BAQUIANA – Año XVIII / Nº 101 – 102 / Enero – Junio 2017 (Poesía III)

FOTO SECCIÓN POETICA

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MANUEL GAYOL MECÍAS

Nació en Las Tunas, Cuba (1945). Poeta, narrador, ensayista y periodista cubano. Ganó el Premio Nacional de Cuento de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) en 1992. Fue investigador en el Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas. En el año 2004, con su relato “El otro sueño de Sísifo”, obtuvo el Premio Internacional de Cuento Enrique Labrador Ruiz del Círculo de Cultura Panamericano de Nueva York. Fue miembro del consejo de redacción de la revista Vivarium y miembro del Centro Arquidiocesano de Estudios de La Habana, ambos en Cuba. Trabajó como editor por más de 17 años en el periódico La Opinión, de Los Ángeles, California. Miembro fundador del Club del Pensamiento Crítico de California. Ha publicado, entre otros libros, Retablo de la fábula (poesía), Valoración Múltiple sobre Andrés Bello (compilación crítica), Retorno de la duda (poesía), El jaguar es un sueño de ámbar (cuentos), La noche del Gran Godo (cuentos), Ojos de Godo rojo (novela), Viaje inverso hacia el reino de Imago (ensayos), Marja y el ojo del Hacedor (novela), Coincidencias de un editor (o el exorcismo de Joel Merlín) (novela), Los artificios del fuego (prosa y relatos), La penumbra de Dios (ensayos) y Las vibraciones de la Luz (ensayos de ficción). Dirige la revista digital Palabra Abierta y su editorial homónima.

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EL CONDENADO FELIZ

 

Soy un condenado feliz, en la apariencia inerte del

foso, pero feliz, como un rompiente de mí mismo

sonrío para mis adentros.

 

Quizás pienso en el sacrilegio de mi silencio o en

la estatua que brilla en la noche y se opaca con el

sol. No hay astros sino agujeros en el cielo como

los poros blancos de una negra malla que me cubre.

 

Estoy en el centro de la clave, ahora, lanzado al

vacío, pero feliz. Sí, sonrío como una piedra

antigua, aunque aún la muralla está cegada por las

terribles lágrimas de los escribas, que lloran de

miedo por su suerte.

 

Esa es mi agonía: perdonar mi condena para amarlos.

 

 

 

MI MEMORIA

 

Tengo el apetito eterno de vivir

pero me han condenado…

Lentamente

me exigen el olvido.

 

 

 

LAS BESTIAS Y LAS HIERBAS

 

Siempre Rimbaud aparece

por algún resquicio. No hay suerte

de heredar lo puro. Eso de que

“los galos fueron los desolladores de bestias

los quemadores de hierbas más ineptos de su tiempo”.

Y ahora sólo nos quedan

las bestias y las hierbas.

Entonces…

¿quiénes son los galos?,

me pregunto.

 

 

 

EL PESO MUSTIO

 

Ah, la justicia… ¿Cómo queda la justicia entre

los sueños?… La ley se pierde en la lejanía, y

es una balanza que casi siempre está inclinada

hacia el espacio que no perdona. Me llevan al

extremo más ligero y mi peso es ínfimo… Al menos

si escucharan mis palabras; pero sigo inédito y

el otro tiembla. El silencio pesa como toneladas

de algodón. En mis sueños no hay países más leves

que mi mente, y floto lento

sobre el peso mustio de mi isla.

 

 

 

EL SUEÑO DE DIOS

 

Sueños del tiempo son también los otros

J. L. Borges: “A quien está leyéndome”

 

Las estrellas son como agujeros

divinos agujeros

por donde entra tenuemente

la grandiosa claridad de Dios.

Aquí abajo

cubiertos por la bóveda

estamos aterrados

empequeñecidos por la incertidumbre

… Ah, pero alguien dice:

Somos el sueño de Dios…

Y yo le creo.

 

 

 

EL DIOS EN QUIEN YO CREO

 

Hay un dios en quien yo creo

que vive en mis ancestros

y en el tiempo hacia adelante

que viene límpido

sereno

seguro de sí mismo

me toca en el hombro

y sonríe.

Y yo mudo, consternado…

Luego le pregunto:

¿Eres tú, Señor?…

¿Eres tú, quien me sonríe?…

Dios, entonces, detiene el tiempo

en su presente

se viste con mi cuerpo

se calza con mis pies

y se va conmigo meditando

entre las calles.

 

 

 

A CUESTAS CON LA VOZ 

 

Somos el otro, dijo Octavio

y estamos en medio del susto.

 

Camino sediento

y bebo de los ojos

y mi sed no tiene límites.

 

Ando a cuestas con la voz del otro

cargando el peso intenso de mi isla.

 

 

 

LA LLUVIA ES EL SUDOR DEL MIEDO

 

¿Por qué el sueño anuncia que mi pesadilla está en camino?

La lluvia cae sobre el vacío, que es mi cuerpo en reposo

absurdo estado de paciencia, sin aire en derredor. La noche

es un hueco de silencio, caído el cuerpo haciendo órbitas.

Temo prostituirme en la quietud. Nada raro tiene este sentido

en el que me miro dentro y solo veo el negro laberinto de

otra noche… Soy un aparato de cuatro aspas giradoras, y

mi centro se retuerce sobre la inercia de un punto… El sueño

anuncia que mi pesadilla está llegando. Estoy en la víspera

del pavor. Ahora sé que la lluvia es el sudor del miedo. Tengo

miedo… mucho miedo a la pesadilla que vive detrás de mis ojos

… Despierto, y me encuentro solo… Cierro y abro los párpados

y me veo en la Plaza, entre miles de seres que no se miran…

Ahí están ellos, como yo, y yo me siento solo en la ciudad.