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ÁNGEL ANTONIO MORENO
Nació en Cárdenas, Matanzas, Cuba (1947). Poeta, narrador, editor, pintor y periodista. Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Sus textos han sido publicados en diversos medios en Cuba, México, Venezuela y Estados Unidos. En colaboración con Alfredo Zaldívar y Rolando Estevez publicó Ismaelillo, poesías de José Martí (Matanzas: Ediciones Vigía, 1972) y con Magaret Randall publicó Sueños y realidades del guajiricantor (México: Editorial Siglo XXI, 1989). Ha publicado los libros de poesía: Reconociendo el gesto y la costumbre (Cuba: Ediciones Matanzas); En vísperas de Otoño (Cuba: Ediciones Matanzas); La Bruja (Cuba: Ediciones Vigía); Agua de paso (California: Ediciones Palo Monte. Stage of the Art); y Una mujer me espera en la ventana (California: Ediciones Palo Monte. Stage of the Art), entre otros. Ha sido incluido en varias antologías: Verso a Verso. Boletín Hispanoamericano de Poesía; Poetas de Matanzas, Cuba; La otra cama, la del sueño (Antología de cuentos cubanos); y La ciudad de la unidad posible —en español e inglés— (Miami: Editorial Ultramar). Ha realizado exposiciones de sus obras pictóricas en Alemania, Chile, Cuba, España y Estados Unidos (Los Ángeles, Miami). En la actualidad reside en los Estados Unidos.
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EN LOS BOLSILLOS DE SUS TRAJES GRISES
Y se dejan llevar como las sombras
atadas con hilillos milimétricos.
Y la tertulia prosigue en el salón
en donde los poetas se disputan
un sonetillo anónimo. Y se hieren
con filosas metáforas que esconden
en los bolsillos de sus trajes grises.
Después queda el silencio que enrarece
la atmósfera proscripta en la ventana
por los endecasílabos marchando
como una escuadra militar
vencida.
LOS OJOS QUE NOS MIRAN NO NOS VEN
Los ojos que nos miran desde adentro
de una galaxia torpe y recostada
a la espalda del tiempo no han podido
husmear en lo profundo de la incógnita.
Los ojos que nos miran se bifurcan
y quedan bizcos para siempre porque
los libretos no incluyen
espejuelos.
LA MUECA QUE SE ESCAPA DE ESE ROSTRO
La mueca que se escapa de ese rostro
asomado al espacio introspectivo
del sueño en su ficción y hasta después
que llegase la noche con su arritmia
particular. La mueca espantapájaros
desentendida de un cuadro de Chagall
colgado en la pared. Y la premura
pisándole los pies a una mujer
que flota en el absurdo. Mueca triste
y loca y maniatada entre lechuzas
muriéndose de infartos
a buen precio.
PUEDE QUE LA IMPACIENCIA SE APRESURE
Todo amor pasa a olvido bajo el puente
que oculta los encuentros clandestinos
de una ciudad con ganas de volar.
Desentenderse de los mansos ríos
desembocando en la bahía mística
adherida a las noches reeditables
en ilusiones cinematográficas.
Puede que la impaciencia se apresure
en calendarios de ciencia ficción
y las citas deambulen y se pierdan
por callejones con los adoquines
casi cristalizados
por la lluvia.
BEBIENDO TÉ CON FLORES DE AGUA MANSA
Bebiendo té con flores de agua mansa
frente a un espejo triste y renegando
espacios y premuras. Lloran nubes
con lágrimas filosas que germinan
semillas en los sueños. Pero insiste
la chica del sombrero que ahora posa
para una foto
tri-di-men-sio-nal.
UNA NOCHE TAN LARGA COMO EL VIENTO
Lavar las manos y esconder la cara
para no ver a quien no quieras ver.
Retroceder los pasos enfilándote
hacia otra luz que nunca más te asombre.
Caminar sin tropiezos y auscultando
la brisa en el balcón de los recuerdos
que intactos permanezcan. No me olvides
es el mensaje único posible
que hay en mi celular. Y sé que vuelas
abrazada al insomnio que dejamos
atrás con esa lluvia germinando
una noche tan larga
como el viento.