BAQUIANA – Año XIX / Nº 105 – 106 / Enero – Junio 2018 (Poesía V)

FOTO SECCIÓN POETICA

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SOREN PEÑALVER

Nació en Albudeite, Murcia, España (1950). Poeta, periodista y traductor. Ha trabajado en el mundo del ballet, el teatro, el arte y la moda. Por lo mismo, durante su juventud vivió en Londres, París y La Provenza. Más tarde, residió por varios años en Grecia, país al cual él dice “sentirse siempre deudor espiritualmente” y viajó incansablemente por otros países. Escribe sobre temas literarios y culturales en el periódico La Opinión de Murcia (España) y para L’Opinion de Rabat (Marruecos) desde  hace casi dos décadas. Fue fundador, junto con el escritor y periodista Antonio Parra, de la revista literaria Postdata en Murcia. Su obra ha sido traducida a varios idiomas. A su vez, es traductor de Elsa Morante, Pasolini, Lionello Grifo, Cocteau, Melville, Antonio Botto y George Santavan, entre otros poetas. El Museo Ramón Gaya en Murcia lo eligió en 2011 para celebrar el Día Internacional de la Poesía y publicó, como parte del homenaje, el poemario Cantos del Peregrino (veintiún poemas de Soren Peñalver) con prólogo de la escritora Dionisia García. Ha escrito diversos libros en verso y prosa: Un simposio nocturno, Anna Perenna, Libro de Uriel, Dedicatorias y Undécimas, La joven Sibila, Como soñamos, Una glosa espartaria, Los amantes de Albudite, Origen Único, A Virbio, Antonio (novela) y La Belleza y la Pobreza (Corpus de su obra poética), entre otros. Su obra ha sido publicada en numerosas antologías y revistas. En la actualidad reside en la Región de Murcia, donde escribe sus diarios y recuerdos de viajes.

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DEDICATORIA DEL MAR

 

Era el mar en los ojos de un niño,

de la mano del padre por primera

vez contemplado. Fue luego la mar

abismal de los versículos bíblicos,

los epitafios solemnes de Nantucket;

los indómitos mares de Melville. La mar

de las óperas de Britten, de los coros

oceánicos de Delius; fragor exultante

como los cantos de Whitman. Visión

desnuda a la luz de los días, presencia

con las noches vestida: el estático mar

de las fotografías, donde aparecemos

sonrisueños y enfundados en oscuros

abrigos con centelleantes botones;

juntos los rostros que salpican

el olear de sus maternas aguas.

Es el mar íntimo de una dedicatoria

que yo deseé escrita por tu mano

al pie de un retrato de Cernuda,

éste que siempre presidiera la estancia

por ti ocupada, y con su proyección

inundaba la mar de la mañana, el mar

desbordado por la luna. La mar de estos

versos que nunca habrán de envejecer

ni morir, como la pasión, como nosotros:

el mar, única criatura que pudiera

asumir tu vida poseyéndote…

 

 

ACERCA DE LA SIMPLICIDAD DEL EDÉN

 

A Pedro García Montalvo

 

Contesto ahora a tu extrañeza

de hace algún tiempo, cuando aludías

a la forma aletargada con que mis tardes

allá se consumieran, invernando entre libros

al amor engañoso de la lumbre del pasado.

Tú hacías hablar al Genio de la Vida,

Con líricos argumentos que parecían

sacados del Gulistán clásico persa:

“Ignoro por qué Cósimo no está aún

en Ispahán, porque le debo tener allí

esta noche, como siempre”. Preciosísimo

amigo, no sé si calculaste aquellas

palabras tuyas y su interrogante

persuasiva; pero al fin aquí me tienes,

bajo el frondoso badianero, cuya anisada

semilla estrellada cae a las tazas

de nácar donde humea el café recién

servido. Mas, ¿qué añadir a lo que la vida

expresa? “¡Hermoso es vivir, amigo mío!”

 

 

UNDÉCIMA PARA UN TEMA DE PESSOA

 

¿Qué hago ahí, en esa fotografía,

en el asiento junto al conductor

invisible, por la carretera de Sintra?

 

A bordo del chevrolet vertiginoso,

en la desierta noche con luna,

el volante enmarcando mi rostro,

qué miro o siento en ese momento

lo desconozco, aunque la ocasión

es reciente. De realidad la imagen

se empaña. Enigma de apariencia es

el ser que somos y nos acompaña.

 

 

DE NUEVO LOS ESPINOS

 

A Derek Harris

 

Sobre la colina, verdecen

los espinos fieles a la cita.

Ya una sombra es la que acude,

estremecida en el aire,

entre púrpura y nieve.

 

Cuántos ciclos de espinos florecidos

hemos visto, aprendiendo de ellos

qué es la dicha.

Y seguimos solos.

 

 

RAMÓN GAYA LEE A NIETZSCHE (MÉXICO, 1940)

 

A Eloy Sánchez Rosillo

 

                        I

 

Verdad es, más que para nadie

para el artista, que a este mundo

venimos a cumplir con nuestro deber.

Perder ese deber es la catástrofe,

pues es como perder la vida propia.

No nos importe el logro de ser

felices. Afuera está la realidad

ilusoria de la que el deber nos libera.

La soledad, entre estas cuatro paredes,

nos concede la luz, la identidad

de los seres, los objetos en armonía.

  

                        II

 

Lo cierto está en la insistencia.

En ese plano, que parece monótono,

de Vermeer, con una mujer cerca

de una ventana… Venimos a la vida

a entregarle cuanto somos, y nunca

a aprovecharnos de ella. Al artista,

una fuerza invisible le empuja

al retiro, para mejor cumplir

con su deber. Y ahí escucha una voz,

que es su recompensa: “Veo cómo

en tu propia luz anidas”.