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JAVIER CABRERA
Nació en Islas Canarias, España (1953). Poeta, antólogo, editor y diseñador gráfico. Ha publicado diez poemarios, de los cuales los últimos fueron: Salmodias (menosletra ediciones, Canarias, 2002); Humus (ultramarino ediciones, Canarias, 2004) y Huracán la Luz (Ediciones Santiago, Cuba, 2006). Como antólogo sus últimos trabajos editados son: La poesía no se detiene. Antología de Antonio Hernández Pérez (Poeta canario en Cuba) [co-autoría con René Batista] (Ediciones Idea, Canarias, 2007) y Elegías últimas a Miguel Hernández. Poesía desde Canarias (Fundación Canaria Archipiélago 2021, Canarias, 2010). Vinculado desde los años ’80 (s. XX) a diversos proyectos literarios y editoriales, actualmente, como editor, coordina la colección ‘puentepalabras’ de poesía internacional, en la editorial Puentepalo (Canarias). Ha obtenido varios premios y menciones en poesía: Premio Tomás Morales, Canarias, 1986; Premio Esperanza Spínola, Canarias, 1990; Finalista del Premio Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, Canarias, 1993; Accésit del Premio La Porte des Poètes, París, 2007, y en edición: ‘Premio Abrace en 2008’ (Uruguay) y ‘Galardón Cultural 3 Orillas 2010’, en 2011 (Canarias). Su obra ha sido incluida en antologías y selecciones de distintos ámbitos y nacionalidades, de las últimas: Este es mi brazo. 10 años de aBrace (Editorial Fanelcor, Montevideo, Uruguay, 2009); Madrid en los poetas canarios (Editorial Puentepalo, Canarias, España, 2010); Argonautas: seis años de poesía en Toledo. Antología ((Nedjma ediciones / Ayuntamiento de Toledo, España, 2010); Memoria. XV Encuentro Internacional de Poetas. (Editorial CAT, Michoacán, México, 2011); Intemperie. Poesía reunida. Marcos Martín Artiles. Homenaje (Anroart ediciones, LPGC, España, 2011) y II Espiral poética por el Mundo (La última canana de Pancho Villa ediciones. Granada, España, 2011). Colabora en diversas revistas literarias y culturales, nacionales y extranjeras, así como en suplementos culturales de la prensa regional canaria. Asimismo, ha coordinado varias muestras monográficas literarias: Memoria poética, Pino Ojeda. Biblioteca Insular. Cabildo de Gran Canaria (Canarias), 2002; Abecedario solidario. Miquel Martí i Pol. Casa de la Cultura de Teror, Gran Canaria (Canarias), 2005; Sobre la piedra escribo. José María Millares Sall. Biblioteca Insular. Cabildo de Gran Canaria (Canarias), 2009. Ha participado en distintos congresos, festivales y encuentros de poetas y escritores a nivel nacional e internacional, de los últimos: XXIX Festival de la Cultura del Caribe, Santiago de Cuba, 2009; II Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico, 2009; Argonautas: IV Encuentro Nacional de Poetas en Toledo, España, 2009; IV Encuentro Internacional de Literatura 3 Orillas, Tenerife (Canarias), España, 2010; XXIII Ferias del Libro de Canarias (LPGC/SCT), España. 2011; XV Encuentro Internacional de Poetas en Zamora (Michoacán), México, 2011; Espiral Poética: II Encuentro Nacional de Poetas en Las Palmas de Gran Canaria, España, 2011; I Festival Atlántico de Poesía Las Palmas de Gran Canaria (Canarias), España, 2011; V Encuentro Internacional de Literatura 3 Orillas, SCT/LPGC (Canarias), España, 2011.
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LUGAR DEL AGUA SECA
[Finca de Osorio. Gran Canaria]
I
Lugar del agua
cristalina que avanza
alineada
por la piedra Amaga
su sino –libera el ánima.
II
Su voz embarga
la arboleda que crece
verdor alzada
–Inunda el cauce: bebe
la entraña que la mece.
III
Claras las aguas
visitan la profunda
estancia arcana
de la roca Allí pulsan
la luz: verdad oscura.
IV
Lo que ayer verbo
transparencia forjaba
hoy yace leso:
la luz dispersa nada
el vacío –su estancia.
V
Visión del erial:
la mirada transita
por el manantial
que la nostalgia aviva
–sólo derrumbe anida.
VI
Donde la mina
rezuma desolación
se asentó vida
–Enterrado el corazón
del agua clama nación.
VII
Sólo la ruina
comparable al destierro:
(lo que aproxima
perplejo hacia el centro)
desnudez y misterio.
VIII
Lugar del agua
seca donde la piedra
contiene nada:
la vida antigua queda
entre sombras deshecha.
LA ISLA
A Teresa Melo y León Estrada
I
Otra vez la isla
(nos retorna tan honda
la voz antigua
que transita a deshora
la página): Memoria.
II
Vela de piedra
–desde el horizonte azul
la isla desvela
hacía qué viaje de luz
navega– por la inquietud.
III
No hay más mirada
que la que sobre la isla
la memoria alza
–Sólo una voz registra
ese aliento de vida.
IV
Tras la isla clara
perfil de otra en penumbra
Trae la mirada
a la memoria ésta última
–lo que sustenta dudas.
V
Sublimo la isla
donde poniente acaba
Allí en la huida
otros abren miradas
al naciente: narran Islas.
VI
Lo que es orilla
amaga en su costado
–corriente vívida
que las hermana al cabo–:
Coronación del piélago.
DAYNERIS (CUBA TODA)
Cada mañana la piel del caimán verde
se le encarama humeante caderas arriba.
Asciende hasta su pecho de nubia y se abre
más allá de sus miembros alados de origen.
Mientras el día se amontona lento y húmedo
ella permuta la coraza de su hermosura
según el sol que la descifre y es jicotea
o tilapia, jutía o tenca si es así la mirada
de quien se cruce por el aire que suspende.
(Ahora es aura cazadora de luz antillana,
ahora frondosa sombra del zapote carmesí.
Más tarde quizá aroma de senda selvática).
Cada ocaso un clamor mítico la inunda de río
y trae por sus orillas la carnosidad del mango
oscurecido de rumores, del mangle rizo vencido
en su reflejo y la tierra empapada de guineas.
En la noche ella se engalana de las esferas
luminosas que circundan el espesor de su danza
y por su vientre cruza futuro cargado de lluvia
elíptica: huracán de luz en donde brota la Isla.
Desde ella surge el enigma rojo del polen,
el arcano que da nombre a los misterios.
En ella confluye la memoria de las razas:
voz que da razón al murmullo de los astros.
Mulata alzada en la mirada raudal de la gacela.
DESCARGA
Hasta que la aurora descargue
sobre el verde clamor del agua
las últimas auras en la mar antillana
quiero oír llamear sobre la bahía,
en la ciénaga
el mugido estelar de su voz metálica.
Hasta que la selva nos devuelva
bajo las melenas caimán de las palmeras
la luz ardiente que se engulló la noche caribeña
quiero oír aletear por la ciénaga,
sobre la bahía,
el mugido estelar de su voz metálica.
Como un turbio dios de Guinea desheredado
convoca por el aire oscuro de Santiago
el bembé que nos acerca al rostro
verdadero del músico dios,
el músico bardo
convoca todos los rostros en uno solo
hasta así componer el rostro
propio de su propio dios.
Hasta que la selva nos devuelva,
hasta que la aurora deshaga,
el ánima del músico bardo en el rostro de su dios
quiero oír flotar sobre la ciudad,
en su memoria,
el mugido estelar de su voz metálica.
EN EL SUEÑO UN HOMBRE MUERE
vacía su voluntad de la conciencia de estar vivo
La mujer en cambio en la vigilia
asienta su reino: en ese fluir del duermevela.
Cuando un hombre se rinde
al sueño el mundo fuera y dentro desaparece
La mujer por contra construye
sutiles lazos oníricos que le atan surreal a la vida.
Por eso un hombre cuando despierto
se espanta con los delirios que la mujer le inventa
Ellas no obstante cruzan entreveradas
por estancias nocturnas que en el día jamás vislumbran.
Cuando un hombre muere
sabemos realmente que no volveremos a verlo
La mujer sin embargo no es seguro
que parta nunca: alguna tarea tendrá de última hora.
Por eso a veces en la madrugada
por la cocina o a los pies de la cama presentimos
la extravagante agitación de haber oído
un rumor de platos o alguien que cálido nos arropa.
Eso sí en tanto seamos muchachos
y guardemos con la madre un vínculo secreto
De hombres ya es otra cosa:
en cuanto nos tumbamos a dormir morimos.
La mujer en cambio permanece alerta.
SÍ, CREO EN TU TRISTEZA IGUAL
que asumo la latencia de los bosques
bajo el frío glacial. Y además
creo que tu tristeza es el crisol
en el que se funden las otras
restantes tristezas del Mundo:
la tristeza en los ojos
de los caballos condenados al establo
La de las hojas otoñadas
en los sauces al borde mismo
de idéntico río. La del salmón
que rojo colma el ciclo en su retorno
a la fuente. Y la tristeza única
de las estaciones en su indefinida
pérdida de memoria cíclica.
Como creo en todas esas tristezas
amontonadas de por siglos:
en las casas viejas deshabitadas
que la rémora nunca ha derruido.
Y en los campos de labranza
dejados al crujir de los pantanos.
En los lagos desecados en donde
barcos de herrumbre pacen infinitos.
Yo creo digo en tu tristeza
mas deja que entrañado te demande:
¿No es acaso tu tristeza la misma
fijeza que engendra este Mundo?