LA REVERBERACIÓN DE IMÁGENES HABANERAS EN LOS DIARIOS
APÓCRIFOS DE ANAÏS NIN CREADOS POR WENDY GUERRA
por
María del Mar López Cabrales
De Diarios y autoras
Adentrarme en el mundo de la obra de Anaïs Nin y en la Cuba de los años veinte del siglo pasado, a través de un texto de Wendy Guerra, como en los jardines laberínticos, la reverberación de imágenes en un caleidoscopio o la infinitud de los personajes en dos espejos paralelos, ha sido una experiencia inusual. Gracias a este febril encuentro con la obra de Guerra y de Nin, he podido delinear la historia de un pasado cubano en el que las mujeres, de manera indebida, rompieron la telaraña de la opresión por medio de la escritura del diario como un espacio liberador.
Anaïs Nin nació en Francia en 1903 de madre cubano-franco-danesa y de padre cubano-español. Entre 1922 y 1923, sus padres la enviaron a Cuba unos meses para separarla de su novio Huge Parker Guiler—adinerado banquero y artista neoyorquino, conocido también como “Ian Hugo” después de su éxito como cineasta—, porque los padres de Hugo no aprobaban la relación de su hijo con una latina, católica y pobre. A pesar de esto, Nin y Parker Guiler se casaron en la ciudad de La Habana el 3 de marzo de 1923.
Este ensayo es un acercamiento al personaje de Anaïs Nin y al liberador juego de espacios cubanos en Posar desnuda en La Habana (2011) de Wendy Guerra, donde no solo aparece la capital de Cuba, sino también el oriente de La Habana, más concretamente Luyanó, donde se encontraba “La Generala”, lugar de residencia de Anaïs Nin esos meses y finca de su tía materna Antolina. Posar desnuda en La Habana es un mosaico de la sacarocracia o aristocracia azucarera cubana, y es un diario apócrifo de Anaïs Nin durante su estancia en la isla, uno de los episodios menos anotados en sus famosos diarios y en la bibliografía de esta autora en general.[1] El libro, escrito en primera persona, describe esta experiencia cubana sobrecogedora y surgió a partir del largo trabajo de investigación que desarrolló Wendy Guerra en los archivos y registros del Departamento de Colecciones Especiales de la Universidad de California en Los Ángeles. Para la elaboración del texto, Guerra realizó entrevistas e indagaciones sobre las personas que conocieron a Anaïs Nin en estos meses y leyó los originales de los Diarios de Nin y de sus Cartas guardados en la Universidad de California en Los Ángeles,[2] aparte de indagaciones sobre quiénes pudieran haber conocido a Anaïs Nin en estos meses. En el texto se alternan la letra cursiva, que son los extractos de los originales de los Diarios y Cartas de la autora francesa, y la tipografía redonda, donde, según Antonio Lucas en su reportaje “Wendy Anaïs Guerra”, la autora cubana:
[…] inventa, especula, reflexiona y sospecha […]. [La experiencia cubana de Nin] fue una aventura iniciática en la que la escritora francesa (nacida en 1903) tan sólo escribió un puñado de folios. […] ahí […] se cuela Wendy Guerra, en ese silencio. Su novela reconstruye aquel tiempo aprovechando el poco material que dejó Nin. Y establece con ella un diálogo diarístico que en verdad es una forma de completar aquel diario que no fue. (Lucas 1)
Asimismo Lucas comenta que el texto de Guerra:
[…] orbita alrededor de un momento de la vida de Anaïs Nin, una de las escritoras más inquietantes y ‘caníbales’ del siglo XX. Una mujer atada al mundo por el lado de la fiebre. Aquella que amó a su padre hasta el incesto. La que tuvo dos maridos simultáneos. La dama de los mil amantes (Henry Miller, Antonin Artaud, Lawrence Durrell…). La autora de unos diarios sobrecogedores en los que aventó su vida con una libertad sin freno. La que nunca pidió perdón por desear. (1)
Wendy Guerra—una escritora muy mediática[3] —se halla fuertemente influenciada por Anaïs Nin y sus Diarios, y la escritura de este libro, según ella, supuso bajar la cabeza ante Anaïs Nin y reconocer abiertamente sus referentes puesto que, de otra manera, no podría haber seguido escribiendo (Lucas 1).
De hecho, el diario está presente en toda la obra de Wendy Guerra. Su primera novela Todos se van (2006) que fue llevada a la gran pantalla por el cineasta colombiano Sergio Cabrera en el presente año (2015) [4] es un texto basado en los diarios personales de infancia (primera parte) y adolescencia (segunda parte) de Nieve Guerra y se abre con una cita del Diario de Ana Frank (19 de noviembre de 1942): “Podíamos cerrar los ojos ante toda esta miseria, pero pensamos en los que nos eran queridos, y para los cuales tememos lo peor, sin poder socorrerlos”. De la misma manera, el poemario de la autora cubana titulado Ropa interior (2008)[5] se abre con tres citas, una de T. S. Elliot, otra de la poeta cubana Reina María Rodríguez y la primera tomada de las Cartas de Anaïs Nin, de donde Guerra saca su título:
“…El editor me regresó el libro diciendo: ‘Madame, llévese toda su ropa interior, no nos interesa’ En concreto, en el poema “Nieve en La Habana” Guerra expresa: “Me he descubierto anclada en la fiesta epistolar de tus mentiras./ Recupero el aliento de mi letra y ahora narro el paisaje que te excluye/ sólo en la pérdida se halla lo esperado” (12).
La pérdida del padre obsesionó a Anaïs Nin toda la vida y es un punto central en sus diarios y en todos sus textos, ya que su padre, el pianista José Joaquín Nin Castellanos, abandonó a la familia cuando Anaïs tenía diez años, para marcharse con una alumna suya de dieciséis, amiga de su hija. En este momento Anaïs Nin comenzó a escribir sus diarios, en parte para comunicarse con un padre ausente.
Cuba imaginada
Guerra comenta en una entrevista que “Ella [Anaïs Nin] llega a […] [La Habana] como quien penetra un cuerpo, como penetrando a su padre […]. Pero en verdad iba en busca de su identidad” (Lucas 1).
Desde el viaje en el vapor New York que unía esta ciudad con La Habana, Guerra hace un canto al mar que separa la isla de los Estados Unidos y, por ende, del resto del mundo. El mar: “[…] vanidoso líquido elemento que nos aleja o encuentra” (13) es el escenario de las primeras reflexiones de Nin antes de encontrarse con Cuba. En el trayecto, la autora se presenta como alguien que puede “simular ser única pero, en realidad [es] […] una mujer común con estrafalarias intenciones”. (16)
La escritura para ella supone desplazamiento, deseo y se relaciona siempre con este padre con quien tuvo relaciones incestuosas. La representación de Cuba está relacionada con los temas de erotismo, abandono, pérdida y escisión presentes en la narrativa de Guerra y de tantas otras escritoras cubanas.[6] En la segunda oración de Posar desnuda en La Habana, se dice: “Siempre llego tarde a lo que me fascina” (13) y en constantes vaivenes, como las olas del mar, entre letras itálicas y con tipografía redonda se abre una gran ventana a la vida de Anaïs Nin y al juego de espacios liberadores en la Cuba de los años veinte del siglo pasado.
La entrada en La Habana desde el vapor es descrita por la autora cubano-francesa como una mujer dando a luz protegida por el Morro y el faro y cuando por fin llega a tierra se encuentra con su padre:
Me dejé dormir sin la noticia de que llegaríamos. Tanto tiempo esperando este milagro y ahora la ciudad está en mi nariz, me arrimo al círculo de penumbra. Veo poco a poco su entrada. / Tiene piernas abiertas y su desembocadura acuosa nos conduce al interior de la bolsa materna. Una fortaleza española la defiende del extraño a toda costa. Una leve luz se asoma desde arriba, el centinela insomne espía.
[…] Doy la mano al marinero que me sujeta fuerte al pasar de la inestable volubilidad del mar a la estática firmeza de la tierra, le doy la mano como si se la tendiera a Padre. Él me toca, yo lo miro con una sonrisa que disfraza y aligera el gesto de tocarnos bajo la penumbra; ni se imagina lo que significa para mí aferrarme a su mano. […] Llegar de noche es cruel […]. / Odio la nocturnidad, detesto la situación de no ver dónde piso. La Habana pulsa, promete, se dilata en mis pies, que resbalan en la humedad etérea. Cuba toda deberá estar aún más lejos de lo que puedo tantear, se va alargando y siento profunda la inmensidad que me traga como boca de lobo. (25-26)
La realidad insular le angustia al principio y, después de darle la mano al marinero, salta a tierra pero se equivoca:
[…] la tierra no es firme, cimbrea, es una isla. Sigo en la indefinida realidad. […] El aroma a brea es muy fuerte. El olor a mariscos y a pintura fresca me produce un ardor que no conocía. Huele a fruta y a crudo, huele a colonia barata y huele a mí, que ya me mezclo con el salitre, dejándome llevar por todo sin remedio.
No veo pero siento. (26)
De esta manera, Anaïs Nin hace su espectacular entrada en la isla. A partir de este momento y a través de su deambular por espacios liberadores cubanos, se produce una simbiosis brutal que convertirá a la ‘novia’ inexperta y naif en una mujer que aprovecha en cada segundo la sensualidad de Cuba y sus habitantes.
Después de este primer encuentro con Cuba, vestida de negro,[7] su primo Carlos la conduce a la finca “La Generala”, y entre un aroma a picuala—planta con flores aromáticas—que ella siente como una suave fragancia de azahar, deja las calles de la capital laberíntica para llegar al campo:
Veo intrincados y oscuros caminos. Mucha humedad en el suelo, como si el mar nos persiguiera; se va internando en mis pies, van húmedos dentro de las botas amarradas. Todo me duele. Me duele Cuba, me duele de celos y de ausencia, de extrañeza. Tengo miedo de descubrir aquello que dice mi madre:
“[…] no soy de ninguna parte, Anaïs”./ La finca está muy alumbrada y escucho el bullicio delicado desde afuera./ En realidad quisiera poner el oído en la hierba para escuchar los insectos delirar. Perderme en la casa o entrar sin ser recibida. A ver si me acomodo en armonía y no tengo que romper esta tela que me aprisiona. El corazón no sabe qué decirme. Le escucho tantas razones. (28)
Todos sus familiares la reciben en la finca con la tumba francesa, una combinación de música del África occidental y los bailes franceses de salón llevada al oriente de Cuba por los colonos provenientes de Haití y sus esclavos: “[…] rompí a llorar porque no pude hacer más por ellos, ni por mí. […] los abrazos no los merezco, porque me he vuelto una extraña entre[8] tantas lenguas y tantas nuevas direcciones, demasiadas para una remitente tan joven”. (30) La tumba francesa, como el luto, reciben y despiden a Nin en la isla. El día de su boda también se toca este baile que aúna Francia con Cuba: “Mi padre y mi madre estaban allí. En la comunión de lo que soy. Francia, esa elegancia dura y férrea; Cuba, la dulzura de una flexibilidad a la que el baile me convida sin sacrificio” (31).
La intensidad de este recibimiento familiar hace que Nin pase más de tres días en cama y sea atendida por Dorado, el cocinero afrocubano de la finca, con rituales de santería.[9] En el aislamiento de su enfermedad, Nin saca a colación por primera vez el diario que es y ha sido siempre su isla particular. Cuba representa a su padre: “Cuba no me deja tenerla. Cuba es rebelde y se me escapa. Duermo y sudo” (33). José Joaquín Nin Castellanos tuvo que escapar de Barcelona por unos escándalos amorosos con una estudiante y en La Habana, en la tienda de discos de Anselmo López, conoce a Rosa Culmell, cubana, hija de diplomáticos y cantante lírica. Rosa solía ir con su hermana a esta tienda a comprar partituras (42). Anaïs Nin siente que es hija de su padre, al estar poseída por el deseo de cambiar los destinos y por la pasión, lleva inoculado el veneno de su padre (65). Esta pasión se percibe de manera clara en el comentario que Nin hace de su prometido Hugo: “Pero eres Hugo, mi cervatillo delicado que prefiere conservar las piernas heridas a dejarse curar por esta extraña, una niña atolondrada que anhela entrar como un colibrí a compartir tu cuarto de soltero. A desafiarte” (34-35).
Por las páginas de Posar desnuda en La Habana transitan fotos en blanco y negro y estampas liberadoras y a veces hasta lúdicas de la Cuba del siglo pasado. Algunos de los espacios que se dan cita en este texto son lugares reconocibles y existentes en la Cuba de hoy en día: El Almendares, el cual además de un río, y uno de los más famosos equipos de pelota (béisbol), fue el nombre de un club donde Nin y su familia celebraban la cena de Nochebuena (121) y al que iban con frecuencia a tomar té (123); la Radio Party del Tennis Club; se citan extractos del Calendar of Frivolities or Journal of a Society Girl (62); aparece el primer locutorio ubicado en La Habana para llamar al extranjero que se inauguró en 1921 (71-72), las Peluquerías COSMOPOLITA. CF en Obispo 16 y Madame Gil en Obispo 86, la tienda de Chocolates LA ESTRELLA en Obispo 88, la papelería MARCOS MOROÑA en Habana 90, donde Nin se compra un cuaderno para su diario y la tienda ABANICOS Manon. F. F. y Cs, en Obispo 100.
La Academia de San Alejandro, en la calle Dragones 52, merece un capítulo entero del libro, ya que Nin conoce en ella a los artistas ante los cuales posará desnuda: Wifredo Lam y Pablo y Graciela de la Torriente Brau, entre otros. (94-100) En el texto de Guerra también aparece el claustro del Convento de Santa Clara, al que la misma Anaïs Nin dedicó unos fragmentos en su diario, ya que allí sintió cierta cercanía con el recogimiento y el sacrificio puro y espiritual de las religiosas (105-106). También menciona a El Teatro Capitolio (103) y a El Encanto, excelente comercio muy limpio e iluminado entre las calles Galiano y San Rafael, el cual le recuerda a la joven Nin algunos sitios de Nueva York, donde su tía Antolina le renueva el vestuario comprándole telas que ella quisiera claras para presentarla serena en sociedad, pero que Anaïs Nin decide cambiar por transparencias con dibujos asiáticos. (38) Al costado de El Encanto aparece la calle San Miguel descrita como una avenida enorme –“Tía me lleva por calles empedradas y también por avenidas anchas” – (39), el lugar donde su prima compra las colonias.
En el texto de Guerra, La Habana de los barrios bajos es explorada –aunque no descrita– por Nin con su amante Julián, y la de los barrios pobres visitada con sus primas para ayudar a los necesitados, parafraseando el texto de Guerra, como señoritas de alta sociedad, enjoyadas y perfumadas. (115)
En la primera carta que Nin le escribe a su novio, Hugo, desde Cuba expresa su euforia ante la realidad isleña: “¡He sido llevada a ‘la tierra de la belleza’, ahora vivo en un palacio encantado! […] El hechizo del sur ha caído sobre mí, siento el suave y abrasador aire, y el cálido y vibrante toque de su crepúsculo, y mis pensamientos se aquietan en una indolencia ensoñadora”. (40-41) Poco antes de escribir esta carta, Anaïs Nin entra en la librería la Moderna Poesía y hace alusión por primera vez a la palabra “posar” del título del libro: “Poso para mis ilusiones”. (40) Otras menciones posteriores al título se perciben cuando Nin deambula desnuda por la casa después de recibir la carta de despedida de Hugo (84), cuando, en sus recuerdos de infancia, está desnuda bajo el visor de la cámara de su padre (92), cuando posa desnuda ante las miradas de sus amigos pintores (133) y finalmente, después de su boda, cuando Hugo y Nin discuten por primera vez. Entonces Hugo indica que no reconoce a Anaïs en La Habana, le recrimina su falta de coherencia e inmadurez, e incluso llega a pedirle que deje de escribir en el diario: “¿Y qué esperas hacer? Eres ya una mujer casada. ¿Piensas seguir mintiéndome hasta el final? ¿Qué quieres, Anaïs? ¿Quedarte? ¿Escribir? ¿Nadar y montar a caballo? ¿Meterte en política? ¿Posar desnuda?” (164). A raíz de esta discusión, van a la agencia de vapores Lloyd North Alemán, en la calle Obispo 28, para comprar su billete de regreso a Nueva York.
Sobre la experiencia liberadora cubana de Anaïs Nin en este juego de espacios, la propia escritora francesa expresa en sus Diarios:
Me había prometido no hablar sobre el cambio de hogar ni de mi nueva aventura. […] Pero los dioses […] me colmaron de regalos. […] Y por todas partes que miro están los campos de Cuba, fértiles, pródigos, bajo un cielo siempre brillante. Y el aire es suave y agradable, las palmas altísimas, derechas e infinitamente elegantes, alzándose contra un cielo lleno de brillos y colorido. Todo luce traspasado por una calidez y suavidad ocultas; es aquí donde se siente el hechizo del sur; la languidez y la pasión que te arroban por turnos a través del espíritu y las sensaciones. (45)
Adiós a La Habana
El diario supone para Anaïs Nin un escape, una respuesta a su necesidad de comunicarse con Padre, porque el diario es su padre, pero a veces siente miedo de él y no quiere escribir por no despertar el demonio que duerme en ella: la tristeza (55). Quizás, por este motivo, las alusiones de Nin a su experiencia cubana fueran tan escuetas; aunque quizás la intensidad vivida en la isla la superara y, como inventa Guerra en su texto, no pudiera escribir después de posar desnuda en Cuba ante tantos artistas, de tener sus primeras relaciones sexuales en la isla con su primer amante Julián y con Flor Loynaz, después de haber oficiado su boda con Dorado por los rituales de santería. Cuba supone la sanación para Nin porque Cuba es Padre, y en una carta a Hugo, Nin expresa “Me curo, Cuba posee los avíos para ello”. (60)
La utilización del diario en Posar desnuda en La Habana crea un ambiente íntimo en el que Anaïs Nin parece conversar directamente con la audiencia. En los diarios siempre ha habido una función subversiva por su naturaleza de objeto íntimo y escondido, cuyo contenido está siendo revelado a los lectores. La fuerza del texto de Guerra, como la de los diarios de Nin, reside precisamente en esta sensación de estar presenciando algo prohibido. Posar desnuda en La Habana es un texto sobre la experiencia cubana liberadora de Anaïs Nin a través del juego de espacios presentado en este ensayo. Esta experiencia fue autocensurada por la autora cubano-francesa y Wendy Guerra en su texto reescribe los ya previamente tachados y corregidos Diarios y Cartas de una joven que transita por la isla como una sombra insomne que se llena de luz en el Caribe.
Indagar en este retazo de la historia de Cuba a través de la experiencia de Anaïs Nin inventada y recreada por Guerra supone recorrer las venas de un país singular que a lo largo de su historia ha desarrollado una experiencia ciertamente irrepetible. A través del estudio del juego de espacios recorridos por el sujeto narrativo femenino en el texto de la autora cubana, se puede trazar una cartografía cubano-habanera de imágenes caleidoscópicas que con intensidad son vividas y relatadas en estos diarios apócrifos por una alianza inseparable entre Nin y Guerra.
Notas
[1] En el libro Great Women Travel Writers de Amoia & Knapp, hay una bibliografía sobre Anaïs Nin y sus viajes pero no se cita su estancia en la isla. En Daily Modernism: The literary Diaries of Virgina Woolf, Antonia White, Elizabeth Smart and Anaïs Nin se comentan sus “Diarios” sin mencionar nada de su experiencia en el Caribe. El libro Anaïs Nin: a Reference Guide es un resumen de lo escrito por otras personas sobre su obra y en él tampoco se hace ninguna referencia a esta estancia. Lo mismo sucede en Anaïs Nin’s Narratives, libro recopilatorio de diferentes artículos sobre ella y su obra y en Woman Speaks: The Lectures, Seminars, and Interviews of Anaïs Nin. Única y exclusivamente aparecen escuetas referencias en el Diario Vol. 5 y en el Diario Vol. 1.
[2] Guerra recibió una beca del Department of Special Collections (UCLA) para consultar los originales de los Diarios y Cartas de Anaïs Nin y pasó doce años investigando su obra. En Los Ángeles visitó la última residencia de Nin, una casa de Eric Lloyd Wright de los años cincuenta del siglo XX, donde residió con su segundo esposo Rupert Pole, quien sigue vivo con noventa y cuatro años, y a quien Guerra entrevistó. Dice la autora cubana: “Ha sido un trabajo fascinante en el que llegué a la conclusión de que Anaïs era como muchas mujeres juntas. Todas tenemos una Anaïs dentro, unas la aceptan y otras no…” (Lucas 1).
[3] Guerra posee un Blog en El mundo titulado “Habáname” y en él realizó con el artista cubano Waldo Saavedra un video muy sugerente sobre Posar desnuda en La Habana. Véase http://vimeo.com/33829693. Sobre la presencia de otras escritoras y comunicadoras cubanas en el mundo cibernético léase López-Cabrales (2012, “Blogueras…). Sugiero:…
[4] En “Sergio Cabrera, el cineasta que primero fue guerrillero”, Yamid Amat le pide su opinión sobre el comunismo y la adaptación al cine del texto de Wendy Guerra: “¿Qué piensa del comunismo?/ Es un bonito sueño. Alguien decía que es una buena receta mal cocinada./ ¿Por qué la revolución cubana terminó siendo totalitaria?/ Nunca podremos saber qué hubiera sido de Cuba, si no le hubieran hecho los norteamericanos la guerra que le hicieron: bloqueo económico y político, incursiones militares. Los obligaron a un proceso endogámico complejo; quién sabe qué hubiera sucedido si se hubiera dejado que la revolución fluyera./ ¿Y qué piensa de Fidel Castro?/ Lo que sucede en Cuba fue lo que yo observé cuando entré al Epl: la ambición personal está presente en las células más primarias de cualquier organización. El deseo de perpetuarse en el poder y ser mesiánico ocurre tanto en la izquierda como en la derecha./ Este análisis corresponde a la historia de la niña de la película ‘Todos se van’”.
[5] En el poema “Rojo” también se hace una clara alusión al género diarístico: “Transformas el diario como al agua el invierno/ Del hielo a la humedad hay un temblor apenas/ Una canción restaura tantas dudas y rencores pasados/ […] Soy una lágrima perdida en los estanques/ que no regresa más al cuaderno encendido/ al delirio que prende en tus deseos/ A mi propia salvación entre los versos llego tarde […]” (11).
[6] Véase las mencionadas en López-Cabrales (2007 y 2008).
[7] Se podría hacer un estudio de los colores de las ropas que llevan los personajes en este diario apócrifo. Nin entra en La Habana vestida de negro, “luto”, oye decir cuando se baja del vapor, y termina sus días en la isla también vestida de negro, el día de su boda con Hugo: “Me visto sola. Ellas piensan en la palabra luto. La misma palabra que en español me recibiera al entrar por la aduana” (153). Hacen una boda pequeña en la capilla familiar –que no se registrará para no enfadar más a los padres del novio—y luego se unen por lo civil en San Francisco número 12, “[…] un gabinete dentro de una hermosa casa de familia” (154).
[8] Recuerda el título del cuento “Una extraña entre las piedras” de la escritora cubana Ena Lucía Portela.
[9] Dorado vino de Santiago y trajo a sus hermanos a trabajar en la finca. Todos pertenecen “a una sociedad secreta a la que no entra todo el mundo. Hay una en Santiago y otra en Guántanamo” (32).
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MARÍA DEL MAR LÓPEZ CABRALES
Nació en Cádiz, España (1967). Es profesora titular del Departamento de Lenguas y Literaturas Extranjeras de la Universidad del Estado de Colorado (EE.UU.) donde imparte clases de diferentes niveles de español y culturas y literaturas españolas y latinoamericanas. Su línea de investigación se centra en los estudios de la mujer en Latinoamérica y España en la época contemporánea. Su investigación se ha concentrado en analizar la escritura de mujeres como un espacio en el que éstas crean un discurso socio histórico y se comunican unas con otras. Ha publicado los libros La pluma y la represión: Escritoras contemporáneas argentinas (2000) y Palabras de mujeres. Escritoras españolas contemporáneas (2000), así como también distintos artículos, entrevistas, introducciones y entradas enciclopédicas en Letras Femeninas, Revista Iberoamericana, Confluencia y otras revistas de investigación y actas de congresos en España, Latinoamérica y EE.UU. En la actualidad es Secretaria de la Asociación Internacional de Literatura Femenina Hispánica y ha sido profesora invitada en la Universidad de Cádiz (verano de 1999), y en el programa Semester at Sea (otoño del 2000 y verano del 2001). En la primavera del 2003 fue consejera del programa de intercambio del Departamento de Lenguas y Literaturas Extranjeras de la Universidad del Estado de Colorado en La Universidad de Alcalá de Henares en Madrid (España).
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