LA PLENITUD LÍRICA DE GERARDO DIEGO
por
Guillermo Arango
Entre 1926 y 1936 desarrolla Gerardo Diego una de las etapas más valiosas de su actividad literaria, continuada con una interesante ampliación, ya en 1948 – 1952, que coronará la que podríamos considerar su época más personal y de resultados más permanentes. Es en estos años cuando el poeta escribe Alondra de verdad y Ángeles de Compostela, cuyas primeras ediciones n verán, lógicamente, la luz hasta 1941 y 1940, respectivamente. La aparición de ambos libros encabezó, de forma magistral, el proceloso camino de la poesía española de la posguerra.
Cuando Gerardo Diego comienza a escribir los sonetos de Alondra de verdad (1926) ya había dado a conocer alguno de sus más significativos poemarios —Versos humanos, por ejemplo, le había valido el Premio Nacional de Literatura tan sólo un año antes— y, en consecuencia, el poeta entraba en una etapa de sólida madurez. Por ello no es de extrañar que la crítica haya visto en estos dos libros las obras maestras del poeta santanderino.
Alondra de verdad se constituye en un diario íntimo expresado en cuarenta y dos sonetos, reunidos con estricto respeto a la realidad cronológica que los produjo y vinculados en algunos casos a experiencias concretas (por ejemplo, las sugerencias paisajísticas, históricas y emocionales de los diferentes lugares recorridos o avistados desde el barco en el viaje de regreso de las Filipinas), mientras que Ángeles de Compostela, realizado en aquellos años, y ampliado posteriormente sin destruir la armonía estructural de la primera versión, se formaliza como un gran poema arquitectónico en el que cada composición juega un papel armonioso dentro del conjunto. En el proceso de creación de ambos libros hay, por consiguiente, unas marcadas diferencias tanto cronológicas como estructurales. Mientras Alondra es un libro escrito a lo largo de diez años bajo el siglo de la unidad formal, Ángeles, en su primera versión, se compone en pocas semanas, entre mayo y julio de 1936, durante las cuales el poeta va complicando la estructura arquitectónica del libro hasta obtener un primer resultado feliz, luego nuevamente confirmado en la ampliación de 1948 – 1952.
Establecido el parentesco espiritual y cronológico de ambos libros, hay que destacar igualmente la gran lección de clasicidad que ofrecen los dos poemarios. El poeta había iniciado, al comenzar en 1918 Versos humanos, una interpretación clásica de la poesía, en la que, en feliz simbiosis, con el tiempo irían entrando a formar parte de ella los hallazgos vanguardistas descubiertos por Diego en sus nunca abandonadas experiencias ultraístas y creacionistas. La culminación de tal etapa clasicista la constituyen Alondra y Ángeles, cuyas apariciones —en pleno páramo de la posguerra española— tanta influencia habían de tener en las nuevas promociones y en el clasicismo de la “juventud creadora”, que tendría en el soneto uno de sus más interesantes medios de expresión.
Si bien la unidad formal —el soneto— es la característica más sobresaliente de Alondra de verdad y su vinculación su nota más singular, hay que destacar, sin embargo, la gran variedad de temas y registros que dan forma al poemario, lo que supone históricamente la confirmación de uno de los rasgos estilísticos más personales y permanentes del poeta. Tal actitud de versatilidad se concilia, dentro de la obra completa de Diego, con otros muchos de sus libros, con lo que será posible emparentar este. Podemos hallar un tono renacentista en algunos temas, aunque también nos es posible percibir un valioso neobarroquismo, actitudes ambas que revelan la fidelidad constante de nuestro poeta al Siglo de Oro. Descubriremos aquí tanto la religiosidad como el tradicionalismo que inspira tantos poemas del autor y que se vincula en esta época a célebres edificaciones religiosas como la catedral compostelana, la Giralda o Silos, continuando en ste último caso la fidelidad al famoso monasterio con un segundo soneto, tan bello o más que el de Versos humanos, conocido universalmente. Un tercer soneto sobre Silos, habría de completar en Versos divinos la bella trilogía.
En gesto muy del poeta, conviven estos motivos con otros reveladores de cierto paganismo cultural desmitificado —Venus en “Cuarto de baño”—, construido con una configuración plenamente vanguardista. Al mismo tiempo, características recreaciones musicales sobre temas de Schubert, Schumann, Beethoven, Debussy, etc., visiones y paisajes de andanzas españolas, la presencia del mundo taurino, utilizado como imagen o como alegoría avanzada, van dando cuerpo a este original mundo poético variopinto, en el que no faltan los habituales juegos de imaginación, típicos de la poesía de Gerardo Diego.
Si hubiésemos de destacar dos poemas de Alondra de verdad no dudaríamos en referirnos tanto a “Insomnio” como a “Cuarto de baño”. El primero es uno de esos poemas amorosos de Gerardo totalmente sorprendentes.
«Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes.
Duermes. No. No lo sabes, Yo en desvelo,
y tú, inocente, duermes bajo el cielo.
Tú por tu sueño, y por el mar las naves.
En cárceles de espacio, aéreas llaves
te me encierran, recluyen, roban. Hielo,
cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo
que alce hasta ti las alas de mis aves.
Saber que duermes tú, cierta, segura,
—cauce fiel de abandono, línea pura—,
tan cerca de mis brazos maniatados.
Qué pavorosa esclavitud de isleño,
yo, insomne, loco, en los acantilados,
las naves por el mar, tú por tu sueño.»
El poeta nos ofrece la contemplación de una “tú” dormida. Frente a ese cuerpo hay unos sentimientos entre los que sobresale la placidez del sueño expresada con singular belleza. El soneto está construido con una técnica impecable que ya mereció los elogios de Dámaso Alonso por su variedad, matizaciones, precisión y combinación de efectos, que culminan en le bellísima imagen de “las naves por el mar”, símbolo de suavidad y plenitud, perfectamente apoyadas en la música adecuada de los endecasílabos, siempre tan perfectos. No sería difícil distinguir este soneto como producto de la época y relacionarlos inevitablemente con algún “soneto del amor oscuro” de García Lorca o con poemas de los entonces muy recientes libros de Pedro Salinas La voz a ti debida y Razón de amor.
Dentro de las aproximaciones al mundo moderno, a la técnica y a los inventos avanzados, pero en clave de humor, hay que situar el soneto “Cuarto de baño”, que relacionaríamos con las técnicas de desmitificación del mundo clásico.
«Qué claridad de playa al mediodía
qué olor de mar, qué tumbos, cerca, lejos,
si, entre espumas y platas y azulejos,
Venus renace a la mitología,
Concha de porcelana, el baño fía
su parto al largo amor de los espejos
que, deslumbrados, ciegos de reflejos,
se empañan de un rubor de niebla fría.
He aquí, olorosa, la diosa desnuda.
Nimbo de suavidad su piel exuda
y en el aire se absuelve y se demora.
Venus, esquiva en su rebozo, huye.
Su alma por los espejos se diluye,
y solo —olvido— un grifo llora y llora.»
La presencia de los azulejos, de los espejos empañados, de la porcelana de los sanitarios como concha de la que nace Venus, etc., constituyen una interpretación insólita, funcional y moderna del conocido mito del nacimiento de la diosa, sugerido bajo el rótulo ordinario de “Cuarto de baño”.
Son estos algunos de los aciertos temáticos del poemario, aunque su trascendencia va bastante más allá, ya que la gran aportación de Alondra de verdad a la literatura del siglo XX reside en el definitivo análisis y en la cuidadosa revisión de esta forma poética, cuando recibía esta una especial atención de los poetas contemporáneos, García Lorca produce en estos mismos años sus Sonetos del amor oscuro y Miguel Hernández da a conocer en 1936 su colección de sonetos El rayo que no cesa. Cuidadoso siempre en lo que a técnicas y a formas se refiere, consigue ahora Gerardo Diego dar un gran impulso al soneto concediéndole una gran variedad de registros que van desde lo puramente formal o estructural a lo temático, sin olvidar el enfrentamiento que lleva a cabo de la tal estructura métrica a procedimientos expresivos propios de la poesía moderna. Imágenes inéditas, presencia del mundo de la técnica, del lenguaje de la geometría, hallazgos vanguardistas y neogongorinos ponen de manifiesto el impulso que el poeta concede a forma tan clásica y la maestría con que domina sus secretos.
El origen de Ángeles de Compostela está justamente en un soneto de Alondra de verdad, uno de esos poemas llenos de contenida emoción religiosa y paisajística, típicos del poeta: “Ante las torre de Compostela”, cuyo proceso de creación recuerda ahora, en el nuevo libro, en otro titulado “Aquella noche”. Estos son los eslabones entre las dos obras maestras del poeta que a partir de mayo de 1936, inicia el nuevo poemario que no vería su versión definitiva, como sabemos hasta 1952.
Lo que más llama la atención de este libro —y que sin duda revela la extraordinaria madurez de poeta— es su sólida estructura, que podemos poner en relación con u retablo barroco en el que multitud de elementos de gran variedad van formalizando un mundo religioso complejo y profundamente simbólico. Junto a la evidente religiosidad (el tema del gran retablo es la resurrección de la Carne), Galicia constituye el contexto anímico en que las reflexiones metafísicas de desarrollan. Tanto los paisajes como las figuras van creando el ambiente adecuado para enmarcar la representación de los ángeles compostelanos, como auténticos símbolos de Galicia, transfigurados en definidores de la realidad geográfica y climática. La situación de personajes básicos de la cultura gallega conforma la emoción de un espíritu único. Dejando a un lado la magna revivencia del apóstol Santiago, los dos poemas dedicados a dos grandes escritores gallegos, Valle-Inclán y Rosalía de Castro, responde a una misma técnica manejada, en efecto, en el del apóstol y en el poema dedicado al lejano Macías. La composición dedicada a Valle-Inclán constituye una especie de biografía espiritual prendida a los recuerdos de paisajes y lugares vinculados a don Ramón María, aunque no sean estrictamente gallegos como Roma o Navarra. En el consagrado de Rosalía, presididos por el especial ambiente espiritual emanado de unos versos de la propia poeta ahora recordados, son los nombres gallegos los que tejen, en un peculiar contexto rítmico .este lúcido y emocionado recuerdo.
Pero sin duda por lo que su libro ha de ser recordado es por su contextura métrico-formal, que se adecúa plenamente a la estructura del libro. Sonetos, romances, formas métricas tradicionales, endecasílabos blancos, etc., revelan el dominio de la forma y la afición por la variedad que, en este momento culminante, se manifiesta en la poesía de Gerardo Diego, y que, en efecto, da cuenta de su interés excepcional por la diversidad en cuanto a registros verbales y estróficos, presente en él más que en ningún otro poeta de su generación. Del mismo modo es destacable la ya señalada maestría expresiva, su dominio del lenguaje y su gran capacidad creadora e imaginística, sin olvidar las típicas sorpresas expresivas en aquellos poemas que corresponden a la primera versión. Porque en los realizados entre 1948 y 1952, el poeta, frente al conceptismo y tendencia a la concentración de la etapa anterior, es más relajado e impreciso, refugiándose con frecuencia en las reiteraciones, lo que indudablemente va en detrimento de la riqueza verbal que celebráramos en los poemas de Alondra de verdad.
Podemos asegurar, por todo lo señalado, que Gerardo Diego alcanza en este tiempo (1926-1936) una primera plenitud y que los dos libros realizados entonces son exponentes de alunas de las cualidades más valiosas del poeta: Alondra de verdad como uno de los libros más perfectos de la poesía española del siglo XX y Ángeles de Compostela como una de las obras poéticas más compactas y unitarias. Pero no solo la maestría técnica constituye este indeleble legado: también la emoción, la espiritualidad y la riqueza de un mundo poético auténticamente lírico.
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GUILLERMO ARANGO
Nació en Cienfuegos, Cuba (1939). Es poeta, narrador, ensayista y dramaturgo. Cursó estudios de Arte, Filosofía y Letras en la Universidad de Santo Tomás de Villanueva (Cuba) y de Creación Literaria en la Universidad de Loyola (Chicago). Por muchos años se dedicó a la enseñanza universitaria. Ha ejercido por igual la crítica cinematográfica. Ha publicado siete libros de poesía, siendo el más reciente Ceremonias de amor y olvido (Linden Lane Press, 2013). Ha publicado tres libros de relatos bajo el sello de Ediciones Universal: Gatuperio (2011); El año de la pera ─ tradiciones, relatos y memorias de Cienfuegos (2012); y El ala oscura del recuerdo (2013). Ha publicado un libro de ensayos literarios Visiones y Revisiones (2020) y siete libros de obras teatrales bajo el sello de Ediciones Baquiana: Teatro ─ Todos los caminos, Nube de verano, La mejor solución (2016); Teatro II ─ Los viejos días perdidos, Entre dos, Encuentro, Ensayo de un crimen (2017); Teatro III ─ Retablillo del amor rey: Un testigo veraz y La petición de Rosina, Una proposición decente, Las dos muertes de Gumersindo el indiano, Romance de fantoches (2017); Teatro IV ─ Mañana el paraíso, Noche de ronda, La corbata roja, El uno para el otro, Mi hermana Vilma, Dos trenzas de oro, El plato del día, Espejismo, Coto de caza, Los pescadores (2018); Teatro V ─ Adagio, Un lugar para vivir, La ruta de las mariposas, El parque de las palomas, El viento que pasa (2019); Teatro VI ─ Hoy es siempre todavía, La recepción, La familia de Adán, Propiedad en venta, A la luz de un relámpago; y Teatro VII ─ Un día de reyes, Esos juegos del amor, Una corona de flores (tres comedias en tres actos). Ha sido becado en tres ocasiones por la National Endowment for the Humanities. Ha sido ganador de premios en las categorías de poesía y narrativa. En el 2008, su pieza dramática Todos los caminos, fue galardonada con el Premio Internacional de Teatro “Alberto Gutiérrez de la Solana”, auspiciado por el Círculo de Cultura Panamericano en Nueva Jersey. Ha publicado y presentado trabajos de investigación literaria en revistas y congresos nacionales e internacionales. Es miembro de diversas organizaciones literarias y profesionales. En octubre de 2016 le fue concedido el Premio Ohio Latino Award por su excelencia literaria. Reside desde hace varias décadas en el estado de Ohio, EE.UU.
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