BAQUIANA – Año XVI / Nº 95 – 96 / Mayo – Agosto 2015 (Cuento III)

SECUENCIA ROTA

por

Manuel Garrido Palacios 

 


I

     Todo es único, madre, nosotros, el árbol y el coche de línea que esperamos. Nada más hay en este trasmundo que da a la nada si no es la arena que salta a la moquera y la reseca, al gaznate y lo raspa; pero aquí estamos en amor y compañía bajo el árbol que nos ensombra, que tardará en ser muñón que lama el viento y devore el tábano. El coche de línea frenará ante este árbol que plantó padre al saber que el coche de línea pasaría; abrió el hoyo a manotazos, clavó el cepellón y le trajo de beber en cántaros. Lo llamó Árbol del Futuro, nombre bonito para estos pagos, si ayer desnudos, hoy sin almas ni manto, donde hasta la soledad está sola. Mientras nos quede aliento esperaremos bajo su sombra el paso del coche de línea. Lo prometí a padre con los labios pegados a su frente helada cuando lo enterramos hecho cosa, no persona, y se me hizo ley dentro. Del coche de línea dijo:

—El destino nos echa un cabo.

     Era agosto; había apañado almendras de rebusca y las trajo a hombros para que el coche de línea las llevara ¿dónde? Pero el coche de línea no pasó esa semana y cuando el coche de línea vino a los siete días, el chofer del coche de línea le negó el porte. Padre no pudo explicar al chofer del coche de línea cuántos días y cuántas noches son siete días y siete noches de espera, y gastó su silencio en las leguas a cuestas con los sacos prietos. El coche de línea los hubiera llevado sabe Cristo; ¿cómo hacerlo si no era en el coche de línea? ¿Para qué, entonces, el coche de línea?

—¿El futuro a qué sabe? -le pregunté, por saberlo.

Él me dijo a voz rota, quebrada la creencia:

—Ese futuro no es nuestro; es atolondrar un ave para que no corra ni vuele ni pie.

     Arrímate al tronco, madre, que los ramajes alivian el recalmón. Los rayos tuestan la tierra, entrecuelan el fuego por las hojas, hieren la vista, infinitan la vida. El coche de línea no volverá hasta pasados siete días y hay que esperarlo hoy, como lo esperamos siempre y lo esperaremos. En aquellos siete días le conté a padre mi proyecto de descubrir América, una América plantada de árboles de esperanza, como el suyo, una América que a la historia se le había ido por alto. Hice un mapa en la arena y señalé:

—Aquí, nosotros; allá, América. Entre tanta agua, ¿no habrá un islón que sea la América ideal?

Él me dijo al rato:

—Tiene fundamento, pero no te lo van a entender.

     Yo no quería descubrir nada, sino achicar el tedio y compartirle un proyecto: ayudarlo a no fracasar en el suyo por tener un hijo incapaz de descubrir nada. ¿Ves lo que yo, madre? Es la ventolera del coche de línea. Flota en el vaho y ya mismito van a chirriar los frenos al pie del árbol que plantó padre, justo donde el chofer le negó el porte de almendras. Cuando pare, no subiremos; que se vaya sin nosotros un día más. Y no te inquieten los gritos del chofer; se obliga a frenar aquí si ve gente bajo el árbol; peor que su vómito de insultos fue el golpe de los sacos dando en tierra; peor la amargura de padre regando con sudor este yermo. Que pare el coche de línea aquí delante así se le azule la lengua al chofer por decir que ando loco y que hablo solo. Bastará con volvernos y desandar el camino para que padre, desde dónde esté, vea que el coche de línea rinde cuentas ante el árbol que él sembró. Cada siete días dejaremos intacto su sueño y cumplida mi promesa. Si padre pasó por la vida sin ruido, que la cólera del chofer del coche de línea se condene a ser prédica inútil en este desierto.

II

     La noche de la promesa los rayos mordían los cimientos de casa, el cielo era un relámpago, el aire un trueno. Iba padre del postigo al fuego a prender un cigarro con manos sin fe y las ascuas temblaban en sus lentes; al volver del fuego al postigo yo veía que no era del fuego al postigo, sino a un estar a la vez dentro y fuera en un sinsabor de miedo. Si entreabría la hoja nos cegaba el relámpago y el trueno retumbaba en los cristales como llamada urgente. De madrugada, un relámpago nuevo barrió de luz la ventana y padre pegó la espalda al muro. Quise compartirle el latido pero rehuyó mirarme. La luz quedó quieta y el trueno golpeó la puerta:

—¡Abre, que estamos chopas de la puta lluvia!

     Siete hombres de uniforme de trueno con siete bocas de trueno penetraron nuestra hondura para sacar a padre del revuelo de tu falda y de tu llanto, madre, como si la muerte pariera:

—Anda, vamos a dar un paseo en el coche de línea para que te diviertas.

     Eso le dijeron. Pero no era el coche de línea, sino el gris chaparro que olía a muerte. Por el vaho de la ventanilla nos vio abrazados en el umbral y quiso decirnos ¿qué?, al tiempo que le brillaron los ojos para nunca brillar más. Caíste sobre mí, madre, yo una astilla endeble bajo tu monte de pena, mientras de la negrura brotaban otras voces, otros relámpagos, otros truenos. Cuando la ronquera del motor se hizo linde y nos dejó a solas con la violencia del agua, el silencio y la rabia prendieron para siempre en este desierto. Si quito lo de América, poco hablamos padre y yo en el tiempo común que nos tocó en suerte. Igual dijimos nuestros nombres, qué frío hace, qué hay de cena, o nos sentamos a la par ¿cuántas veces? coincidiendo con saraos de bullanga y cacerola. Camiseta de enguate, botas de salitre, gorra y quitafríos, era puerto su mirada; puerto del desencanto. Y dulce; no aguda: dulce. Lo enterramos al alba sin boato ni historias: la manta por mortaja, las tablas del catre por féretro, sin tachuelas, con amarrijos de estopa, tú y yo, ni siquiera hermano, que dormía en su cuna y lo cree desde entonces llevando almendras por los mundos a los que va el coche de línea, trasto del futuro que acaba de parar al pie del árbol que nos cobija. Antes de la parada final destapé su cara, besé su frente y le hice la promesa bajito, como te hablo ahora.

III

     Apura el paso, madre, no caigas en este chinchal ya que hicimos de la espera nuestro porqué. De nada vale muerte sobre muerte. Serás mancha parda de un palmo de pampa, sobra derramada del olvido. Resiste a mi vera en este regreso a los principios. No apagues tus días en un fuego sin llama; antes que alguien dé contigo lo harán los buitres y nadie sabrá luego cómo eras. Venteo a cada tirón de cuerpo latir de aldea, frescor de patio con jazmines, ñames, chamusco de cocina, crujir de sillas de anea. Iré contigo hasta que dure, si no, llega tú sola y muere como muere la gente, en cama, llanto alrededor, cirios a los pies, beato en la mesilla, escapulario y raso en tu cuerpo; que manos tibias bajen tus párpados, no éstas mías que te sostienen, que raspan. Yo no he muerto nunca, pero vi a padre la noche de los truenos y no lo quiero para ti. Mira bien que tu cabeza caiga en almohada, tus manos en el pecho, tu boca en el embozo bordado y que cuelgue rosario del muro. Si te topan aquí hecha pitaco con moscas dirán que te lo hiciste a las malas y meterán el ojo en tu tristeza, que ha de morir contigo y no cebar carroñeros de alcoba. Achucha, no te coja el suspiro en este lejío al que ni tus restos valdrán de abono. En el primer diostesalve te procuraré gente y parihuela para que vayas tendida, que revuelo de sustos suertean condolencias y hacen que la muerte parezca más muerte aunque sea la misma. Al ir de últimas probarás ternuras de las que llenan el alma de lo que anhela. Doblará la campana siete veces y el bronce llevará lejos tu noticia, pero ahora dale, un pie y otro, a rastras, si es que te vino la horita mala. No caigas en este baldío al que padre quiso sellar con el Árbol del Futuro. ¡Qué muerta tan fea vas a ser bajo este calor verdugo con las uñas romas, la boca y la nariz colmadas de arena mientras el viento juega con tu ropa y tus ayes tontamente! En la aldea te darán leche tibia y puede que te froten las sienes con ajenjo, te anisen los labios, te mojen con menta y vinagre, te hablen de usted y te bajen los párpados hinchados con manzanilla. Favores postreros, madre, placeres de limosna que duran lo que la chispa contra el pedernal, pero sé buena contigo y tómalos, no te me consumas en este quemado ahora que cumplimos la promesa otra semana con el coche de línea. Si caes, el coche de línea pasará igual dentro de siete días, pero no rechinarán sus frenos porque el chofer vea gente bajo el árbol, sino porque los buitres en círculo le den la razón que espera desde tanto tiempo…

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MANUEL GARRIDO PALACIOS

Nació en Huelva, Andalucía (España). Escritor, periodista y realizador de Cine Etnográfico (NHK, Japón, WDR, Alemania y TVE, España. Es miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Ha publicado los libros: Alonso, palabra cantada (Fondo de Cultura Económica, México, 1992 y 2008); Aún existen pueblos (Salamanca, 1994 y 1999); De viva voz, El cancionero de Alonso, Viaje al país de las leyendas y Álora la bien cercada (Valladolid 1995/96/97/98); Un cuento contado en Doñana (Almonte, 2001); Voces de la Sierra (Fuenteheridos, 2001); Crónica del Rocío (Almonte, 2001); Dos historias de amor (Málaga, 2001); Sepancuantos (Aracena, 2003); Poemario de los juegos infantiles (Mallorca, 2002); Diccionario de palabras de andar por casa – Huelva y provincia (Mallorca, 2006), (Universidad de Huelva, 2008); Fabulario de las aves (Mallorca, 2010); El pámpano roto (Mallorca, 2010); El clan y otros cuentos (Mallorca 1998); Noche de perros (Sevilla y. Mallorca). Retablillo del aprendiz y el maestro (Galaroza, 2001); Cartaya (Barcelona, 2002); El abandonario (Mallorca, 2004);  L’Abandonnoir (Paris, 2007); El hacedor de lluvia (Mallorca, 2005); Le faiseur de pluie (Paris, 2010); Historias de un destiempo (Huelva, 2008); y Memoria de las tormentas (Mallorca, 2010). Algunas de sus series televisivas son: Raíces, Todos los cuentos, Los juegos, El bosque sagrado, La duna móvil, Primavera en Doñana y varias monografías. Ha sido Jurado en los Festivales de cine de Dublín, Galway y Huelva. Ha obtenido los premios: Golden Harp en Irlanda; Nacional de Radio y Televisión, Ondas, Maratón y Nacional de periodismo ‘Ciudad de Cádiz’ en España; y Borges de Narrativa en Los Ángeles, California, EE.UU. Ha publicado sus artículos en The Gendai (Tokio), Cuadernos del Norte (Oviedo), Revista de Folklore (Valladolid), El Folklore Andaluz (Sevilla), Abril (Luxemburgo), Diario 16 (Sevilla), Cuadernos Hispanoamericanos (Madrid), Temas (Madrid), Papel Literario (Málaga), Razón y Fe (Madrid), 20 de Mayo (Los Ángeles, EE.UU.), Planeta Humano (Barcelona) y Boletín de la ANLE (Nueva York, EE.UU.)

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