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TERESINKA PEREIRA
Nació en Río de Janeiro (Brasil). Poeta, conferencista, dramaturga y profesora universitaria. Es doctora en Lenguas Romances por la Universidad Estatal de Nuevo México (EE.UU.) y en Ciencias Políticas por la Universidad Internacional Americana de Paramaribo (Surimari), además de poseer varios títulos Honoris Causa. Su obra poética se encuentra traducida a más de veinte lenguas. Tiene más de tres mil publicaciones de poesías en revistas internacionales y cerca de 800 artículos sobre literatura y política. Preside la Asociación Internacional de Escritores y Artistas/International Writers and Artists Association (IWAA). Es senadora y embajadora del Parlamento Internacional de los Estados para la Seguridad y la Paz y Ministra de Derechos Humanos en la Organización Mundial de los Pueblos Indígenas. Poseedora de numerosos galardones, entre los que destaca un Premio Nacional de Teatro en Brasil y otro de la Sociedad Canadiense de Poetas (Canadian Society of Poets) como Poeta del Año. En 2002 recibió el premio nacional Valores Universales de la Humanidad en Italia. En mayo 2005 recibió la Medalla al Mérito de la Asamblea Legislativa en Río de Janeiro, Brasil. Actualmente reside en Ohio, Estados Unidos.
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LA TRISTEZA EN EL MUNDO
Gargantas gritan
con miedo
de las plagas,
de las guerras,
de las religiones.
Sin embargo, ha sido
siempre así.
Lo que hay de nuevo
son las noticias
que van de punta a punta
de los continentes
y clavan el malestar
en nuestras mentes.
¿Habría una manera
de restaurar la alegría
en el mundo?
MI MANO…
Estoy cansada de leer
y de pensar, pero mi mano
sigue escribiendo,
solitaria, encerrada,
empeñada en comunicarte
algo de tristeza,
de fingida humildad,
de antigua queja,
de vergüenza sustancial,
esperando que al llegar el día
tu mirada me alcance en la ventana
y me entregue, al fin,
el amor que me debes.
LO MISMO DE SIEMPRE
Poco puedo ver
desde mi ventana
que es mi plataforma
para vigilar el mundo.
Más que todo,
veo los árboles
que tapan los edificios enfrente.
No conozco a mis vecinos,
pero sé a que horas salen
y regresan de sus trabajos
en coches nuevos, de varios colores.
Mi vida sigue igual
porque deseo esta sencillez.
El futuro es una mistificación
del camino por el cual
tenemos que pasar
para seguir viviendo.
EN EL MONTE
Me agarró la tarde,
dijo el joven sonriendo.
Sus manos se deslizaban
por mi cuello y jugaban
con mi cabello
como la brisa en el monte.
Yo, atribulada, no sabía
exactamente qué decir,
ni qué hacer.
Claro que lo entendía
y velaba cada palabra suya
como si la magia
fuera a desaparecer
con la primera estrella.
LA FELICIDAD
es la sonrisa de un niño
rompiendo el silencio
de las lágrimas.
Su alegría es un rincón
del cielo.
UN VERSO DE AMOR
no cuesta mucho:
un poco de fuego
y de esperanza
rompe la indiferencia
y puede hacer brotar
un rosal de un pétalo,
montañas de una loma
y océanos de un lago
en noche de luna.
Para escribir un verso de amor
bastan unas pocas palabras
que tengan alas
y sueños.