BAQUIANA – Año XVI / Nº 93 – 94 / Enero – Abril 2015 (Reseña III)

LA POÉTICA DE LUIS ALBERTO AMBROGGIO 

 

 por

 

Waldo González López


en-el-jardin-de-los-vientos-228-x345

Academia Norteamericana de la Legua Española
Colección Pulso Herido
New York, Estados Unidos. (2014)
ISBN: 978-0-9903455-1-0
pp. 908


     Con una destacada producción, integrada por 17 libros, el poeta argentino Luis Alberto Ambroggio (Córdoba, 1945), ha logrado —en la summa lírica que hoy presentamos aquí: En el jardín de los vientos— una suerte de saga en versos de su consistente obra, expuesta en una extensa e intensa producción que, por su asidua elaboración de rigores, se ha instalado con personalidad propia en el amplio panorama de lengua española en los Estados Unidos de Norteamérica.

    Desde la aparición en este contexto de su primer título Poemas de amor y vida (1987) hasta el más reciente Todos somos Whitman (2014), su creación ha demostrado poseer los necesarios elementos que la ubican en dicho estadio.

    Los más esenciales temas le han sido y son afines a su poética, con problemáticas cenitales abordadas con hondura por el autor argentino, quien —tal su célebre coterráneo Jorge Luis Borges— los adopta y adapta a su universal cosmovisión, por lo que su conceptual poeisis (conocimiento) no solo deviene infatigable buceo existencial al que nada humano le es ajeno, sino que lo trasciende con su esencial discurrir de aliento filosófico. Y todo, guiado por la loable finalidad de «conjurar la aventura de la existencia», según definen Carlos E. Paldao y Rosa Tezanos-Pinto, en su certera «Introducción» a En el jardín de los vientos.

    De tal suerte, decisivas aristas —como el tiempo y la nostalgia, la realidad y la imaginería, la vida y la muerte, el amor y el erotismo, la amistad y la amada aviación, como la propia poesía, sin la que estas y el resto de sus temáticas serían posibles— integran su rico corpus literario, signado por la rica ubicuidad argentino/europea/norteamericana del autor, cuyo cariz lírico alienta sus textos en los que utiliza diversos recursos que, además de enriquecer su introspectivo  discurso, le otorgan vigencia (por asumir escuelas y movimientos de la poesía) y contemporaneidad.

    En cuanto a los procedimientos utilizados por el poeta, muestra en el volumen un amplio espectro, del que solo ejemplificaré con apenas cuatro constantes: el símil, la reiteración (leit-motiv) y las metáforas e imágenes.

    Ya en «Prefacio», primer texto de su también primer título: Poemas de amor y de vida (1987), Ambroggio emplea dos símiles que anuncian su utilización no solo en este iniciático libro, sino en el resto de su obra, como igualmente, comienza las cuatro estrofas del poema con el mismo verso: «Libro de hojas blancas».

    Así, en la segunda estrofa, entrega su primer símil: «Libro de hojas blancas / puras y simples / como tabla rasa / con sangre escrita / de mi mano franca». Y en la tercera, incluye otro: «Libro de hojas blancas / uno de los hijos / que yo creara / como a mi imagen / y semejanza».

    Algunas estrofas clásicas emplea, con la profundidad afín a su quehacer, ya en este primer poemario. De tal suerte, el antiguo y  siempre nuevo romance refulge en «Yo y mis ambiciones», cuyo epígrafe (extraído de una carta de la madre al autor) retoma el recurrente tema de la pobreza material, mas no espiritual, común en los románticos, de la que es canónica muestra la goethiana Werther (1774), novela del movimiento literario alemán «Sturm und Drang».

    Mas, leo algunos versos: «La vida no me alcanza / a obtener lo que persigo. / Las metas a que llego / se me tornan espejismos / y los sueños e ideales parecieran como mitos / legendarios y de otros / muy lejos de ser los míos.»

    En las estrofas finales, subraya el poeta: «Sin poder gozar de flores / ni del sol ni de los niños / ni de tantas cosas bellas / de cada día que vivimos / porque siempre hay algo mas / por lo que lucho y suspiro. / Sin vivir mi vida agoto / en búsqueda de un destino / que yo mismo a cada rato / inexorablemente escribo / al pasar día tras día / las hojas de mi Libro. // La ambición es cosas humanas. / Yo hombre soy su nido. / Pero mata muchas vidas / o las deja sin sentido / y nunca llega a saciar / el placer de haber vivido.»

    En tal sentido, el filólogo andaluz Dr. Enrique R. Baltanas, al abordar la poética de Ambroggio, afirmaría con acierto: «Luis Alberto se aferra al manantial seguro, inagotable, de donde bebe tanto la poesía como la vida».

    Y remarcaría: «Sólo seré viejo cuando ya no tenga más vida para amar, nos confiesa en español, a caballo entre Borges y Whitman, este hombre del aire…»

    Muy certera la definición de Baltanas, quien con razón lo denomina: «Hombre del aire»; mas no solo por su dedicación a la aeronáutica —que lo aproxima al Antoine de Saint-Exupéry de El principito, quien dejó cinco novelas sobre el tema: El aviador, Correo del Sur, Vuelo nocturno, Tierra de hombres y Piloto de guerra—, sino porque nuestro autor descuella por su imaginería y «metaforería», evocadoras de la universal «imago» del chileno Vicente Huidobro.

    El tema de la aviación, pues, le ocuparía a Ambroggio no solo horas de hábil ejercicio escriturario, sino también lo llevaría ya a su primer libro Poemas de amor y de vida (1987), donde se advierte, además, la huella del asimismo joven Neruda de los Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924), tal acontece en su texto conceptual: «La despedida», que ya transcribo: «Despedirse es decir adiós a un avión que se pierde de / repente entre las nubes y verlo que se aleja / de muchas maneras, definitivamente, / mientras sube. // Despedirse es un beso con lágrimas / de ojos que se nublan no se miran pero sienten. / Es un abrazo que quiere retener dos almas / que han de separarse. // Despedirse es estar y no estar / ver y no ver, sentir y no sentir, como en un minuto. // Es volverse a encontrar increíblemente solo uno. // Y mientras un avión se va / o un tren desaparece como línea en la distancia / la sonrisa de estar juntos / se convierte al instante en una lágrima. // Despedirse es morir un poco / en la cárcel universal del tiempo y el espacio; / es comenzar a añorar de lejos / a seres queridos que alguien tristemente se ha llevado.»

    El propio tema reaparece en su siguiente volumen, justamente titulado Hombre del aire (1992), donde dedica varios textos a su segunda pasión o «violín de Ingress», tal evidencia en su homónimo poema (en el que define su predilección por «[…] escaparse a las estrellas»), como en los siguientes: «Primer vuelo», «Distancia», «Después de la lluvia», «Vivir es viajar» —cuyo leit motiv titula el poema— y «Vuelo de amor».

    Pero hay más: en Poemas de amor y de vida, ya evidencia el amor por su tierra natal, tal se constata en «Argentina» (fechado el 23 de diciembre de 1981), que me traslada a un volumen esencial en la poesía de su país: Argentino hasta la muerte, de César Fernández Moreno, quien —hijo del cenital Baldomero— constituye otro nombre singular en las letras de la tierra del emblemático Jorge Luis Borges, quien elogiara a su padre, el gran poeta y maestro de varias generaciones.

    En una de sus estrofas, Ambroggio canta y acusa «la esperanza / de un pueblo hundido y al mismo tiempo surgiendo en la noche / con esa energía que de tus calles nocturnas hace una danza / y, a veces, en tu riqueza descontrolada tornas en derroche.»

    La estrofa final revela el amor del poeta que, lejano, regresa a su amada patria chica (Córdoba) y le canta a la patria grande: «Las lágrimas brillantes de tus luces se volvieron estrellas / las cruces eran calles de hombres llenándote de vida / y en tu manto ahora verde desbordante de maleza / te miré de arriba abajo toda entera hecha de oro como espiga. / Mientras volaba por el manto negro de tu cielo / y despierto soñaba en la inquietud de tu desvelo / Madre Patria, mi Argentina.»

    Solo dos páginas después, aparece otro homenaje (fechado en agosto de 1983): «Dame el pan, Argentina», donde igualmente expresa amor y orgullo por su país al reiterar con un verso como leit motiv tal nostalgia: «Dame el pan, Argentina / de ese trigo que crece en tu falda húmeda / de madre fecunda y joven. // Dame el vino de tus uvas. / Dame la pasión de esa montaña de tus pechos / y el agua de tus ríos. / Déjame crecer como la espiga / bajo la lluvia mansa del cuidado de tu cielo / y el sudor de mis anhelos. // Dame el pan, Argentina / con tu mano llena y la que te dio mi abuelo para formar la patria. // Dame el pan, Argentina / que come mi hambre y el del mundo que llevamos dentro / porque tú has sabido hacerlo. // Dame la vida, Argentina / con la alegría bulliciosa de quien nace de la siembra / en eterna primavera. // Dame el pan, Argentina / para que tu vida misma en mí no muera, / ni el cariño de tu tierra.»

    Antes resalté el amor y el erotismo que fluyen con aliento significativo en la poética de Ambroggio. Numerosos textos amatorios que figuran en sus poemarios están entre los de mayor carga semántica y connotado lirismo. Escojo entre sus libros varias muestras que corroboran mi aserto.

    Ya en Poemas de amor y vida, emerge «Maternidad», canto de amor no exento de erotismo, a su esposa, a quien —en vísperas del advenimiento del hijo— expresa con lírica ternura su atractiva imagen de hermosa embarazada: «Yo te quiero llena / con plenitud sin ocaso / que esa vida que tú tienes / al tiempo y al espacio / con el agua de la lluvia / con el ardor de tu abrazo / con el cariño de tus pechos / y la acogida de tus brazos».

    El romance «Erótica» es otro ejemplo del jubileo sensual ofrecido por el atrayente cuerpo de la mujer, donde —con versos evocadores de El cantar de los cantares— utiliza certeras imágenes: «en la humedad desbordante / de un beso genital», «Pálpitos de cuerpos», «Desnudez y blandura / de pieles sensitivas / y labios hambrientos / con ganas de besar», para ya al final, concluir este canto a la entrega de dos que se desean en la imperecedera exaltación de Eros: «Extendida y en la hierba / cubierta y al desnudo / tu pecho en mi boca / con su gula virginal».

    En «Noche y éxtasis» retorna el erotismo en los siguientes versos iniciales: «Me tenías en tus labios / con un beso encendido / mientras caí en tu postura / con mi cuerpo estremecido».

    Y concluye su cántico amatorio de esta suerte: «Apriétame en tu cuerpo / para que abrazándome contigo / nos perdamos en el cielo / de esa noche sin olvido.»

    Atrás mencioné su rica abundancia de imágenes, que deviene uno de los principales méritos de su quehacer lírico, en tanto resulta —a lo largo del amplio volumen— cascada de sugerentes versos. Entre los cuantiosos ejemplos que nadan en el amplio río de su poética, sobresale Oda ensimismada (1994), su tercer libro donde Ambroggio expresa con mayor amplitud su vocación metafórica e imaginera, tal corrobora en distintos momentos de este título.

    Por ello, me detendré en los versos de este libro, pues una notable parte de la poesía contemporánea —en su afán del hoy ya fatigado conversacionalismo, surgido en diversos ámbitos y poetas hispanoamericanos de los 50s, durante el siglo pasado— ha olvidado el necesario lirismo, rasgo esencial de la poeisis desde sus inicios en Grecia, cuando música y poesía andaban de la mano, noviando en feliz comunión.

    Así, en el primer verso del poema 13, evidencia tal riqueza: «Horizonte antiguo del regreso»; al pasar la página, los cuatro versos iniciales del poema 16 corroboran su abundancia versal: «Anclaré este sueño / a la orilla de Acuario, / o Piscis o Aries, / el que sueñe conmigo.»

    Mas, en el poema 20, los tres versos finales resultan otras muestras de tal virtud: «Me esconderé en el miedo / hasta perderlo / detrás de los ojos.»

    Al continuar revisitando este título, salta, en el poema 34, un formidable dueto: «He acostado el día / en un sueño imposible.» Y como para complacer aún más al lector, el poeta le regala en sus versos finales este sentencioso dúo: «El corazón que late vida, / silenciosamente duele.»

    Sin agotar mi periplo lírico por sus versos, les leo ahora los tres decisivos que cierran el poema 45: «[…] hacia el Sur, / al pie de los soles, / donde nació mi ausencia.»

    Por su parte, el 54 ofrece los siguientes versos intermedios que deciden, tal puente idóneo, el rumbo feliz del texto: «con el crujir monótono / de un “blue” sencillo / y la estela de un humo en el pasado.»

    Otro recurso de validez: la paradoja (tan utilizado por el gran poeta conceptista Francisco de Quevedo, definido por Justo Lipsio como «gloria excelsa de los españoles») es empleado por Ambroggio en el poema 55, con notable acierto, en el antitético y, por ello, convincente ejemplo: «Alegre tristeza».

    Asimismo acontecen, en el poema 55, los siguientes versos: «En algún momento de nuestro andar, / todos hablamos a solas, / y siempre con alguien», que nos remiten al Antonio Machado de uno de sus clásicos textos: «Retrato»: «Converso con el hombre que siempre va conmigo / —quien habla solo espera hablar a Dios un día—; / mi soliloquio es plática con ese buen amigo / que me enseñó el secreto de la filantropía».

    Aun otra convincente imagen surge de improviso en el verso final del poema 60: «Olvido, misteriosa cosecha de la vejez.» Pero, al iniciar el 61, me asaltan sus 5 versos iniciales: «Salgo a pasear mis nostalgias: / aquí una sombra, tu beso y la tarde. // Me paro ante el recuerdo / de algo que dijeras / y de tu hermosa cara ya lejana.»

    Poemas desterrados, su siguiente volumen de 1995, muestra desde su primer poema: «Entrega de sombras», su consecuente utilización de eficientes imágenes, tal corrobora su segunda estrofa, donde dos versos ejemplifican lo que digo: «[…] las noches, cielo de sombras, / no pueden oscurecer los recuerdos.»

    Al voltear la página, «Inspiración», también en su segunda estrofa, corrobora su eficacia imaginera: «Y como ríos íntimos / de un no sé dónde en el pasado, / engendran el principio y el fin de mi voz. »

    El regusto del poeta por la evocación con saudade de su amplio haber vivido y viajado, otorgan a sus textos una praxis incambiable, evidenciada en «Hoy», cuya segunda estrofa connota tal característica enriquecedora de su expresión lírica: «No el ayer / de lejanías que se ahogan en recuerdos / […] en el barril sin fondo del pasado […].»

    «Inocencia» nos trae un verso signado por lo insólito y, en consecuencia, atractivo: «Los tajos de tristeza no se curan.» Lo propio acontece en su poema erótico «Mahsuri», con los siguientes: «Al penetrar su virginal oasis / sediento de humedad salvaje / uno se sumerge en la sonrisa clara / de la blanca seducción de sus olas, / inocentes llamaradas.»

    «Desengaño» (fechado en la Munich de 1992) añade varios versos que ratifican, una vez más, su capacidad innovadora de dotar inesperadas imágenes a sus poemas: «El día abrirá mañana / otra botella / de vino azul templado. // En los cafés se toman/ encuentros y despedidas / mientras compartimos sin maquillaje / las calles de nuestra soledad. »

    Las imágenes se dan cita en el más logrado poema amatorio de Poemas desterrados y, ¿por qué no?, de El jardín de los vientos:  es el texto «Amantes», donde, por su hábil empleo del leit-motiv con reiterativas acciones de los versos, como por su eficacia y belleza, no me resisto a transcribirlo íntegro: «Se hunden en el grito y el silencio / del éxtasis, del suspiro, de la entrega, / desaparecen el “yo” y el “tú” / en un oleaje de muslos torrenciales, / principios de nuevos ritmos y palabras / son dueños desnudos de esa noche. // Conciben felices un amanecer / que parece interminable: / se encienden, se rozan, se desean, / se exploran, se alargan, se tocan, / se abrazan, se hablan, se besan, / se comen, se nadan, se entretejen, / se penetran, se gritan, se lloran, / se bailan, se vuelan, se unen, / se llenan, se tienen, se aman, / se abarcan, se cubren, se aprietan, / se sacian, se admiran, se encierran, / se dan vueltas, se despegan, se miran, / se ríen, se dicen “buenos días”, / se levantan, se bañan, se visten, / se separan, se van y se llevan…»

    Atrás mencioné la asidua presencia en sus versos de (su llamémosle mentor) Jorge Luis Borges, pero no menos está la de Pablo Neruda y el influjo de sus Veinte poemas de amor…, como ya vimos, sino asimismo de otros poemarios suyos, tal Estravagario, parafraseado por Ambroggio en sus versos de «Extravagario».

    Mas, en Oda ensimismada, son también, homenajeados César Vallejo y Walt Whitman (al que agasajará de nuevo en su más reciente volumen: Todos somos Whitman, 2014). Y en Escape elemental (1999), rinde culto a los también amados poetas: Verlaine, Bécquer, Rilke, Juan Ramón, Cernuda, Carranza y Juarroz.

    Asimismo, a lo largo de su poética, la mujer (y no solo la amada) asoma en distintos libros como presencia fundamental, tal acontece en Cuando el amor se escribe con Alba (2007), pero también, entre muchos otros textos y títulos, en La desnudez del asombro (2008), donde grandes féminas motivan sus versos, tales como Cleopatra, Lady Godiva, La (goyesca) Maja, la Monroe y Lady Di, entre otras.

    Podría continuar mi periplo por los temas y aspectos de la vasta poética de Luis Alberto Ambroggio; mas no quiero abusar de su paciencia, amables lectores. Por ello, a manera de conclusión, solo añadiré que resulta vasta la definitoria impronta testimoniada en el abarcador quehacer lírico de este “Poeta valioso”, tal lo definiera el fallecido Presidente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, Odón Betanzos Palacios.

    En suma, me place haber leído En el jardín de los vientos que ahora tienen a su disposición, para el disfrute de la valiosa creación lírica del poeta y ciudadano del mundo Luis Alberto Ambroggio.

____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

WALDO GONZÁLEZ LÓPEZ

Nació en Las Tunas, Cuba (1946). Poeta, ensayista, crítico literario y teatral, periodista cultural. Graduado en la Escuela Nacional de Teatro (ENAT) y Licenciado en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de La Habana. Es autor de 20 poemarios,  6 libros de ensayo y crítica literaria, así como de varias antologías de poesía y teatro. En Cuba, por su continua labor poética, critica y de periodismo cultural durante décadas, mereció numerosas distinciones, entre otras: «Diploma al Resultado Científico por su intensa Colaboración en el Capítulo sobre Literatura para Niños y Jóvenes», de la nueva Historia de la Literatura Cubana, en tres volúmenes, otorgado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente; «El Laúd y la Medalla del Cucalambé», concedidos por su amplia labor como poeta y asesor de la Casa Iberoamericana de la Décima en su natal provincia Las Tunas; «Diploma por la Labor Realizada en Apoyo a la Décima», concedido por la Universidad de Matanzas; «Reconocimiento como Escritor y Crítico Literario», otorgado por la Presidencia del Instituto Cubano del Libro, y la «Distinción por la Cultura Nacional». Desde su llegada a los Estados Unidos, en julio de 2011, ha realizado una intensa labor como participante (ponente) en eventos internacionales de teatro, jurado de eventos teatrales y literarios, crítico teatral y literario y asesor de grupos escénicos. En el año 2012 fue merecedor del 3er. lugar en el X Concurso de Poesía “Lincoln-Martí”. Colabora con diversas publicaciones, tales como el Boletín de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (Nueva York), así como en las revistas virtuales Encuentro de la Cultura Cubana (España); Otro Lunes (Alemania) y Palabra Abierta (California), Teatro en Miami y el diario digital El Correo de Cuba (ambas en Miami), entre otras.

___________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________