BAQUIANA – Año XX / Nº 109 – 110 / Enero – Junio 2019 (Poesía I)

FOTO SECCIÓN POETICA

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HORACIO BIORD CASTILLO

Nació en Caracas, Venezuela (1961). Poeta, articulista, ensayista y profesor. Licenciado en Letras, magíster y doctor en Historia por la UCAB. Se desempeña como investigador del Laboratorio de Etnohistoria y Oralidad en el Centro de Antropología “J. M. Cruxent” del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas. Sus intereses de investigación abarcan la etnohistoria, la etnicidad y la sociolingüística. Es profesor de la Universidad Católica Andrés Bello e individuo de número de la Academia Venezolana de la Lengua y de la Academia de la Historia del Estado Miranda. En la actualidad preside la Academia Venezolana de la Lengua. Sus artículos aparecen con regularidad en los diarios digitales: El Ucabista y La linterna azul (Reporte Católico Laico). Sus ensayos han sido incluidos en diversos libros de antropología, así como en la publicación OntosemióticaRevista Digital Latinoamericana de Semiótica y Educación, que tratan sobre sus investigaciones acerca de los diversos grupos aborígenes de Venezuela. En 1995 recibió el Premio Municipal de Literatura, mención Estudios Indígenas. Ha publicado los poemarios: Sueño que nunca llega (Venezuela: Alcaldía Los Salias, 1994); Cuaderno de Mérida (Venezuela: AVL, 2010); Retazos (España: Editorial Siníndice, 2011); Quaderno de Quetzalan (Venezuela: Ediciones Grupo Tei, 2011); Mea estrellas la noche (Venezuela: Ediciones Grupo Tei, 2013); y Quaderno de Brasilia (Venezuela: Ediciones Grupo Tei, 2014).

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HAY CARICIAS QUE FENECEN

como la piel de esos árboles

que la mudan llegada la estación

 

 

Hay besos que secan

como pastizal sin agua,

como papel o franelilla

 

 

Hay promesas que bajan con el río

pero amenizan los baños de luna

 

 

Hay amores

de un instante

que perduran

 

 

 

TIRITO

 

Quiero entrar de nuevo a tu catedral

acurrucarme en sus sombras

atardecer en los vitrales

que recrean el iris

sobre gastadas baldosas

 

 

Quiero entrar de nuevo a tu catedral

y espantar esos grifos y dragones

que simulan gárgolas

para restaurar tu sueño

 

 

Quiero entrar de nuevo a tu catedral

lustrarme con las aguas bendecidas

volverme cirio

y roja llama

encendida por tu pasión

 

 

 

NO VIVO EN LA MONTAÑA

La montaña habita en mí

 

 

No veo la niebla

La niebla me arropa

 

 

No siento el agua

El agua fluye de mi piel

 

 

No oigo la campana

La campana me tañe

 

 

No voy a la procesión

La procesión me recorre

 

 

No sé tu nombre

Tu nombre me nombra

 

 

 

ELIJO EL TATUAJE DE LA ROSA:

trae espinas y perfumes

 

 

Elijo el tatuaje de la vainilla:

tiene el sabor de los atoles

 

 

Elijo el tatuaje del nopal:

recuerda el origen

 

 

Elijo el tatuaje de la canela:

me perfuma y endulza

 

 

Elijo el tatuaje del chile:

ahoga alimañas

 

 

Elijo el tatuaje del jaguar:

sus colmillos se clavan,

sus pezuñas desgarran,

su piel me cubre

 

Elijo el tatuaje del agua:

lava nubes y piedras

 

Elijo el tatuaje de la niebla:

acolcha los sueños

 

Elijo tu tatuaje:

me señorea

 

 

 

ANSIAMOS UNA CIUDAD PORTÁTIL

inventada a cada instante

 

una ciudad con aliento de selva

y vicios de concreto

 

 

Buscamos la sombra de las flores

la cercanía de la puerta amiga

 

 

pero nos tienta la escalera mecánica

el teléfono que de un momento a otro suena

el eco de la muchedumbre

el ático vacío,

oscuro

el incendio prohibido

el ardoroso encuentro

 

 

Amamos el jardín

la tarde queda

la noche pura

que purifica los (en)sueños del alma

 

 

    (íncubos

  que angustian,

deseos,

siempre deseos)

 

 

 

JINETES EXTRAÑOS CABALGAN MI CIELO 

Saltan los cercos del altar

y amanecen acezantes

sobre las tumbas de mis mayores

 

 

Veo las huellas

y el sonido de las herraduras

quisiera negar el polvo

que levantan al correr por las praderas

de la imaginación

 

 

Veo jinetes extraños

que a veces son montañas

y a veces calaveras

o ruidos que molestan mi sueño

o frases que me llenan de angustia

o fantasmas

o ligeras sonrisas

que me lavan para siempre

 

 

Veo jinetes extraños

y permito que sus alas

arañen la dura corteza

que resiste mi templo

 

 

Los veo

y veo también el mar que los prohíbe,

las tretas de los otros jinetes,

la mano que condena a unos

y absuelve a otros,

el corazón que ama a unos

y odia a otros

 

 

Jinetes extraños me cabalgan