BAQUIANA – Año XVI / Nº 95 – 96 / Mayo – Agosto 2015 (Ensayo I)

LO REAL MARAVILLOSO EN JUYUNGO (1943),

NOVELA AFRO-ECUATORIANA DE ADALBERTO ORTIZ

por

Niza Fabre, Ph. D.


     Para acercarnos a  lo real maravilloso en Juyungo no podemos dejar de mencionar a Alejo Carpentier y a Gabriel García Márquez. Los estudiosos consideran que fue Carpentier quien sentó las bases de lo real maravilloso, en una de sus novela, El reino de este mundo, publicada en 1949, entre otras.

     Partiendo de Carpentier, hacemos un paréntesis en el realismo mágico que tuvo su apogeo en los años 60s y 70s.  En 1967 se publica Cien años de soledad de García Márquez. Saturada de realismo mágico, en esta novela las cosas ordinarias se transforman en extraordinarias. Es así el asombro de la gente  frente al hielo y al imán, la historia hiperbólica de la mujer araña, las mariposas que revolotean alrededor de Mauricio Babilonia, la constante aparición de Prudencio Aguilar que vuelve al mundo de los vivos en busca de compañía, lo fatal de Remedios la bella, etc., nos transportan a un mundo irreal moldeado por el autor.

     Se sabe que la terminología “realismo mágico” fue acuñada en 1925 por el alemán Franz Roh, crítico de pintura post-expresionista. Lo definió así: “…when we really look at everyday objects they can appear strange and fantastic.”[1] (“Cuando miramos fijamente  los objetos cotidianos, éstos pueden tomar una apariencia extraña y fantástica”).  Aunque el término se usó originalmente para explicar la pintura, después paso a la literatura con otro cariz, los sucesos e imágenes en Cien años de soledad.

     Generalmente se intercambia la terminología “realismo mágico” con “lo real maravilloso” y viceversa.  Sin embargo,  hay una diferencia entre estas dos expresiones. El realismo mágico es creado, es decir, el autor trabaja para hacer de las cosas cotidianas algo extraordinario. En cambio  lo real maravilloso es espontáneo, no hay que crearlo, está allí. Refiriéndose a “lo real maravilloso”,  Alejo Carpentier dijo: “En América Latina, lo maravilloso se encuentra en vuelta de cada esquina, en el desorden, en lo pintoresco de nuestras ciudades, en los rótulos callejeros o en nuestra vegetación o en nuestra naturaleza y, por decirlo todo, también en nuestra historia”.[2]

     En Juyungo [3] lo real maravilloso de la selva esmeraldeña es espontáneo por medio de un vocabulario preciso y el uso de imágenes expresionistas e impresionistas de  extraordinario  matiz el autor presenta  retratos impactantes.

      “. . . el carretero como ‘tajo sangrante’ se extiende a la distancia. . . Los manglares zancudos se abrazaban por sus ramas, formando una bóveda cargada de silencio”, p. 23.  “El toldo [de]  estrellas entre las copas susurrantes e imprecisas de los árboles,” pp. 93- 94. “Las chicharras, los sapos y los grillos sedientos, pedían agua al vaso nocturnal”, p.111.

     Así penetramos en la selva esmeraldeña poblada de seres extraordinarios.  La fauna, la flora, la montaña, los ríos, los difuntos y los seres mitológicos conforman el ambiente que comparte el hombre con el vengativo bejuco “Ya Te Vi” y “La Madre del Agua” que surge cada cincuenta años de las aguas profundas, el “camaleón” de colores maravillosos “como una joya viviente”,  el  manzanillo, árbol venenoso  “hace dormí pa siempre” al que se cobija bajo su sombra, pp. 193-194.

     Cada capítulo se inicia con el subtítulo: “Ojo y oído de la selva”,  imagen personificada de la jungla. La selva es un ser vivo en cuyo  corazón vive la  familia Lastre: Gumersindo y Ascensión Lastre, padre, hijo y la mujer del primero. Con ellos saboreamos la comida del campesino pobre que consiste en animales exóticos: “El ratón de monte, que llaman lao, cuando no era lao era culebra, cuarta menos de cabeza y rabo. Cuando no era culebra, era sapo bamburé,[4] cuando no era sapo era iguana,” p. 10. La tatabra, animal asombroso,  “mitad cerdo, mitad ciervo”, también es de carne apreciada.

     En esta naturaleza prodigiosa las rocas tienen vida. La piedra imán necesita alimento para su subsistencia. Sus rayos magnéticos  influyen en el destino del hombre.[5]

     Mientras su  mujer le lavaba en el río las llagas purulentas de la enfermedad del pián[6], Don Gumersindo Lastre se acordaba que antes lavó oro para los ingleses de Playa Rica: batiendo, batiendo las arenas en una batea plana y delgada hasta recoger en el hoyito central un poquitín de polvo amarillo, mezclado con la arenilla que sirve para alimentar los piedra imanes, dadores de buena suerte, p. 9.

     Las plantas con poder misterioso resuelven los problemas de amor no   correspondido:

Cristobalina….preparó un filtro …… de gran eficacia, Ya en su voluntad había tomado arraigo el proyecto de casar a Críspulo con Eva. Se internó más allá de la ceja del monte, en tierra firme. Trajo una plantita menuda . . . después, arrancando las hojuelas, las introdujo en un frasquito con agua de colonia. Al cabo de unos días el  perfume fue adquiriendo un olor raro, almizcloso, chocante. Las pepitas echaron raicillas de sus nervaduras y siguieron creciendo en alcohol.. Para que haga efecto, tenía que aplicárselo a un pañuelo de ella o acercarle el perfume a la nariz. pp. 179- 180.

     Los bejucos transmiten oníricamente los secretos que guarda la tierra: “el bejuco pieldé, se machaca y se bebe con agua. Después uno se duerme y en el sueño se ven todos los lugares donde hay entierros”, [7] p.221

     Los difuntos, no mueren, sino que siguen pendientes del diario acontecer y vuelven a su placer, para bien o para mal: “El alma de don Pantaleón Mina regresa cada año a montar el caballo que le causó la muerte de una patada en la barriga”, p. 172.

Después de la muerte de Manuel Remberto, Emérido Quiñónez no se dormía. Tendido de lado, desde su tarima miraba el titilar borroso de la llama sobre el costado del cajón que reposaba junto a una estera desflecada. Aquella noche había tenido miedo de quedarse a oscuras y no había soplado el mechero. Podría venir el difunto . . . .”, p. 141.

     En otra ocasión, “Emérido estaba robando tagua, el fantasma de su padre salió de súbito…. Terrible, con los ojos desorbitados, más blancos aún por la negrura de la piel. Venía a castigarlo. Sí, no cabía duda. Traía una vena de toro en la diestra”, p. 147.

     Reflejos centelleantes deambulan por los caminos de la jungla. Los que han dejado dinero enterrado, vuelven en forma de llamas para llamar la atención: “Un gran silencio cobijaba todo. En un cerro distante, al otro lado, una rara luz ardía ….. como suspendida. Esa luz no es natural, claro que no es natural observó don Clemente: “Esa es la huaca del viejo Marcelino  que arde cuando se le antoja. Hasta ahora el pobre no encuentra un valiente que se la saque para salvar su alma del purgatorio”, pp. 219- 220.

     En la atmósfera sorprendente de la selva, los seres humanos adquieren una aura de misterio, como es el caso del señor Valdez, político influyente a quien la gente humilde del pueblo lo llamaba el señor del terno amarillo… encerraba un misterio… poseía una casa enorme, sin pintar, herméticamente cerrada por toda la vida. Según decires, en ella había muchas distracciones para un hombre solo; mesa de billar, biblioteca, piano que nunca se oyó tocar, varios monos y muchos gatos. Estos últimos dieron motivo a la leyenda popular de que aquel señor tenía “familiar” con el diablo, “familiar con ‘mandinga”, pp..148-149.

     En lo inusitado de la selva esmeraldeña los animales grandes o pequeños, todos, poseen idiosincrasia propia:

Un camaleón se plantó desafiante y empezó a cambiar de colores, en tan extraordinario juego cromático, que Lastre estuvo tentado de aprisionarlo cual si se tratara de una joya viviente…. -¡No te acerqués! Le gritó Azulejo- Si te pica y vos no alcanzás a tomar agua primero que él, morís de contado, p.193.

     Lastre advierte: “Pa andá en el monte hay que sabé muchos secretos. Uno tiene que aprendé desde la puesta del pié, hasta conocé el árbol venenoso del manzanillo que hace dormí pa siempre al que se queda debajo”, p. 195. “La planta trepadora de tallo rojo ‘bejuco yateví’, se enrosca como culebra; hay que llamarlo por su nombre, para que no lastime al que  tropieza con él. De lo contrario, “quema como candela”.  Sí lo he oído mentá. dijo Azulejo: “Yo ví una vez un cauchero con la mano quemada por este bejuco…. Tócalo a ver si te quema……. No me hace nada, ahora. No ves que le avisé que ya lo había visto”, p. 193.

     Un aspecto de lo asombroso de la selva estriba no solo en la peculiaridad del ambiente si no también en la sabiduría empírica del nativo conocedor de los secretos del monte: “La cura contra el veneno de la [culebra] rabo de hueso se encuentra en el centro de la tierra”,  “Mojarse después de la mordida de una culebra puede dar pasmo”, “Al buen curandero nunca le pica la víbora, lo mismo que a la mujer preñada”, p.210.  “A los niños que comen mucho dulce se los come  el lagarto porque el lagarto también es dulcero”, “Al que es flojo, el tigre lo conoce por la pisada. El tigre pone “su mano” sobre la  huella y si le tiembla es porque el tal cristiano tiene miedo. Entonces lo sigue y lo sestea”, p.196. Duendes, aparecidos y figuras míticas forman parte de la vida cotidiana:

De la nada surgió frente a Ascensión Lastre un negro de su misma talla, muy elegante, montado en un caballo de blancura comparable a la de sus dientes. Se acercó y le dijo… gangueando, como ganguean las ánimas: ‘Soy tu tío, el comandante Lastre. . .’  El fantasma de don Valerio Ventura Barberán vino también. . . Le habló al oído, como para que no oyera su tío. Las dos apariciones se pusieron de acuerdo y hablaron con voz huera: ‘Juyungo, vamos contigo’, p. 254.

     Los espíritus burlones atormentan a  los animales para fastidiar al hombre:

El caballo del trapiche relinchó. Su poderoso trote sonó por el potrerito ya lodoso. Iba y venía de arriba abajo, nervioso, hasta fatigarse, como presa de un mal invisible o de algún duende cabezudo con sombrero de anchas alas, que se empeñaba en agitarlo, para luego divertirse contemplando sus ijares palpitantes, p. 172.

     La gualgura aparece en figura de un animal hambriento, “…. piaba lo mismo que un pollo recién reventado . . .se convierte en mondongo de cristiano y se pone a dar brincos en los caminos reales . . . con su piar, engaña a la gallinas cluecas, luego se mete bajo sus alas, se come los huevos, los pollitos, la misma carne de la empolladora que no la siente….”, p. 15

     La Tunda, figura mítica, deambula en la selva esmeraldeña. Tiene la particularidad de adquirir forma  animal o humana de acuerdo a la circunstancia. A veces aparece como polla blanca y de pronto toma figura de mujer con  una pata de molinillo.

     Completa lo real maravilloso de la montaña el recuerdo impresionante de La Madre del Agua: “Era una descomunal serpiente de siete cabezas, de pura vieja tenía la piel cubierta de conchas verdes y cerdas duras y largas como agujas de ensartar tabaco. Hacía su salida cada cincuenta años. Hinchaba los ríos y se sumergía bajo de ellos y así llegaba al Gran Océano donde se juntaba con sus amantes”, p. 184. “Gallinazos enlutados, miméticas iguanas con su capa de cardenillo, culebras de inverosímiles colores . . . componían el alegórico cortejo de la madre del agua”, p. 185.

     Por medio de sus personajes, Adalberto Ortiz, confirma la maravilla de la región. Refiriéndose a la creciente, Antonio dijo:  es una cosa maravillosa, es un espectáculo maravilloso”, p. 186. Y,  dirigiendo la mirada hacia el campo el ingeniero don Martín dice: “estas maravillas tropicales”, p. 102

     En esta tierra encantada, se pierde la línea divisoria, fantasía – realidad. “Entre la maleza había mil sombras que hacían señas, hojas blancas como ánimas, ruidos misteriosos”, p. 81 donde  los ríos  corren contra corriente:

“  . . . venía yo, camina y andar, cuando llegué a un río fangoso que no corría para abajo sino para arriba . . . cuando en eso surgen del suelo pelado, un montón de casitas y árboles cargados de frutas…. Al punto, como cosas de hadas, surge un . . . enorme lagarto . .. abriendo las tapas adornadas con tres carreras de dientes,  habla …. [y] torna a su figura de gente”, p. 22.

     Dichos y refranes intuyen la ley de la selva: “El que es macho no debe morir en colchón”, p. 69. “Hijo de tigre sale pintao, hijo de culebra, se arrastra”, p. 182.

     El lenguaje regional recogido en esta novela nos introduce a expresiones esmeraldeñas[8], propias del exotismo del lugar: Aguacorta, agualarga, andariele son instrumentos musicales. Bala, es el plátano, cocido y molido en piedra. Balambá, bambolla, es una persona que no posee la fuerza física que representa. Bamburé, es un sapo de montana, de enorme tamaño y  es parte de la alimentación del campesino. Bayona es timón de balsas. Batatilla quiere decir enredadera; Bimba, es el camote o ñame. Caramba, y caderona son nombres de piezas musicales de marimba. Chigualo se refiere al velorio o velatorio de un niño. Figueroa, cierto tipo de madera de la montaña. Chimbo es embrujo. Faite, significa futre, elegante, presuntuoso. Janeiro, es un tipo de yerba para ganado. Juyungo, voz cayapa significa mono. Lambuso, quiere decir hambriento. Malaire, es una enfermedad infantil, atribuida a la influencia de los muertos. Peinilla se le llama a una clase de machete angosto y recto. Sestear, vigilar, espiar.

     El vocabulario regional, las imágenes impactantes, el conglomerado del campo con sus criaturas y su naturaleza viva hacen de esta obra un compendio  de lo maravilloso de la selva de Esmeraldas, la provincia negra de Ecuador.

 

Notas

[1] Franz Roh, “Magic Realism: Post-Expressionism, Magical Realism: Theory, History, Community. Contributors: Lois Parkinson Zamora – Editor, Wendy B. Faris – Editor. Publisher: Duke University Press. Place of Publication: Durham, NC. Publication Year: 1995. Page Number: 15.

[2] En una entrevista realizada en los estudios de la BBC en noviembre de 1976, Carpentier explicó en qué consistía lo que él denominaba “lo real maravilloso” y explicó la diferencia entre “realismo mágico” y “lo real maravilloso”.  “La palabra realismo mágico fue traída a nuestro idioma por la publicación, si no me equivoco, por las ediciones de la Revista de Occidente hacia el año 1926, de un libro de un crítico alemán llamado Franz Roh, titulado “El realismo mágico”, donde analizaba la producción de los pintores expresionistas alemanes”. BBC Mundo.Com

[3] Adalberto Ortiz, Juyngo, Historia de un negro, una isla y otros negros: Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1957. Todas  las citas referentes a esta novela vienen de esta edición. De aquí en adelante la página en el texto.

[4] Sapo muy grande de piel lisa. “Americanismo y barbarismo: Entretenimientos Lexicográficos y filológicos.”

http://archive.org/stream/americanismoybar00santuoft/americanismoybar00sa ntuoft_djvu.txt

[5] La piedra Imán; , Es una piedra oscura con el poder de magnetismo. Tiene su historia y por medio de su magnetismo natural tiene la habilidad de atraer la buena suerte.  La piedra imán es negra, dura y dicen algunas leyendas que baja con el rayo . . .  pero no se debe confundir con la popular piedra de rayo.

Ruben Ricart. Temasespirituales.com/ conoce-la-piedra-iman-y-sus-secreto-para-la-buena-suerte/

[6] El pian es una infección causada por la bacteria en forma de espiral Treponema pallidum , estrechamente relacionada con la bacteria que causa la sífilis, pero esta enfermedad no se transmite sexualmente. El pian afecta principalmente a niños en áreas rurales, templadas y tropicales como África, las islas del Pacífico occidental y el este de Asia. Se trasmite por contacto directo con lesiones cutáneas de personas infectadas. Pian: MedlinePlus enciclopedia médica – National Library of Medicine. www.nlm.nih.gov/medli neplus/ spanish/ency/article/001341.htm

[7] “Entierros”, se refiere a tesoros enterrados.

[8] El significado de las expresiones recogidas en este trabajo es propio del lugar. Algunas de estas palabras también forman parte del vocabulario de otros países generalmente con otra acepción.

 

Bibliografía

Allan García, Edgar. Diccionario de Esmeraldeñismos. Quito, Ecuador: Editorial El Conejo, 2006.

“Americanismo y barbarismo: Entretenimientos Lexicográficos y filológicos.”

http://archive.org/stream/americanismoybar00santuoft/americanismoybar00santuoft_djvu.txt

Handelsman, Michael.  Culture and Customs of Ecuador. Westport, Connecticut: Greenwood Press, 2000.

Menton, Seymour. Historia verdadera del realismo mágico. México: Fondo de Cultura Económica, 1998.

Ricart, Ruben. Temasespirituales.com /conoce-la-piedra-iman-y-sus-secreto-para-la-buena-suerte/

Roh, Franz “El realismo mágico, ” BBC Mundo.Com

Sparrow, Constance Roe. “La Tunda, Child of the Devil and Other Traditional Afro-Ecuadorian Stories” in Wild River Review, 2009.

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NIZA FABRE

Nació en Guayaquil, Ecuador. Profesora, conferencista y escritora. Hizo sus estudios universitarios en la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY). Es profesora de lengua y literatura española e hispanoamericana en Ramapo College de Nueva Jersey. Es miembro del Consejo de Redacción de la Revista Literaria Baquiana. Es la autora del libro: Americanismos, indigenismos, neologismos y creación léxica en la obra de Jorge Icaza (Quito: Editorial Abrapalabra, 1993). Ha publicado numerosos artículos sobre literatura española e hispanoamericana en diversas revistas especializadas. Desde 1994 es editora de The Cultural Journal, Ramapo College Literary Magazine. Ha participado en congresos literarios en Brasil, Ecuador, España, México y Estados Unidos.  

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