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BLANCA SARASUA
Nació en Bilbao, España (1939). Poeta y narradora. Ha colaborado en revistas literarias como Zurgai, Albor (editada por la Academia Castellano y Leonesa de la Poesía), Amilamia y Alborada, así como en periódicos como El Correo y El Diario de Ávila. Ha participado en varias antologías: Poesía en Bilbao (Ed. Gerión, 1985 y Ed. Laida,1991); Mujeres y café (Ed. Torremozas); Antología del agua, como finalista del premio “Encina de la Cañada” 1991 en Villanueva de la Cañada (Madrid); En voz alta de Sharon Keefe Ugalde (Ed. Hiperión, 2007); Ahotsa, hitzak, hizkuntzak (Voz, palabras, lenguas) de Euskaltzaindia; y Poetas y grabadores (Caja de Ávila). Ha recibido los premios: “Ernestina de Champourcin” 1990 de la Diputación Foral de Álava; mención especial del “Imagínate Euskadi” 1993 del Banco CH; “Raimundo Ramírez de Antón” 1995 de Terrassa; “Sarmiento” 1998, del Ayuntamiento de Valladolid; “Francisco Javier Martín Abril” 2001 del BBVA de Valladolid; y “San Juan de la Cruz” 2008 de Ávila. Ha publicado los siguientes libros: Cuando las horas son fuego (1984); El cerco de los pájaros (1986); Ático para dos (1989); Ballestas contra el miedo (publicado por la Diputación Foral de Álava, Vitoria-Gasteiz 1990); ¿Quién ha visto un ambleo? (Colección Torremozas: Madrid, 1994); Rótulo para unos pasos, (Colección Torremozas: Madrid, 1997); La mirada del maniquí (Desclée De Brouwer: Bilbao, 2000); Coyunda recia (Desclée De Brouwer: Bilbao, 2005); Música de aldaba (Adonais-Ediciones Rialp: Madrid, 2008); y Baciyelmo (Biblioteca Nueva: Madrid, 2013).
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ENVÍAME UNA CARTA
“¿Entre qué cuatro
indómitas paredes
irá mi libertad entumeciéndose?”
Caballero Bonald
Envíame una carta, aunque se pierda.
Envíame unas velas encendidas, no sé,
un monte por ejemplo, que me mire desde arriba.
Envíame sonatas, pergaminos,
capiteles corintios que apuntalen
esta luz de la tarde
que resbala.
Algo de Brahms, el mar y su epicentro.
Banderas, sin mancharse de colores,
que se puedan pintar como se quiera.
Y sobre todo aire, sin cauces,
aire suelto.
De momento, la carta.
Aunque se pierda.
CONSIDERACIONES SOBRE UNA FIRMA
“¡Ah!, cuándo me daré cuenta
de que todo es simple”
Claudio Rodríguez
Después de tanta brega, aún gateo
y no sé si mi firma me encierra o me libera:
no puede ser verdad que la vida sea esto
–correr hacia el final y sin papeles–,
porque alguien me nombra y no sé quién.
Se me olvidó ponerle un nombre a mi estrategia,
paisaje horizontal, quién te elevara
y es una buena excusa, por ejemplo,
para ponerme andamios, en espera
de ver desarrollarse esas alas
que apuntan las axilas.
En este día en que manda la esperanza
y el sol pasa revista entre las cosas
me inscribo en ti, vida,
–tú sabes lo que cuesta licenciarse,
salir de la feroz calcomanía–,
tu voz como una esquila me reclama
y en tu atril apoyada, esperas que te lea.
Una mínima selva necesito,
un corazón por donde fluya música:
alzo mi barricada y pago el precio,
es esto soledad y me hago un sitio
y es la felicidad, su doble al menos,
quien me pide un autógrafo.
Mi firma nuevamente.
Mi firma liberada.
UN PLUMIER ENTRE EL FANGO
“Trozos de antiguos cielos”
Rainer María Rilke
Y quedó tu recuerdo cerrado en un plumier
entre gomas y lápices.
Cada vez que lo abría girando su cintura
me envolvía tu atmósfera
y las gomas y lápices, se caían al suelo
para hacerte más sitio.
Al final, yo también me caía.
Hubo que expedientarte, amor, hazte cargo
amor adolescente,
aquello no era vida.
Tú remoto, distante, a lomos de la luna
cabalgando, alejándote: el plumier fue a parar a la ría.
Ahora, que pergeñan dragarla, si es que llega ese día,
retroactivamente litigamos.
Ya ves qué papelón, amor adolescente:
qué diablos, dirán, qué hace aquí enfangado
un plumier de madera.
LA PALABRA DEL TACTO
“Quizá no tiene historia la alegría”
Luis Rosales
Los pájaros comienzan su campaña electoral
y no cansan.
Sólo por un momento atraco en tu mirada
y en nuestro tacto escribo la página más bella.
Terminado el seísmo, las sábanas revueltas,
desayuno, periódicos, un día para dos
y reincido de nuevo:
el mundo está conmigo, lo escrituro,
–qué tardía inocencia–.
Tú eres mi dirección obligatoria,
a dónde voy a ir
si en ti no hay delaciones,
si compartimos hasta los cimientos
y no hay punzón que pueda separarnos.
No me emporca esa niebla, hoy no,
este sol que me habita la disuelve.
Luego, cuando la noche imponga
su negra dictadura
y un tumulto de estrellas me cerquen desde lejos,
no estará en su almohadón ronroneando el miedo
–qué tardía inocencia–,
porque ningún misil hará blanco en mi cama.
REPARTO DE BIENES
Esto acabó, poesía, te cito en el juzgado.
Las sílabas de dicha que me diste
no fueron suficientes.
Monodia insolidaria, luz a solas, pastiche.
Quédate en tu cursiva de cristal
con tus manos de firma,
con tus buenos modales.
Que yo quiero vivir sin estilista.
Quédate con tus guantes, tu liturgia,
para ti el violín subiendo a los espacios
y para mí esta tos que lo humaniza.
Quise pactar contigo la búsqueda del grito
y qué jaculatoria tu sonrisa,
poesía conceptual,
inmunizada.
DEDUCCIÓN
Disparos de tormenta adulterada. Llueve asfalto,
llueven chimeneas, llueven tiendas,
estatuas maquilladas de grafito,
granizo y amonal a golpe de sirenas.
En el bar de la esquina, -de heráldica de plástico-
tomo un café con ruidos.
Constato que gobierna la intemperie
más allá de los truenos.
Entra un ejecutivo, un maletín engominado
y pide otro café.
Recia, la lluvia, horada la ventana.
Ahora es una mujer la que aparece
buscando exilio fuera de un relámpago,
se miran, ¿eres tú?, cuánto ha pasado,
y la pregunta sale de su sitio:
¿eres razonablemente feliz?
Se obtura el aire en un silencio quieto.
Sí, le responde y este cuento termina
sin promesas monárquicas
y sin varitas mágicas, que ya se jubilaron.
Razonablemente feliz.