BAQUIANA – Año XVII / Nº 99 – 100 / Julio – Diciembre 2016 (Poesía II)

FOTO SECCIÓN POETICA

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LEO CASTILLO

Nació en Barranquilla, Colombia (1961). Poeta, narrador y ensayista. Es colaborador de El Magazín El Espectador. Ha publicado nueve libros en los géneros: Cuento, Novela y Poesía. En fecha reciente fue parte de un documental informando el catálogo audiovisual de la UNESCO, habiendo participado en festivales internacionales de cine (Barichara, Bogotá, Caracas, Lima, La Paz…) Éste mismo ha obtenido el Chip dorado del Salón Internacional del Autor Audiovisual y el premio de Cine a la Calle.

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OLOR DE PERRO

 

Ingresar en el olor a perro

respirar hasta absorberlo completo

es preciso entrar en el sentido, el mensaje, la semiótica del sudor del perro

catar las mezclas, las variantes, proporciones

de que el olor del sudor del perro admite una hermenéutica

hay que penetrar hondo en este olor de perro

llegar a merecer una ráfaga del olor de los orines de perro

y, con apenas un poco de suerte

el olor a mierda de perro se nos entrega sin reticencia alguna:

entonces escuchamos la estridente sílaba que grita el olor a perro

y en seguida se escucha el curso de su lágrima fácil bajar

su grito subir

a través de la garganta de la ciudad

se sabe bien luego encajar su golpe, su silbato enloquecido:

hay que saber mucho, se nos exige saber demasiado de buenas maneras

para merecer vivir este olor

a que se nos acostumbra desde que despertamos

hasta que nos toca la hora de dormirnos

afinar el olfato sutil dentro mismo de su fetidez

que nos permita saber a qué huele

y decir

aquí

ahora

eso  que no sabe de él ni siquiera oler el mismo perro.

 

 

CACHARRERÍA

 

El corazón de este hombre es un chéchere averido que alguien ha desechado en su puerta

para ser reciclado junto a otras sobras, puesto entre trastos ya sin uso de los buhoneros

como una baratija sin utilidad ostensible

alguien lo toca, manosea un poco no sin algo de curiosidad

y lo deja caer maquinalmente, para de nuevo ser confundido con otros cachivaches

cuyo funcionamiento en verdad deja mucho que desear

la otra tarde una mujer solitaria, abandonada

se detuvo ante la cacharrería, acercó los labios rotos de sus amores

y dijo dos o tres lugares comunes, de esos que desgastaron el viejo trasto

un qué especial eres, dos te quiero y un voluntarioso no te olvidaré

el cachivache cambió de semblante, redimido de su destino confuso

llevado a latir avivado por nuevo combustible fósil inyectado en su destartalado mecanismo

latió un par de veces, acaso tres, las mismas en que se le dijo lo que oyó

las dos o tres cosas que en seguida gastadas

acabaron de dejar definitivamente fuera de funcionamiento este objeto sin objeto ya.

 

 

DE LOS ESTIMULANTES

 

El sabor, aroma

el cromatismo de la sal, del aire y de los árboles

están condicionados por ese que te suministra la droga

la misma droga que un día

abunda en éter, bicarbonato de sodio, en anfetaminas

la droga no es la que compras

es la que te es suministrada

sus adulteraciones

de modo que no sabes lo que la droga canta en tu metabolismo

de modo que bebes, comes, oliscas, te drogas y cantas

esas tonalidades de la sal, sabor de aire

dictados de lo que poco sabes

de modo que es una lotería lo que viene cada vez

a decirnos en tu verso.

 

Lo que tu alma come

lo que bebes

lo que escuchas.

 

 

GATO NEGRO DE LA SOLEDAD

 

Hay un gato negro de la noche detrás tuyo echado a tu espalda adonde te callas, adonde te cantas, adonde te estás. Hay un gato negro que no va tras los ratones de la Despensa. Un gato negro que brinca desde el infierno y se aferra con sus garras a escarbar en tu pecho, a excavarte el corazón en busca de casa en que echarse a ronronear. ¿No lo escuchaste acaso desde siempre, siguiendo tus pasos?¿No has sufrido su certera zarpa que gotea la sangre de tu ser? Sí. Hay un gato emboscado en tu noche que huye… y él con ella huye al alba, cuando el sol de la esperanza sonríe mendaz en el oriente de tu desasosiego. No hay noche sin gato para cada uno de tus días.

 

 

AYLAN KURDI

 

Aylan Kurdi ha venido sobre las olas a descansar en paz en la playa. La sal del mar en suaves ondas besa su cuerpo dulce. Ahora tiene alas y sobrevuela en la conciencia de los hombres, en el alma asfixiada del mundo. No hay en el universo nada que encierre tanta vida como tu muerte, Aylan Kurdi, boca abajo contra la tierra, la tierra bajo tu peso tremendo, el mar arrastrándose manso para lamerte los cabellos húmedos. Cuánta lágrima corre por las mejillas de hombres y mujeres buscando besarte en la frente que deslíe la ola. Querido Aylan deportado por la guerra sin juguetes, sepultado en la tierra sorda de la ceguera del poder, de los adultos sin ojos. Tanto amor por recibir en una vida, lo tributa la insensata muerte. ¿Qué haremos sin ti, ahora? Te hemos tomado en brazos, fruto del mar podrido y te traemos para conservarte limpio y en pureza incorruptible en nuestra memoria, para que abones el Globo de nadie de nuestro corazón desolado. Florece, Aylan Kurdi, con cada latido que queda acá sin ti.

 

 

TRAYECTORIAS

 

A su paso el agujero de la bala en el aire

con un poco más de suerte

con un poco más de tino

un poco más de instinto rápida

la perforación del aire alcanza piel

el efímero, estrecho túnel del aire toca músculo

el agujero abierto en el aire alcanza entraña

seso

corazón

el agujero se detiene acezante

satisfecho con la vida brusca

la vida de repente

la vida ya rota

una vida irremendable:

ha tenido éxito el sicario y parte veloz

el corazón jubiloso del sicario aplaude dentro del pecho

el agujero de la bala en el aire está cerrado

el destino de la víctima está sellado

este poema ya no tiene adónde ir.