DE AMORES Y GUERRAS , DE UVA DE ARAGÓN
por
Vitalina Alfonso Torres
EDITORIAL VERBUM, S.L.
Madrid, España
ISBN: 978-84-1136-760-8
Depósito legal: M-20484-2024
311 páginas
(2024)
Cuando leemos las memorias El reino de la infancia (2021), de la escritora cubana Uva de Aragón (La Habana, 1944), si algo sobresale más allá de la excelente combinación de un lenguaje narrativo impecable y atrayente, con un valiosísimo arsenal gráfico, es la exaltación merecida y justa a su linaje familiar. Al mismo tiempo se hace notar que a lo largo de casi toda su obra narrativa anterior, de una manera u otra se aborda a la familia como organización social, con la fuerza que sin dudas poseyó desde el siglo xix en Cuba. Ya para la segunda década del siguiente siglo, y hasta el presente, a la autora le ha tocado vivir y observar desde dentro (etapa en que transcurren sus memorias) y fuera de la Isla (donde ha vivido desde sus 15 años) las transformaciones experimentadas por tal horcón, sobre todo debido a los desgarramientos provocados por la salida de muchos cubanos hacia los EEUU, a partir de la Revolución Cubana, en 1959. Su novela Memoria del silencio, la cual vio la luz en el año 2002, ocupó y sigue ocupando un espacio bien emblemático acerca de esos acontecimientos y sus consecuencias sicológicas.
Veintidós años después Uva de Aragón con la novela De amores y guerras. Cuba y España retoma el tema de la familia pero esta vez desde una perspectiva inusual dentro del corpus de su obra de ficción: la novela histórica. Pero si resulta inusual que se adentre en todo un contexto marcado por el devenir de dos guerras trascendentales que definieron una parte del destino de Cuba (la del 1868 y la de 1895) no lo es, en cambio, el modo en que los vericuetos de la ficción llegan a los lectores. Una vez más, como en Memoria del silencio y hasta en El reino… son los personajes, con sus voces y acciones alternadas, los encargados de transmitir un mensaje común entre las tres obras señaladas aunque en su cuentística ya había aflorado previamente: pese a los reveses de la historia de Cuba y a las diferencias ideológicas, los lazos familiares sólidos han posibilitado no solo la defensa de los valores patrimoniales comunes, sino también la reconciliación.
Haciendo gala de una ardua y prolongada investigación de documentos, historiografías, de rescate de anécdotas familiares, y con igual ahínco en la confección paulatina de los árboles genealógicos de sus antepasados, Uva de Aragón ha convertido en protagonistas de esta novela a sus bisabuelos maternos y a sus dos abuelos de la misma rama. Son ellos, con sus diferentes voces distintivas (acierto narrativo de la autora), los que relatan el decurso de sus vidas durante las guerras de independencia cubanas. El telón de fondo que ellas comprenden está cosido cuidadosamente no solo con los hechos y fechas reales, sino también con verosímiles detalles de la época que generalmente no recogen los libros de historia. Así, mediante la ficción, el lector conoce de las modas, de los mobiliarios hogareños según las jerarquías sociales, de las epidemias más frecuentes, de la llegada a la Isla de equipos e instrumentos que reflejaban la asunción de nuevas tecnologías y, en un primerísimo lugar, de las distintas maneras de convivir de los personajes con las normas y tradiciones imperantes.
Un orden cronológico rige la narración, y en modo contrapunteo dos jóvenes cubanas (Sara Escobar Cisneros, de Camagüey y Emelina Catá y Jardines, de Oriente) y dos españoles (Waldo Álvarez Insua, periodista y escritor e Ildefonso Hernández y Lastras, un militar de carrera) conducen al lector no solo hacia lo que va sucediendo sino también a conocer sus valoraciones y juicios políticos, en medio de un entorno bélico. En este entorno y en el de muchas familias criollas, se va consolidando un acérrimo patriotismo (nada más cercano a lo que ha solido identificarse por los historiadores para esa etapa del siglo xix como autonomismo o pensamiento independentista emancipador). Paralelamente en la Metrópoli, al margen de sus también guerras internas, se mantienen con firmeza las ansias de mantener las colonias, y aquellos establecidos en estas, para reafirmar su devoción por la Madre Patria, la defienden a ultranza. En la medida de las posiciones sociales que ocupan en ellas es obvio que sus comportamientos varían en intensidades y reiteraciones. De tal suerte, resulta totalmente creíble (al margen de que en una nota de la autora, al término de la novela, se le informa al lector de la absoluta y real existencia de una gran parte de los personajes que la pueblan) que un militar como Ildefonso o un intelectual de profesión como Waldo mezclen sus destinos, no siempre en total armonía, con las cubanas Emelina y Sara, respectivamente.
Los amores surgidos entre estos cuatro personajes, las vicisitudes que afrontan, los inevitables conflictos, tanto amorosos como sociales que dictan sus opuestos orígenes son, en esencia, las principales líneas argumentales en De amores y guerras. Cuba y España. Uno de los méritos más relevantes de esta saga familiar está en la audacia de la autora al intercalar en la ficción pasajes de la vida de personalidades de la historia (con prioridad de la de Cuba) de una manera orgánica, coherente e enriquecedora, como son los últimos instantes previos a la muerte de Carlos Manuel de Céspedes, el enterramiento de José Martí, las honras fúnebres del rey D. Alfonso XII, en Madrid… A un similar enriquecimiento de las tramas se suma también la inserción directa de hitos culturales a través de la alusión a obras, fundación de publicaciones periódicas y escritores de raigal importancia para la época en ambos países (Los miserables, de Víctor Hugo; José María Heredia y sus poemas cargados de dolor por el destierro; el poema “La tórtola”, de José Jacinto Milanés; El Eco de Galicia; novelas de Emilia Pardo Bazán; comentarios de los últimos momentos de la vida de la escritora gallega Rosalía de Castro, entre otros).
El historiador cubanoamericano Javier Figueroa de Cárdenas, en una de las presentaciones[1] que ha tenido De amores y guerras… en Miami insistió en la validez de que un autor se tome licencias creativas (insertar personajes y contextos de ficción, por ejemplo) al recrear hechos históricos, y cómo Uva de Aragón, con ejemplar maestría, ha hecho funcional esta anuencia, al volver absolutamente creíbles cada una de sus licencias. Sin dudas, según como el propio Figueroa también señaló, ello es consecuencia del respeto de la autora por la fidelidad a los hechos realmente acontecidos, lo cual obedece a su rigor en la investigación y, no en menor escala, a su sagacidad periodística. Por otra parte, pienso que si algo también es súper funcional es que el hallarse la voz autoral agazapada tras las de sus personajes, una posible incredibilidad de lo narrado podría ser mayoritariamente atribuible a los distintos puntos de vista que a lo largo de toda la novela se expresan en frecuente alternancia, sobre todo en el caso de coincidencias argumentales. Escuchemos dos versiones de un mismo suceso recreado en la voz de Emelina y luego en la de su esposo Ildefonso:
Un día Álvaro me pidió que lo acompañara a una función en el Teatro de la Reina con el objetivo de colectar dinero para comprar la casa donde nació el poeta José María Heredia, cuyos versos ambos habíamos leído a menudo. No sabía si a Ildefonso le disgustaría y no me atrevía a preguntarle. Aunque ahora tenía un puesto administrativo en el ejército español, temía que de alguna manera mi presencia en una actividad, obviamente auspiciada por criollos, pudiera perjudicarle. Fue mi hermano quien, dos días antes de la función, más que pedirle permiso le dijo que iríamos. Él quería a Ildefonso pero a veces yo escuchaba en su tono de voz un punto de resentimiento. Mi esposo, sin embargo, sonrió y nos deseó que la pasáramos bien. Creo que era sincero. [153]
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A mi esposa y mi cuñado, sin embargo, les parecía muy bien que se recaudaran fondos para restaurar la casa donde nació el poeta desterrado José María Heredia. No tenía objeciones aunque no me gustase todo lo que escribió. Con ese motivo se dio una función benéfica y Álvaro me anunció, con un cierto tono desafiante, que Emelina y él asistirían. Les deseé que lo pasaran bien y era sincero. Debo decir que esa noche, ver a mi mujer tan bien arreglada, me deslumbró y saber al día siguiente, sin que me lo dijera, solo por la expresión de su rostro, lo bien que lo había pasado me alegró mucho. Bastante había sufrido en la vida y yo quería poderle ofrecer más momentos gratos.[226-227]
Cuando los lectores se acercan al casi ya cierre de la saga, surge una quinta voz narrativa que hasta esa última sección solo había figurado como personaje absolutamente secundario, entre varios que pudiesen ser clasificados por igual. Se trata de la voz de Alfonso Hernández-Catá (1885-1940), abuelo de la autora y un eminente narrador (además de diplomático) quien, como ella misma ha revelado en innumerables entrevistas, fue su más inmediata inspiración cuando eligió profesar la escritura. Para otorgarle la “autoridad” de cerrar la saga, al ser el puente de unión entre las dos familias (Alfonso, hijo de Ildefonso y Emelina, quien ya viuda se queda con sus hijos en Cuba, contrae matrimonio con Mercedes Lila, hija de Sara y Waldo, quienes marcharon a España en cuanto la Isla dejó de ser colonia) Uva de Aragón se vale de un recurso literario, la intertextualidad, para poder fabular libremente sobre episodios reales de la juventud de su abuelo. Ya en el caso de Waldo Álvarez Insua había utilizado sus crónicas periodísticas con tipografía distintiva para reproducir con exactitud, entre otros temas, los ideales y principios del periodista español pero en el caso de Hernández-Catá el recurso resulta aún más elaborado y no por ello menos eficaz: la autora fabula a partir de textos de él, incluso de ficción, y de las memorias de su cuñado Alberto Insua y amigo de juventud en Madrid. Explícitamente afirma en la nota autoral, al término de la novela: “Pese a que la intertextualidad es un recurso literario legítimo, he meditado sobre la validez de este método, y he concluido que al traer a estos escritores a la actualidad y hacerlos narrar sobre sus vidas en primera persona, es justo tratar al menos de acercarme lo mejor posible a sus propias voces”. [305]
Al arribar ya a esta parte de la novela De amores y guerras. Cuba y España, tras una lectura placentera y motivante, de seguro no ha resultado inadvertido para el lector el mensaje general, cargado de aciertos, y a estas alturas de hoy un leitmotiv en la obra narrativa de Uva de Aragón: Puede intentarse socavar los afectos y amores provenientes de un sólido seno familiar, pero a la larga se erigirán triunfadores, más allá de cualquier circunstancia epocal en que pervivan.
[1] Presentación ocurrida el sábado 22 de febrero de 2025, a las 2:00 p.m., en la Biblioteca John F. Kennedy, en Hialeah, Miami, Florida. https://www.facebook.com/share/1BdMgxwTXH/
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VITALINA ALFONSO TORRES
Nació en La Habana, Cuba (1960). Crítica literaria y Editora. Tiene en su haber más de cien libros editados de distintos géneros literarios e históricos y entre las instituciones cubanas donde ha laborado en esta esfera se hallan Casa de las Américas, Editorial Arte y Literatura y Ediciones Boloña de la Oficina del Historiador de la Ciudad. Colaboraciones suyas como ensayista han aparecido en revistas especializadas y en volúmenes monográficos sobre autores caribeños y autores de la diáspora cubana. En 2001 recibió el auspicio del Cuban Research Institute de Florida International University, para un proyecto de investigación sobre narradoras de la diáspora del Caribe hispánico que se materializó en el volumen de entrevistas Ellas hablan de la Isla, publicado en 2002. Es autora, además, de los volúmenes de ensayos Narrativa puertorriqueña actual. Realidad y parodia (1994), Páginas recobradas (2014) y Un país para narrar (2015). Es coautora de la antología Cuentos para ahuyentar el turismo. 16 autores puertorriqueños (1991) y compiladora y prologuista de El mundo y mi Cuba en el Diario (2015 y 2016), artículos escritos por Uva de Aragón para Diario Las Américas).
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