— o modificadas —“El alma está serena”, “Vísteme de hermosura el pensamiento”—, todo ello procedente de la oda a Francisco Salinas (746-748).

     Y por último, otra vez san Juan, nunca olvidado. Su préstamo versal lo volveremos a encontrar en Hojas de Madrid con la Galerna, libro aún inédito completo cuando murió Otero en 1979. En el poema “En par”, cuyo título procede de los bellos versos de san Juan “La noche sosegada / en par de los levantes de la aurora”, podemos leer un versículo donde Otero funda unitariamente en un solo núcleo versos apenas o nada modificados de “Noche oscura del alma” y del “Cántico espiritual” sanjuanianos, para darles un nuevo sentido, ya no místico, sino henchido de hogareño amor humano. Las antiguas versiones “a lo divino”, que el propio san Juan realizó, se invierten ahora totalmente en esta versión “a lo humano” de Blas de Otero:

 

          Contigo, la casa sosegada, en

          par de los levantes de la aurora,

          el silbo de los aires sucesivos.    (237)

 

     San Juan se desdiviniza ahora en su último préstamo versal a Blas de Otero. Como fray Luís, ha sido siempre generoso con el gran poeta vasco, que al elegirlos entre todos los maestros del siglo XVI sabía muy bien de su alta calidad y de su resonancia entre los que poco o mucho suelen acercarse gozadores a la poesía verdadera. Quien estuvo en la aurora de la de Otero, no podía faltarle en el ocaso, una voz llena de fuerza y madurez. Ahora, cuando ya el hermoso día desfallece de “póstuma ternura”, san Juan de la Cruz, “el madrecito”, que decía Unamuno, viene a poner su terca luz en los últimos versos de Otero, la misma, y aún más clara, que en una alborada de 1942 “vestidos los dejó de hermosura”.

                                                                        

Nota

Remitimos al lector, entre otros, a los siguientes estudios: Semprú Donahue, Moraima de, Blas de Otero en su poesía. Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1977; Ruano León, Juan, Clasicismo y tradicionalidad en la obra poética de Blas de Otero. Córdoba: Universidad de Córdoba, 1988; Panero, Martín, La poesía de Blas de Otero. Santiago: Universidad Católica de Chile, Instituto de Letras, 1982; Garrote Bernal, Gaspar, La obra poética de Blas de Otero. Madrid: Ciclo Editorial, 1989.

 

Obras citadas

Alarcos, Emilio, La poesía de Blas de Otero, Salamanca: Anaya, 1973. Impreso.

León, Fray Luis de, Obras completas castellanas. Tomo II. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1951. Impreso.

Otero, Blas de, Expresión y reunión. Introducción y notas de Sabina de la Cruz, Madrid: Alianza Editorial, 1981. Impreso.

_____. Ancia, Madrid, Visor, 1978. Impreso.

_____. Cántico espiritual, San Sebastián, Gráfico Editora, S.L., 1942. Impreso.

_____. Hojas de Madrid con la Galerna, Editorial Galaxia Gutenberg, Impreso.

_____, Hacia la inmensa mayoría, (Antología). Buenos Aires, Editorial Losada, S.A., 1962. Impreso.

_____, Que trata de España. Paris, Ruedo Ibérico, 1964. Impreso.

_____. Verso y prosa. Madrid, Cátedra, 1974. Impreso.

_____, Todos mis sonetos. Introducción de Sabina de la Cruz, Madrid: Alianza Editorial, 1981. Impreso.

San Juan de la Cruz, Poesías y Prosas Místicas. A Dual-Language Book, Edited and Translated by Stanley Appelbaum, Mineola, NY, Dover Publications, Inc., 2007. Impreso.

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GUILLERMO ARANGO

Nació en Cienfuegos, Cuba (1939). Poeta, narrador, ensayista y dramaturgo. Cursó estudios de Arte, Filosofía y Letras en la Universidad de Santo Tomás de Villanueva (Cuba) y de Creación Literaria en la Universidad de Loyola (Chicago). Por muchos años se dedicó a la enseñanza universitaria. Ha ejercido por igual la crítica cinematográfica. Ha publicado seis libros de poesía, siendo el más reciente Ceremonias de amor y olvido (Linden Lane Press, 2013). Ha publicado tres libros de relatos bajo el sello de Ediciones Universal: Gatuperio (2011), El año de la pera, tradiciones, relatos y memorias de Cienfuegos (2012), presentado ese mismo año durante la Feria Internacional del Libro de Miami, y El ala oscura del recuerdo (2013). Ha publicado dos libros de obras teatrales breves: TeatroTodos los caminos, Nube de verano y La mejor solución (Ediciones Baquiana, 2016) y Teatro IILos viejos días perdidos, Entre dos, Encuentro y Ensayo de un crimen (Ediciones Baquiana, 2017), presentados en el Centro Cultural Español de Miami y la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería en Ciudad México. Ha sido ganador de premios en las categorías de poesía y narrativa. Ha sido becado en tres oportunidades por la National Endowment for the Humanities. Ha publicado y presentado trabajos de investigación literaria en revistas y congresos nacionales e internacionales. En el 2008, su pieza dramática Todos los caminos, fue galardonada con el Premio Internacional de Teatro Alberto Gutiérrez de la Solana, auspiciado por el (CCP) Círculo de Cultura Panamericano en Nueva Jersey. En octubre de 2016 le fue concedido el Premio Ohio Latino Award por su excelencia literaria. En la actualidad es miembro del PEN Club de Escritores Cubanos en el Exilio, así como de otras organizaciones profesionales. Reside en el estado de Ohio, EE.UU. desde hace varias décadas.

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