ENTREVISTA CON LA ESCRITORA Y PERIODISTA CUBANA DAINERYS MACHADO VENTO
por
Maricel Mayor Marsán
Nació en La Habana, Cuba (1986). Es escritora, periodista e investigadora literaria. Tiene una Licenciatura en Periodismo por la Universidad de La Habana, Cuba, una Maestría en Literatura Hispanoamericana por El Colegio de San Luis A.C., México, y acaba de terminar su Doctorado en Estudios Lingüísticos y Culturales en la Universidad de Miami, ciudad donde radica desde 2016. Es autora del libro de cuentos Las noventa Habanas y de la investigación literaria El estruendo de Ciclón. La nueva revista cubana (1955-1959), ambos publicados por Katakana Editores en 2019 y 2022, respectivamente. En cuba, coeditó con el escritor Ernesto Fundora el libro Las palabras de El Escriba. Artículos publicados en Revolución y Lunes de Revolución (1959-1961), que recopila una serie de artículos de Virgilio Piñera (2015). Ha colaborado en revistas y medios de prensa como Cuadernos Hispanoamericanos, Emisférica, La Gaceta de Cuba, Letras Libres, Literal Magazine, Nagari, Suburbano y Yahoo Noticias, entre otros, en Argentina, Cuba, España, Estados Unidos, México y Uruguay. En 2021, la prestigiosa revista Granta en español la incluyó en su segunda lista de los mejores narradores jóvenes en español.
“Como miles de cubanos, a la narradora le tocó nadar entre sus circunstancias y mantenerse a flote de manera inconsciente. Pero sus personajes se desmarcan del pesimismo, pues desde el humor y la ironía relatan situaciones con la perspectiva femenina de lo cotidiano.
Para Machado Vento, existe un mito sobre la literatura cubana donde algunos escritores han sentenciado que sólo se puede escribir sobre Cuba estando en la isla, una idea que se ha repetido hasta el cansancio en el mainstream, pero a la que Dainerys enfrenta con una máxima: escribir desde la honestidad, desde sus recuerdos, sus vivencias y su infancia.”
Saúl Rodriguez
Siglo Nuevo (publicación digital e impresa)
Jueves, 24 de septiembre de 2020
Cuidad de México (CDMX)
“La Habana de Dainerys Machado Vento es un ente vivo: nace, crece, se multiplica y eventualmente morirá, porque para Machado Vento las ciudades son indiferenciables e inseparables de las personas que hablan, de sus historias de vida y de su situación particular.”
Luis Alejandro Ordóñez
El Beisman (publicación digital)
The Pilsen Review of Books (2021)
Chicago, EE.UU.
MMM: ¿Qué llegó primero, la escritura de ficción o el periodismo? Si te dieran a escoger una de estas dos manifestaciones literarias, ¿con cuál te quedarías?
DMV: Estudié periodismo porque quería dedicarme a la escritura, que era algo que siempre me había acompañado de forma intuitiva. No sabía cómo encontrar el camino hacia esa escritura profesional. No tenía nadie que pudiera guiarme en mi familia o amigos; no sabía qué era hacer un libro, cómo presentarlo a una editorial, cómo saltar de mi diario personal a algo que los demás pudieran leer. Los libros que yo conocía eran los que mi abuela y mi mamá encontraban en cualquier lado y me traían constantemente a casa, y podían ser desde un manual de mecánica hasta una novela rusa. Entendía que no sabía muchas cosas y que estudiar periodismo me forzaría, como mínimo, a hacer de la escritura una práctica.
Ahora te diría que no veo esos oficios separados, que lo que me interesa es escribir sin importar la clasificación de lo que escribo. Pero te confieso que me costó tiempo aceptar que podía ser periodista y escritora. Quizás porque sentía que el periodismo lo había ganado por derecho, con años de estudio y práctica; pero a la palabra “escritora” siempre le tuve mucho respeto. Se lo sigo teniendo. Me asombra la ligereza con que algunos la toman; pero a la vez me encanta que todo el mundo pueda tener una relación con la escritura y usarla como forma de expresión. Es una contradicción muy personal.
En La Habana, en 2015, durante la presentación de Las palabras de El Escriba, junto a Ernesto Fundora
MMM: ¿Cuál ha sido tu experiencia profesional como periodista hasta la fecha?
DMV: Cuando me gradué de periodismo en 2009, trabajé tres años como reportera en la revista Bohemia, en Cuba. Cubría temas de construcción y turismo, porque está claro que en todas las profesiones y en todos los trabajos y en todos los países, siempre hay que pagar el peaje por ser el nuevo, el menos experto. Podría decir que sufrí un poco la experiencia porque los temas no me interesaban para nada; pero más justo es decir que aprendí muchísimo, que entendí que el periodismo es una profesión muy ingrata, que entendí que en Cuba la censura se detenía hasta en corregir el tono de los textos más breves, un nombre, un signo de exclamación. Después me fui a editar a una revista de teatro, Tablas, hacía crítica teatral, cubría eventos culturales.
Salí de Cuba hacia México en agosto de 2014, a estudiar una Maestría en Literatura Hispanoamericana en El Colegio de San Luis. Desde allá todavía mantuve una columna sobre fotografía que tenía en la agencia Inter Press Service, por invitación de una de las coordinadoras de aquel espacio, Helen Hernández. Y luego, ya más asentada en México, comencé a colaborar con un semanario mexicano, La Orquesta Mx, que hace unos años se volvió un diario. En La Orquesta usábamos seudónimos, porque ser periodista en México es estar en peligro de muerte todo el tiempo.
Fíjate cómo la misma profesión en diferentes países ofrece tantas ingratitudes para quienes la practican. Si en Cuba la creatividad periodística y la verdad están totalmente sesgadas, en México estás siempre en riesgo de perder la vida. No cambiaría estas experiencias por nada, porque acá estoy, al cabo de los años, libre y viva; pero lamento muchísimo siempre la situación de precariedad y peligro en la que viven mis colegas en casi todo el mundo. Por eso sigo siendo periodista, ejerzo la profesión constantemente, pero hace muchos años pasó a un segundo plano en mi carrera.
En San Luis Potosí, durante una presentación de Las palabras de El Escriba. Artículos publicados en Revolución y Lunes de Revolución (1959-1961), un libro con artículos de Virgilio Piñera coeditado por Dainerys Machado y Ernesto Fundora.
MMM: Háblame de tu labor en México. ¿Cómo te vinculaste a ese país?
DMV: Como te mencionaba antes, a México me fui a estudiar una Maestría en Literatura Hispanoamericana en 2014. Allá el plan de estudios está enfocado exclusivamente en la formación individual. No es como en Estados Unidos, donde enseñas o trabajas en las universidades como parte del posgrado que estás buscando. En México te pagan enteramente por estudiar, leer, escribir. Así que para mí fueron dos años de absorberlo todo: la literatura, la cultura, las costumbres. Y curiosamente allá empecé a hacer periodismo puro y duro de nuevo, a reportear.
MMM: ¿Te sorprendió el Premio Estatal de Periodismo San Luis Potosí que te otorgaron en México en 2016? ¿Cómo fue el proceso?
DMV: Yo había empezado a colaborar con ese semanario, La Orquesta Mx. Hacía un trabajo especial cada quince días, investigaba de nuevo temas sociales, aunque también los programas estatales de cultura. Amparada por el seudónimo y el apoyo del equipo, me sentía bastante segura para escribir libremente. Recuerdo que yo firmaba mis reportajes como La Vihuela, que es una guitarra muy parecida a nuestro Tres cubano, pero con un juego más de cuerdas y que en México adoptaron, sobre todo, los mariachis.
Llevaba poco tiempo colaborando con el semanario, cuando el equipo hizo sus postulaciones al Premio Estatal de Periodismo. Gané en la categoría de reportaje, con una investigación sobre la inseguridad alimenticia de la región. Me sorprendió muchísimo el premio. Todo el mundo habla de los concursos amañados, pero yo confieso que nunca he conocido a ningún jurado de los concursos que he ganado. Ni siquiera, a veces, he sabido de esos concursos antes de participar. Creo que por eso me sentía más orgullosa recibiendo aquel Premio Estatal de Periodismo, y la parte metálica que me ayudó, poco después, a mudarme a Miami. Lo menos positivo fue que, después del Premio, ya el seudónimo no me protegía, ya no tenía sentido usarlo.
Era curioso haber ganado el Premio Estatal con ese reportaje precisamente, “Los rostros del hambre”, porque en México, la comida es una parte fundamental de la cultura; para mí es todavía inexplicable y sorprendente todas las relaciones sociales que giran en torno a la comida, todo lo que los diferentes platos expresan, y la comunidad que se arma en torno a la cocina. Sin embargo, un día estaba haciendo trabajo de campo en Guaxcamá, una antigua hacienda minera en la zona de la Huasteca, y encontré a una señora que la única comida que tenía en su casa eran las almendras que recogía del patio. Esa imagen me dolió mucho y fue después el inicio del reportaje que se concentraba, justamente, en la falta de alimentos para ciertos grupos poblacionales.
MMM: En la actualidad estás finalizando tus estudios doctorales en Lenguas y Literaturas modernas en la Universidad de Miami, ¿piensas dedicarte a la enseñanza universitaria o tienes otras intenciones de carácter profesional? ¿Cómo y cuándo llegaste a este país?
DMV: El futuro está a la vuelta de la esquina, trae cambios, pero ahora mismo no sé cuáles. Defendí mi tesis de doctorado con honores el 18 de febrero de 2022, hace pocas semanas, y estoy trabajando en las correcciones finales que me hizo el Comité. Sigo enseñando literatura, como parte del programa. Pero para mí, la experiencia más grata de toda mi carrera académica es la investigación.
De hecho, en 2012, visité la Universidad de Miami por primera vez gracias a un evento que se organizó por el centenario de Virgilio Piñera. Entonces me invitó la Doctora Lillian Manzor, a presentar una ponencia sobre la rehabilitación de Piñera en los años ochenta. Cuando estaba en el último año de mi Maestría en México, apliqué para estudiar el doctorado acá. Me aceptaron, y la Doctora Manzor se convirtió entonces en mi tutora. Llegué a Estados Unidos con una visa de estudiante, que en ese momento facilitó muchísimo el cambio de país, y los temas prácticos, como empezar a cobrar el estipendio desde el primer mes. Todo migrante entenderá la importancia de esta historia y el privilegio que viví.
MMM: Tu primer libro Las noventa Habanas ha constituido una especie de tour de force que te ha catapultado a diversos lugares y ha llamado la atención de muchos. ¿Por qué escogiste a la mujer como centro de muchos de los relatos que aparecen en el libro?
DMV: Las noventa Habanas ha sido, probablemente, la gran sorpresa de mi vida. Lo escribí con todo el gusto del mundo, con la necesidad de expresarme, de ser fiel a mi memoria de La Habana, con mis años de búsqueda de la escritura, con todas mis lecturas mexicanas al hombro; pero jamás, jamás imaginé todo lo bueno que iba a suceder con ese libro.
Mis protagonistas son mujeres porque sí. Porque tú y yo somos mujeres, porque estamos en todos lados, y nos sostenemos unas a las otras. No le tengo miedo a palabras como “femenino”, “feminismo”, “mujer”, ni siquiera a palabras como “poetisa”. Al contrario. Creo que tenemos el deber y la posibilidad de resignificar, de revalorar todo eso que siendo no masculino ha sido asociado a lo subordinado o negativo.
Las protagonistas de Las noventa Habanas demuestran que hay muchísimas formas de ser mujer, que somos malas, buenas, calientes, hipócritas, calladas, sinceras, habladoras. Y eso, que debería parecer algo tan común, es lo que más ha sorprendido a quienes se acercan al libro.
MMM: ¿Cuál es tu opinión acerca del reconocimiento que tienen las escritoras dentro del canon literario cubano? ¿Por qué es más fácil hablar de Guillermo Cabrera Infante que de Dulce María Loynaz, pese a que esta última también ganó un Premio Cervantes?
DMV: Creo que, en este caso específico que mencionas, pasa por tres cosas fundamentales: no solo que Loynaz sea mujer y haya escrito, sobre todo, poesía, en una época en que la escritura de las mujeres y la poesía han sido menos atendidas hasta por la crítica, sino también que ella vivió y murió en Cuba. Mientras Cabrera Infante era más versátil en su escritura, y estaba exiliado desde 1968. Por muchos años, solo los autores cubanos que vivían en el exilio circulaban internacionalmente con total libertad, y también con mayores tiradas de sus libros. El exilio significaba más alcance y, nos guste o no, el alcance es fundamental en la promoción de la literatura.
Diría que esa relación del “adentro” y “fuera” de Cuba cambió, sobre todo, a partir de la década de 1990, con autores como Pedro Juan Gutiérrez o Karla Suárez, que publicaban en otros países como México y España, aún viviendo en Cuba.
Pero sí, claro que las mujeres han sido relegadas. Imagínate todo el revuelo actual en torno a la escritura de mujeres. Le han llamado boom, movimiento, pero este es un falso asombro que nace de la misma hipocresía de lo masculino. ¿Acaso no estaban Gertrudis Gómez de Avellaneda, Rosa Guerra, Juana Paula Manso y muchas otras escritoras revolucionando la literatura latinoamericana del siglo XIX? Lo estaban. Revolucionaban no solo la literatura, también el periodismo, la vida cotidiana con sus divorcios y sus críticas a la iglesia. La sorpresa ante la escritura de las mujeres es solo una forma de invisibilizar todo lo que han hecho las que nos antecedieron, y en esa constante invisibilización hay un inmenso peligro, porque probablemente, en unas décadas, las invisibles seremos nosotras y otras tendrán que volver a “revolucionar” las letras para “probar” cuánto podemos hacer.
De izquierda a derecha: Esther Allen, Dainerys Machado, Michel Nieva, Natasha Wimmer y Adrián Izquierdo, autores y traductores incluidos en el número especial de Granta. Los mejores narradores jóvenes en español, durante una lectura en el Festival del Libro de Brooklyn, en octubre de 2021.
MMM: ¿Por qué te refieres a Cuba como “un lugar que no es de nadie”?
DMV: Si mal no recuerdo, esa expresión la dije en Hablemos, escritoras podcast, en una entrevista maravillosa que me hizo Adriana Pacheco. Lo que decía entonces era que Cuba es una isla en disputa, que todo el mundo se pelea constantemente el derecho a definirla, a gobernarla, a sentirla, a padecerla. Nos peleamos cubanas y cubanos sobre quién la pasó peor ahí, y sobre quién tiene más derecho sobre Cuba, quién la conoce más o mejor. A veces no es una pelea abierta, pero una rabia velada en el “tú no puedes hablar de Cuba porque ya no vives aquí” o “porque vives en Miramar y no en Centro Habana”. Esa actitud ante un lugar termina provocando que al final ese lugar sea tierra de nadie.
No creo que nuestra aspiración debería ser volvernos los dueños simbólicos ni reales de Cuba, ni de los temas que de ella se derivan. Ya hemos visto lo que “un dueño” provoca en un país. Creo que la aspiración debería ser reconocer que todos tenemos una Cuba, que es diferente en la experiencia de cada uno, pero que es también compartida en su cultura, su historia. Solo desde esa posición podemos conversar, rehacer, respetarnos como grupos. Ha faltado respetar el hecho de que Cuba es de mucha gente.
Me interesa mucho la forma de ver la historia del país como una continuidad, sin rupturas históricas arbitrarias, porque creo que solo a través de esas miradas podemos encontrar las miles de conciliaciones sociales que nos urgen.
Necesitamos reconocernos como cubanas y cubanos más allá de una ideología, necesitamos entender que esa isla es de todas y todos, que todos tenemos espacio en un concepto de Cuba, aunque la hayamos sufrido de formas diferentes. A partir de ahí reconstruiremos toda la cultura y la humanidad que hemos perdido. El principal mérito de los regímenes totalitarios siempre ha sido volver enemigos a los iguales, para que se vuelvan unos soldados de los otros.
MMM: ¿Qué pueden esperar los lectores de tu segundo libro El estruendo de Ciclón que ha salido en fecha reciente? ¿Por qué se te ocurrió escribir sobre ese tema en estos momentos. ¿Cuáles son tus expectativas?
DMV: En El estruendo de Ciclón. La nueva revista cubana (1955-59) traté precisamente de acercarme a la historia cultural del país desde esa perspectiva que te comentaba: investigando la continuidad de los procesos históricos más allá de una fecha, buscando las conexiones culturales sin artificialidad de discursos impuestos. No asumir que algo llamado revolución rompió este o aquel proceso de raíz, sino entender qué de humano y divino había realmente detrás de esas pugnas culturales que existieron antes y después de 1959.
El gobierno revolucionario instrumentalizó a su favor muchas pugnas personales y culturales que ya existían antes de 1959; aprovechó diferencias estéticas y sociales para nombrar comisarios y comisariados.
Si entendemos eso, debemos asumir que entonces la revolución no fue el origen único de todas las censuras que comenzaron a sucederse en la década de 1960, que estas también fueron parte de competencias humanas. Lo que quiero decir es que me interesa complejizar la historia cultural de Cuba y salirme de la camisa de fuerza que el discurso oficial ha impuesto dentro de la isla y también fuera, como un espejo. No quiero ser una investigadora que solo reaccione o reescriba el discurso oficial; quiero entender la complejidad cubana, como aspiro a entender la complejidad de cualquier otro país.
La idea de investigar la revista Ciclón surgió desde Cuba. Cuando apliqué a la Maestría en Literatura, quería comparar a Orígenes y a Ciclón con dos revistas mexicanas de la misma época. El tutor de la investigación, el Doctor Antonio Cajero, me recomendó que me concentrara en Ciclón, que era muy poco conocida. Y tenía razón. Descubrí pronto que Ciclón se conectaba con mis investigaciones anteriores sobre Virgilio Piñera, y que además contaba la historia de Cuba antes y después de 1959. Disfruté mucho ese proceso de investigación, que ahora publica Katakana adaptada a libro, con menos páginas y algunas perspectivas corregidas, como es lógico después de tantos años.
MMM: En 2021 la prestigiosa revista literaria Granta te incluyó en una lista exclusiva donde aparecían los 25 mejores narradores en español menores de 35 años. ¿Consideras este tipo de selección como un desafío de largo alcance o un compromiso contigo misma dentro de tus planes de vida?
DMV: He tratado de quitarle un poco de presión al inmenso reconocimiento que mi inclusión en Granta resultó ser. He disfrutado cada detalle: conocer personas maravillosas que se dedican a la traducción, la edición, como Valerie Miles, Aurelio Major, Will Vanderhyden, Natasha Wimer, Adrián Izquierdo, Esther Allen; conectar en lo personal con una generación de autoras y autores con quien comparto tantísimos intereses, como José Ardila, David Aliaga, Eudris Planchet, José Adiak, Aniela Rodríguez, Michel Nieva, Miluska Benavides, entre otros tantos.
La editora y traductora Valerie Miles, el escritor colombiano José Ardila y Dainerys Machado, presentando Granta. Los mejores narradores jóvenes en español en la Casa Amèrica Catalunya.
El compromiso conmigo siempre ha sido ser fiel a la niña que creció en El Cerro, también en mi literatura. No quisiera que Granta ni nada cambiara eso. Pero para lograrlo tengo que olvidarme un poco del reconocimiento y preguntarme constantemente por qué escribía Dainerys cuando tenía 12, 13 años. La respuesta es siempre la misma: por necesidad, por gusto, por amor, nunca por éxito. Creo que eso me mantendrá a salvo, incluso si mañana no publicara ningún otro libro.
El escritor colombiano José Ardila y Dainerys Machado, presentando Granta.
MMM: ¿Cómo te ha ayudado esta distinción en tu carrera profesional? ¿Tiene algo que ver con el hecho de que la Agencia Literaria Carmen Balcells en Barcelona te haya ofrecido su representación? ¿Existe algún contrato en camino?
DMV: Sí, mi inclusión en Granta hizo que Balcells se acercara a mi trabajo, y que Laura Palomares comenzara a trabajar como mi agente literaria. Así que Granta abrió un universo con el que no soñaba ni tener acceso.
Por lo pronto, viene la traducción al chino de un par de cuentos de Las noventa Habanas; también la inclusión de otro cuento en más de 300 mil ejemplares de libros de textos, que aún prefiero no revelar. Y, por último, debe estar más cerca de ver la luz El álbum de las treintañeras, mi segundo libro de cuentos. Si me reservo detalles, es porque hasta que no se firme el contrato no hay certeza. En la literatura como en la vida, las cosas son seguras solo cuando suceden.
MMM: ¿Cómo valoras la literatura cubana que se ha escrito durante las últimas décadas fuera de la Isla? ¿Te identificas con la misma o no?
DMV: Es difícil hacer una valoración general de una producción tan variada. Diría que el mayor valor de la literatura cubana que se escribe fuera de Cuba es, precisamente, que abarca temas y estilos muy diferentes, desde la ciencia ficción hasta el realismo; desde la poesía hasta la experimentación visual, pasando por el teatro, que es un género muy vivo en la reciente tradición cubana. Daína Chaviana, por ejemplo, ha seguido escribiendo ciencia ficción; mientras un dramaturgo como Eddy Díaz-Souza tiene decenas de proyectos de teatro para niños, donde vincula estilos clásicos con nuevas tecnologías, y eso por mencionar a solo dos creadores que viven en Miami. Pero pienso también en Melissa C. Novo que vive en México, y hace poco ganó un premio de poesía en la Universidad de Guadalajara; o en Marcial Gala, que vive en Argentina hace años, y que ahora mismo está en un montón de listas de libros más leídos, tanto en inglés como en español, gracias a su novela Llámame Casandra, traducida por Anna Kushner como Call me Casandra. En lo personal, lo que más me atrae de la producción literaria cubana de los últimos tiempos es que resulta cada vez más difícil marcar un dentro y fuera de la isla. Internet ha cambiado todo, la movilidad ha cambiado todo. Porque también encuentras a una autora como Elaine Vilar Madruga, que vive en Cuba, pero cuya novela La tiranía de las moscas ha sido recientemente editada por Cristina Morales y publicada en España por Editorial Barret. La tiranía de las moscas está siendo un éxito en toda Europa y México.
Esa desaparición de los límites me da muchas esperanzas, porque lo siento como un buen síntoma. Pienso, por ejemplo, en dos autores mexicanos como Juan Pablo Villalobos y Valeria Luiselli. Él vive en España hace años, ella en New York, pero nadie cuestiona sus lugares de residencia cuando se les menciona como mexicanos. Sí importa desde dónde escriben, porque eso influye en los temas que tratan, pero no en la valoración que se hace de ellos. Esa sería mi aspiración con Cuba, aunque sé que estamos muy lejos de lograrlo. Sin embargo, tengo esperanzas no en los discursos oficiales pero sí en la realidad que se impone. Pienso en el mismo periodismo independiente que hacen medios como El Toque o Rialta, medios hechos por gente que vive tanto dentro como fuera de la isla, que atienden noticias relacionadas con Cuba, donde quiera que sucedan. Ahí hay un síntoma del camino que, a largo plazo, tomará la circulación de todo lo que se conoce como literatura cubana.
Confieso que, en este punto, conozco mucho mejor lo que se escribe fuera de Cuba que dentro. Yo nunca ni siquiera intenté publicar ficción cuando vivía en Cuba. Así que, honestamente, soy parte de esa literatura nacional que se escribe fuera; no podría no identificarme con ella.
FOTOS Archivos privados de la escritora Sissy Ramos Casa Amèrica Catalunya IPBA
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