BAQUIANA – Año XVI / Nº 91 – 92 / Septiembre – Diciembre 2014 (Poesía I)

FOTO SECCIÓN POETICA

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ALICIA ALBORNOZ

Nació en Quito, Ecuador. Poeta, ensayista y narradora. Estudió en Estados Unidos, Uruguay, Ecuador, Chile y México. Cursó Letras Españolas e Inglesas en la UNAM y la Maestría en Humanidades en la Universidad Anáhuac. Es Miembro Correspondiente de la Academia de Historia del Ecuador y Miembro de Número de la Academia de Historia Eclesiástica del Ecuador. Ha ejercido cátedras de Literatura y Estudios Latinoamericanos en universidades de México y Ecuador, y cursos sobre el México prehispánico en el Museo de Antropología e Historia en la ciudad de México. Es autora del libro La memoria del olvido, publicado por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo en 1994 sobre el lenguaje glífico pictórico de los murales de la iglesia de San Miguel Arcángel en Ixmiquilpan, Hidalgo. También escribió La voz del paisaje, obra de prosa poética y con fotografías del Estado de Hidalgo, publicado por el gobierno de esa entidad en 1993 y que tiene dos ediciones. Participó en el libro de cuentos Veneno que fascina, Editorial Morgana. Su poema  “La caída de Tenochtitlan”  fue incluido en la revista La Porte des Poetes, París, 2007, en el número dedicado a México. Fue ganadora del Premio Nacional de Cuento “Tinta Nueva” (México, 2007). Su poesía “La memoria del agua” se publicó en una revista literaria de Rumania, en traducción al rumano de la poeta Liliana Popescu, en el 2008. Sus libros de poesía más recientes, Mañana repondré mis alas y Líquido vuelo, fueron publicados por Ediciones Eón en 2009. En la actualidad reside en México.

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IMAGEN DEL INSTANTE

 

El oficio de existir me aturde

 

Incertidumbre de llegar a conocer

 

Soledad de la palabra

 

Silencio que labra y la distancia del instante atrapa

 

El silencio me brinda la confidencia con mi yo

sola certeza

como quien me prestara una lámpara

para forjar el paso

 

Hilvanados instantes en desorden

la vida

 

Me veo en el espejo de los años

con un cuerpo ligado a la tierra

y un espíritu de fuego

pabilo apenas

encendido instante de la flama

 

Sed de vida

 

Avidez del abierto espacio

 

Voluntad que en el gesto se revela

 

Imagen del instante

esfuerzo por retener el aire que respiro

 

Instante que fenece

cuando apenas la palabra inicia

 

Quebrado espejo la conciencia

 

Cadena de instantes enlazados

intimidad del instante

que en el piélago de la forma reposa

o se abate en dirección del Cosmos

 

Las formas y los instantes se entremezclan y se funden

 

Como un péndulo

el tiempo se abate entre figuras

badajo en la campana vieja

 

Instante que a la luz se exhibe

vértigo en relámpago voraz

donde el hombre y el momento se contienen

 

Gota de rocío

sólo el instante perdura en la memoria

 

 

EN LA BALANZA DEL SENTIDO

 

Apenas perceptible

el rastro de las horas

el sonido de la huella

 

La distancia deja un aroma incierto en el estío

como la sombra de un árbol

de tibias hojas con sabor a clorofila

 

Como el destello minúsculo

de verdes parpadeos al sol

 

Apenas perceptible

el encanto juega en los ramales

–sigiloso se desliza de una silueta verde a otra–

Se orilla

Se detiene

 

Apenas es un punto

que su destello clama

 

Sólo el reflejo

y el trazo de la vida en el espacio

en la vista se detiene – titilante

 

La sensación vuelta momento

no se mide

con la medida de los hombres

sino aquí adentro

en la balanza del sentido mismo

 

Como una red que la huella atrapa

el punto del espacio revela el tiempo

de una caida de luz

 

 

PERFUME FÉRTIL  

 

Como odre de vino

que en el campo

se derrama

a veces la vida

se nos va

 

Perfume fértil

en la arena del desierto

como la tarde

se evapora

 

 

SABOR DE LA MEMORIA

 

A enternecidas manos y a húmeda tierra

me sabe tu memoria

 

También a rosales encendidos

y a hojas que verdean

 

Ante un botón que se abre con timidez

en el rayo tibio de la tarde

la emoción radiante vibra

 

Como quien toca las raíces

en el recato de la verde planta

el recuerdo trepa en la ventana

como hiedra

 

Con su pálido color la madreselva

reverbera en la distancia

 

El aliento de la tierra vaporosa

y los eucaliptos a la brisa

se agitan

en vaivén callado

suavemente

 

 

UN VERDE CÉSPED 

 

Como los recuerdos que se encienden

tiemblan, cimbran, titilan

los hilos de luz

 

Emanación que a distancia huele

tiempo atrapado

en un rosal marchito

 

A lo lejos

unos ojos infinitos cuestionan los porqués

y las manos de un frágil cuerpo

reclaman la caricia

 

Y la mirada indaga

como un verde césped

luminoso de rocío

las estrellas

 

Musgo tendido

en el olvido

la sombra de un árbol

la recubre

 

 

ÍNTIMOS ESTÍOS

 

A la hacienda de Tambillo, morada veraniega

 

“Las casas perdidas para siempre viven en nosotros”

Gastón Bachelard

 

Con aromas vegetales llega la nostalgia

 

La tierra humedecida por la lluvia

yace acunada en mi niñez

 

Allí

como un árbol frondoso

ante mí se reveló el mundo

 

Cómo quisiera refugiarme

en los cuartos

donde secretean las memorias

y aún perviven mis amados seres

 

Sus voces pueblan mis anhelos

y me arrancan líquidos secretos

 

En la memoria el tiempo tentalea

 

Con un viejo latido

renacen mis querencias

 

Y vuelvo a arraigar en el terruño

 

Me embriaga suavemente el jardín

y ya no existen ni el tedio ni las horas

 

Resuena el gorjeo de canarios

y el roce del alpiste en la bandeja

 

Casona de los muros lechareados

en la intimidad profunda de los años

contigo dialogo

 

Ante ti el arcón de mis sentires abro

y nuestros cimientos se amalgaman

 

Para retenerte en lo vasto

no quisiera ni nombrarte

ni enumerar lugares

para que no te esfumes de mi mundo

 

Para estrecharte haré crecer mis brazos

 

Entreabro la puerta de íntimos parajes

 

Vuelvo a sentirte en mí

 

El aroma a madreselva en mi ventana

se estremece

 

En mi ser la casa se despliega

 

Sus ritmos tañen mis sentidos

 

En sus tablones aún vibra el Universo

 

Ayer me regalaste el mundo

 

Para recuperarte

sacudiré el polvo de tus armarios

limpiaré tus ventanas

que entré en ti la luz

 

Regaré de tus balcones los geranios

 

El sol de la montaña

calentará tus pasillos nuevamente

 

Recorriendo tus espacios

pondré todo en orden:

en los cajones

la blancura de las sábanas bordadas

 

En el aire los aromas

 

En la estufa los sabores

 

En la mesa de madera oscura

con su madrigal de margaritas

el mantel

 

Lavaré la cristalería de los mayores

y otra vez brillarán los festejos

 

Llenaré tu soledad de voces

 

Trenzaré mis días con tus corredores lánguidos

 

y juntas volveremos a emprender la travesía