BAQUIANA – Año XXV / Nº 131 – 132 / Julio – Diciembre 2024 (TEATRO)

EL OLVIDO 

 

por

 

José Moreno Arenas


Necesario preámbulo a El olvido, de José Moreno Arenas¹

Adelardo Méndez Moya²

     En 2016, la editorial Esperpento publicó una antología (muy subjetiva y peculiar) de teatro breve actual con piezas de un grupo de dramaturgos españoles titulada, en paráfrasis a Diderot, La paradoja del dramaturgo. La selección y el prólogo los realizó Francisco Gutiérrez Carbajo […] En dicho tomo figura una pieza peculiar, insólita y excepcional en la producción del autor: El silencio, de José Moreno Arenas.

     Moreno Arenas se asocia, con todos motivo y razón, a un teatro agresivo, iconoclasta, directo, brutal, de acciones y reacciones primarias, que discurre a través de vías de un humor chocante y sin filtro, y que busca la sorpresa y la respuesta inmediata del espectador… Un teatro que se desarrolla dentro de los parámetros de la denominada “Dramaturgia indigesta”. Pero entre 2011 y 2015, el autor elabora un texto distinto por completo, hoy bastante conocido: Federico, en carne viva, sobre la obra y figura de García Lorca […] las investigaciones y meditaciones que Moreno Arenas lleva a cabo para su Federico, en carne viva, generan otra posibilidad artística añadida, otra potencial creación, que se concreta en la trilogía mínima …Y Dios bajó de la nube, cuya minipieza inicial no es otra que la ya aludida El silencio. Las otras dos, El olvido y La soledad, permanecen inéditas.

     Moreno Arenas nos participa sus pensamientos y dolorosas emociones mediante un juego de concomitancias y desviaciones entre las diversas piezas […] Y es que el ingrediente metateatral se erige en fundamento esencial para la construcción y la comprensión de …Y Dios bajó de la nube.

     La inexistencia, más que ruptura, de la cuarta pared se evidencia desde el principio. El autor se dirige al público de forma directa, incluso apela a algún espectador (un analista, sinónimo de crítico o estudioso) de la primera fila. Esto obedece a que el receptor, según la intención de Moreno Arenas, no debe limitarse a ser un espectador pasivo. Debe intervenir, pronunciarse… Porque, al igual que a los personajes que evolucionan sobre las tablas, al público le sucede y le afecta, cuando menos, parte de la acción. El espectador debe participar e involucrarse en el espectáculo, como elemento imprescindible.

[…] cabe añadir la reivindicación explícita en el discurso oral del CREADOR en favor de las acotaciones como ingrediente constitutivo del hecho teatral de primer orden. José Moreno se opone al concepto de que las intervenciones orales de los personajes (monólogos, diálogos, conversaciones corales) resulten elemento principal de la obra de teatro, mientras las didascalias quedan desplazadas a la categoría de secundarias. Las acotaciones concitan todos los demás lenguajes ajenos al verbal.

[…] como reproche al inmovilismo y la cerrazón de ciertos críticos y estudiosos, Moreno Arenas juega con la aparición de dos creadores magníficos, incuestionados e incuestionables, que han elevado la acotación al nivel de egregio: Valle-Inclán y Samuel Beckett. En El olvido, el CREADOR interpela al analista de la primera fila y le emplaza a conversar con los mismos Valle y Beckett, que, se supone, están al fondo del patio de butacas.

 

PERSONAJE

CREADOR

…Y la valiosa colaboración de un espectador de la primera fila.

 ACTO ÚNICO

Despacho-estudio-habitación de un “Creador de Personajes”. Caos ordenado (o desorden controlado –según se prefiera–). Una mesa y una silla. Unas estanterías, repletas de libros, completan la decoración.

(Al levantarse el telón, el CREADOR de personajes trabaja afanosamente sumergido en un mar de folios.

Un intenso haz de luz, de apariencia beatífica, penetra por una ventana e ilumina la mesa.

En un momento dado, el CREADOR, sereno, levanta la mirada y advierte la presencia del público. Deja de escribir. Tras dejar pasar unos segundos, se pone en pie y conduce sus pasos hacia el patio de butacas.

El haz de luz disminuye su intensidad a cotas mínimas.

Una blanca humareda acompaña al CREADOR, que, sin abandonar el escenario, se dispone a dirigir unas palabras a los espectadores.

Puede que algún espectador, ante lo que está sucediendo, grite un “dejà vu”. En ese caso, que alguien le pida que no se impaciente y que espere acontecimientos.

Con halo celestial, no exento de cierta solemnidad, se prepara para intervenir; en el último momento, no obstante, decide mostrarse en actitud campechana:)

 

CREADOR.–Bueno; ya sabéis quién soy.

(Torciendo el gesto, al advertir que algunos espectadores no lo conocen:)

 ¡Así nos va…! ¡Mira que no conocerme…!

(Entre el paternalismo y la amenaza:)

¡A saber qué rezaréis…! Me parece a mí que lo de “cuatro esquinitas” no…

 (No exento de enfado:)

Yo fui Dios.

(Ante la confusión de esos espectadores.)

Lo siento, pero no puedo contar ahora intrigas o anécdotas que pertenecen a otra obra, aunque sea del mismo autor. Los rollos macabeos, en otra ocasión.

(Que no disimula su enojo:)

¡Hay que venir más al teatro! Pero no a que os cuenten historias, ni a que os recreéis con las miserias que sufre el personaje protagonista de turno; sino a que os suceda algo, a que os metáis en el fango de vuestras propias existencias, seguramente aburridas y anodinas. Obligad al escribidor de la obra a cambiar el argumento, a reconsiderar el conflicto, a revertir el desenlace; exigidle libertad de movimientos para los personajes que sois. Porque no interpretáis los personajes; sois los personajes. ¡Entendedlo bien: sois los personajes!

(Seguro de sí:)

Yo no he venido a este gran teatro que es el mundo a interpretar un papel creado por un dios-dramaturgo. Me valgo del libre albedrío que me he dado a mí mismo para escapar del yugo de un personaje-pelele. Si sois incapaces de haceros valer por vosotros mismos, si carecéis de una opinión bien formada, el dramaturgo, so pretexto de subir una historia al escenario, os esclavizará; y para ello se valdrá de dos poderosísimas herramientas: una, la palabra, los diálogos/monólogos, la voz, obligándoos a decir, incluso, aquello que jamás os gustaría pronunciar; otra, el gesto, la expresión corporal, la mueca, la mímica, la acción, es decir, todo aquello que cabe en una acotación. Ambos caminos, por igual, os llevan a la destrucción personal.

(Tras respirar hondo:)

No os engañéis: la decisión es solo vuestra. No sé si esconde doble intención, pero sabed que el dramaturgo os tiene, como espectadores, en gran consideración. Piensa –lo sé de buena tinta– que el público, al contrario que la masa, goza de inteligencia. Así pues, vosotros, a quienes se os concede vitola de…

(Con sonrisa irónica:)

…inteligentes –menuda presunción–, sabréis cogerle el hilo a esta historia. …Y que conste que no le concedo mérito alguno, que es muy sencilla la trama. Ya lo veréis…

(Preparándose para entrar en materia, carraspea. Con cara de circunstancias:)

Tengo cáncer.

(Actuando, teatrero:)

No, no… No me compadezcáis. …Y no penséis que me resigno. No; porque lo acepto… con amor. Solo pido que se me den las fuerzas suficientes para sobrellevarlo. No pido no tenerlo –aunque parezca una estúpida paradoja, puede ser hermoso–, sino que sepa soportarlo con dignidad.

(Con cierto victimismo:)

Es el peor cáncer que puede padecer un ser humano. Sus efectos son terriblemente destructivos: invade no solo el cuerpo, sino el alma toda. Se apodera de la voluntad y del entendimiento; y hasta de la memoria hace una marioneta, pues obliga a traer al presente momentos de felicidad que, obviamente, pertenecen al pasado.

(Sobre la marcha, gustándose y sabiendo que ha acertado en el pronóstico:)

Es metástasis de amor.

(Sonrisas subterráneas en un amplio sector del patio de butacas. Muy molesto, pero sin abandonar el papel de víctima, el CREADOR increpa:)

No os riais. No tiene gracia. ¡Ninguna! Os lo aseguro. Quien lo ha padecido sabe que lo que afirmo es cierto. Bienaventurados los que, a pesar de la cruel enfermedad, han tenido la dicha de sufrir sus consecuencias; en cambio, qué pobreza interior la de quienes no hayan…

(Sereno, transmitiendo tranquilidad:)

Al haber sido Dios, he tenido el privilegio de conocer en profundidad a las más acreditadas celebridades del pensamiento, de la literatura, de la medicina, de las matemáticas… Hoy, que soy un hombre, me beneficio de los conocimientos y sensibilidades de seres irrepetibles como Sócrates, Safo, Leonardo, Cervantes, Newton, Freud o Benedetti, por nombrar a unos de ellos. Sé, aunque no me sirva de alivio, que, cuando el corazón ha bajado a los infiernos, a partir de ahí la pena empieza a remitir.

(Con el dolor por bandera:)

No hay explicación lógica, ni mucho menos razonable; porque, queriéndola más que a mi propia vida, he decidido alejarme de ella, encerrándome en mí mismo en doloroso silencio.

(Sacando pecho:)

Como Dios, desde mi poltrona divina, puedo entenderla; como hombre, no. No debió llamar de nuevo mi atención si iba a continuar ausentándose de manera permanente. ¡Cuánto daño gratuito!

(Digno, con la mirada fija y levantada:)

Cuando doy mi palabra amiga a alguien, yo mismo voy en ella. Mi amistad es fiel, leal, un compromiso para toda la vida. No es de horas ni de días, no es efímera; es para siempre, eterna. Pero exijo reciprocidad. He ahí la clave de todo. ¡La reciprocidad!

(Sumido en un mar de tristeza:)

Sus silencios de antaño se alimentan con voracidad de la magia, esa magia que un día existió a borbotones, y respiran con el palpitar de un corazón que, henchido de emociones, a punto estuvo de salir del pecho y echar a volar gritando su felicidad por todos los rincones. La magia, como por arte de… magia, ya casi –y sin casi– es un recuerdo.

(Derrotado:)

Es necesario que muera algo de mí. Si no entierro parte de lo que hoy soy, acabaré arrastrándome.

(A modo de sentencia:)

El silencio me empuja al olvido.

(A un espectador de la primera fila:)

Lleva usted mucho tiempo callado, señor analista. Que yo sepa, desde la obra anterior. Ocupaba la misma localidad que ocupa hoy. ¿Recuerda el título?

(Algo inaudible responde el espectador.)

En efecto, “El silencio”. ¡Qué casualidad! Usted no abrió la boca durante mi actuación para mostrar su disconformidad; estuvo todo el tiempo moviéndose en la butaca, incómodo, como hoy. ¡Qué magníficas oportunidades ha desperdiciado para hacer valer sus argumentos! ¿Acaso ha recapacitado…?

(Sentando cátedra:)

Sabe de la importancia del silencio y del lugar en el que se oculta: la acotación. Sea usted coherente y no lance a los incautos teorías que no se sostienen.

(Entre la satisfacción y la pena:)

¡El olvido! Es una palabra de nueva incorporación a mi diccionario. Cuando creé el mundo, no existía. Para que haya olvido se necesitan vivencias, un pretérito.

(Al público, en general:)

Si en su día os advertí de los peligros que encierran las acotaciones porque dan cobijo al silencio, desde que el olvido habita en ellas… Sí, amigos: silencio y olvido, en perfecto maridaje, son una bomba explosiva. Reíros de los efectos de una guerra nuclear.

(Con la mirada perdida:)

El silencio es arrogancia, indiferencia, desprecio; el olvido, aún peor: puerta de la soledad, guadaña afilada, preámbulo de la muerte.

(Roto, destrozado:)

Ambos –silencio y olvido– anidan en el alma, se sienten. Ni se explican ni se definen con palabras; pertenecen al abecedario de las sombras, de las oquedades del espíritu, de las líneas acotadas por paréntesis. No se expresan con las cuerdas vocales, sino con la callada voz del ánima. El dolor no se grita; se interioriza. El olvido no conoce más lenguaje que el de la tristeza de la mirada, trozo del espejo roto del alma.

(Lenta y pausadamente, el espectador bate palmas, cargadas de ironía.)

Pues sepa usted, amigo espectador, que su sarcástica intervención palmera no ha pasado inadvertida para el autor de esta obra. No, señor; aparece en una de sus acotaciones. Es lenguaje, sí; pero no hablado. Ya me dirá usted qué importancia le damos.

(El espectador pone mala cara.)

…Y ya puestos, dígame qué valor otorga a las obras íntegramente gestuales de Beckett o a las acotaciones literarias de Valle-Inclán.

(El espectador, incómodo, se remueve en la butaca.)

Mejor aún, dígaselo a ellos directamente. Samuel y don Ramón María nos honran hoy con su presencia. Están ahí, en la última fila…

(Una humareda blanca cubre el fondo del patio de butacas. El espectador, asustado, se pone en pie y, tras mirar de reojo, echa a correr como alma que lleva el diablo.)

¡Espere usted, que no saludar a los ilustrísimos dramaturgos de “Santa Acotación” supone un imperdonable “olvido”!

(El espectador no deja de correr. Sale del teatro sin volver la vista.)

¡Nada! Por respuesta, el “silencio”.

(Sonriendo:)

¡Surrealismo y esperpento! ¡Menudo cóctel!

(Mirando a las alturas con resignación:)

¡Qué cáliz, Pepe…! ¡Qué cáliz…!

(Baja del escenario, anda todo el pasillo y desaparece entre la espesura de la humareda blanca. Cae el telón.)

 

[1] Las palabras del presente preámbulo están contenidas en «Emoción y metateatro en …Y Dios bajó de la nube, de José Moreno Arenas», estudio de Adelardo Méndez Moya.

[2] Dramaturgo e investigador teatral español, es uno de los grandes estudiosos de la dramaturgia de José Moreno Arenas.

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JOSÉ MORENO ARENAS

Nació en Albolote, Granada, España (1954). Dramaturgo. Inicia su actividad teatral durante su etapa de estudiante en 1987, con la obra ¿…Y si nos dicen que nos vayamos, vamos todos y nos vamos? y puesta en escena a cargo del grupo Alcalaíno El Olivo, en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias, importante escaparate entonces de las artes escénicas en Granada. Después, siguen años decisivos en la creación de textos dramáticos, sobresaliendo: El atraco, El currículum, La tentación, El safari, El aparcamiento, Las máquinas, La playa, El camarero, entre otras obras que distintas compañías se encargan de agrupar para el montaje de diversos espectáculos, tales como Dos historias del 2000 (K’imán Teatro, Albolote, 2000), Desacuer2 (La Lámpara Maravillosa, Madrid, 2001), Assalto à vista desarmada (Teatro Mínimo, Lisboa, Portugal, 2003), Cuerdos de atar (Cía. Ángel Luis Yusta – Tania Ballester, Granada, 2006, con más de cien funciones en gira por España), A vítima (Teatro Mínimo, Lisboa, Portugal, 2008), The perfect human (Teatre’ves Teatro, Granada, 2008, con gira por Estados Unidos), Urgencias (Teatre’ves Teatro y Nada Teatro, Madrid, 2010), Esto es lo que hay (Teatre’ves Teatro, Granada, 2011), Gestos (Karma Teatro, Nauplia, Grecia, 2014). Su facilidad para construir minipiezas no lo hace descuidar la creación de obras de duración convencional, entre las que se encuentran: Te puedes quedar con el cambio, muñeca (Cáncamo Teatro, Granada, 2011) y Te vas a ver negro (Karma Teatro, Madrid, 2013). De sus más de veinte libros publicados, destacan Escenas antropofágicas (Fundación Francisco Carvajal, Albolote, 1998), Teatro difícil… de digerir (Diputación Provincial, Jaén, 1998), Teatro indigesto (Fundamentos, Madrid, 2000), 13 Minipiezas (Art Teatral, Valencia, 2001), Teatro mínimo (Pulgas dramáticas) (Dauro, Granada, 2003), Crime sem castigo, Sr. Dostoievski (Edições Tema & Teatro Mínimo, Lisboa, 2003), A mil à hora (Edições Fluviais, Lisboa, 2004), Trilogías indigestas [I] (Alhulia-La Avispa, Salobreña/Madrid, 2004), Monólogos (Alhulia, Salobreña, 2005), Trilogías indigestas [II] (Alhulia-La Avispa, Salobreña/Madrid, 2006), Trilogies indigestes (I) (Carena, Barcelona, 2007), Te puedes quedar con el cambio, muñeca (Estreno, Austin College, Sherman, Texas, U.S.A., 2008), Diálogos (Alhulia, Salobreña, 2009), El indio / Al hindi (Edición español/árabe, Instituto Español Juan Ramón Jiménez, Casablanca, Marruecos, 2009), El indio / L’indien (Edición español/francés, Instituto Español Juan Ramón Jiménez, Casablanca, Marruecos, 2009), Dramatic Snippets / Pulgas dramáticas (Edición inglés/español, Ediciones de Gestos, Irvine, California, U.S.A., 2010), Trilogías indigestas [III] (Alhulia-La Avispa, Salobreña/Madrid, 2010). Avalado por diversos premios, entre los que se encuentran el Álvarez Quintero (La mano, 1984), el Andaluz de Teatro Breve (reconocimiento a toda su obra, 2000) y Andalucía de la Crítica (Dramatic Snippets, 2011), su teatro indigesto –llamado así por la dificultad en ser aceptado por una mentalidad cultivada y acorde con lo tradicional y convencional– es estudiado en universidades de medio mundo (numerosas tesis, tesinas y un sinfín de trabajos de investigación así lo testimonian) y es debatido en jornadas, congresos y seminarios del otro medio, conociendo sus personajes varios idiomas: portugués, italiano, catalán, inglés, francés, ruso, árabe y chino. Es miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada y de la Academia de las Artes Escénicas, su pueblo natal lo ha distinguido con la institución del Certamen de Teatro “Dramaturgo José Moreno Arenas” y con la convocatoria anual de un Seminario de Estudios Teatrales para la investigación y difusión de su dramaturgia. Dirige la sección teatral de Alhucema. Revista Internacional de Teatro y Literatura, en la que se publican piezas del mejor teatro breve de los más diversos autores del panorama escénico actual.

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