BAQUIANA – Año XVIII / Nº 101 – 102 / Enero – Junio 2017 (Cuento I)

LA RONDA SEMIFINAL

por

Orfil Aguilar


     Hace dos meses que me quedé sin empleo, lo de la liquidación dio para almacenar algunos suministros básicos en la despensa, cuéntense entre ellos muchas bolsas con café molido, un número regular de pizzas de distintos tipos y casi nada de lo que para la gente común vale la pena designar como alimento.

     Paso los días jugando en línea partidas de backgammon, he dado con un sitio donde al fin el nivel de los competidores me satisface, sumado al hecho de que las charlas del chat de la sala son las justas, comentarios sobre las partidas, sobre la suerte del encuentro y muy poco del plano personal.

     En lo que al sacro y negro elixir se refiere, me decanto por espresso, la vieja Moka de acero encontrada junto al cuerpo de la abuela cuando el médico daba los detalles del deceso al resto de mis familiares fue mi única herencia, no por falta de bienes o voluntad de ella, sino porque al ver aquel acabado carmín en la superficie mate, supe que cual Pigmalion mi Galatea estaba materializada, pedir más hubiera sido ofensivo para la danza que la diosa fortuna ejecutaba en el ambiente, según alcancé a ver, poco antes de que las lágrimas de madre brotaran.

     Un doble cortado descansa en la mesa colocada a la diestra de mi cama, refresco una y otra vez la pantalla del navegador y el enlace para la ronda semifinal del torneo en curso parece no dar resultado, conecto y desconecto un par de veces el modem y reinicio el ordenador. Con el mismo resultado, minutos después, y tras un intercambio de palabras un tanto subidas de tono con el chico de soporte técnico telefónico, éste me inquiere acerca de mi pago más reciente; demonios, fue a la semana siguiente de mi despido.

     Hago desaparecer en nueve segundos mi bebida, me visto rápidamente y antes de salir tomo el dinero necesario para tres americanos, tazados al precio del Café de tres cuadras más adelante.

     Encuentro una mesa libre a pocos pasos de la barra, el primer americano colma la taza de cerámica, niego con la cabeza cuando la empleada ofrece algún tipo de endulzante y casi sin volumen emito un gracias; segundos antes de conectarme al sitio del torneo desde mi celular, un caballero de avanzada edad se acerca sonriente, deja sobre la superficie de mi mesa un libro de cubierta colorada, con muchas páginas al interior, me comenta que pedirá un té verde en la barra y, en lo que es preparado, se tomará la libertad de miccionar en el baño ubicado en el segundo piso del edificio, yo prometo resguardar el legajo de hojas de imprenta cosidas a esa rústica portada rojiza el tiempo necesario, él por su parte se compromete a que una vez efectuados los respectivos andares fisiológicos abandonará mi mesa y se sumergirá en la lectura alrededor de cuatro horas, eso sí, en una mesa muy lejana. Sellamos el acuerdo con sonrisa emitida casi en el mismo instante.

     Chica de falda a cuadros, con toques de gris, ocre y marrón regala un saludo a la chica que atiende el bar, pide un Latte y se aleja de la barra para dejar libre el paso a tres personas que en ese momento se acercan, todo esto lo veo de reojo, dado que la pantalla de mi celular acapara mi visión central, la clave de red es la correcta y el sitio sigue fijo en el servidor, cuento aún con catorce minutos de tolerancia para dar inicio a la partida.

     Cargo la aplicación de red social y distribuyo pulgares arriba a fotos de ex compañeros de la empresa y familiares. En ese momento, mi monótono ritual de foto-vista-pulgar es interrumpido, la dama del Latte se queda pasmada al ver el ejemplar literario que en esos momentos “leo”, empieza un frenesí verbal en el cual me comparte vida y obra del autor, habla de sus textos inéditos, entrevistas y artículos de revistas literarias que sobre él siguen escribiendo, tanto autores de avanzada edad como iniciados de pocos años en su haber vital.

     Lamenta haber viajado en taxi ese día, más deplorable considera haber pedido al chofer que espere en la acera, debido a que va corta de tiempo a una cita laboral muy importante. De manera casi imperceptible saca el bolígrafo y anota su nombre al interior del libro, disculpándose por la profanación y prometiendo compensarlo con un muy deseado próximo encuentro en condiciones distintas. La veo alejarse y es hasta ese momento que me doy cuenta de que me encantó toda. El embelesamiento sería nada si intento describir lo que en ese momento sentí.

     Escucho pasos, el hombre ha terminado la micción, me doy cuenta porque su estampa desciende lentamente la escalera. Con dificultad baja uno a uno los peldaños. Luego, parado sobre el descanso decide tomar un respiro que le brinde la energía necesaria para completar su tarea, dirigirse a la barra y endulzar con sustituto su vaso de Té Verde. Acto seguido la empleada le comunicará que su bebida está pagada, el hombre se volteará a la mesa y no encontrará a quien tuvo para con él la atención descrita; en la mesa no hay nadie ya, salvo un ejemplar de Bolaño, mutilado en la página 793.

_________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

ORFIL AGUILAR

Nació en Tepic, Nayarit, México (1988). Poeta, articulista y narrador de ficción. Es psicólogo de profesión, con una Maestría en Desarrollo Humano y Acompañamiento de Grupos. Ha publicado poesía, artículos de opinión, artículos científicos y desde hace poco más de un año, cultiva la narrativa en su blog “Letras en martes”.

_________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________