BAQUIANA – Año XVII / Nº 97 – 98 / Enero – Junio 2016 (Poesía IV)

FOTO SECCIÓN POETICA________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

EUGENIA MUÑOZ MOLANO

Nació en Palmira, Colombia (1949). Es poeta, narradora, crítica literaria y profesora de español en Virginia Commonwealth University en Richmond, Virginia. Ha publicado los libros de poesía: Voces y Razones (Editorial Pijao), Ser de mujer (Ediciones Torremozas), La vida en Poemas (CD – Nomega Estudios) y Vida ensombrecida (Editorial Betania). Sus poemas aparecen en revistas literarias y antologías en Argentina, España, Estados Unidos, México y Perú, tales como: Amarga hiel (Editorial Centro de Estudios Poéticos en Madrid), The Luminiscent (Watermark Press en Maryland) y Argentina en Versos y en Prosa (Editorial Raíz Alternativa en Argentina), entre otras. La editorial Pearson de los EE.UU. publicó su libro de enseñanza: Lectura de textos. Interpretación y análisis. Narrativa, poesía, drama y ensayo. Sus publicaciones sobre crítica literaria comprenden un libro titulado Novelización y parodia en cuatro autores colombianos y numerosos artículos críticos publicados tanto nacional como internacionalmente. Actualmente es la Coordinadora del Programa de Español en su universidad y Directora del Programa para extranjeros en Cuernavaca, México.

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GOLPES PARA OLVIDAR

Al maestro Vallejo

 

Vivimos queriendo

olvidar esos golpes

que pocas o muchas veces

otros hermanos de condición

humana nos dan.

 

Esos golpes

que siempre llegan

sin avisar antes,

in-sospechadamente,

sin que podamos esquivarlos,

ni mucho menos impedirlos.

 

Unas veces esos golpes

mimetizados con las sombras

nos infringen a espaldas

sus escalofriantes estocadas.

 

Otras veces esos golpes

como rocas irrumpen

de frente al rostro

sin tregua ni compasión.

 

Esos golpes rojos,

negros, violáceos y azules

al piso nos lanzan

como cosas de barro,

dejándonos astillados

e irreparables.

 

Esos golpes profundos

Que penetran hasta el alma,

Ahí en el piso nos dejan

-quién sabe por cuánto tiempo-

tumbados, de dolor sonámbulos,

tartamudeando:

¿Por qué? ¡Hermano!

 

 

PERDONEN USTEDES

 

Perdonen ustedes pero hoy

no tengo palabras suaves.

Hoy no tengo sonrisas de dulzura

ni entusiasmos claros.

 

Hoy me duele mi vida.

Mi vida hecha para amar,

esperar y dar.

 

Hoy sangro por una nueva herida a mi vida.

Hoy sangran mis viejas heridas también.

 

Me arden hoy juntos

todos los perdones de mi olvido

de tantos malos tratos.

 

Hoy quiero decir a gritos,

sollozos y piedras

que no es justo,

que no es justo,

que no es justo el desconcierto,

ni la frustración,

ni la amarga espera sin fin.

 

Hoy no acepto, no entiendo

ni mucho menos comprendo ¿por qué?

¿Por qué el juego burlón

a mis búsquedas titánicas?

¿Por qué tan implacable golpea

la irónica hiel

sobre la siempre-dulce

intención mía?

¿Por qué el Constante Silencio

asfixiando mis más legítimas súplicas?

 

Hoy, juntas todas esas heridas

Me anonadan en sus honduras.

Y no sé a ¡Quién suplicar,

de quién esperar,

ni a quién dar!

 

¡Perdonen Ustedes hoy!

 

 

SUEÑOS

 

Padre, aquí estoy de vuelta.

Vengo de mi tiempo a buscar

los recuerdos de antaño

junto a ti:

¡Te veo tan grande, tan fuerte e invencible

con tu mirada airosa!

¡Me siento tan frágil y tan pequeñita

bajo tu sombra!

Veo como me empino

para abrazarme a tus rodillas,

acurrucarme en tus brazos,

y oír la canción de tu corazón

al arrullo de mi sueño infantil.

 

Quédate ahora así como estás

con esa sonrisa tan dulce…

Déjame sentir la blancura de tus cabellos

entre mis dedos.

Toma mi tibia mano

entre las tuyas apacible…

y oye el rumor de la oración

con que mi corazón

arrulla el sueño eterno que ya duermes.

 

 

LA ETERNIDAD DEL SILENCIO

 

Tú ahora estás allá

en el tiempo eterno

sin el pasado de los recuerdos

ni el futuro de los anhelos.

Sin los recuerdos de lo que ya

nunca más será ni volverá.

Sin los anhelos de lo que ya

Nunca más podrá llegar a ser.

 

Mientras acá nosotros, los tuyos

estamos en el tiempo de la eternidad

del silencio de ti, para siempre.

 

 

NO ESTAR MÁS

 

Que su ser no está más aquí lo sé.

que la verdad es esa y sólo ésa

también lo sé.

 

Pero lo que no sé

es cómo convencer a mi ser

para que no lo reviva

en cada palabra suya que repito,

en cada gesto suyo que duplico.

 

¡Cómo no verla en cada cosa suya,

en cada rincón de su hogar!

¡Cómo no caminar con ella

al recorrer nuestros caminos

de tantas salidas y llegadas!

 

¡Cómo no exhalar suspiros de tristeza

al recordar que no está más,

sabiendo que así tuvo que ser,

pero preguntando

¿por qué ella tuvo que dejar de ser?

 

 

LOS GRITOS DEL SILENCIO

 

No. ¡Que no me grite

este silencio suyo!

 

Ni tampoco su silla vacía,

ni su cuarto desierto.

 

No. Que no me grite,

que no me grite

su ausencia nombrándome

mi soledad, mi llanto, mi dolor.

 

No. Que no me griten

mis labios mudos

sin llamar su nombre,

sin poder decir:

“Que te vaya bien”

Ni preguntar después:

¿Cómo te fue?

 

No. Que no me griten

mis manos huérfanas

del alimento que ya

no preparo ni

sirvo a la mesa.

 

No. Que no me griten más

mis manos inertes

sin tener a quien

bendecir cada día.

 

No. Que mis ojos

no me griten

mirando el reloj que marca

la hora de la salida,

la hora de la llegada

de todos los días

      -de antes- 

 

No. Que no me grite más

este pesado silencio

de su pregunta

de todos los días

de mis regresos a casa:

“¿Qué me trajo mamá?”