BAQUIANA – Año XVI / Nº 93 – 94 / Enero – Abril 2015 (Teatro)

EL TALANTE

 

por

 

José Moreno Arenas

 


PERSONAJES

POLICÍA

CIUDADANO

 

 

ACTO ÚNICO

 

Interior de una comisaría. Mobiliario de oficina propio de este organismo. Colgado de la pared, un reloj.

 

(Un POLICÍA, sentado ante un ordenador o una máquina de escribir, toma declaración a un CIUDADANO.)

 

POLICÍA.–¿…Y dice usted que eran las tres de la madrugada…?

CIUDADANO.–Sí, señor agente…

POLICÍA.–¿Por qué está tan seguro…?

CIUDADANO.–Me había quedado leyendo en el salón y no había hecho más que acostarme.

POLICÍA.–Muy bien… En fin; cuénteme su versión de lo sucedido con el mayor detalle posible…

CIUDADANO.–Aún no había cogido el primer sueño cuando oí unos extraños ruidos.

POLICÍA.–¿Extraños ruidos…?

CIUDADANO.–Así es.

 

(Con naturalidad:)

 

En principio, no le di importancia.

POLICÍA.–¿Qué quiere decir…?

CIUDADANO.–Estamos en pleno campo y los animales rondan la vivienda. Es habitual oírlos a cualquier hora del día y también de la noche.

POLICÍA.–Describa esos ruidos.

 

(El CIUDADANO está hecho un mar de dudas.)

 

CIUDADANO.–En este momento no sabría…

POLICÍA.–Veamos si he entendido bien…

 

(No sin cierto aliño de chulería:)

 

¿Está tratando de decirme que escuchó unos extraños ruidos… pero que no sabe cómo eran esos ruidos…?

CIUDADANO.–Verá, señor policía…

 

(El POLICÍA es todo oídos:)

 

Eran casi las tres y cuarto de la madrugada…

POLICÍA.–¿No habíamos quedado en que las manecillas del reloj marcaban las tres…?

CIUDADANO.–Bueno… Sí…

POLICÍA.–¿Bueno…? ¿Sí…?

 

(Enfadado:)

 

¡Bueno…! ¡No…! ¿Qué hora era exactamente…?

CIUDADANO.–Entre las tres y las tres y media…

POLICÍA.–¿Cómo…? ¿Se está mofando usted de las excelentes oportunidades que nos brinda este maravilloso estado de derecho que tenemos la suerte de disfrutar…?

 

(El CIUDADANO no sabe si reír o llorar.)

 

¡Un poco de seriedad, caballero…! ¡…Y, sobre todo, respeto! ¡Mucho respeto!

 

(Haciendo hincapié:)

 

Tome como ejemplo el inequívoco talante del que hacen gala nuestros gobernantes y legisladores a la hora de distinguir entre víctimas y verdugos…

 

(Muy teatral, señalando a uno y otro lados:)

 

Aquí, las víctimas; aquí, los verdugos…

 

(Que no se aclara:)

 

¿…O era al revés…?

 

(El POLICÍA, hecho un lío, pasa página. El CIUDADANO siente un insoportable picor en la cabeza y se rasca.)

 

CIUDADANO.–¿Está bien a las tres y cuarto…?

POLICÍA.–¡Esto es inaudito…! ¿Acaso pretende que le haga yo la declaración…?

 

(Con el enfado al alza:)

 

¡…Y ya, puestos, también querrá que la firme! ¡Hasta ahí podíamos llegar…!

 

(El CIUDADANO, sorprendido, no sabe a qué carta quedarse.)

 

CIUDADANO.–Bien; pues ponga usted que eran las tres y cuarto…

POLICÍA.–Pero… ¡bueno! ¿Qué es eso de “ponga, ponga, ponga”…? ¿Eran o no eran las tres y cuarto…?

CIUDADANO.–¡Hombre…! ¿Qué quiere que le diga…?

 

(Con la inseguridad por bandera:)

 

Minutos arriba, minutos abajo… Supongo que sí; serían las tres y cuarto…

POLICÍA.–¡Ya está bien!

 

(Ridiculizándolo:)

 

“¡Supongo…! ¡Supongo…!”.

 

(Muy enfadado, da un golpe sobre la mesa y se pone en pie.)

 

¿Cree que las cinco de la mañana es la hora más adecuada para ponerme de mala leche en mi propia comisaría…?

 

(El CIUDADANO señala al reloj.)

 

CIUDADANO.–Son las cinco y diez…

POLICÍA.–¡Hombre…! ¡Un gracioso…!

 

(A voces, zanjando la cuestión:)

 

¡Las cinco de la mañana!

 

(…Y se sienta.)

 

Bien; primero, aclárese. Después, continúe.

CIUDADANO.–Alrededor de las tres de la madrugada…

 

(El POLICÍA se reprime como puede.)

 

POLICÍA.–En vista de que las diferencias parecen insalvables en lo relativo a la cuestión horaria, sugiero que aparquemos de momento este asunto y nos centremos en los ruidos… ¿De acuerdo…?

CIUDADANO.–Usted manda…

POLICÍA.–Bien… Los ruidos…

CIUDADANO.–¡Hombre…! En el silencio de la noche… Ruidos… ¿Qué podría contarle…? Quizá se tratara de un ruido…

POLICÍA.–Pues sí que vamos avanzando… Ahora me sale usted con un “quizá”…

 

(Con la paciencia agotada:)

 

…Y además observo que es usted muy peliculero: “En el silencio de la noche”…

CIUDADANO.–Calor…

POLICÍA.–¿En pleno invierno…? ¿Quiere usted marearme…?

 

(El CIUDADANO no puede contener una sonrisa; aunque leve, no pasa inadvertida para el POLICÍA, que la encaja mal. No obstante, se esfuerza por reprimirse y –eso sí: con contundencia– añade:)

 

¡Dijo silencio, no calor…!

CIUDADANO.–El nombre de la película…

POLICÍA.–¡Ah…! ¡Ahora resulta que el buen señor es un listillo…! ¡Vamos, que va por ahí dando lecciones a todo el mundo…!

CIUDADANO.–Quizá si me dejara declarar sin tanta pregunta o se limitara a anotar lo que le digo, acabaríamos antes…

POLICÍA.–¡Hombre…! ¡Progresamos adecuadamente…! ¡El señor sabelotodo quiere responder a sus propias preguntas…!

 

(Que se lo toma a broma:)

 

¡…Y –no satisfecho con ello– además pretende decirme lo que tengo que hacer en mi propio trabajo…!

 

(Dándose una palmada en la frente:)

 

¡Esto es el colmo…!

CIUDADANO.–Yo sólo pretendo…

 

(El POLICÍA impide que se exprese y, seco y severo, pronuncia:)

 

POLICÍA.–¡Ruidos!

 

(El CIUDADANO, que no quiere problemas, dice de inmediato:)

 

CIUDADANO.–Ruidos… que me hicieron sospechar que algún ladrón…

POLICÍA.–¿Algún ladrón…?

 

(El CIUDADANO asiente con la cabeza.)

 

¿Por qué llegó a pensar que se trataba de un ladrón…? ¿Sospechaba usted de la condición de ladrón incluso antes de verlo…? Es más: ¿en qué se basa usted para juzgar su condición de ladrón una vez que lo tuvo ante sus ojos…? ¿Es que juzga usted a los demás por su facha…?

CIUDADANO.–¡Hombre…! ¿Qué quiere que le diga…?

 

(Pausa. El POLICÍA, impaciente, espera una respuesta.)

 

Es posible que algún gobernante y no pocos legisladores de este país posean un talante especial que les permita mantener una animada conversación con un individuo al que encontraran a las tres de la madrugada en el salón de su casa. Sobre todo, si el tipo en cuestión lleva el rostro cubierto con un pasamontañas y esgrime una escopeta de cañones recortados.

 

(El POLICÍA le pone mala cara.)

 

Comprendo que, ante tal situación, lo más normal sea poner música relajante e invitarlo a bailar; y, por supuesto, entre una canción romántica de Nat King Cole y otra no menos acaramelada de Matt Monro, ofrecerle una copa del mejor coñac o un vaso de whisky de esa botella que se guarda para una ocasión excepcional.

 

(Derrotado:)

 

Lo siento en el alma. Sé que no tengo arreglo. Cuando fui concebido, algún ángel debió distraerse y me dejó sin talante. De verdad que lo siento, pero es que yo veo a un tipo a altas horas de la madrugada en el pasillo de mi casa y me pongo a pensar cosas raras: ¿Querrá robarme el dinero de la hipoteca…? ¿Querrá llevarse la alianza y las cuatro cosillas de bisutería barata que guarda mi mujer…? ¿Querrá violar a mi esposa o a alguna de mis hijas…? ¿Querrá matarnos a todos…?

 

(Con tristeza:)

 

Lo siento de veras, pero es que yo soy muy mal pensado. …Y eso que mi padre me lo repitió hasta la saciedad: “Mira, hijo, en la vida hay que ser buen anfitrión”. ¡Qué razón tenía…!

 

(El POLICÍA, de reojo, querría confundirlo.)

 

Confieso que en mi vida no reina ese talante que inspira a ciertos políticos para crear leyes de difícil cumplimiento para el ciudadano honrado y que desea vivir en un estado de derecho. Carezco de la habilidad necesaria para saber aprovechar esas relaciones que se me presentan en mi propia casa, como caídas del cielo, de madrugada y sin previo aviso. Ya sé que dejo mucho que desear dejando escapar esas oportunidades, pero prefiero salir a la calle y escoger a mis amistades para tomar una copa en un garito de mala muerte. ¡Ay, con las horas que se pierden en el cuarto de baño y escogiendo la ropa…! ¿¡Qué le voy a hacer, si yo soy muy exigente cuando se trata de elegir a una pareja para salir a la pista de baile…!?

 

(Preocupado:)

 

No sé por qué, pero me estoy temiendo que la brújula que marca la lógica y el sentido común respecto a quién es la víctima y quién el verdugo, me esté jugando una mala pasada.

POLICÍA.–En efecto… Su concepto de víctima y verdugo va en dirección contraria al de los gobernantes y legisladores.

CIUDADANO.–…Y como no relajé el ambiente con la música apropiada y además violé las sagradas normas de la cortesía al no ofrecer la bebida que requería la ocasión, mi cabeza se nubló y le hice una llave al inesperado visitante que dio con sus huesos en el suelo. Después lo retuve hasta que llegó la policía.

POLICÍA.–Pues se le va a caer el pelo por ser tan ecléctico a la hora de escoger a los compañeros de juerga.

 

(El CIUDADANO se teme lo peor.)

 

El ladrón –como usted lo llama– ha presentado dos denuncias contra usted.

 

(El CIUDADANO no sale de su asombro.)

 

Una, por las lesiones causadas en la boca al caer al suelo, como consecuencia de la espectacular llave que le hizo.

CIUDADANO.–No…; si ahora va a resultar que soy yo el culpable de las caries…

POLICÍA.–Otra, por secuestro… Bueno… Técnicamente, por retención ilegal…

CIUDADANO.–¿Retención ilegal…?

POLICÍA.–¡Hombre…! ¿Usted qué cree…? Lo tuvo maniatado contra su voluntad durante diecisiete minutos, a la espera de que llegara la dotación policial.

CIUDADANO.–¡Vaya, por Dios…! ¡Yo, un delincuente, y sin ser consciente de ello…! Sin duda, estoy poseído por el mal…

 

(Con propósito de enmienda:)

 

Le juro, señor agente, que la próxima vez que en el salón de mi casa me encañone alguien a altas horas de la madrugada, le diré, naturalmente en caso de que esté estropeado el aparato de música y me haya quedado sin bebida de marca: “Mira, hijo, no juegues con ese cacharro, que lo carga Satanás y, si se dispara, me podrías hacer pupita. …Y tú no querrías eso, ¿verdad…?”. …Y, acto seguido, una vez que dejara de apuntarme con el arma, le propondría que escogiera, con entera libertad, entre presentarse por su cuenta en la comisaría o quedarse haciéndome compañía, en agradable y amistosa charla, hasta que la policía…

POLICÍA.–¡Ay, talante…!

 

(El POLICÍA le pone unas esposas al CIUDADANO, quien, aunque indignado, no se resiste. Cae el telón.)

____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

JOSÉ MORENO ARENAS

Nació en Albolote, Granada, España (1954). Dramaturgo. Inicia su actividad teatral durante su etapa de estudiante en 1987, con la obra ¿…Y si nos dicen que nos vayamos, vamos todos y nos vamos? y puesta en escena a cargo del grupo Alcalaíno El Olivo, en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias, importante escaparate entonces de las artes escénicas en Granada. Después, siguen años decisivos en la creación de textos dramáticos, sobresaliendo: El atraco, El currículum, La tentación, El safari, El aparcamiento, Las máquinas, La playa, El camarero, entre otras obras que distintas compañías se encargan de agrupar para el montaje de diversos espectáculos, tales como Dos historias del 2000 (K’imán Teatro, Albolote, 2000), Desacuer2 (La Lámpara Maravillosa, Madrid, 2001), Assalto à vista desarmada (Teatro Mínimo, Lisboa, Portugal, 2003), Cuerdos de atar (Cía. Ángel Luis Yusta – Tania Ballester, Granada, 2006, con más de cien funciones en gira por España), A vítima (Teatro Mínimo, Lisboa, Portugal, 2008), The perfect human (Teatre’ves Teatro, Granada, 2008, con gira por Estados Unidos), Urgencias (Teatre’ves Teatro y Nada Teatro, Madrid, 2010), Esto es lo que hay (Teatre’ves Teatro, Granada, 2011), Gestos (Karma Teatro, Nauplia, Grecia, 2014). Su facilidad para construir minipiezas no lo hace descuidar la creación de obras de duración convencional, entre las que se encuentran: Te puedes quedar con el cambio, muñeca (Cáncamo Teatro, Granada, 2011) y Te vas a ver negro (Karma Teatro, Madrid, 2013). De sus más de veinte libros publicados, destacan Escenas antropofágicas (Fundación Francisco Carvajal, Albolote, 1998), Teatro difícil… de digerir (Diputación Provincial, Jaén, 1998), Teatro indigesto (Fundamentos, Madrid, 2000), 13 Minipiezas (Art Teatral, Valencia, 2001), Teatro mínimo (Pulgas dramáticas) (Dauro, Granada, 2003), Crime sem castigo, Sr. Dostoievski (Edições Tema & Teatro Mínimo, Lisboa, 2003), A mil à hora (Edições Fluviais, Lisboa, 2004), Trilogías indigestas [I] (Alhulia-La Avispa, Salobreña/Madrid, 2004), Monólogos (Alhulia, Salobreña, 2005), Trilogías indigestas [II] (Alhulia-La Avispa, Salobreña/Madrid, 2006), Trilogies indigestes (I) (Carena, Barcelona, 2007), Te puedes quedar con el cambio, muñeca (Estreno, Austin College, Sherman, Texas, U.S.A., 2008), Diálogos (Alhulia, Salobreña, 2009), El indio / Al hindi (Edición español/árabe, Instituto Español Juan Ramón Jiménez, Casablanca, Marruecos, 2009), El indio / L’indien (Edición español/francés, Instituto Español Juan Ramón Jiménez, Casablanca, Marruecos, 2009), Dramatic Snippets / Pulgas dramáticas (Edición inglés/español, Ediciones de Gestos, Irvine, California, U.S.A., 2010), Trilogías indigestas [III] (Alhulia-La Avispa, Salobreña/Madrid, 2010). Avalado por diversos premios, entre los que se encuentran el Álvarez Quintero (La mano, 1984), el Andaluz de Teatro Breve (reconocimiento a toda su obra, 2000) y Andalucía de la Crítica (Dramatic Snippets, 2011), su teatro indigesto –llamado así por la dificultad en ser aceptado por una mentalidad cultivada y acorde con lo tradicional y convencional– es estudiado en universidades de medio mundo (numerosas tesis, tesinas y un sinfín de trabajos de investigación así lo testimonian) y es debatido en jornadas, congresos y seminarios del otro medio, conociendo sus personajes varios idiomas: portugués, italiano, catalán, inglés, francés, ruso, árabe y chino. Es miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada, su pueblo natal lo ha distinguido con la institución del Certamen de Teatro “Dramaturgo José Moreno Arenas” y la convocatoria anual de un Seminario de Estudios Teatrales para la investigación y difusión de su dramaturgia. Dirige la sección teatral de Alhucema. Revista Internacional de Teatro y Literatura, en la que se publican piezas del mejor teatro breve de los más diversos autores del panorama escénico actual.

____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________