BAQUIANA – Año XIX / Nº 105 – 106 / Enero – Junio 2018 (Reseña V)

EL BOSQUE LUMINOSO DE JUANA ROSA PITA

 

 por

 

Manuel J. Santayana


Reseña - Bosque del corazón renaciente f 194 X 300

El Zunzún Viajero
Boston, EE. UU.
2017
ISBN: 978-19-7774-886-7
pp. 145


     He tenido la fortuna de seguir con sumo interés y con deleite la trayectoria lírica de Juana Rosa Pita desde que dio a las prensas su temprana colección titulada Pan de sol, en los últimos decenios del siglo XX. Si fuera dable resumir esta escritura poética en una breve frase, ese título inicial y deslumbrante podría muy bien encabezar el extenso y prolífico desarrollo de una escritura cuya riqueza y coherencia pueden parangonarse con poquísimas obras contemporáneas. La primera que evoco es el Cántico  de Jorge Guillén, cuyo profundo sentido celebratorio de la existencia y sus misterios se sostuvo, pese a dolorosos interludios de “maremágnum”, de luctuosas “circunstancias” y un inevitable “clamor” ante los horrores del pasado siglo, hasta el justamente laureado “final” de una larga y provechosa vida dedicada al quehacer de la poesía. Como el gran poeta vallisoletano, Juana Rosa Pita ha enfrentado el exilio y, desde él, ha levantado un ejemplar edificio verbal, con el temple y la voluntad de superación del espíritu frente al amargo desafío que ha debido padecer la diáspora cubana. Escritores del calibre de Pablo Antonio Cuadra, Germán Arciniegas y Octavio Paz han peraltado oportunamente el carácter único de esta poesía, en la cual el caos y la adversidad no dan pábulo al lamento y a la amargura, sino que sirven de punto de apoyo al salto kierkegaardiano capaz de alcanzar  las regiones de la esperanza y la creación dirigidas al Otro –y a los otros– como un verdadero “pan de sol”.  Esta disposición solar, conquista inalienable del espíritu, es un regalo que ofrece a sus lectores fieles y agradecidos en cada volumen de versos signado, como sus predecesores, por un afán de armonía y belleza que contrastan con el voluntario feísmo estético del siglo XX. Frente al caos social y político del planeta, la poesía de Juana Rosa Pita nos recuerda en cada entrega y nos invita a asomarnos a la plenitud del cosmos y a las maravillosas posibilidades que suscita el coloquio con el Mundo y con el Otro. Sus poemas son poemas amorosos en el más amplio y rico sentido del vocablo: la voz poética, al acercarse al Otro, a la pareja, al interpelar y reconocer al ser amado, interpela y abraza al mundo en un ademán ferviente y conciliador. En el lenguaje terso y armonioso que es el suyo y que conviene a semejante actitud, hay una sordina que nos da “el timbre” singular de su pensamiento. Porque entre los aciertos de esta poesía está el de señalar que cada articulación de lo pensado y reflexionado tiene su timbre, como una voz que reconocemos entre todas.

     Todo lo apuntado en el fragmento anterior se enriquece con los poemas del más reciente libro de poemas de Juana Rosa Pita, como otros suyos anteriores, en edición bilingüe, italiana y española. Aludo a Bosque del corazón renaciente, publicado en la colección El Zunzún Viajero, en este 2017 que ya casi termina.

     Desde el decenio de 1980, en que apareció su bellamente editada, breve antología Grumo d’alba (1985), nuestra poeta ha alcanzado cotos de gran delicadeza lírica  tanto en la lengua italiana como en su español natal. Los poemas del libro que ahora reseño –excepción hecha de las tres composiciones de sendos libros anteriores con que se abre el volumen y que se complementan con la expresión madura y reflexiva del Bosque–  están escritos originalmente en italiano, lengua que nuestra poeta maneja con la misma soltura y la perenne gracia que admiramos en sus versos españoles. La sutilísima cadencia de los versos italianos de Bosco del cuore rinascente  es perceptible, creo, aun para aquellos que no hayan estudiado esa armoniosa lengua, hermana de la nuestra:

 

                        Quanto la gioia che si afferma in arte

                        il dolore fa cogliere

                        l’immensità del dono

                        capace di sfidarlo nel silenzio. (“Il dolore”, p. 32)

 

     En traducción leemos: “Tal como el gozo que se afirma en arte,/ el dolor nos da acceso/ a lo inmenso del don/ que en silencio es capaz de desafiarlo”. La versión española  no va a la zaga de la otra en destreza rítmica y en eufonía. Y en las dos lenguas llegamos a una de las claves de esta poesía: la que nos comunica que la conciencia artística del poeta es capaz de convertir la pena en gozo a través de la palabra; pero cuando la palabra no acude, sumergida en el “mar íntimo” de los que aman y sufren, desde el silencio mismo puede el poeta convocar ese gozo ausente mediante un gesto, en una mirada, en un signo de humanidad. El silencio puede así desafiar al dolor. Es de notar el neologismo “maríntimo” (evocador del adjetivo “marítimo), con el que se nombra aquella zona de nuestro interior, turbulenta,  aun ajena a la coherencia, que recela la palabra reveladora, la palabra-puente capaz de superar toda distancia.

     La palabra de Juana Rosa Pita no rechaza el revés de la dicha: desde la poesía salvadora, conjura el dolor y lo trasciende. Poesía, nos dice claramente, no es naturaleza: es espíritu. De ahí que la distancia no interrumpa el diálogo ni con el amado, ni con el mundo. En la palabra, en el verso,  el coloquio, con todos sus accidentes, se sostiene y se afirma sobre la coyuntura retadora. Dolor y poesía, en el contexto de estos poemas, son experiencias del espíritu. Cuando se alcanza la unidad entre dos seres, que muchos de estos poemas revelan, ella da fe del hilo interior que nada rompe. Se consuma en ellos (en los versos y en los interlocutores líricos) lo que el materialista raigal George Santayana llamaría una comunión de “esencias”. Y se consuma, como Santayana preconizaba, en armonía y belleza.

     El armonioso lenguaje que ilumina este bosque del corazón renaciente (que renace en cada diálogo del poema con las realidades inmanentes y con la imaginación siempre despierta) es fusión de vida y cultura, de aquellas zonas de la cultura que nutren las vivencias interiores de su autora. Ello acaso no explique, pero sí potencia indudablemente la riqueza de ese diálogo.

     No podemos hablar en puridad de poesía religiosa (al menos en el sentido tradicional de Occidente) al aludir a la escritura de Juana Rosa Pita. Pero si atendemos a la etimología religare, se hace patente que el propósito sostenido de esta obra, frente a los torpes ensayos de trovadores de ocasión y la proliferación irresponsable de libros experimentales y vacuos, es la unión del humano con el misterio del cosmos, y con el Otro, que puede ser todo lector y a la vez aquella persona que ha llegado a ser cifra de la armonía deseada y una suerte de interlocutor ideal capaz de hacer del monólogo una experiencia coral. Y todo ello expresado en un lenguaje cotidiano, coloquial y refinadísimo a la vez: un lenguaje que brota de las vivencias comunes esenciales y que no desdeña el humor, que hace un guiño imaginativo al interlocutor esencial desde aquello que solamente ellos dos pueden descifrar (la anécdota íntima) y que el lector comparte con regocijo:

 

                                       Las sandalias de Hermes

                                        que durante la duermevela calzo, 

                                        eran provocativas hoy:

                                        una de azul zafiro,

                                        otra de luna llena, espumosa.

                                        Quedaste boquiabierto, créeme. (p.39)

 

     Sin concesiones al desvarío inconsciente, ofrecida en todo momento a la luz de la conciencia propia y de la ajena, la escritura de Juana Rosa Pita es con frecuencia aforística, nunca ajena a la reflexión y cercana al apotegma que contiene una revelación. De este modo se manifiesta como una utopía no solamente proyectada sobre el futuro, como suele suceder, sino arraigada en el presente.

     Se trata, en fin, de una poesía fiel a un itinerario espiritual firmemente trazado. Los versos siguientes, con los que cierro mi comentario a esta obra trascendente y transparente en su hondura, yo diría que pueden muy bien ofrecer un resumen de su origen y de su meta, “más allá de todo razonable afán”:

 

                                       En nosotros, abrir espacio de silencio

                                       para que el pensamiento nazca como ofrenda

                                       a trascender, al igual que poco a poco,

                                      en dolor se transforman los lamentos

                                      y los goces en esplendor.

 

     Diga el lector si no le ilumina y le nutre este “pan de sol” de la poesía.

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MANUEL J. SANTAYANA

Nació en Cuba (1953). Crítico literario, ensayista, poeta y traductor. Tiene un doctorado en Filosofía y Letras. Es profesor de inglés como segundo idioma, español y traducción en el Miami Dade College (Miami, Florida). Ha publicado dos volúmenes de poesía: De la luz sitiada (La Florida, 1980) con prólogo de Eugenio Florit y Las palabras y las sombras (México, 1992) presentado por Manuel Ulacia, así como ensayos, reseñas, poemas y traducciones en las revistas Baquiana, Can mayor, Cuadernos hispanoamericanos, Linden Lane, México en la Cultura y RANLE, para mencionar algunas. En el año 2012 la editorial Pre-textos en España publicó su traducción e introducción de las Rimas selectas de Michelangelo Buonarroti. Es Miembro Numerario de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) y Miembro Correspondiente de la Real Academia Española (RAE).

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