BAQUIANA – Año XIII / Nº 75 – 76 / Enero – Abril 2012 (Poesía III)

FOTO SECCIÓN POETICA

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ALINA GALLIANO

Nació en Manzanillo, Cuba (1950). Poeta y trabajadora social. Reside en los Estados Unidos desde 1968. Obtuvo una Maestría en Trabajo Social de la Universidad de Fordham en Nueva York (1981). Ha publicado Entre el parpado y la mejilla (Colombia, 1980), Hasta el presente (España, 1989), En el Vientre del Trópico (EE.UU., 1994) y Otro fuego a liturgia, que reúne los títulos: Del Tiempo y Otras Puertas, La Danza en el Corazón de la Esmeralda, El Libro, Inevitable Sílaba, Entre el Marfil y el Agua y Litografías a partir del Aire (Editorial Betania: España, 2007), seleccionado entre los libros más destacados, en el concurso de poesía y narrativa  del Instituto Nacional Latinoamericano de los EE.UU. por el período de 2008-2009. Ha sido antologada en publicaciones españolas, argentinas y norteamericanas: Poesía cubana contemporánea (1986); Poetas cubanos en Nueva York (1988); Americanto (1988); El alba del hombre (1991); Poetas cubanas en Nueva York / Cuban Poets in New York (1988); Paradise Lost or Gained? (1991); Poesía cubana: la isla entera (1995); Poetas cubanos marginados (1998); Voces viajeras. Poetas cubanas de hoy (2002); Indómitas bajo el sol – Cinco poetas cubanas de Nueva York (2011). Su obra La geometría de lo incandescente (en fija residencia) ganó el premio “Letras de Oro” por la Universidad de Miami (1990-1991) en el género de poesía. Participa en diversas redes literarias y forma parte de Radio Cox New York y de Magapalabras en Youtube, desde donde lee la poesía de los poetas del mundo y la propia. Ha participado en fechas recientes en los siguientes eventos literarios: en marzo del 2010 fue parte de la Lectura de Poesías en Barnard College, Nueva York, en febrero del 2011 participó en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minerías en México, D.F. y en noviembre del 2011 en la Feria Internacional del libro de Miami.

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PARA LA BALA QUE TENDRÁ 

 

Para la bala que tendrá

mi nombre,

para el fusil que cantará

conmigo,

no existen todavía paredones.

Para matarme,

si matarme quieren,

todavía la historia no ha podido

enarbolarme

a los diez mil gatillos

en diez mil coyunturas

de mujeres.

Para la bala que me espera

en leve golpe de corazón

aún no han podido encontrar

la materia requerida

donde estalle el trueno

de mi espíritu

y en orillas de muerte

voy creciendo, frente o perfil:

la imagen del planeta.

 

 

RECUERDO TU CERCANÍA 

 

Recuerdo tu cercanía

eco a mi respiración:

cuando mi voz ya sin voz

se diluía contra un cuello,

alabastro en los espejos

donde el reflejo comienza

conversando otro sudor;

recuerdo ese perfilar

de tu presencia en un hombro

o en aguda sutileza

acariciando al pezón

su geometría de venas,

recuerdo verte sin prisa

dormitar unas caderas

usándolas como mesa:

ocasional compañera de colchón,

ventana o puerta;

mosca del primer amor.

 

 

YO LAS RECUERDO TAMBIÉN

 

Yo las recuerdo también

en un constante atropello

de moverse noche y día

sin más ambición que aquella

de posarse en una calva

o en la esquina de la mesa;

capaces de aniquilar

el más profundo silencio

al atravesar ventanas

y hacerse un punto en el techo.

Las recuerdo en puro baile

cuando después del almuerzo,

se aquietaba la cocina

dormitaban los abuelos

y ellas rompían el sereno

calidoscopio a la siesta:

murmurando, repentinas,

en la oreja.

Extraña melancolía

en perenne movimiento,

impertérrito solfeo

entre la silla y el ojo

de tardes que ya no tengo:

al ver una que otra mosca

en ese absurdo ajetreo

de edredón, mesa y caldero.

 

 

YO ASISTO A ESTE MILAGRO

 

Yo asisto a este milagro

de mosca que no tiene

muerto donde posarse,

pero que avanza en busca

del borde de algún vaso

a pesar de esta humedad sin fin

que hoy es Manhattan:

una liviana mosa de ciudad

que pretende tener ideas fijas

para pasar la tarde o planear

otro al viaje al interior que pueda

regalarle los vertebrales saludos

de una vaca o becerro

con que aliviar su tedio;

una letrada mosca

residente imparcial

de los bombillos

que todavía carece

de un apropiado muerto,

para poder hacer invitaciones

a los más allegados amigos

que ahora tiene;

una tranquila mosca

que gana su existencia

revoloteando puentes,

azoteas, edificios

asombrando perfiles;

una mosca voraz

que un d’ia como este,

prefiere coquetear libros

a Goytisolo

o dormir una siesta encima de las frutas,

mientras sutil espera

que el destino, le asigne,

a manera de premio,

un chino o un polaco

acabaditos de llegar al puerto

para ser la primera en estrenarlos.

 

 

MI MADRE HABITA UNA PRISIÓN

 

Mi madre habita una prisión

y el hambre de ser libre,

de andar y desandar otros sonidos.

Tiene, mi madre, puertas y ventanas

donde jamás un pie

deja su huella,

ni las palabras logran repetirse

o utilizarse contra tanta ausencia

que vive en su interior

como un adagio,

ahogándole al reloj su minutero

de rúbrica con todos los horarios;

sus manteles inútilmente guardan

conversaciones, risas o apariencias

junto a las tazas de café y la noche

para tejer sin prisa sobremesas

al quehacer de un danzón contra las frías

baldosas italianas que mi padre

mandó a poner en la terraza nuestra.

Mi madre habita una prisión: su sueño.

 

 

DILES QUE NO

 

Diles que no:

que me mató

una Isla,

mi muerte fue ocurriendo

año tras año,

tan liviana venía

que la vida

no la sintió llegar

sobre mis pasos;

me fue bebiendo

el corazón tan lento

que el espíritu

se iba nivelando.

Si te preguntan

cómo fue mi muerte,

diles que fui muriendo

en un abecedario

de cocoteros

y mareas tan altas,

que sólo el ojo

pudo sostenerme

en el rincón

más leve de mi casa,

trazándome los muertos

y esta ausencia a contraluz

rozando,

la inalterable médula del hueso

donde el tiempo y la voz, en la manigua,

se enamoraban,

a una estación de rabia y cementerio.

Diles que habito siempreviva y muerta

en un sonoro dialogar de palmas,

que entre las fauces del caimán

mis voces, más allá del destierro

y la ignorancia,

surgen imperativas, por derecho,

allí donde la gente todavía

conversa en un libre pensamiento

con la afilada hoja de las cañas.