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ALINA GALLIANO
Nació en Manzanillo, Cuba (1950). Poeta y trabajadora social. Reside en los Estados Unidos desde 1968. Obtuvo una Maestría en Trabajo Social de la Universidad de Fordham en Nueva York (1981). Ha publicado Entre el parpado y la mejilla (Colombia, 1980), Hasta el presente (España, 1989), En el Vientre del Trópico (EE.UU., 1994) y Otro fuego a liturgia, que reúne los títulos: Del Tiempo y Otras Puertas, La Danza en el Corazón de la Esmeralda, El Libro, Inevitable Sílaba, Entre el Marfil y el Agua y Litografías a partir del Aire (Editorial Betania: España, 2007), seleccionado entre los libros más destacados, en el concurso de poesía y narrativa del Instituto Nacional Latinoamericano de los EE.UU. por el período de 2008-2009. Ha sido antologada en publicaciones españolas, argentinas y norteamericanas: Poesía cubana contemporánea (1986); Poetas cubanos en Nueva York (1988); Americanto (1988); El alba del hombre (1991); Poetas cubanas en Nueva York / Cuban Poets in New York (1988); Paradise Lost or Gained? (1991); Poesía cubana: la isla entera (1995); Poetas cubanos marginados (1998); Voces viajeras. Poetas cubanas de hoy (2002); Indómitas bajo el sol – Cinco poetas cubanas de Nueva York (2011). Su obra La geometría de lo incandescente (en fija residencia) ganó el premio “Letras de Oro” por la Universidad de Miami (1990-1991) en el género de poesía. Participa en diversas redes literarias y forma parte de Radio Cox – New York y de Magapalabras en Youtube, desde donde lee la poesía de los poetas del mundo y la propia. Ha participado en fechas recientes en los siguientes eventos literarios: en marzo del 2010 fue parte de la Lectura de Poesías en Barnard College, Nueva York, en febrero del 2011 participó en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minerías en México, D.F. y en noviembre del 2011 en la Feria Internacional del libro de Miami.
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PARA LA BALA QUE TENDRÁ
Para la bala que tendrá
mi nombre,
para el fusil que cantará
conmigo,
no existen todavía paredones.
Para matarme,
si matarme quieren,
todavía la historia no ha podido
enarbolarme
a los diez mil gatillos
en diez mil coyunturas
de mujeres.
Para la bala que me espera
en leve golpe de corazón
aún no han podido encontrar
la materia requerida
donde estalle el trueno
de mi espíritu
y en orillas de muerte
voy creciendo, frente o perfil:
la imagen del planeta.
RECUERDO TU CERCANÍA
Recuerdo tu cercanía
eco a mi respiración:
cuando mi voz ya sin voz
se diluía contra un cuello,
alabastro en los espejos
donde el reflejo comienza
conversando otro sudor;
recuerdo ese perfilar
de tu presencia en un hombro
o en aguda sutileza
acariciando al pezón
su geometría de venas,
recuerdo verte sin prisa
dormitar unas caderas
usándolas como mesa:
ocasional compañera de colchón,
ventana o puerta;
mosca del primer amor.
YO LAS RECUERDO TAMBIÉN
Yo las recuerdo también
en un constante atropello
de moverse noche y día
sin más ambición que aquella
de posarse en una calva
o en la esquina de la mesa;
capaces de aniquilar
el más profundo silencio
al atravesar ventanas
y hacerse un punto en el techo.
Las recuerdo en puro baile
cuando después del almuerzo,
se aquietaba la cocina
dormitaban los abuelos
y ellas rompían el sereno
calidoscopio a la siesta:
murmurando, repentinas,
en la oreja.
Extraña melancolía
en perenne movimiento,
impertérrito solfeo
entre la silla y el ojo
de tardes que ya no tengo:
al ver una que otra mosca
en ese absurdo ajetreo
de edredón, mesa y caldero.
YO ASISTO A ESTE MILAGRO
Yo asisto a este milagro
de mosca que no tiene
muerto donde posarse,
pero que avanza en busca
del borde de algún vaso
a pesar de esta humedad sin fin
que hoy es Manhattan:
una liviana mosa de ciudad
que pretende tener ideas fijas
para pasar la tarde o planear
otro al viaje al interior que pueda
regalarle los vertebrales saludos
de una vaca o becerro
con que aliviar su tedio;
una letrada mosca
residente imparcial
de los bombillos
que todavía carece
de un apropiado muerto,
para poder hacer invitaciones
a los más allegados amigos
que ahora tiene;
una tranquila mosca
que gana su existencia
revoloteando puentes,
azoteas, edificios
asombrando perfiles;
una mosca voraz
que un d’ia como este,
prefiere coquetear libros
a Goytisolo
o dormir una siesta encima de las frutas,
mientras sutil espera
que el destino, le asigne,
a manera de premio,
un chino o un polaco
acabaditos de llegar al puerto
para ser la primera en estrenarlos.
MI MADRE HABITA UNA PRISIÓN
Mi madre habita una prisión
y el hambre de ser libre,
de andar y desandar otros sonidos.
Tiene, mi madre, puertas y ventanas
donde jamás un pie
deja su huella,
ni las palabras logran repetirse
o utilizarse contra tanta ausencia
que vive en su interior
como un adagio,
ahogándole al reloj su minutero
de rúbrica con todos los horarios;
sus manteles inútilmente guardan
conversaciones, risas o apariencias
junto a las tazas de café y la noche
para tejer sin prisa sobremesas
al quehacer de un danzón contra las frías
baldosas italianas que mi padre
mandó a poner en la terraza nuestra.
Mi madre habita una prisión: su sueño.
DILES QUE NO
Diles que no:
que me mató
una Isla,
mi muerte fue ocurriendo
año tras año,
tan liviana venía
que la vida
no la sintió llegar
sobre mis pasos;
me fue bebiendo
el corazón tan lento
que el espíritu
se iba nivelando.
Si te preguntan
cómo fue mi muerte,
diles que fui muriendo
en un abecedario
de cocoteros
y mareas tan altas,
que sólo el ojo
pudo sostenerme
en el rincón
más leve de mi casa,
trazándome los muertos
y esta ausencia a contraluz
rozando,
la inalterable médula del hueso
donde el tiempo y la voz, en la manigua,
se enamoraban,
a una estación de rabia y cementerio.
Diles que habito siempreviva y muerta
en un sonoro dialogar de palmas,
que entre las fauces del caimán
mis voces, más allá del destierro
y la ignorancia,
surgen imperativas, por derecho,
allí donde la gente todavía
conversa en un libre pensamiento
con la afilada hoja de las cañas.